Mi brazo más rentable, ya les dije, era el oro ilegal. Todo lo hacemos en forma soterrada porque las autoridades me tenían en la puntería. La persecución era tenaz. Me habían abierto carpetas fiscales y yo tenía denuncias por doquier. La prensa escrita y del internet pedían mi captura a gritos sin embargo no habían pruebas que me involucraran. Las minas donde sacaban el oro ilegal no estaban a mi nombre y los que transportaban el metal precioso para el aeropuerto clandestino que teníamos escondido en los cerros, ni sabían quién era Kate Garret. Siempre acusaban a un sujeto apodado "Banana" que, por supuesto, estaba eternamente no habido. Yo pensaba que era un nombre inventado hasta que me lo presentaron. Eso fue luego de una importante entrega que hicimos a compradores extranjeros y que nos dejó una gran suma de dinero, incontable, el mejor negocio que habíamos hecho en todo ese tiempo.
-Señorita Garret lo busca "Banana"-, entró mi secretaria Nancy Evans a mi oficina. La habían llamado de la recepción. Me interesé en saber quién era ese sujeto, picada por la curiosidad porque ya les digo, yo le debía mucho a él. "Banana" se había encargado de asumir las culpas del tráfico del oro y era quizás el hombre más buscado del país.
-Hazlo pasar-, le pedí a mi secretaria. Me arreglé los pelos, me jalé la falda, me retoqué los labios y me senté en mi silla ansiosa de al fin saber quién era ese famoso sujeto que había sido la pieza angular para que no me involucraran en esos negocios turbios. Yo lo imaginaba un hombre muy apuesto, hermoso, dominante y avasallador. Lo pensaba también alto y lleno de músculos, con sus manos enormes, repleto de músculos y los bíceps de acero, como un héroe de caricatura que salvaba siempre a la dama en peligro, pero el tal "Banana" resultó un tipejo enjuto, desgarbado y huesudo, pero su fealdad o poco atractivo eso es lo de menos. Más que decepcionada o desilusionada yo estaba desconcertada y pasmada, lívida y boquiabierta, empalidecida incluso, sin reacción: ¡¡¡"Banana" era el secretario de estado del presidente, John Garner!!!
-¿No te aterra que te descubren?-, no supe qué decirle. Yo le debía todo, en realidad, como les digo. Por él, yo ganaba muchísimo dinero y no estaba involucrada en el tráfico del oro ilegal y quien me había salvado de caer en manos de la policía era ni más ni menos que el hombre de confianza del presidente, su acólito de mayor confianza pero que en honor a la verdad, era un audaz traficante y un contrabandista empedernido.
-Me gusta la adrenalina-, fue exactamente lo que me dijo Garner, riéndose de mi sorpresa, celebrando el que me haya quedado absorta y pasmada frente a él.
Obviamente Garner también ganaba muchísimo dinero gracias al oro ilegal. Por eso lo hacía, además. Él era ambicioso, no le interesaba la política o convertirse en presidente del país, sino tener dinero y disfrutar de la dolce vita, también gozaba del peligro y del jet set. En condiciones normales Garner no le interesaría a ninguna chica. Yo, por ejemplo, estaba desilusionada de verlo tan poco interesante e igual debía ocurrir con cualquier otra muchacha, empero su vida sofisticada, sus lujos, sus joyas, su posición en el mundo social conseguido gracias al oro ilegal lo hacía, obviamente, súper interesante y codiciado por las hijas de Eva.
-Tu fortuna está a salvo, Kate-, me dijo Garner riéndose. -La última entrega ha sido cuantiosa-, se ufanó.
-¿La policía no tiene pistas?-, estaba yo sin embargo inquieta, porque la entrega había sido súper millonaria.
-La policía está buscando a "Banana" y no a mí ja ja ja-, siguió riendo Garner.
El secretario de estado contaba con una red de hackers y manejaba a su antojo no solo a la inteligencia de estado, sino también a la policía y él se enteraba de todo lo que hacía la ley para identificar y detener a "Banana". Por eso estaba a salvo.
Abrí mi mejor vino, el Avignon 1678 que tenía en la alacena como un símbolo intocable, pero la ocasión era tan especial que no me resistí a la tentación de quitarle el corcho y brindar por nuestro éxito con Garner. -¡¡¡Por "Banana" para que nunca lo descubran!!!-, dije, incluso, festiva, golpeando las copas con él, riéndonos felices.
Pero Karina sabía quién era "Banana". Era obvio, además. Yo debí haberlo pensado desde un comienzo y advertirle que esa mujer era una sanguijuela. Karina se enteró gracias a sus soplones de Garner. Un buen fajo de dinero bastó para convencer a uno de mis empleados vinculados en el tráfico del oro y ese topo le hizo un identikit de "Banana". El soplón lo había visto en la entrega hablando con los compradores.- Creo que ese es su hombre-, fue lo que le dijo a Karina. Ella estaba en la oficina de uno de sus casinos, bebiendo brandi, desconsolada después de la traición de David, su amante. Bogart amaba mucho a ese sujeto, la hacía delirar cuando estaban en la cama, muchas veces ella estuvo perdida en el limbo, extraviada en el espacio sideral, junto a las estrellas, cuando el tipo ese la hacía suya y por eso ahora Karina clamaba venganza.
Apenas vio el dibujo del sujeto quedó atónita. -¿Estás seguro que ese tipo es "Banana"?-, descolgó la quijada.
-Lo vi dirigiendo la entrega-, le insistió el soplón. Karina ya le había dado muchísimo dinero por el dato.
-Qué pequeño es el mundo-, dijo ella, entonces, riendo en forma enigmática, con su rostro ahora pintado de fiesta, y sus ojos brillando igual a luceros.
Karina envió a dos de sus mejores sicarios para eliminar a "Banana", de esos que optan por la muerte antes de caer prisioneros. No había otra opción. Matar al secretario de estado no es fácil, más porque Garner contaba con un selecto grupo de guardaespaldas, bien entrenados, héroes en mil batallas.
-Sus familias tendrán mucho dinero por siempre-, les prometió Karina. Ella era una mujer de palabra y sus asesinos de sueldo lo sabían. Por eso aceptaron el trabajo suicida.
La ocasión además fue propicia: la entrega de un flamante y moderno hospital en una zona exclusiva de a ciudad y que, justamente, estaba a cargo de Garner.
Fue un plan tan bien elaborado que los dos sicarios se hicieron pasar por periodistas y el micrófono y la cámara de video eran bombas tan potentes capaz de volar un edificio. Los tipos se inmolaron entonces haciendo estallar sus cargas explosivas mientras "entrevistaban" a Garner: -Díganos ¿qué se siente morir?-, fue la única pregunta que le hicieron al secretario de estado y de repente, ¡bum! estallaron las bombas, haciendo pedacitos al pobre "Banana", a su seguridad, a los otros periodistas, al público que asistía a la entrega del hospital y a los propios sicarios.
Yo estaba jugando golf con mis amigas , Giovanna, Karen y rebeca, cuando escuché, a lo lejos la explosión. -¿Qué fue eso, chicas?-, me sobrecogí porque el estallido rebotaba en el silencio como un eco de muerte. A la distancia también se alzó un hilo de humo negro, enturbiando el límpido celeste de esa tarde de primavera.
-Mataron a Garner-, me dijo Rebeca, viendo su móvil. La noticia ya estaba en los portales de internet. Ella, además, es policía.
-¿El secretario de estado?-, quedé desconcertada y atónita.
-Estallaron dos potentes bombas cuando declaraba a los periodistas-, me contó además Rebeca.
Quedé afectada y afligida. Yo le debía mucho a "Banana" y ahora él estaba muerto. Ni siquiera cené y me hundí en mis almohadas llorando como una adolescente.
Al otro lado de la ciudad, Karina celebraba con champán su éxito. -¿Y ahora quién te cubrirá las espaldas, perra?-, decía sorbiendo del licor, por supuesto refiriéndose a mí, al oro ilegal y a la importante ayuda y protección que me brindaba "Banana".