Sin duda alguna, ser socia de una empresa tan importante no sería pan comido, pero ella era una mujer trabajadora y lograría sobresalir a pesar de todo.
Además de las responsabilidades que conllevaba su ascenso, también poseería una participación importante en la empresa y su salario, así como los demás beneficios, se verían incrementados. Por fin, una oficina llevaría su nombre grabado en la puerta y tendría mucha más influencia a partir de ahora. ¡Era un sueño hecho realidad para ella!
"Muchas gracias por su confianza, señor Tucker, prometo que no lo defraudaré", le dijo al presidente de la firma, quien tendría unos 50 años, era alto, de contextura media y cabello negro.
"Has trabajado muy duro, nadie merecía este puesto tanto como tú. Casi no has perdido un caso desde que estás trabajando para nosotros y tu éxito ha brindado renombre a la compañía; de corazón, te deseo todo lo mejor en esta nueva etapa de tu carrera y espero que no nos decepciones porque te has ganado la admiración de todos", añadió el señor Tucker.
"No se preocupe, señor, le prometo que ahora trabajaré más que nunca por esta empresa", aseguró ella.
Los demás socios se acercaron para felicitarla también y brindaron en su honor mientras conversaban entre ellos.
Tan pronto como pudo escapar del tumulto de la sala de conferencias, Jayda fue a su oficina, de la cual se mudaría pronto, y sacó su iPhone de la cartera para llamar a su mejor amiga, Lilian.
"¿A que no sabes lo que acaba de pasar, Lily?", preguntó con emoción tan pronto como la chica atendió su llamada.
"¿Qué? ¿Te acabas de acostar con alguien?", bromeó Lilian y Jayda enseguida puso los ojos en blanco.
"¡Oh, vamos, no digas tonterías! Por supuesto que no es eso, ¡me ascendieron!".
"¡Oh! ¡Dios mío! ¿Ahora eres socia?", gritó la chica al otro lado de la línea.
"¡Así es, nena! ¡Jayda Wright ahora es socia oficial de Saunders and Co!".
"Felicitaciones, mi amor, has trabajado duro para conseguir esto, realmente lo mereces".
"Gracias", respondió Jayda con una sonrisa.
"¡Deberías ir a celebrarlo esta noche! Lástima que esté ocupada con el diseño de unos vestidos y no pueda acompañarte... No sé si sabes, pero el desfile de moda es mañana".
"Descuida, puedo esperarme hasta mañana y salimos un rato después del desfile, hoy quizás salga con Zach por ahí".
"¡Hazlo! Y asegúrate de echar un buen polvo esta noche, ¿vale? Nadie sabe cuándo volverás a tener tiempo para esas cosas ahora que eres socia del bufete".
Con una risita y las mejillas algo sonrojadas, Jayda respondió: "Oh, qué mente tan sucia tienes, Bueno, entonces nos vemos mañana en la noche en mi casa, ¿te parece?".
"Claro, nena. Felicidades una vez más", añadió Lilian antes de colgar.
Acto seguido, Jayda quiso llamar a su novio para informarle las buenas nuevas sobre su ascenso y para ver si salían esa noche, pero él no le contestó aunque lo intentó un par de veces.
Dejando a un lado ese asunto, decidió acomodar las cosas de su oficina para la mudanza del lunes y, cuando terminó, agarró su cartera y su computadora portátil, y salió del edificio hacia su auto.
No obstante, antes de encender el motor, llamó a un restaurante y ordenó suficiente comida para que ella y Zach pudieran pasar la noche celebrando.
Al llegar a casa, Jayda llamó a sus padres para darles la buena noticia y luego se dio un baño para ir al apartamento de su novio.
Aunque normalmente se vestía muy profesionalmente para ir a los tribunales y a la oficina, esa noche decidió arriesgarse un poco, así que optó por un vestido ceñido y un par de tacones. En su bolso de mano metió el teléfono, la llave de acceso, su tarjeta y algo de dinero en efectivo, luego fue a la cocina y seleccionó la botella de vino favorita de Zachery.
Su primera parada la hizo en el restaurante para recoger su pedido y luego fue directamente al apartamento de su novio para sorprenderlo. Últimamente había estado tan concentrada en el trabajo que casi no había tenido tiempo para Zachary y eso la hizo sentir un tanto culpable.
Dejando escapar un suspiro, presionó el timbre y esperó a que él le abriera.
"Oye...", murmuró Jayda con una sonrisa cuando Zach le abrió la puerta, pero enseguida su expresión se tensó al ver la seriedad en el rostro de su novio. Él parecía fastidiado con su presencia, como si no quisiera que ella estuviera allí y estuviera esperando que se fuera cuanto antes.
"¿Qué estás haciendo aquí? ¿No tienes trabajo pendiente?", se burló.
"Ehm... Siento si...", quiso responder ella, pero se contuvo a mitad de la oración.
"¿A qué has venido?", insistió Zach.
"Me ascendieron como socia del bufete y pensaba que podríamos celebrar esta noche; mira, he traído comida y algo para beber", explicó mientras sostenía en alto la bolsa en sus manos.
"Bueno, por fin lo lograste. Era de esperarse porque nada te importa más que el trabajo, ¿no es así? ¡Felicidades entonces!".
"¿Por qué hablas así?", preguntó Jayda, adolorida.
"¿Sabes cuántas citas me cancelaste porque estabas 'ocupada con el trabajo'? O si aparecías, entonces lo único de lo que hablabas era de tus casos o lo que había sucedido en la oficina, no hemos hablado de nosotros en meses. Por el amor de Dios, Jayda, eres mi novia, pero pareciera que no lo fueras. Quizás simplemente no estemos hechos para estar con el otro y debamos tomar caminos separados".
"Por favor Zach, no rompas conmigo ahora, cambiaré lo que tenga que cambiar para hacer funcionar esto", suplicó Jayda, tratando de contener las lágrimas.
"¿No tenías tiempo para mí cuando no eras socia y lo vas a tener ahora que te han ascendido? Ambos somos adictos al trabajo, eso es un hecho, yo manejo el negocio familiar y una cadena de hoteles, pero aun así me las arreglaba para sacar tiempo para los dos; quisiera formar una familia, Jayda, y es obvio que tú todavía no estás lista para dar ese paso. Para ti lo primero es el trabajo, segundo tú, y luego tu mejor amiga, yo en tu vida no tengo ningún espacio".
Jayda quiso decir algo, pero entonces cerró la boca al darse cuenta de que todo de lo que se le acusaba era cierto.
"Nunca funcionamos juntos, Jayda y, honestamente, no puedo seguir así. Será mejor que cada quien siga su camino a partir de ahora, te deseo lo mejor".
Jayda quiso rogarle, pero se contuvo cuando vio que había una chica dentro del apartamento que ahora se acercaba a la puerta.
"¿Entonces todo esto es por ella?", inquirió mientras miraba a la mujer de arriba abajo.
La muchacha era un tanto más alta que ella y quizás más atractiva; eso le dolió todavía más y tragó saliva para intentar recuperarse.
Cuando se acercó, Zach le envolvió la cintura con el brazo y continuó: "Ella no tiene nada que ver con mi decisión, nuestra relación simplemente no funciona y he querido romper contigo antes, pero siempre me salías con una excusa cuando te pedía que nos viéramos. Respeto lo que tuvimos y nunca consideré engañarte; sin embargo, conocí a Ariadna hace un mes y nos hemos estado viendo desde entonces, he descubierto que tenemos mucho en común y quizás podamos tener algo serio en el futuro. Te felicito por tu ascenso y espero que te vaya muy bien, pero lo nuestro no tiene caso. Yo seguiré con mi vida y espero que tu hagas lo mismo".
Dicho eso, el hombre le cerró la puerta en la cara y las lágrimas tibias descendieron por el rostro de Jayda al instante. Destrozada, la chica dejó la botella de vino y la comida en la entrada del apartamento y regresó al auto.
Con el peso de lo que acababa de suceder, se metió en el vehículo y dejó caer la cabeza sobre el volante antes de romper en llanto.
Ella realmente quería a Zach, era un hombre apuesto, exitoso y cariñoso, pero ahora lo había perdido porque no había logrado conciliar su vida profesional con la personal.
Nunca se imaginó que perseguir sus sueños le costaría su relación con Zach... En varias ocasiones, Lilian le había aconsejado que le prestara más atención a su novio, pero ella había hecho caso omiso a sus palabras y ahora lo había perdido.
Ciertamente, él había estado más para ella de lo que ella había estado para él. Siempre cancelaba sus citas por culpa del trabajo y apenas si hablaban de su relación aunque ya tenía más de año y medio siendo novios. ¡Incluso habían pasado semanas sin verse o hablarse porque siempre estaba ocupada! Obviamente, las cosas no estaban funcionando.
Luego de desahogarse llorando en el auto, Jayda encendió el motor y condujo a uno de los bares más exclusivos de la ciudad.
Sin importarle que su maquillaje se había corrido, Jayda entró galantemente al lugar con la cabeza en alto y el bolso en la mano, lista para embriagarse como nunca esa noche.
Luego de acomodarse junto a la barra, le pidió al camarero que le trajera una variedad de cócteles. Con el dinero que tenía en su bolso, sería más que suficiente para pagar la cuenta.
Jayda no solía beber alcohol y podía contar con los dedos de una mano la cantidad de veces que había ingerido bebidas fuertes. Además, aunque Lilian siempre la invitaba a salir, nunca antes había estado en un bar como ese.
Sin embargo, aquella noche estaba dispuesta a embriagarse sola para celebrar su ascenso y también su ruptura.
Un ceño fruncido arrugó su expresión cuando probó el primer trago, pero se fue suavizando paulatinamente a medida que iba por el tercero.
....
Luego de un largo día de trabajo y una reunión con su abogado para revisar algunos contratos, Sebastian Miller decidió ir al Club 232 para relajarse un poco. Aquel lugar era conocido en todo Miami por su exclusividad y categoría.
En el club todos lo conocían porque era un cliente habitual, solía presentarse los martes, miércoles y viernes para beber un par de tragos y encontrar alguna chica que llevarse a la cama.
Sebastian era frío, desalmado y severo; no respetaba a nadie, mucho menos a las mujeres; tampoco creía en el amor ni en algún otro sentimiento exacerbado. Para él, la vida era mucho más plana e impasible, y no se dejaba llevar por los sentimientos.
Las únicas personas que merecían su respeto y afecto eran sus padres, sus hermanas gemelas, su mejor amigo, Caleb, y uno que otro miembro cercano de su familia.
No obstante, a pesar de lo insoportable que pudiera llegar a ser, las chicas lo perseguían siempre porque era extremadamente acaudalado y apuesto, lo cual lo hacía irresistible y todas querían acostarse con él aunque fuera por una noche nada más.
Como de costumbre, su lugar ya estaba preparado para cuando llegó al club y, apenas se sentó, un camarero lo atendió y le sirvió lo de siempre.
Normalmente, Sebastian solía ir al club acompañado de su amigo, pero esta vez Caleb estaba en una cita, así que no se quedaría por mucho tiempo esa noche; en todo caso, se tomaría un par de copas y se llevaría a un hotel a la primera chica que se cruzara frente a él.
Mientras sorbía su trago, sus ojos se toparon con una dama que estaba sentada en la barra. A pesar de que no podía verle el rostro, sentía que su miembro se endurecía solo con contemplar su figura de espaldas. Se la quedó mirando por largo rato esperando que ella se volteara para invitarla a sentarse con él, pero como no lo hizo, tuvo que acudir al camarero y le pidió que la llamara.
Normalmente, cuando Sebastian empleaba esa táctica, las chicas siempre venían enseguida, pero le sorprendió ver que el camarero regresó solo.
"Señor, ella se negó a venir", informó el muchacho y la paciencia del magnate empezó a agotarse.
Aunque la mayoría del tiempo se mostraba impasible, la ira de Sebastian Miller se despertaba con facilidad, en especial cuando contrariaban sus órdenes. Si estaba enojado, era normal que dijera o hiciera cosas sin pensarlo.
"¿No le dijiste que era yo quien la llamaba?", inquirió con furia mientras veía al camarero.
"Sí, señor, e incluso le pedí que se diera la vuelta para que viera que no mentía... Entonces dijo algo más...". Esa última oración, el camarero la dijo susurrando.
"¿Qué dijo?", preguntó Sebastian, evidentemente enojado.
"Que se fuera al infierno, señor", susurró el muchacho, aterrado.
Con los dientes apretados, Sebastian Miller agarró su trago y se puso de pie para acercarse a la muchacha que le estaba probando la paciencia.
¿Acaso no sabía que cualquier chica en el club se moriría por estar en su lugar? Una noche con él significaba que la llevaría al mejor hotel de la ciudad, la haría ver las estrellas con un polvo sensacional y quizás le dejaría unos cuantos cientos de dólares dependiendo de su desempeño.
Seb nunca antes se había acercado a una chica en aquel bar, pues eran ellas las que venían a él cuando solicitaba su presencia.