No sé si me decía eso para que yo no preguntara más o simplemente me molestaba, al cabo de los años dejo de interesarme y luego de su muerte no seguí pensando más en ello, pero en ese momento simplemente lo pensé.
Sin darle más importancia, terminé de acomodarme y me disponía a bajar, cuando me percaté de ciertas voces que se escuchaban fuera de la casa, vivía solo y no era muy normal recibir visitas, las únicas personas que me visitaban eran, mi madre y mis amigos los fines de semana, pero era apenas martes, así que sabía que ninguno de los que siempre vienen podrían ser, además, las voces eran bastante diferentes.
Mientras me acercaba a la puerta, con mucho cuidado de no hacer ningún ruido, escucho como tocaban el timbre, por la cantidad de voces que escuchaba ahora que estaba cerca, parecía que eran tres personas y, por la voz, deduje que eran dos mujeres y un hombre, que confirmé al ver por el ojo de la puerta.
Al estar algo oscuro no logré visualizar bien sus rostros, lo que si alcancé a percibir es que una de las chicas, la que estaba más cerca de la puerta, era de piel blanca con el cabello rojizo, el cual llevaba recogido en un muy elegante peinado, sus ojos eran oscuros casi tanto como los míos y cargaba un vestido corto, color dorado con un cinturón negro.
La otra chica, pude darme cuenta solamente que era rubia pero no pude distinguir más porque, como si se hubiese dando cuenta que la estaba viendo, se hizo a un lado quedando fuera de mi vista, por último, el hombre que estaba con ellas era robusto, bastante más alto que ellas, y para mi desgracia, se veía más alto que yo, el hombre era moreno y cargaba una camisa blanca con corbata, un pantalón negro y unos zapatos bastante elegantes.
Pensé que tal vez serian de la iglesia, pero me retracté de la idea al ver a la primera chica de nuevo, no es una ropa que muchas mujeres de la iglesia utilicen, al descartar esa idea, pensé que tal vez iban de camino a una fiesta y se habían perdido.
Una voz en mi cabeza me detuvo cuando estaba a punto de abrir, la voz era de mi padre que me decía una frase, la cual siempre me la repetía cuando estaba más pequeño – No confíes en nadie -, esa misma frase se repitió en mi cabeza una y otra vez mientras me alejaba lentamente del pomo de la puerta.
Se me ocurrió la idea de que, tal vez, si no hacía ningún ruido que me delatara que estaba allí, las tres personas se irían sin más pensando que no había nadie, pero no fue así.
De forma insistente comenzaron a tocar el timbre hasta que una de las voces, una voz aguda que deduje, era de una de las chicas, habló, no entendí muy bien que fue lo que dijo ya que estaba concentrado en no hacer ruido y también en la forma de escapar en caso de que entraran a la fuerza, pero por el hecho de que dejo de sonar el timbre, lo más probable era que les dijo a algunos de sus dos acompañantes que no tocara más.
Habían pasado cinco minutos desde que me encontraba ahí en la sala, cerca de la puerta pensando en si abrir o no, las dos mujeres no parecían representar ningún peligro a simple vista, pero no podía decir los mismo de su acompañante que, aunque no logré verlo bien, con su tamaño y porte, intimida a cualquiera y como no era mucho lo que peleaba, claramente saldría perdiendo.
- Jake por favor abre, sé que estás ahí -, dijo la chica que había escuchado primero, con voz suave y bastante calmada.
Al escuchar que dijo mi nombre, mi corazón comenzó a latir más deprisa, ¿Cómo es posible que una chica que no había visto nunca en mi vida supiera mi nombre?, me pregunté al instante mientras intentaba buscar algo que decir, diez segundos después volvió a hablar
– No tienes que tener miedo, confía en mi – dijo manteniendo el mismo tono de voz que antes.
- ¿Cómo voy a confiar en ti? si ni si quiera te conozco - pregunté enojado a la desconocida, no sabía porque había respondido, quizás fue el simple reflejo a la pregunta que ella había hecho, o el que ya no tenía caso de estar ahí sin hacer ruido. Sabían que me encontraba ahí y si decidieran entrar a la fuerza, no había nada que pudiera hacer para detenerlos
Comencé a maldecirme mentalmente mientras el pánico invadía mi cuerpo y sentía como, al mismo tiempo, una sensación extraña recorría cada centímetro de mi piel, extendiéndose por todas partes, que me hacían sentir el cuerpo más pesado que de costumbre.
- Confía en mí, no te vamos a hacer daño, solo abre y déjanos explicarte quienes somos – dijo la contraria.
- Qué técnica usan ahora – dije riendo un poco, más por nervios que por otra cosa - ahora usan chicas para que uno se confié y les abran la puerta, y cuando lo hacen ya es historia.
- Si quisiéramos entrar a hacerte daño o a robar tus cosas, ya lo hubiésemos hecho no crees, porque sé que nos viste por el ojo de la puerta y viste a mi amigo aquí presente – dijo, su tono de voz no cambiaba, parecía destinada a no alterarse con nada que asumiera o dijera, más bien, intentaba hacer que confiera en ella lo suficiente para que le abriera.
Su voz hizo que la sensación que sentía, disminuyera un poco, y también, sus palabras me hicieran pensar en que tenía razón, el hombre con el que andaban era lo bastante grande como para derribar la puerta de un golpe, aunque tal vez no lo habían hecho para no alertar a la gente del vecindario, pero era casi de noche, no había muchas personas, por no decir que nadie, paseando por la acera o la calle.
- Está bien, abriré, pero solo entraras tú, entendido – le dije a la chica, no sabía si era la mejor idea, pero fue la única que se me ocurrió en ese momento, si aceptaba, al menos tendría una oportunidad de escapar de ahí tomándola de rehén si el caso lo ameritaba y si se negaba lo que haría era asegurar la puerta e intentar escapar por la puerta de atrás, tomar cualquier opción era muy arriesgado porque no sabía lo que el hombre podría hacer, pero en ese momento no tenía otras.
- Esta bien, solo entrare yo, mis compañeros se quedarán afuera – contesta animadamente.
- Bueno, abriré, que no intenten entrar que tengo... - dije, pero no logré terminar cuando la chica volvió a hablar.
- Si, no te preocupes, además sabemos que no estas armado – dijo la chica riendo levemente.
¿Cómo lo sabían? me pregunté, será que me habían estado espiando desde hace días o solamente está jugando conmigo; intenté dejar de lado cualquier pensamiento y me concentré en la primera alternativa, que era tomarla de rehén para poder escapar si alguno de los dos de afuera hacia algún movimiento de querer entrar.
Abrí la puerta un poco, lo suficiente para que la chica pasara, pero no para que pasara su amigo, la voz de mi padre volvía a retumbar en mi cabeza con la misma frase y al mismo tiempo, la sensación volvía a hacerse presente nuevamente.