Era una mañana de fin de primavera y la luz del sol, suave y difusa, daba paso a los primeros rayos del día. Las flores coloreaban el paisaje para la temporada veraniega que se avecinaba, agitándose en la vaga brisa como una sonrisa nacida del cosmos: felicidad multicolor.
"Achú", estornudó Essie Yi, todavía envuelta con una gruesa cobija en la cama. De repente, se giró hacia el otro lado y se golpeó en la cara con algo cálido, sobresaltándola.
'¿Estoy al lado de la pared o qué?', reflexionó para sí misma.
Abrió los párpados lentamente y, de inmediato, se incorporó paralizada, mirando a todo su alrededor, totalmente confundida.
Se frotó los ojos para despertarse y pronto reconoció las cortinas con motivo floral que colgaban a cada lado de la habitación, así como la pequeña mesa ovalada al lado de su cama.
Estaba en su propio cuarto. ¡Sí!
Se llevó la mano al pecho y exhaló un largo suspiro de alivio; todo parecía haber sido solo un sueño.
Cerró los ojos y estuvo a punto de quedarse dormida nuevamente cuando una mano grande se extendió por detrás suyo y le tocó la espalda. Aquel contacto la estremeció toda por dentro, y al girar la cabeza lentamente, vio la cara hermosa de un extraño que dormía plácidamente a su lado.
"¡Dios mío!", gritó invadida de pánico.
'¿Qué está pasando? ¿Cómo entró este tipo a mi apartamento?'.
Naturalmente, el hombre que yacía a su lado se levantó sobresaltado ante ese grito, desorientado al principio, y luego sorprendido también. En un instante, su expresión se congeló y un aura misteriosa se apoderó del cuarto.
Essie saltó a la esquina de la cama y rápidamente se envolvió en su cobija, aunque era evidente que él ya la había visto completamente desnuda.
El hombre no se veía feliz.
Ella se golpeó desesperadamente la frente en búsqueda de una explicación, pero su esfuerzo fue en vano.
En ese momento, el extraño la estaba mirando con cierta burla, luego recogió la ropa del suelo y se vistió al lado de la ventana, de espaldas a ella. "¡Debería vestirse!", exclamó él con un tono frío y lleno de desdén.
Con el corazón a punto de salírsele del pecho, ella tomó su ropa del suelo y se la puso mientras buscaba a su alrededor algún objeto para defenderse. El hombre medía aproximadamente 1.89 metros y su contextura era gruesa, por lo que Essie comprendió rápidamente que no tenía oportunidad contra él en una pelea.
Echó un vistazo a la mesa de noche en busca del despertador para usarlo como arma, pero para su mala suerte, no lo encontró por ningún lado; en su lugar, encontró dos cartapacios rojos marcados con letras grandes: "Acta de matrimonio".
Sorprendida, la chica agarró uno de ellos y lo examinó: dos nombres aparecían inscritos en el certificado, Essie Yi y Zac Rong, acompañados de una foto a color de la pareja. El novio en la foto era aquel hombre parado frente a ella, y la novia no era otra que ella misma.
La imagen dejaba entrever que hacían una bonita pareja, ambos sonrientes y felices.
Continuó examinando el documento y se encontró con que la fecha de registro había sido el día anterior;
en ese momento, la chica quiso que se la tragara la tierra.
'¿De dónde salió ese hombre? ¿Cómo se habían casado?
¿Será un actor de algún programa televisivo de hacer bromas?'.
Con ese último pensamiento retumbando en su cabeza, Essie acusó al hombre, convencida de que todo era parte de un programa de televisión y que él era un actor contratado para burlarse de ella frente a miles de televidentes.
"¿Para qué programa de televisión trabaja? Voy a denunciarlo a la policía. ¿Cree que todo esto es muy gracioso? Están invadiendo mi privacidad y lo están filmando sin mi consentimiento. ¡Eso es ilegal!". la chica arrojó las actas de matrimonio al hombre y comenzó a buscar cámaras ocultas en cada rincón del cuarto.
Mientras tanto, el hombre permanecía allí inmóvil, escuchando y viendo muy confundido todo lo que ella decía y hacía. Luego tomó el cartapacio del suelo y lo ojeó rápidamente. De repente, todos sus sentimientos se expresaron con un ceño fruncido en su rostro. "¡Maldición!", vociferó él, tratando de recordar todo lo sucedido el día anterior, aunque las imágenes en su cabeza eran fragmentadas y poco claras; su último recuerdo era haber estado en el bar.
Para entonces, Essie había puesto patas arriba toda la habitación pero todavía no encontraba ninguna cámara, y en un ataque de histeria, saltó hacia él y lo tomó del cuello: "¡Dígame dónde están las cámaras o llamaré a la policía!".
El hombre la miró insidiosamente, y después de un rato, con una mirada de conmoción interna replicó: "¡Es usted!".