Aún así, algo en su interior no podía negar que había una parte de ella que ansiaba algo más. Quizá no lo había admitido completamente, pero después de años dedicados al trabajo, las noches solitarias en su apartamento de la ciudad empezaban a pesarle. Se preguntaba si alguna vez encontraría algo más allá de los números y las reuniones interminables.
En ese preciso momento, su teléfono vibró en la mesa, rompiendo la calma de la oficina. Miró la pantalla, y su corazón dio un pequeño vuelco al ver el nombre que aparecía: Leonardo Velasco.
El CEO de Velasco Corporation. El hombre al que muchos temían, y otros muchos deseaban. Alto, de presencia imponente, con un aire de arrogancia que resultaba tan magnético como exasperante. Victoria había tenido el privilegio, o la desdicha, de trabajar directamente con él en más de una ocasión. Era imposible no reconocer su inteligencia y su poder, pero también lo era ignorar su naturaleza distante y su actitud difícilmente accesible.
"Victoria, ¿puedes pasar a mi oficina? Necesito hablar contigo sobre un asunto importante. – Leonardo Velasco"
El mensaje fue breve, pero su tono lo decía todo. Algo serio estaba en juego. Respiró hondo, dejando de lado la ligera incomodidad que sentía cada vez que tenía que enfrentarse a él en persona. No por miedo, sino porque Leonardo Velasco era el tipo de hombre que te hacía cuestionar cada palabra, cada decisión.
Se levantó de su escritorio, se ajustó el blazer y caminó con paso firme hacia la oficina del CEO, al final del pasillo. Las paredes de vidrio permitían ver todo el lujo y la opulencia del lugar: muebles de madera oscura, arte contemporáneo colgado con esmero, y una vista impresionante de la ciudad. Todo en su lugar, como si cada detalle hubiera sido calculado al milímetro para proyectar poder.
Al llegar, la puerta de la oficina de Leonardo estaba entreabierta. Victoria tocó suavemente, pero antes de que pudiera escuchar una respuesta, se asomó y entró.
Leonardo estaba de pie, observando la vista desde su ventana. Su presencia dominaba la sala. Llevaba un traje perfectamente cortado, que resaltaba su físico alto y atlético, y sus ojos, de un gris penetrante, no dejaban de moverse entre los rascacielos de la ciudad. Apenas la escuchó entrar, pero sus ojos se posaron en ella en cuanto se acercó.
-Victoria, me alegra que hayas podido venir tan rápido. -dijo sin volverse a mirarla, su tono profundo y autoritario.
Victoria asintió, manteniendo la postura de siempre, seria y profesional.
-Por supuesto, ¿en qué puedo ayudarte, Leonardo?
Finalmente, él se giró hacia ella, con una ligera sonrisa en los labios, pero esa sonrisa era fría, calculadora. No era la primera vez que ella se sentía atrapada en su mirada, como si todo lo que hacía y decía estuviera bajo su control. Se mantenía a la distancia adecuada, sin intentar dar paso a una familiaridad que no existía entre ellos.
-Te he convocado porque necesito tu ayuda en un asunto delicado, Victoria -comenzó, con la mirada fija en sus ojos-. Como sabes, Velasco Corporation está en medio de una de las negociaciones más importantes de nuestra historia. Es un trato que podría cambiarlo todo.
Victoria asintió lentamente, aunque ya sabía que no era solo un trato comercial lo que estaba en juego. Conocía la magnitud de la operación y las implicaciones que tendría en la industria. Pero algo en el tono de Leonardo indicaba que había algo más, algo que no estaba siendo dicho directamente.
-¿Y en qué consiste mi papel en esto? -preguntó, intentando adivinar lo que venía.
Leonardo dio un paso hacia ella, dejando que el aire entre ellos cambiara.
-El acuerdo que estamos a punto de cerrar requiere una condición... personal. -Pausó un momento, como si pesara cada palabra. Luego, al ver la mirada curiosa de Victoria, continuó-: Necesito una esposa.
Victoria lo miró, confundida por un instante, antes de que sus cejas se alzaran levemente.
-¿Una esposa? -repitió, sin poder evitarlo. La sorpresa hizo que su tono fuera más alto de lo normal.
Leonardo le dirigió una mirada calculadora, la misma que había usado durante tantas negociaciones en el pasado. Sabía cómo controlar una situación. Cómo dominar cada palabra y cada gesto para hacer que los demás siguieran sus reglas.
-Sí, una esposa. -Dijo con firmeza. -El acuerdo que estamos cerrando con la firma internacional requiere que yo esté casado. Es una formalidad, pero es necesaria para garantizar que todo salga según lo planeado.
Victoria lo miró en silencio, procesando la información. A pesar de la frialdad de su expresión, había algo en el fondo de su mirada que no lograba entender. ¿Por qué ella? ¿Por qué no alguien más de su círculo cercano?
-¿Qué quieres decir exactamente? -preguntó finalmente, sus palabras más pausadas ahora, pero aún con cierta incredulidad.
-Quiero que tú te cases conmigo, Victoria. -La proposición fue lanzada como una bomba, sin adornos. -Es solo un acuerdo de negocios. Estaríamos casados legalmente para cumplir con los requisitos del trato, y no habría complicaciones personales.
La habitación se llenó de silencio por un momento. Victoria no sabía cómo responder. La oferta era, por decirlo de alguna manera, inesperada. El hombre frente a ella le estaba pidiendo algo que iba más allá de un simple trabajo. Estaba pidiéndole que formara parte de una mentira. Pero, al mismo tiempo, él era un hombre cuyo poder era tan grande que el hecho de que ella estuviera involucrada en un trato de este calibre podría significar algo monumental para su carrera. Sin contar que... ¿quién podría rechazar la oportunidad de estar al lado de alguien como él, aunque fuera solo en apariencia?
-¿Por qué yo? -su voz salió suave, pero cargada de dudas.
Leonardo la miró con intensidad, su mirada volviendo a ese aire de dominio absoluto que tanto la descolocaba.
-Porque eres inteligente, profesional y, lo más importante, nadie cuestionará nuestra relación. No quiero complicaciones. Un matrimonio conveniente.
Victoria asintió, aún digiriendo la propuesta. Había algo en la forma en que lo decía, en la frialdad de su tono, que la hacía sentir que, si aceptaba, todo sería solo un juego para él. Pero también era consciente de que, en el mundo de los negocios, los sacrificios no siempre eran claros, y las recompensas tampoco.
-¿Y qué gano yo con esto? -preguntó, directa.
Leonardo se acercó un paso más. Podía sentir la tensión entre ellos, como si el aire hubiera cambiado de temperatura.
-Lo que ganes depende de ti, Victoria. -Dijo con un leve encogimiento de hombros. -Pero lo que puedo garantizarte es que, al cerrar este trato, tu carrera dará un salto como nunca antes. Y no solo eso, también tendrás acceso a oportunidades que jamás habrías imaginado.
Victoria lo observó en silencio, su mente trabajando a toda velocidad. Era tentador, demasiado tentador. Pero el precio de este acuerdo parecía más alto de lo que ella estaba dispuesta a pagar. Sin embargo, conocía el mundo de los negocios lo suficiente como para saber que las oportunidades no siempre se presentan dos veces.
El silencio se alargó, y Victoria sabía que tenía que tomar una decisión.
Finalmente, habló.
-Acepto. Pero bajo mis condiciones.
Leonardo sonrió, un destello de satisfacción brillando en sus ojos. Había conseguido lo que quería, al menos por ahora.
-Eso es lo que me gusta de ti, Victoria. Sabes lo que quieres.
La propuesta estaba sobre la mesa. Ahora, todo dependía de lo que sucediera después. Y Victoria sabía que, de alguna manera, este acuerdo cambiaría no solo su carrera, sino su vida en formas que aún no podía comprender.