Ya bien entrada la noche, en la penumbra de la lujosa suite del hotel, el aire aún vibraba con el eco de gemidos y suspiros entrecortados.
Cuando la pasión por fin cedió, Claudia Murphy, recostada sobre el pecho de Eddie Selleck, sentía el latido constante de su corazón. Se quedó un largo rato observando la línea definida de su mandíbula, perdida en sus pensamientos.
Entonces, Eddie la rodeó con más fuerza por la cintura. Se inclinó y le susurró al oído: "¿En qué piensas?".
Claudia vaciló un instante. "Estoy pensando en mi trabajo", respondió.
"¿Pensando en el trabajo a estas horas, y conmigo aquí?". La voz de Eddie se endureció y la miró fijamente. "Como mi secretaria, te estás volviendo demasiado atrevida", espetó, con un disgusto que ya no intentaba ocultar.
Al notar su irritación, Claudia suspiró en silencio y, rodeándole el cuello con los brazos, respondió con dulzura: "Discúlpame".
La mirada de Eddie permaneció fija en ella un instante más, pero su encanto terminó por doblegarlo. Sonrió y le hizo un gesto para que se acercara.
Sin dudarlo, Claudia se inclinó y lo besó de nuevo.
A la mañana siguiente, cuando Claudia abrió los ojos, la cama a su lado estaba vacía.
Al girarse, vio a Eddie de espaldas, hablando por teléfono en voz baja y paciente. Su silueta, recortada a contraluz, era alta e imponente, y emanaba una presencia innegable.
Claudia lo observó, cautivada y con los labios entreabiertos, pero guardó silencio para no interrumpirlo.
Cuando por fin colgó, se giró hacia ella con el rostro impasible. "Buenos días", dijo él con sequedad.
"Buenos días", respondió ella.
Sin añadir nada más, Eddie continuó vistiéndose. Claudia se levantó de la cama, se acercó a él y comenzó a arreglarle la corbata. Él, en silencio, la dejó hacer.
Una vez que terminó, Claudia abordó el tema de la agenda del día. "Ayer hablé con Frank. Él se encargará de tu agenda por hoy".
Eddie frunció el ceño. "¿No es esa tu responsabilidad?", replicó él, con un dejo de molestia.
La expresión de Claudia se tornó seria. "Hoy voy a presentar mi renuncia. Tu asistente, Frank, se hará cargo de mis funciones durante este mes".
Al oírla, el rostro de Eddie se ensombreció. "¿El motivo?", exigió.
Claudia respondió con calma: "Tengo veintisiete años. He trabajado en el Grupo Selleck por cinco años, desde que me gradué de la universidad. Siento que es momento de un cambio".
Eddie apretó los labios sin decir nada.
Claudia lo miró y añadió, con una casualidad fingida: "Además, mi familia ha comenzado a presionarme para que me case".
Mientras hablaba, extendió la mano lentamente hacia él, y su mirada se suavizó con un atisbo de anhelo. "Antes creía que tenía todo el tiempo del mundo para esperar", continuó, "pero ahora empiezo a darme cuenta de que, tal vez, todo fue solo un sueño".
Él le sujetó la mano con brusquedad.
Con un movimiento rápido, le alzó el mentón y la miró con sorna. "¿Un paso atrás para tomar impulso?".
El corazón de Claudia se encogió, pero negó con firmeza. "No. Lo digo en serio".
De repente, toda la calidez se desvaneció de sus ojos. La soltó, se dio la vuelta bruscamente y anunció con una frialdad cortante: "Gwyneth Riley ha vuelto".