Mi vida en Las Lomas de Chapultepec era la envidia de muchos, un santuario de lujo y paz.
Hasta que Máximo, el hijo de nuestro chófer, irrumpió en mi vestíbulo, no solo con una arrogancia desmedida, sino acompañado de una chica desconocida, Luciana.
Pero lo más impactante no fue su audacia: fueron las líneas de texto dorado que de pronto flotaron ante mis ojos, revelando un oscuro secreto.
Era una "villana" destinada a un final miserable; ellos, los "héroes" renacidos, que usarían a mi familia y su fortuna para escalar, mientras los Castillo se hundían en la bancarrota.