El corazón de Carley latía con locura. Ella temblaba tratando de alejar al hombre que estaba enfrente suyo. Sin embargo, debido a los efectos de las dr*gas, sus manos tan débiles solo habían logrado arañarlo un poco.
Y para colmo, ese simple gesto suyo, solo había avivado el fuego del aquel sujeto, quien con sus labios, recorría la piel de Carley mientras plantaba besos en cada centímetro de su cuerpo.
Después de una noche de intensa pasión e intimidad...
La aturdida Carley volvió a abrir sus ojos y se llevó la sorpresa de su vida: había un desconocido acostado junto a ella.
El hombre todavía parecía estar dormido. Pero, cuando Carley lo observó bien, notó dos cicatrices de cuchillo en forma de cruz, que reposaban en su espalda y lucían sombrías y aterradoras.
Ella se congeló de ipso facto; su mente se había convertido en un revoltijo de miedo y confusión.
Su último recuerdo era del día anterior; de su cumpleaños número 18. Su medio hermano había insistido en hacerle una celebración, razón por la cual, le había organizado una preciosa fiesta de té.
Y bueno, a ella solo le había bastado con tomar un sorbo de la bebida para haber caído desmayada.
Después de eso, se encontró acostada en una habitación de hotel, ¡completamente desnuda!, ¡y junto a completo un extraño!
Había todo tipo de prendas esparcidas por el suelo, incluida su ropa interior. Al percatarse de la situación y, como claramente no era una tonta, ella fue capaz de deducir todo lo que había ocurrido la noche anterior.
¿Había perdido su virginidad?
Ni siquiera tuvo la oportunidad de lamentarse por eso, porque el hombre ya había despertado.
El tipo se vistió rápidamente y, con un rostro inexpresivo, le ordenó: "Haré que alguien venga a recogerte. Solo espera aquí y compórtate".
¿Tenía que esperar?
¿Acaso iba a deshacerse de ella mediante un asesinato?
Carley estaba tan asustada que no paraba de estremecerse. Después de que el hombre se marchó, ella sintió oleadas de un horrible dolor que venía de la parte inferior de su cuerpo mientras temblaba al ponerse la ropa. Entonces, en un estado desaliñado, se apresuró para huir a su casa.
Un mes después...
De golpe, el Sr. Chambers le arrojó una pila de papeles a la cara.
"¡Eres una deshonra para la familia Chambers! Te revolcaste con el primer hombre que se te apareció y terminaste embarazada. ¡Eres una sinvergüenza!"
Carley estaba completamente desconcertada. Del pánico, se había quedado congelada mientras miraba los resultados de la prueba de embarazo en el suelo.
¿Cómo podía ser posible eso? Si ellos solo lo habían hecho una vez...
Al fin y al cabo, no era más que la hija ilegítima de los Chambers: una vergüenza para toda su familia.
Un día, durante sus años mozos, el Sr. Chambers había bebido más de la cuenta y terminó teniendo una aventura con la niñera de la casa. Aquel evento había desencadenado el nacimiento de Carley.
Como era previsible, los Chambers nunca sintieron cariño por la niña y le endilgaron responsabilidades del hogar a la temprana edad de cinco años. La verdad era que, ella era una sirvienta no remunerada en el hogar.
Jaren Chambers, el hermano mayor de Carley, le había tendido aquella trampa, cuyo resultado fue su embarazo. Pero con todo y eso, él había tenido el descaro de hacerse la víctima, como también de haberla acusado de ser una cualquiera.
Ella se mordió el labio con una expresión de agravio, pero tampoco se defendió.
Nunca nadie en esa casa le hubiera creído, incluso si ella hubiera hablado bajo juramento.
La Sra. Chambers dijo con sarcasmo: "Hijo de tigre sale pintado; es igualita a su madre. Ella solía engatusar a hombres y terminó embarazada de esta ilegítima. Y ahora, la historia se repite, ella tendrá a otro b*stardo que crecerá sin una mamá. Pero no nos sorprende, porque a esta mocosa eso le corre por las venas"
"Solo miren a Kristy, es tan tranquila y modesta, ¡esta niña no le llega ni a los talones!"
En fin, la pregunta ahora era, ¿qué iba a hacer la familia Chambers si este bochornoso incidente salía a la luz?
El Sr. Chambers vociferó: "Ve al hospital y deshazte de ese bebé. Después de eso, vete del país y no vuelvas más".
Cuando escuchó eso, Carley, quien normalmente era obediente y complaciente, sacudió su cabeza en respuesta y dijo con una actitud decidida: "No, quiero a este bebé".
Los presentes en la sala nunca la habían tratado como propia de los Chambers.
En cambio, la diminuta vida que crecía dentro de su vientre, era la sangre de su sangre.
"Carley, no estoy negociando contigo. Que te quede claro, solo tienes dos opciones: interrumpe ese embarazo y vete a estudiar al extranjero".
"Pero, si insistes en quedarte con ese bebé, los lazos con esta familia se cortarán de inmediato y tendrás que largarte de aquí. ¡Nunca volverás a tener nada que ver con nosotros!"
En medio de su rabia, el Sr. Chambers no había tenido ninguna consideración por los sentimientos de su hija.
Su única preocupación era proteger su propia reputación.
"¡Pues bien, me largo!", dijo ella.
Con los dientes apretados, empacó sus pertenencias y dejó atrás el lugar que nunca le había ofrecido un verdadero calor de hogar.
Seis años después...
En el hospital más grande de la ciudad de Gludale: el Peace Point Hospital.
La puerta de la sala de operaciones se abrió y salió Carley, quien irradiaba un aire de confianza.
Después de seis años de arduo trabajo y perseverancia, ella se había convertido en una famosa neurocirujana. Carley le había puesto fe a cada uno de sus pasos y, fue así como se despojó de las inseguridades que alguna vez había albergado en su interior.
Aunque era su primera cirugía desde el regreso a su país natal, sus hábiles técnicas habían dejado cautivados a los asistentes y médicos en la sala de operaciones.
Finalmente, todos entendieron por qué el decano había decidido contratar a aquella joven.
Una vez que se cambió la bata, Carley se apresuró a su oficina.
Ella había vivido sola en el extranjero por aproximadamente seis años, durante los cuales, había tenido a un par de adorables gemelos que eran el motor de su vida.
Sin importar lo difícil que pudieran ponerse las cosas, ella estaba decidida a criar a sus dos hijos hasta que fueran unas personas hechas y derechas.
Sin embargo, cuando llegó a su oficina, no vio a sus hijos por ninguna parte, cosa que casi le hace dar un infarto. Además, el hospital estaba repleto de gente. ¿Acaso habían secuestrado a sus pequeños?