Algo no estaba bien. Harper lo supo desde que llegó al apartamento y escuchó la música a todo volumen.
-¿Hola? -preguntó con cautela al entrar en el hall medio iluminado por las luces del jardín.
Era raro. Pensar en un intruso parecía absurdo, pero lo era más aún imaginar que Leonel estuviera en casa tan temprano.
-¿Leonel? -llamó, pero su voz se perdió entre las notas de Dream a Little Dream of Me.
Entre ellos nunca había existido una relación cercana. Él siempre había sido el mejor amigo de su hermano y socio en la empresa. Sin embargo, tras la muerte de Logan, ambos se vieron obligados a fingir un matrimonio para asegurar las acciones que por herencia le pertenecían, y mantener la participación mayoritaria en Holland & Manzuri.
A pesar de la rutina, la incomodidad era una constante. Vivían juntos, pero apenas se veían, y cuando coincidían, cruzaban pocas palabras. Harper entendía que él estaba atrapado en esto tanto como ella, aunque eso no hacía más fácil sobrellevar una vida compartida únicamente por el propósito legal.
La música se detuvo de golpe, y la casa entera cayó en un silencio denso.
-¡Estoy en casa! -gritó, esperando una respuesta. Pero lo único que escuchó fue un estruendo fuerte y próximo de cristales haciéndose trizas. El eco resonó por todo el piso.
Al principio pensó que se trataba de alguna canción. Entonces oyó el leve quejido.
Era la voz de Leonel.
Algo en ella se disparó y la impulsó a moverse. El corazón latiéndole con fuerza mientras avanzaba en dirección al sonido hasta la cocina. Al entrar, se detuvo de golpe. Fragmentos de vidrio cubrían el mármol hasta donde alcanzaba la vista. Eso, y sangre. Mucha sangre.
-¿Qué... qué demonios? -susurró, sintiendo cómo el pánico le subía por el pecho. Los vidrios crujieron bajo sus pies cuando siguió el rastro de sangre hasta el baño de su habitación.
Lo encontró bajo la regadera, sentado sobre un río de agua roja.
-¡Oh, Dios mío! -Harper se arrodilló junto a él sin pensarlo.
Sus manos recorrieron el torso de Leonel, buscando alguna herida. Desabrochó los últimos botones de su camisa y le examinó la piel. La situación, aunque urgente, era extrañamente íntima e incómoda. Harper intentó ignorar todo el tiempo la calidez de la piel bajo su tacto, y el hecho de que nunca habían estado así de cerca.
Leonel levantó la mirada, sus ojos apenas entreabiertos, y soltó un suspiro que parecía una mezcla entre molestia y frustración.
-Déjame -murmuró, apartándola con un gesto brusco.
Harper notó el olor a alcohol en su aliento y el cansancio en su voz.
-Estás sangrando, Leonel. Podría ser grave. -respondió ella, esforzándose por ocultar su nerviosismo.
Él apartó la vista y cerró los ojos.
-No estoy de humor, Holland -dijo en tono bajo, apoyando la cabeza en la pared-. Déjame solo.
Harper apretó los labios. Él había sido prácticamente un extraño antes de lo de Logan, por lo que la distancia entre ellos era tan obvia que solamente hablar parecía inútil. Sin embargo, esto no era sobre el matrimonio falso.
-Podría...
Leonel golpeó la pared, interrumpiéndola.
-¡Joder, mujer! -gruñó, mirándola con tal furia que la tomó por sorpresa. Harper sintió una mezcla de rabia y frustración, pero solo lo miró, conteniéndose. En su interior, el desconcierto iba en aumento.
-Bien -dijo ella finalmente, poniéndose de pie, sintiéndose molesta y ridícula. La atmósfera entre ellos era pesada, y cada segundo se sentía como la antesala a un round de boxeo.
-No necesito tu preocupación, Holland.
-Tienes razón, Manzuri. Dijo enfatizando el apellido lo suficiente para dejar claro que los términos de su relación no habían cambiado. -... A lo mejor necesitas es un poco más de alcohol, ¿no lo crees?
Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera frenarlas, impulsadas por la irritación que había echado raíz en su interior.
No obtuvo respuesta, y tampoco la esperaba. Justo antes de darse la vuelta para salir, Harper murmuró en voz baja:
-Imbécil.
Ya en el pasillo, se detuvo un segundo. Aunque sabía que todo esto era temporal, Harper se cuestionaba si realmente podría soportarlo hasta el final.
Miró hacia atrás, hacia la puerta del baño, y suspiró. La sola idea de compartir su vida con Leonel al menos dos años más le resultaba una misión difícil de soportar.