Chapter 1
Ava Miller recogió la pequeña tiara adornada con perlas.
Se suponía que sería su "algo nuevo".
Su boda con Ethan Reed era en solo tres semanas. Siete años. Habían estado juntos durante siete largos y felices años.
O eso había creído.
Ahora, Ethan no la recordaba.
Ni su rostro, ni su nombre, ni un solo día de aquellos siete años.
Los médicos lo llamaron amnesia selectiva. Un golpe leve en la cabeza durante esa estúpida «Tough Mudder» benéfica en la que él había insistido que participaran. Recordaba a sus padres, su negocio, incluso a su maldito perro, Buster.
Pero no a Ava.
"Lo siento mucho", había dicho él. Sus ojos, que normalmente la miraban con una calidez llena de amor, ahora solo reflejaban una educada confusión. "Pareces una buena persona, pero... es que no te conozco".
Ava dejó la tiara. Las manos le temblaban.
Tenía que conseguir que la recordara. Su vida entera estaba guardada en cajas etiquetadas como "Futuro de Ethan y Ava".
Pasó días convirtiendo su apartamento en un museo de su amor.
Apiló álbumes de fotos sobre la mesa de centro. Su favorito, el del viaje a Montauk, estaba abierto en la página donde él había fingido pedirle matrimonio con una concha marina.
Puso su canción, una suave melodía indie de un concierto al que habían ido por casualidad durante su primer año juntos.
Él solo sonrió con cortesía. "Es pegadiza".
Su mejor amiga, Maya Rodriguez, una asistente legal con un detector de mentiras más agudo que el de cualquier abogado, no se lo creía.
"Ava, cariño, esto es... conveniente", había dicho Maya, revolviendo su café helado con la mirada entrecerrada. "¿Pierde la memoria justo de su prometida, semanas antes de la boda? ¿Qué es esto, una telenovela?".
"Fue una lesión en la cabeza, Maya".
"Una lesión en la cabeza 'leve'", corrigió Maya. "Mira, solo quiero que tengas cuidado".
Ava le restó importancia con un gesto. Necesitaba creer. Investigaba sobre neurólogos y se unía a foros en línea para parejas de pacientes con amnesia. Iba a arreglarlo. Tenía que hacerlo.
Estaba en el despacho de Ethan, buscando una vieja entrada de concierto. El doctor Matthews dijo que los objetos familiares podían actuar como detonantes.
El despacho estaba desordenado, el caos organizado habitual de Ethan.
Su portátil estaba abierto, con una videollamada aún activa pero minimizada. Escuchó voces.
La voz de Ethan. Se estaba riendo.
"...una jugada maestra, se los digo. La mejor idea que he tenido".
Ava se quedó inmóvil.
Otra voz, la de Mark, uno de sus antiguos compañeros de fraternidad, soltó una carcajada. "Entonces, ¿lo de la amnesia de verdad está funcionando? ¿Se lo cree?".
"Se lo tragó entero", se jactó Ethan. Ava podía percibir la sonrisa de suficiencia en su voz. "Un mes más de libertad, muchachos. ¿Se acuerdan de Chloe Vance, la influencer de la que les hablé? Está más que lista para divertirse. Un último capricho antes de sentar cabeza".
A Ava se le cortó la respiración. ¿Chloe Vance? ¿La de los millones de seguidores y la ropa casi inexistente?
"¿Y luego qué?", preguntó otro amigo, Dave. "¿Simplemente recuperas la memoria como por arte de magia?".
"¡Exacto!", la risa de Ethan fue fuerte, despreocupada. "Justo antes de la boda. Estará tan aliviada, tan agradecida de que 'la recuerde'... Perdonará y olvidará cualquier pequeña... confusión durante mi 'enfermedad'. Ava siempre me perdona. Por eso es un partidazo".
La entrada del concierto se deslizó entre los dedos de Ava y cayó al suelo, planeando suavemente.
El mundo se inclinó.
El rostro sonriente de su padre, seguido de sus tensas excusas. Las lágrimas de su madre. El portazo. La palabra "divorcio" flotando en el aire como un veneno.
Era lo mismo, otra vez. La misma traición repugnante.
La confianza no solo se hizo añicos; se evaporó.
Retrocedió en silencio, saliendo del despacho. Su corazón latía con un ritmo doloroso contra sus costillas.
Él pensaba que ella lo perdonaría. Contaba con ello.
Entró en el dormitorio que debían compartir como marido y mujer.
Contempló el vestido de novia que colgaba de la puerta, impecable y blanco.
Una mentira. Todo era una mentira.
No se casaría con él. No podía.
Pero no podía permitir que él supiera que ella sabía. Aún no.
Una pequeña y gélida semilla de un plan comenzó a germinar en el páramo de su corazón.
Le seguiría el juego. Por ahora.