Pese a que había uno que otro peatón, a las diez de la noche el centro de la ciudad estaba en silencio, excepto cuando este era atravesado por el sonido de algún automóvil que pasaba acelerando.
Sin embargo, dentro del Bar Heaven el ruido era casi ensordecedor, además de que el olor a cigarrillos y vino era abrumadoramente fuerte, y como la música resonaba en los altavoces, la gente gritaba solo para poder escucharse a sí mismos.
En medio de ese caos, Harlow Leng estaba sola en un asiento adyacente a la pista de baile con una mano sosteniendo su barbilla y la otra presionando su sien mientras miraba distraídamente a una hermosa pareja que bailaba con el alma entre la multitud.
La descripción "alto y guapo" encajaba a la perfección con el hombre, y la mujer era una belleza, así que era difícil apartar los ojos de ellos.
Verlos moverse juntos de esa manera la hizo sentir muy incómoda. La mujer, Lainey Yu, estaba en el último año de la escuela y ese día era su cumpleaños, pero por alguna razón Michael Tang, quien era el novio de Harlow, logró convertirse en la estrella de la noche. Toda la escena le provocó muchas náuseas a su novia.
Mientras danzaban entre gritos de alegría, el hombre agarraba la cintura perfectamente pequeña de su compañera de baile, la cual estaba envuelta en una falda muy ajustada y corta. Sus manos vagaron con libertad por ella como si no hubiera nadie alrededor, cosa que provocó que Harlow bebiera el resto de su vino de un solo sorbo.
La cantidad del trago la hizo ahogarse y toser.
Con ello se le aguaron los ojos, aunque nunca dejó de ver a su novio con la otra chica. Esos parecían estar cada vez más cómodos el uno con el otro hasta el punto en que ella no pudo soportar mirar más y dejó de hacerlo.
Pensó que ojos que no veían, corazón que no sentía. Después se repitió a sí misma que aquello no era más que un baile, por lo que no debería darle mucha importancia.
Entonces levantó la cabeza de nuevo solo para vaciar lo último que quedaba del vino en la botella y casi de inmediato comenzó a sentirse mareada.
La escena en la pista parecía nadar ante sus ojos, haciendo que los movimientos se vieran más locos y la gente más ruidosa. De pronto sintió que se le secaba la garganta y le dolía el estómago, así que sostuvo la mesa con fuerza y se puso de pie para dirigirse al baño.
Enseguida entró tambaleándose en el primer cubículo y soltó todo en el inodoro.
Era evidente que ya estaba arrepentida de haberse embriagado y se hizo una promesa que ya se había hecho cientos de veces, ¡que nunca volvería a beber!
Tras una pausa que pareció una eternidad, logró ponerse de pie e irse de allí.
Tan pronto como lo hizo, se topó con una pareja que salía del baño de hombres a tropezones al tiempo que se abrazaban y besaban apasionadamente. Estos estaban demasiado inmersos en su mundo como para notar que estaban bloqueando el camino de Harlow.
El hombre lucía elegante con un traje negro bien ajustado y estaba de pie junto a la puerta del baño de damas y la mujer llevaba un vestido de color azul zafiro con muchos diamantes. Con los ojos bien cerrados, esta sujetaba a su acompañante por la nuca y le acariciaba el cabello mientras que el suyo se balanceaba con cada movimiento que hacían. Cabe destacar que tenía sus perfectas y largas piernas envueltas alrededor de la cintura del hombre, y ambos parecían ignorar por completo dónde estaban.
La escena ante sus ojos hizo que Harlow contuviera la respiración más tiempo de lo que quería, y antes de que se diera cuenta, un fuerte golpe resonó en sus oídos.
La pareja había perdido el equilibrio, derribándola así contra la puerta del baño de damas, y en el proceso, el sujeto pisó a Harlow sin querer.
"¡Ay!", gritó ella.
Ya mareada por todo el vino, la caída solo hizo que su estómago se revolviera más rápido y lo siguiente que supo fue que había vomitado una vez más.
Ipso facto el hombre soltó a su acompañante para evitar ensuciarse, pero sin su apoyo, esta aterrizó justo frente a donde había dejado las tripas la otra.
¡De hecho la ebria terminó soltándolo todo directamente sobre el pecho de la mujer!
"¡Uy, qué asco!". Palideciendo de absoluta conmoción por el giro de los acontecimientos, esta se quedó mirando a la chica que le había vomitado encima, quien prácticamente se moría de vergüenza.
El hombre se limitó a quedarse apoyado contra la pared, presenciando la escena con una leve aunque malvada sonrisa.
"¿Estás loca?", le gritó la mujer a Harlow. "¿Acaso no me viste?", continuó junto a una serie de maldiciones que la borracha jovencita estaba muy aturdida como para comprender.
Todo lo que podía hacer era disculparse una y otra vez. "¡Lo siento mucho! De verdad no quise hacerlo. Por favor, permítame ayudarla a limpiarse". Temblando, ella rebuscó en su bolso y encontró un par de pañuelos para limpiarla. Entonces miró al compañero de esta y de repente su corazón se aceleró.
La mera visión de él con su figura alta, tez bronceada, rasgos angulosos y sobre todo sus ojos oscuros y profundos, era todo a la vez malvado y encantador, sin mencionar que continuó sonriendo de una manera que podría incomodar a cualquiera.
"¡Vete a la mierda!", gritó la mujer empujando a Harlow, y cuando estaba a una pulgada de abofetearla, de la nada el hombre le agarró la mano.
"Oye, cariño, estás sucia y eso no me gusta. ¿Por qué no vas a lavarte en lugar de perder tiempo?".
Conteniendo su ira, ella forzó una sonrisa encantadora y se inclinó contra él mientras este la levantaba porque sentía las piernas débiles. Dado que él estaba asqueado, la soltó para dar un paso atrás.
Dándose cuenta de que ahora le repugnaba, ella de todos modos puso la sonrisa más dulce y le dijo con su voz más agradable: "Lo siento, señor Ling, dame un minuto para limpiarme".
Si bien este se encogió de hombros, no se molestó en decir nada, pero sí echó una última mirada a Harlow antes de retirarse.
El instante en el que él se dio la vuelta, la chica vio una delicada cruz de plata esterlina alrededor de su cuello, y eso fue todo lo que pudo identificar de él esa noche.