El joven debía bordear los treinta años y sólo llevaba puestos unos calzoncillos estampados con diseños floridos. Su contextura física correspondía a la de una persona acostumbrada a una vida sedentaria, aunque sus pantorrillas tenían algo de musculatura. La expresión de su rostro reflejaba el profundo desprecio que sentía por su interlocutor, mientras lo miraba con mucha ansiedad dentro de su jaula.
- ¡Ya tuve suficiente, maldito vejestorio! ¡¿Qué es lo que quieres?!¡¿Por qué me has traído aquí?! -
Han Shuo estaba lleno de ira. Hasta hacia unos momentos había estado a punto de disfrutar de una ducha fría y refrescante para aliviarse del calor de un día de verano especialmente tórrido, pero ni siquiera tuvo tiempo de desvestirse por completo cuando de pronto una luz blanca resplandeció frente a sus ojos y entonces este anciano extraño se apareció de la nada. El intruso simplemente le dijo: - Las fechas coinciden - e inmediatamente agarró Han Shuo del cuello con una fuerza monstruosa, para luego saltar por la ventana del décimo piso del edificio de apartamentos en el que vivía; aterrorizando en gran medida al joven quien ya de por sí no se destacaba por su valor.
Han Shuo cerró los ojos y gritó de un modo frenético, pero en lugar del inevitable impacto contra el pavimento que estaba esperando, sintió que aterrizaba de forma suave. Cuando finalmente se atrevió a mirar a su alrededor, descubrió consternado que se encontraba en un sombrío paraje desolado y estéril, cuya apariencia no cambiaba sin importar a donde mirara. Toda la tierra parecía marcada, como si hubiese sido víctima de quemaduras severas.
Fue entonces cuando le informaron que estaba en la Luna.
Por algún motivo Han Shuo y ese extraño hombre podían comunicarse fácilmente, posiblemente debido a alguna misteriosa propiedad del extraño caparazón el que se encontraba encerrado. Lo más extraño era que había suficiente oxígeno dentro de la jaula como para respirar sin problemas y protegerse de los horrores del vacío en el espacio exterior.
- Escúchame con atención, no lo voy a repetir. Mi nombre es Chu Cang Lan y dentro de unos momentos me enfrentaré en un combate a muerte contra tres individuos para cumplir mi objetivo de destruir las leyes que rigen el cielo y la tierra. Esto me permitirá ascender hasta el ápice del camino del mal: el REINO DE LOS PRESAGIOS. Sin embargo, aunque individualmente esos sujetos no representan un desafío, no estoy seguro de qué pasará si unen sus fuerzas contra mí. -
El viejo sonrió antes de continuar: - Para asegurar mi supervivencia necesito la ayuda de alguien con la misma fecha de nacimiento que yo y ahí es donde entras tú. Si tengo la mala suerte de caer en la batalla, entonces invocaré una de las magias más poderosas de entre todas las que conozco e implantaré mi conciencia dentro de tu alma. ¡De este modo podré utilizar tú cuerpo para revivirme y me salvaré de la muerte! -
Chu Cang Lan le explicó todo esto con perfecta tranquilidad mientras y en ningún momento rehuyó la mirada de Han Shuo. Pero, aunque su tono pretendía ser amable, había una clara indirecta de peligro que brillaba en sus ojos inyectados en sangre.
- Eh... cuando hablas de "implantar" tu conciencia en mi alma, entonces... ¿qué es exactamente lo que me pasará a mí? - Han Shuo estaba extremadamente confundido y no había podido entender la mayor parte de lo que Chu Cang Lan dijo, pero instintivamente captó un detalle crucial e hizo la pregunta más importante.
El anciano hizo una pausa y luego carcajeó la evidente respuesta: - ¡Tu cuerpo será mío y tú estarás muerto por supuesto! -
- ¡Hijo de... @#$#@...! -
Han Shuo estaba tan enojado que empezó a insultarlo vigorosamente, sin importarle siquiera el que estuviese completamente a la merced de esta malvada persona. Su conjunto de maldiciones se refirió a unas dieciocho generaciones de los antepasados de Chu Cang Lan, acordándose especialmente de su familia materna inmediata en diferentes maneras.
En un principio Chu Cang Lan mantuvo la compostura sin dejar de mirar la cara de Han Shuo con una sonrisa. Pero su rostro empezó a oscurecerse después de que pasase media hora sin que sus insultos se detuviesen, de hecho, su mirada se fue volviendo aún más desagradable.
- ¡Muy bien, pues! ¡Usa esta última oportunidad y saca todo de tu sistema, mocoso! ¿Sabes qué? Yo había pensado en perdonarte la vida si ganaba la pelea, pero ahora he decidido que, en virtud de tu elocuencia, incluso si gano todavía voy a enviarte al infierno. -
Esas palabras detuvieron bruscamente la avalancha de insultos de Han Shuo, que después de un momento empezó a lanzar puñetazos contra una de las paredes de su prisión púrpura mientras gemía desesperadamente: - Héroe, poderoso señor... me equivoqué, ¡perdóname la vida! A demás lo que estás haciendo es ilegal, las autoridades vendrán a buscarte. ¡La tecnología ahora es muy avanzada, e incluso escapar a la luna no te servirá de nada! -
- Pues debes saber que los magos demoníacos somos bastante simples y nunca nos preocupamos por la ley. Yo, Chu Cang Lan, he vagado por la tierra durante muchos años y he matado a más gente de la que te puedas imaginar... ¡Y heme aquí todavía, perfectamente bien! -
Chu Cang Lan dijo esto último con mucha tranquilidad. Entonces algo en su expresión cambió repentinamente mientras giraba la vista a su izquierda y observaba a lo lejos, luego murmuró:
- ¡Finalmente! -
Chu Cang Lan hizo una señal con su dedo derecho y Han Shuo junto con el caparazón púrpura que lo aprisionaba se elevaron juntos y volaron a una gran distancia. Después de rebotar un par de veces el caparazón se detuvo en una depresión superficial. Entonces Han Shuo notó que ya no podía moverse y sus labios tampoco emitían el menor sonido. Aparte de ser capaz de oír, parpadear y pensar, no podía hacer nada más dentro de los límites de la concha púrpura.
- Los tres llegan tarde. Espero que hayan traído sus mejores armas para nuestra batalla de hoy. ¡Así podrán morir sabiendo que lo dieron todo! -
- Alabado sea Buda. -
- Por la Voluntad del Cielo. -
*****
Aunque Han Shuo ya no podía moverse, todavía escuchaba algo de lo que decían esas personas recién llegadas. Ninguna de sus voces resultaba familiar, aunque sus palabras le recordaban un poco a los diálogos de los monjes shaolin o los sacerdotes taoístas que había visto en la televisión.
Sin embargo, al poco tiempo eso dejó de importarle y sólo podía pensar en las palabras de Chu Cang Lan. Parecía que él estaba jodido sin importar quien ganase o perdiese el combate.
Han Shuo nació en la ciudad de YZ y había logrado entrar en una universidad del montón tras terminar la escuela secundaria. Pero no había buscado trabajo después de su graduación como sus compañeros de promoción, sino que se dedicó a perder el tiempo navegando en internet sin un propósito fijo. Había creado un sitio web y abierto pequeñas tiendas en línea, pero nunca ganó mucho dinero con eso. Era un Otaku de pies a cabeza, nunca le importó hacer nada por otra persona y desperdició por completo cualquier potencial para el futuro que hubiera tenido.
Conforme más tiempo pasaba en línea, su mente iba llenándose de fantasías cada vez más desligadas de la realidad y también uno que otro deseo malévolo. También era el tipo de persona que culpaba a los demás de sus fracasos, creía firmemente que tenía derecho a hacer lo que quisiera y que era culpa de la sociedad que no pudiese ser feliz. Pero, aunque pasaba sus días encerrado en casa, si había adquirido el hábito de investigar diversos temas relacionados con la tecnología y sabía que cualquier cosa mala que hiciese acabaría por llegar a las redes sociales tarde o temprano. Tuvo pues la mínima autoconciencia de no intentar llevar a cabo ninguno de sus malvados deseos. No es que sus padres fueran multimillonarios o funcionarios de alto rango tampoco, así que no tenía forma alguna de violar las leyes y salirse con la suya.
En resumen, era un treintañero malhumorado sin ninguna clase de logro destacable hasta la fecha. Sus padres incluso habían intentado presentarle a una chica, pero ella lo había mirado de arriba abajo como si fuese un producto defectuoso en cuanto supo que no tenía un trabajo verdadero. De más está decir que esa relación no había funcionado.
Últimamente había sucumbido a la presión de sus padres y se estaba preparando para presentar su currículo vitae y encontrar un trabajo de verdad. Pero, ¿quién hubiera imaginado que esta ridícula muerte lo sorprendería antes de que tuviera la oportunidad de hacer algo?
El cerebro de Han Shuo se movía con lentitud mientras sopesaba la idea de que estaba a punto de morir. Por primera vez en su vida tomó conciencia de cuantas oportunidades había desperdiciado por perder el tiempo en tonterías. Su relación con sus familiares era casi inexistente, nunca había hecho nada importante y ¡con un demonio, él todavía era virgen!
Suspiró profundamente y pensó: "Esto sí que es tener mala suerte. Y justo cuando estaba a punto de empezar de nuevo. ¿Por qué se me niega la oportunidad? Si hoy logro sobrevivir juro que lucharé para cumplir con todos mis deseos, los más sublimes y los más perversos. No volveré a dejar que nadie me desprecie y nunca permitiré que el miedo me impida actuar. Nunca jamás..."
La única cosa que podía controlar ahora eran sus pensamientos, así que Han Shuo comenzó a desear una segunda oportunidad con todas sus fuerzas. Cuanto más reflexionaba, más se lamentaba y desesperaba.
Repentinamente escuchó una explosión capaz de resquebrajar la tierra, acompañada por la risa egoísta de Chu Cang Lan. Pero al cabo de un rato escuchó que gritaba - ¡Malditos traidores! - Y todo se vio envuelto en otra serie de explosiones que sacudieron el caparazón que lo aprisionaba. Los grandes temblores comenzaban a amenazar la posición de Han Shuo; era como si la Luna entera se derrumbara. Los estruendos fueron seguidos por un fuerte grito eufórico: - ¡Lo hemos logrado! ¡Esta vez estás muerto, maldito Chu Cang Lan! -
- ¡Oigan! ¡¿Esa no es la técnica demoníaca que se usa para robar un cuerpo?! ¡Está intentando escapar de la muerte! ¡Debe haber una semilla del demonio cerca! -
- Alabado sea Buda, por el bien de todos los que viven bajo el cielo, no le dejaré tener éxito, aunque me cueste la vida. El vacío no es diferente de la forma, la forma no es diferente del vacío... ¡Canto de Destrucción Desolada! -
- ¡Monje, noooo!... -
Se produjo otra serie de detonaciones violentas y luego un rayo de color oscuro fue disparado rápidamente hacia Han Shuo. Era tan rápido como una estrella fugaz, pero uno podía sentir que contenía algo inidentificable que se retorcía en su interior, como un líquido impío.
- ¡Alabado sea con grandes alabanzas! El Maestro Yuan Kong se sacrificó para interrumpir la técnica demoníaca. Ahora podemos descansar tranquilamente. Chu Cang Lan nunca más podrá amenazar el mundo de la justicia. -
Exactamente después de que Han Shuo escuchase esa última frase, la luz negra se introdujo en el caparazón de cristal púrpura y algo extraño pareció invadir su cerebro. Era como una fuerte corriente eléctrica que le causó un dolor extremo, hasta el punto en que parecía que todos sus órganos habían explotado simultáneamente.
Y luego no supo nada más.