Casualmente, la mujer colocó un mechón suelto del cabello detrás de su oreja. Ese simple y cotidiano movimiento fue ejecutado con tanta gracia que pareció fascinar a todos a su alrededor. Incluso el guardia de seguridad que permanecía de pie a un lado de la entrada no podía quitarle los ojos de encima.
De repente, ella abrió la puerta trasera de un auto negro y entró.
Un grito ahogado involuntario escapó de sus labios al sentarse sobre el regazo de un hombre, pensando que el asiento estaba vacío. El hombre arqueó las cejas y comentó con ironía: "¡Qué descarada de tu parte!".
Deanna gritó atónita y se volteó a mirarlo con los ojos abiertos de par en par con asombro.
Un hermoso rostro masculino apareció ante su vista.
El hombre tenía veinticinco años. Las gruesas cejas que enmarcaban sus ojos estaban cuidadosamente recortadas y la expresión en su cara era insondable. Nadie podía descifrar lo que pasaba por su mente.
La mandíbula de Deanna se abrió de incredulidad al reconocerlo.
"¿Dario?", preguntó.
"¡Vaya! Todavía sabes quién soy", bromeó el hombre.
Ella soltó una carcajada ante su comentario.
"Por supuesto que sé. ¿Cómo podría olvidar al apuesto novio de mi prima?". La sorpresa inicial por el encuentro dio paso a una íntima confianza entre ambos.
Dario Archer era el hombre más noble de la ciudad de Weappolis.
¿Cómo podría no reconocerlo?
Además, habían cenado juntos solo tres horas atrás.
La mirada de Dario se enfrió por su comentario.
"Entonces, ¿por qué sigues sentada en mi regazo?", le reprochó.
Deanna no se intimidó. Al contrario, se apoyó más contra él y dibujó círculos en su pecho musculoso. "¿Tienes miedo de que mi prima se entere?".
El hombre detuvo su inquieta mano y la miró a los ojos con una expresión en blanco.
"¿Por qué debería tener miedo?", respondió con una voz profunda y resonante.
Ella acurrucó la cara contra su cuello.
"Entonces, ¿te apetece?".
El tono de Deanna estaba lleno de lujuria. Ella era capaz de seducir y tentar a cualquier hombre que la escuchara.
Dario, sin embargo, solo la miró intrigado. Apretó los labios sin pronunciar una palabra.
La chica sonrió aún más y lo envolvió con sus brazos firmemente.
El calor de su cuerpo se filtró en él, haciendo que su sangre se calentara de inmediato. Incluso la temperatura dentro del coche parecía subir alrededor.
Justo en ese momento, sonó el teléfono.
Deanna miró el nombre en la pantalla y comprobó que era Jeannie Miller, su prima.
Él contestó la llamada sin dudarlo.
"Dario, ¿todavía estás en el bar Venzor?", dijo la voz femenina al otro lado de la línea. "¿Estás borracho? Por favor, ve a casa pronto".
Deanna sonrió maliciosamente y respondió de forma audible. "¡Dios! Eres demasiado molesta, Jeannie. Por favor, no nos molestes ahora".
Un segundo después, la otra mujer gritó: "Dario, ¿quién está contigo? Deanna, ¿eres tú?".
Esta última, de forma inesperada, presionó sus labios sensualmente contra los del hombre.
Jadeó y gimió con exageración a propósito.
El teléfono se cayó a un lado con un sonoro golpe.
Luego, ella sintió que Dario sostenía su cintura y los labios de él se curvaron en una sonrisa lasciva.
Acercándola más a su cuerpo, el hombre la atravesó con una mirada fogosa. "Deberías saber que un hombre nunca rechazará a una mujer que se le arroja encima tan fácilmente".
Deanna abrió la boca un poco y el leve pero inconfundible olor a alcohol llenó sus fosas nasales.
"Las mujeres tampoco dejarán ir a un hombre excelente como tú...".
Durante unos minutos, el auto comenzó a dar sacudidas violentamente por los movimientos de la pareja en su interior, hasta que todo se calmó.
Deanna soportó la incomodidad y se puso la falda con rapidez.
Dario, por su parte, ya se había vestido y yacía recostado en el asiento con las piernas cruzadas. Entonces encendió un cigarrillo y exhaló un denso anillo de humo. Abriendo las ventanas, el olor a sexo se disipó.
Él entrecerró los ojos y la miró con indiferencia como si nada hubiera pasado.
Deanna odiaba el olor del cigarro, por lo que agitó la mano para alejar el humo con el ceño fruncido. "No estuvo nada mal. Te daré setenta puntos sobre cien".
Luego soltó una carcajada y abrió la puerta para salir.
La mirada del hombre se oscureció.
¿Cómo se atrevía a calificarlo? ¿Setenta puntos sobre cien?
Levantó los ojos y miró por el espejo retrovisor.
Sus labios se curvaron nuevamente con desdén cuando vio a Deanna tambalearse mientras se alejaba.
Después de todo, ella era una gran actriz.
La mujer no le dio la oportunidad de observarla un poco más, porque detuvo un taxi y desapareció al instante.
Veinte minutos después, ella regresó a la villa de su familia.
Frente a la entrada, la mandíbula de Deanna se tensó mientras miraba el edificio.
Esa villa originalmente le pertenecía a ella. Pero cuando estaba en la universidad, su tío Vernon Miller aprovechó su ausencia y se adueñó de la casa.
Además, sus padres habían muerto en un extraño accidente automovilístico tiempo atrás. Pero eso no fue todo, otra noticia la hizo pedazos: el Grupo Miller, dirigido por sus padres, debía millones de dólares y se declaró en bancarrota.
Vernon se ocupó del desastre económico para salvar el negocio familiar.
Cuando Deanna regresó de sus estudios, sus padres estaban enterrados y Vernon quedó oficialmente a cargo de la compañía.
La situación era en extremo inusual. De hecho, varios confidentes cercanos que trabajaban para su padre también desaparecieron sin motivo alguno y sin dejar rastro.
Todo parecía demasiado sospechoso.
De repente, sus labios se curvaron en una mueca de burla al recordar la arrogancia de Jeannie.
Si Deanna descubría que ellos estaban involucrados en la muerte de sus padres, los castigaría y haría que se arrepintieran hasta el último aliento.
Lo ocurrido esa noche en el auto no era una simple coincidencia. Todo era parte de su plan de venganza.
Ella sabía que Dario pasaba tiempo en el bar Venzor todas las semanas, así que fue allí y lo sedujo deliberadamente.
La pureza de su cuerpo no tenía importancia en comparación con sus ansias de vengarse.
Conquistar a Dario era una tarea crucial para el desarrollo de su plan. Una vez que lo lograra con éxito, podría lidiar fácilmente con la familia de Jeannie.
Ella sonrió con satisfacción ante esta idea y empujó la puerta para abrirla.
Su prima estaba sentada en el sofá de la sala, esperándola. Se puso de pie como una fiera cuando Deanna ingresó en la residencia.
"¡Perra! Fuiste tú quien habló por teléfono, ¿no?", preguntó la mujer furiosa.
Deanna se quitó los tacones altos casualmente y respondió con una voz llena de desdén: "Sí, ¿y qué? ¿Qué vas a hacer?".
"¡Eres una sucia! ¿Cómo te atreves a robarme a mi hombre?", Jeannie ardía de rabia. En ese instante, levantó la mano para abofetear a Deanna.