Capítulo 3 Capitulo 2 Un misterioso visitante

Mis pensamientos se tornaron un torbellino mientras observaba furtivamente al misterioso cliente. Se adentró en el mundo de los libros, revisando los títulos en busca de algo que pudiera robarle un poco de tiempo. Mis ojos se deslizaron sobre su figura elegante y bien definida, deteniéndose en cada detalle.

Su piel clara, ligeramente enrojecida por la humedad que la lluvia había dejado en su paso, contrastaba con su pelo recortado, donde un rebelde flequillo luchaba por mantenerse en su lugar. Sus ojos, agudos y misteriosos, se enfocaban en los títulos de los libros, y sus labios, rojizos y tentadores, murmuraban nombres o se curvaban en una sonrisa cuando encontraba algo gracioso.

Mi mirada se aventuró a explorar su cuello, que invitaba a mis dedos a acariciarlo, su pecho y abdomen, que se insinuaban a través de su camisa blanca inmaculada, marcada por la lluvia. Cada detalle de su físico parecía una invitación a la tentación, y mis pensamientos se volvieron un torbellino de deseo.

El desconocido, como si percibiera mi mirada abrazadora, sonrió de lado con orgullo. Parecía satisfecho de haber cautivado a otra joven. Me sentí acalorada y avergonzada, bajando la mirada de inmediato. Me regañé mentalmente por no poder controlar mis pensamientos y me preocupé de si mis años de celibato me habían convertido en alguien que devoraría a cualquier chico guapo que se me pusiera enfrente.

Distraídamente, caminé hacia la trastienda para recoger un par de toallas y una carta que pensaba ofrecerle al desconocido. Regresando a su lado, noté que ya había seleccionado un libro y se encontraba sentado en una mesa de madera junto a la ventana. La cálida luz de la lámpara de mesa iluminaba sus bien definidos rasgos, cautivando a cualquiera que lo mirara.

Tímidamente, me acerqué y dije: "Si gustas, puedes usar estas toallas para secarte, no es bueno seguir mojado por mucho tiempo. También te dejo la carta, si deseas algo más, no dudes en llamarme." Mi voz temblaba ligeramente por la timidez, pero mi tono era amable.

El desconocido agradeció con una sonrisa, y mientras examinaba rápidamente la carta, solicitó un té de manzanilla con miel. Su voz era magnética, y sentí una corriente eléctrica recorrer mi piel cuando me entregó la carta. Retiré mi mano apresuradamente al sentir un calor abrazador.

El joven observó mis reacciones de manera casi burlona, mientras yo corría torpemente a refugiarme detrás de la barra para preparar su pedido. Mi mente estaba llena de preguntas sobre quién era él y qué lo había llevado a refugiarse en mi librería en medio de la tormenta. El misterio que envolvía a ese hombre alto y atractivo había llegado para quedarse, y yo no podía evitar sentirme atraída hacia su enigma.

Mientras el agua comenzaba a hervir para preparar el té, decidí poner algo de música clásica para calmar mis nervios. Opté por Bach: Cello Suite No. 1 in G Major, Prélude, una elección que normalmente me ayudaba a relajarme. Las notas suaves llenaron la librería, creando un ambiente tranquilo que amortiguaba el sonido de la lluvia que golpeaba las ventanas.

Una vez que el té estuvo listo, lo coloqué en una bandeja junto a un delicioso panqué de nuez y canela. Me dirigí hacia la mesa del joven desconocido, sintiéndome más relajada después de haberme sumergido en la música y haber preparado su pedido. Coloqué con cuidado la bandeja frente a él, y noté que me miraba con una expresión de curiosidad.

Le expliqué, con voz vacilante pero amable: "Este panqué es de nuez y canela, es delicioso, y la canela ayuda a calentar el cuerpo. Es cortesía de la librería, ya que es tu primer día como cliente. Espero que disfrutes tu estadía aquí." Mientras me alejaba, escuché un sincero "gracias" de su parte, y me preguntó "¿la música que suena de fondo pertenece a Bach?.

"Si es una composición de Bach, específicamente la Cello Suite No. 1 in G Major, Prélude. dije mientras lo observaba apreciar la canción el joven me contesto "Es la elección perfecta para disfrutar de un buen libro", mientras me contestaba logre apreciar el titulo del libro que leía era "La Divina Comedia" de Dante Alighieri.

La conversación fluyó con naturalidad cuando le pregunté si ya lo había leído , a lo que respondió afirmativamente. Sin embargo, con vos aterciopelada comento que encontraba irónica y hasta un poco sátira la lectura del mismo. Intrigada, le pregunte por qué, pero su respuesta fue una enigmática y misteriosa sonrisa.

Como nuestra charla llegó a un abrupto fin, me retiré a mi cómodo sillón, envuelta en una manta, y retomé mi lectura. La melodía de Bach continuaba llenando el ambiente, creando una atmósfera mágica que me envolvía por completo.

De repente, un suave timbre de teléfono celular resonó en la tienda, interrumpiendo por segunda vez mi lectura. El joven al otro lado de la habitación contestó y preguntó: "¿Ya está afuera?" No alcanzaba a escuchar la respuesta que provenía del teléfono, pero por sus acciones deduje que su conductor ya había llegado.

El joven se levantó con elegancia, dejando las toallas dobladas en la mesa. Se acercó a mí y dijo: "Disculpa, me gustaría comprar el libro. ¿Qué trámite debo realizar?" Le indiqué el precio de $140 pesos y le mencioné que si se registraba como miembro de la librería, podría solicitar libros prestados y disfrutar de descuentos en sus compras.

El joven aceptó con tranquilidad y completó el formulario de registro con sus datos. Cuando terminó, me devolvió el formulario, y tomé una foto para agregarlo a nuestra base de datos. También registré su tarjeta de membresía, que tenía un costo de $240 pesos trimestralmente.

Luego, le entregué su tarjeta y el paquete de regalo por registrarse, que incluía separadores de madera, una libreta de registro, un lapicero y una pequeña agenda. Le agradecí por su compra y por haber adquirido la membresía, y el joven se retiró con una sonrisa de agradecimiento.

Lo despedí con un "que tenga un excelente viaje" mientras observaba cómo se alejaba de la librería. Mi mente aún estaba llena de preguntas sobre quién era ese misterioso cliente llamado Alexander Draven Noctis. Finalmente, dieron las 8 de la noche, y procedí a cerrar la librería. Después de limpiar y ordenar, me dirigí a mi pequeño departamento.

Decidí cenar un croissant y tomar un café mientras veía la televisión. Luego, me lavé los dientes y me puse mi pijama favorita. Mientras me acomodaba en la cama, recordé a ese extraño cliente, Alexander. Susurré su nombre en voz baja antes de entregarme al sueño. Esa noche, mi mente estaba llena de enigmas y misterios, al igual que el apasionante mundo de los libros que tanto amaba.

                         

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