Revisando su bien cronometrado Rolex Daytona Plateado, calculo que llegaría a la oficina a las 10:20 a.m. a más tardar, dependiendo de la fila que Kai hiciera en la cafetería frente a la que se encontraba estacionado. Acción que, ciertamente, le parecía una pérdida de tiempo.
Es decir, había 1500 personas trabajando en su edificio y eran los jefes de todos ellos. Seguro que alguno tendría tiempo de ir a conseguir el burrito "norteamericano" que Kai tanto ansiaba probar.
Mitzuru llego incluso a cuestionarse si no era una mala excusa que le había dado para no trabajar.
Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer para impedírselo, pues a fin de cuentas, Kai era de esas pocas personas en su vida a las que no podía darle órdenes, bueno, no directamente.
De todas formas, en no más de 10 minutos lo instalaría en su escritorio y le daría el reporte de ventas del mes pasado para que se fuera poniendo al día.
No tendría que ser un problema, las cosas no iban a ser tan diferentes a la sucursal de Japón.
Se desocuparía de eso a las 11:00 a.m. e iría a la oficina de Alicia para ver que tenía planeado para el evento próximo.
Si a las 12:00 p.m. le daba tiempo, sé fumaria un cigarrillo y ordenaría Sushi, tenía ganas de comer pescado, pero si recibía la llamada que estaba esperando de IO eléctrica, entonces programaría la junta para el jueves.
A las 3:00 p.m. era su cita en DD_Display, si todo salía bien, tendrían un trato firmado a las 4, quizás a las 5, pero si las cosas salían mal, programaría una cita con...
Volvió a ver su reloj, 10:12 a.m. ¿Qué tan larga podría ser la fila?
Chisto un "Maldita sea, Kai", recordando que habían acordado que, si pasaban más de 5 minutos, volvería al auto y le encargaría la comida a un empleado, pero aparentemente, Kai había olvidado su promesa.
Espero un poco. 10:14 a.m., "perfecto", se quejó, pues ahora no llegarían a las 10:20.
Con extremo fastidio y pesadez en su andar, Mitzuru bajo del auto y lo vio a tras vez de la ventana.
El hecho que Kai ni siquiera había hecho un intento por disimular lo poco que le importaba su tiempo, solo aumentaba el peso de la tensión de la frente de Mitzuru.
Dispuesto a darle la reprimenda que se había ganado, Mitzuru camino hasta la puerta de la cafetería y se adentró en ella. Marcando su peso con la fuerza de su migraña, se posicionó frente a la mesa de Kai, quien le mostró una sonrisa nerviosa.
-Kai ¿Qué estás haciendo? -protesto entonces sin ocultar la molestia en el tono de su voz-¿No ibas a pedirlo para llevar?
-Pero-contesto a medida que su sonrisa se volvía temblorosa-, no podría dejar comer sola a esta linda señorita -apunto al frente.
Y fue ahí cuando Mitzuru la vio.
La expresión "¿Pero qué mierda?", se le dibujó en toda la cara.
Ella tenía el cabello dorado en interminables hondas que le recordaban al brillo que adquiere el mar cuando el sol se escondía entre sus olas. Un mar hecho de oro.
Además, tenía unos enormes ojos azules cuyo tono exacto bien podría decir que eran zafiros, pero siendo honestos, no existía ninguna otra cosa en el mundo con ese tono de azul.
Tenía el inocente rostro de un inmaculado ángel, pero en su mirada se reflejaba una insana y peligrosa curiosidad, todo sobre unos rosados y carnosos labios que invitaban a morder para comprobar la dulzura de su néctar.
Sobre su piel blanca como el arroz resaltaba el rosado de sus mejillas, que envolvía su rostro entero en un aura coqueta. Por si acaso la forma de sus pechos, redondos y bien posicionados, no era suficiente para llevar la cabeza de cualquier hombre al límite de su lujuria, ella se relamió el labio superior que se encontraba manchado por la salsa del burrito que comía, dejando aun así la mayor parte bajo su nariz.
Un acto tan torpe y aparentemente inofensivo que, sin embargo, termino por cortar la respiración de Mitzuru.
Era como si ella se le hubiese escapado de los sueños. Tan dulce y tan bella que, si no hubiera hecho eso, él dudaría del hecho de que fuese real.
A su ver no tenía sentido, ¿Cómo demonios habían hecho Kai para llamar la atención de una mujer así?
El despreocupado y torpe sobrino de Tashibana Reiji no era popular en Japón, probablemente porque a pesar de ser rico y nacer con el nombre de
Tashibana Kai, era una persona bastante común, con cabello castaño, cara redonda y ojos cafés, que además tenía una tendencia a sonreír apenado ante cualquier ante la mínima posibilidad de conflicto.
Sumándole a eso, en términos generales, a las mujeres americanas no les parecían atractivos los asiáticos. Sobre aquellos que se cohibían al ser vistos a los ojos.
Ella miró a Mitzuru, primero a los ojos y después bajo la vista, para encontrarse con el Rolex en su muñeca. Entonces para Mitzuru tuvo todo el sentido del mundo.
-Kai, ¿Cuándo conociste a esta mujer?
-Ahora, nos conocimos en la fila.
-Claro -le regreso la vista a él -, eres un idiota.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Levántate -le hizo una señal con la mano, Kai obedeció de un brinco -, tenemos trabajo.
-Vamos, Mitzuru-se quejó-, ¿no puede esperar?
-Señorita-se dirigió a la chica-, ¿Puede decirme algo sobre este hombre?, ¿Algo que le haya contado en los últimos 10 minutos?
-¿Ah? -pregunto Eli masticando su burrito-pues-dijo después de tragar -, se llama Kai.
-Exacto-respondió Mitzuru con desdén, luego se sacó la cartera del saco, la abrió y puso un billete de la mesa-. Aquí tiene, buena tarde-después se dirigió a Kai quien hizo una mueca de decepción.
Con un ademán de sus dedos, Mitzuru hizo a Kai seguirlo.
-¿100 dólares? -pregunto extrañada mientras se marchaban.
-Tómelo como propina-le dijo Mitzuru cruzando la puerta.
Solo caminaron unos pasos para llegar a la camioneta, la escucho, llamarlos a lo lejos, ni se giró, no tenía el tiempo ni la cabeza para charlar con ella.
Pretendió entrar al auto antes de que ella llegase a ellos, pero a pesar de sus cortas piernas, gruesos muslos y de que no perdió el porte ni un segundo, era rápida en tacones.
-¡Oiga, espere! -le ordeno mientras Kai se subía al auto- ¿Cree que soy prostituta? -le pregunto ella posicionándose frente a él, tensando las
simétricas facciones de su rostro.
-No, claro que no-respondió Mitzuru en tono sarcástico-, creo que, vio a este guapo caballero en la fila de la cafetería, usando un saco Armani y un reloj de oro y pensó "Ay, ¿sabes que sería realmente romántico para contarle a mis hijos? Conocí a su padre comprándome un burrito".
-¿Por qué le acepté el almuerzo? ¿En serio? ¿A caso los hombres solo invitan a comer a prostitutas en Japón? -le pregunto con intenciones de burla.
-No, la verdad, supongo que lo es porque, es hermosa, rubia, con piernas lindas, tiene como 20 años y de todos los chicos caucásicos con rulos cobrizos y ojos soñadores, usted eligió a mi idiota primo como cita. Además, clavo su vista en mi Rolex a penas me acerqué a la mesa, así que...
-Le di una sonrisa, no una mamada en un callejón.
-Oh, entonces no es prostituta, solo es acompañante.
En un puchero infantil, ese altanero rostro perfecto se volvió uno que representaba el berrinche y la impotencia.
"Y, aun así, se ve linda" pensó Mitzuru antes de ver como ella estiraba el brazo hacia atrás con la intención de tomar impulso y luego le arrojaba el burrito directo a la cara.
Mitzuru levanto el brazo más, no alcanzo a cubrirse antes de que este se abriera llenándole de porquería el saco y la camisa.
Kai se reventó de risa dentro del auto, ella se lanzó frente a él y en una distancia tan corta que Mitzuru pudo percibir su dulce fragancia herbal, ella le metió el billete al saco.
-Además, mi precio sería mucho más caro -aseguro antes de marcharse.
Mitzuru miro a Kai con la intención tragárselo con la mirada, provocando que silenciara su risa, después la miro caminar por la acera hasta dar con la siguiente calle, lo cierto era que estaba encendido en furia, pero, al ver como se alejaba, le contemplo las piernas y eso lo hizo sentirse mucho mejor.
Cuando estaba sentada, él no había sido capaz de verle la cintura de avispa, las anchas caderas y aquellos bien torneos y gruesos muslos, causales de todos aquellos pensamientos demasiado impuros para mencionarse, que no lo estaban dejando recordar ni una mierda de lo que tenía que hacer hoy.
Entro al auto sin contener la boba sonrisa que se le dibujó de manera involuntaria, misma que solo pudo borrar al darse cuenta de que Kai lo juzgaba desde su posición.
Si pudiera verse, se golpearía a sí mismo por reírse pese a estar lleno de comida rápida y que la grasa de tocino estuviese arruinando su Armani.
Entonces abrió la pequeña ventanilla que lo separaba del chofer para ordenarle que emprendiera el viaje a la oficina, después se limpió con un pañuelo.
-Tienes una mancha ahí-a punto Kai a su saco.
-¿Dónde? -le pregunto buscando la mancha.
-En el ego-Mitzuru lo vio apretando los dientes.
-Para que sepas, te culpo completamente-lo señalo con el índice.
-¿A mí?
-Sí. Te ves demasiado extranjero, eres fácil de embaucar, ¿Qué ibas a hacer si esa chica te llevaba a otro lugar para asaltarte?
-Si fuera una ladrona, se habría quedado con tu dinero.
-Kai, te acaba de robar.
-Considero que -señalo alzando un dedo divertido-, contemplarla vale por lo menos un burrito.
-Se llevó los dos.
-Dos Burritos-alzo un segundo dedo.
-Solo acepta que te estafaron.
Mitzuru retomo la vista en su agenda, pero el azul de aquellos ojos se seguía interponiendo en su concentración.
Por un segundo pensó "si volviese a venir mañana, ¿la vería otra vez?".