Había pasado una semana entera sin ver a sus padres, sin tener contacto con algún otro ser humano que no fuera la señora Anika o el señor Liang, o alguno de los otros muchos guardias. A este punto ya se había acostumbrado a esa vida disciplinada. Incluso había visto cambios físicos gracias a la alimentación balanceada y al ejercicio. Estaba agradecida por eso con su secuestrador, también había aprendido nuevas cosas gracias a la lectura. La señora Anika le había enseñado algunas de sus recetas más famosas. Se podría decir que esa semana en la casona la hizo productiva.
Su atuendo de equitación era más cómodo de lo que parecía, los clásicos pantalones blancos y una camisa polo que combinaban a la perfección. Se veía realmente hermosa, ese atuendo se entallaba a la perfección a sus caderas y la camisa se ajustaba a su cintura, resaltando su figura esbelta.
-Dentro de dos semanas el Gran Jefe viene a visitarte para la prueba.
-Claro, entiendo. Pondré más esfuerzo en todo lo que haga. -Aria sonrió, por alguna razón le emocionaba que viera su progreso, aunque era más bien era para demostrarse a sí misma sus logros.
-Es usted una aprendiz muy buena señorita Aria. Estoy segura de que el jefe estará orgulloso de lo que ha creado.
Aunque sonó muy mal, decidió ignorar aquél comentario.
-Hoy son las clases de equitación y vendrá un maestro desde Suiza -Su rostro se iluminó- es el mejor que ha pisado el planeta, así que aproveche...
-Eso suena fantástico, era mi sueño de pequeña, incluso le pedí a mi padre que me inscribiera en la academia de uno de sus amigos pero se negó, le parecía muy peligroso. -Sus ojos se iluminaron y una sonrisa genuina se formó en su rostro.
Aria encontró fascinante el hecho de tener que estar ahí nada más para aprender, hasta ahora no habían castigos y comenzaba a creer en la palabra del señor Liang de que no le pondría una mano encima.
-Es que esto... es genial. Nunca pensé decirlo en una situación así, pero lo es. -Continuó hablando, saliendo al establo de la casona.
Anika sonrió un poco, esa niña tenía algún tipo de brío que se contagiaba. Estaba feliz por su jefe, había encontrado a una buena mujer, por fin.
Aria hizo todo lo contrario a lo que el jefe le ordenó, ahora hasta a Anika su mejor amiga y al señor Liang le contaba cada cosa que le sucedía mientras éste escuchaba atentamente y respondía como señora chismosa. Incluso le había contado el trato que le daba su mejor amiga Isabella y él siempre se decepcionaba, le contestaba que era una muy buena persona y que no merecía ser tratada así, en el fondo sabía que su jefe iba a suplir todo el cariño que le hizo falta e iba a recompensar los malos tratos que recibió, incluso por parte de su familia. Liang le comentó que una amiga siempre se alegraría por sus logros y no haría comentarios con doble significado. Aria lo pensó por primera vez y reconsideró su amistad con Isabella y su conducta también. Después de mucho tiempo, todos le estaban poniendo atención y la hacían sentir querida, aunque estuviera prohibido hablar con los empleados, siempre buscaba la manera de entablar conversaciones, y ellos siempre le respondían de manera sabia y sobretodo, afable.
-Con ustedes... ¡el maestro Hans Müller! -Anunció Liang con entusiasmo, dándole paso al hombre de mediana edad con un traje de equitación muy bien parecido.
-Siempre es un placer verlo señor Zhang. -Saludó al señor Liang y Aria supuso que ese era su apellido- Señorita Zokolov -Se giró hacia donde estaba Anika y la saludó con un beso en la mano, quien respondió con una sonrisa.
Si algo sabía hacer bien Aria era leer el comportamiento de las personas y descifró de inmediato los sentimientos de Anika hacia su maestro de equitación. Liang se dedicaba a ver la escena con recelo. No puede ser ¡un triángulo amoroso! Su estadía en la guardia del lobo se ponía cada vez más interesante.
El corazón de Aria se aceleró, por fin podría montar a caballo de manera profesional.
Hans se presentó ante la señorita que tenía enfrente extendiéndole la mano. Aria respondió y saludó cortésmente.
-Es un honor trabajar para mi amigo personal, siempre lo he dicho. Aunque ésta vez se pasó de la raya, está usted hermosa señorita... -Inquirió aún sosteniendo la mano de Aria.
-Aria -Se quedó en silencio y simplemente sonrió con contrariedad– Aria Mitchell, es un placer.
-Cuénteme, Aria... ¿Ha practicado alguna vez el hermoso arte de la equitación?
La joven castaña negó con la cabeza, de alguna manera la hacía sentir tonta e inepta.
-No. Es decir, claro que he montado a caballo, pero no.
-No se preocupe señorita, para eso estoy aquí hoy, para enseñarle y traspasarle todos mis conocimientos. Siéntase afortunada, no a cualquiera le doy clases, pero bueno... es un favor especial para mi amigo.
Aria le sonrió, era un poco presuntuoso pero se veía descendente.
-Ahora bien, es hora de que elija a su caballo. Yo le recomendaría al poderoso Thunder, es la reliquia de su jefe.
Se acercaron al establo donde habían al menos ocho caballos.
-Por eso mismo no lo voy a elegir, seguramente es muy bueno, pero yo no. Lo montaré cuando gane experiencia. -Aria le dedicó una sonrisa afable a su nuevo maestro, quien respondió de igual manera.
-Tiene usted toda la razón. Yo se lo sugería porque le sería más cómodo, es muy educado y ya está adoctrinado, pero como usted desee.
Aria recorrió el establo, acercándose y acariciando a todos los caballos, eran muy hermosos, pero se acercó al que más le llamó la atención.
-Quiero a este. -Se acercó aún más al que parecía tímido, tal vez era la razón por la que le llamó la atención.
- ¿A la novata Blaze? -Inquirió Hans cruzado de brazos.
-Oh, es una yegua... -Todos miraban cómo le acariciaba el blanco pelaje con ternura y Liang no pudo evitar sonreír.
-Está bien, si así lo desea... pero déjeme comentarle que va a ser mucho más difícil puesto que acaba de llegar hace dos semanas.
-Lo entiendo señor Müller, pero me gustaría que fuera ella. -Sonrió mientras seguía acariciando y mirando a la preciosa yegua que tenía enfrente.
-Sólo era una sugerencia. Si algo hace Hans muy bien es entrenar y eso vamos a hacer. -A la joven le pareció un poco bobo que se refiriera a él mismo en tercera persona.
-Por supuesto. -Aria le dedicó una mirada cómplice a Anika, que sonrió de inmediato al entender lo que quería insinuar.
El maestro y habilidoso Hans se pasó toda la tarde enseñándole las posturas básicas y todo lo fundamental de la equitación a la joven Aria, quien disfrutaba cada instante poder aprender algo que siempre había querido.