Capítulo 5 ¿Frigida

-¡Frígida!– Exclamó con el ceño fruncido- ¿De dónde sacas eso? -Ella me lo dijo y se ve que sí porque nunca ha podido estar...

-¿Por qué me lo dices?- cuestionó danto un paso amenazante hacia su cuñada.

-Porque no quiero que... la hagas pasar un mal rato- contestó aparentando buena intención -. Debes aprender a disfrutar del sexo con ella sin ninguna... motivación más que satisfacerte.

-La próxima vez lo tendré en cuenta- y siguió.

Alcanzaron a Ross y los tres terminaron caminando hacia la casa. Después de todo, él había dejado el auto allí.

Cuando llegaron, aún los señores Duval estaban despiertos.

-Ya le dije a Saúl que se quede a dormir con su amigo- avisó Sonya-, así David puede quedarse en nuestro dormitorio y nosotros nos pasaremos al de los muchachos.

Saúl era el último y el único que se había quedado con sus padres, era el que estudiaba en una universidad privada local.

La casa no era tan pequeña, se notaba que había sido remodelada y ampliada, sin embargo, solo contaba con tres dormitorios y dos baños: dos para los cuatro hermanos, y el principal con uno de los baños para los padres.

-De ninguna manera- protestó con amabilidad-. Si he de quedarme, prefiero hacerlo en la habitación que quedará desocupada.

-Mi madre tiene razón, David, los muchachos son muy desordenados-Jazmina se refirió a sus hermanos menores Saúl y Raúl-.

Propongo que te quedes en la de nosotras- miró a su hermana-. No creo que tengas problemas con eso, ¿verdad?

-No, pero... David puede quedarse en el hotel- Balbuceó, apenada por ser la que rechazara colaborarle, pero su familia no conocía la forma en la que él vivía y a lo que estaba acostumbrado.

-¡Vaya, hermana, sí que me sorprendes!- exclamó a propósito, para hacerla quedar mal.

-No vine a incomodar, mejor me retiro al hotel. Les agradezco... Ross lo tomó de la mano.

-No es que no quiera... es que... no estás...- trató de decirle muy bajo y con la mirada.

-Gracias. Me quedaré- anunció, viendo cómo a ella se le abrían mucho los ojos-. Acepto la propuesta de mi cuñada- miró a todos y luego a Ross, que aún le sostenía la mano-. Me muestras la habitación, por favor.

Finalmente, Ross lo llevó a un dormitorio con dos pequeñas camas, y aún con cosas de adolescentes.

-¿Cuál es la tuya?- le preguntó él, refiriéndose a la cama.

-Esta- señaló la suya, quitándole algunas cosas de encima y poniéndolas sobre un viejo gavetero.

Él vio un álbum de fotos y lo tomó. Empezó a hojearlo mientras se sentaba en la cama. Sonrió al encontrarse con una fotografía de ella de niña.

-Eras una niña muy linda.

-¿Era?- bromeó arqueando una ceja.

-Eres- palmeó el colchón invitándola a sentarse.

Ross le obedeció.

Él pasaba las hojas y seguía sonriendo mientras ella lo observaba en silencio.

De pronto la puerta se abrió.

-Perdón, ¿aún estás aquí?- preguntó Jazmina mirando a su hermana- Toqué pero no me respondieron- mintió-. Vine a buscar algo- tomó un bolso y algunas cosas y se fue.

-Será mejor que yo también me vaya- anunció Ross poniéndose de pie.

-¿Y si te quedaras conmigo?

-¡David por favor!

-¿Acaso he propuesto algo indecente?

La miró directamente a los ojos.

-No, pero...

-Solo deseo que duermas conmigo, o quédate un rato más.

-¿A qué le temes?

-A tu... falta de compañía- corrigió, pero en realidad le preocupaba tener que ser duro con su cuñada y reprenderla.

-Solo un rato.

Él asintió.

-¿Puedo quitarme la camisa y la chaqueta para que no se arruguen tanto?- solicitó.

-Claro.

Ross extendió la mano para que él le pasara la ropa para colgarla. Entonces recordó su inolvidable primera noche y, por supuesto, a la señora de las flores.

-Tengo una camisa tuya.

-Lo sé. Estoy esperando a que me la devuelvas o tendrá que pagármela.

-Seguro.

David se acostó pegándose a la pared, haciendo espacio para ella.

-Sé un hombre y promete que te comportaras como un caballero- le pidió, sentándose en el espacio que le había hecho.

-¿Serás tú una dama?

-¡Qué cosa!

-Una dama. No podemos exigir lo que no damos. Lo que va viene.

-¡Ah!- agarró una almohada y lo golpeó en el abdomen-¿Me devolverás el golpe?

-Los golpes, siempre que vengan de ti, los devuelvo de otra manera- dicho esto, la tumbó sobre la cama con un gancho de piernas y se giró quedando sobre ella. Sin decoro busco sus labios y la besó, primero con ternura y luego fue profundizando hasta hacerlo apasionado.

Ross tomó su rostro con las manos, correspondiéndole.

Él bajo hasta su cuello haciéndola resoplar. Empezó a tocarla más íntimamente, provocando que su cuerpo se retorciera.

-Oh, lo siento- Jazmina hizo como que se cubría los ojos-. Tuve que volver por algo más.

Pero la pareja parecía no escuchar.

-Lo siento, prometí comportarme. Y parece que tenemos visita- susurró él sin moverse.

Ross abrió los ojos de par en par.

-Ya me voy- anunció la rubia, y cerró la puerta al salir, haciendo ruido.

Pero lejos de estar avergonzados, David y Ross se rieron.

Él se colocó en la posición anterior y ella se acurrucó entre sus brazos en forma de cucharita.

Cuando David despertó ya ella lo esperaba sentada en la otra cama, con un cepillo de dientes y una toalla limpia.

-Buenos días. El baño es común. Traté de advertirte anoche de que no era ni remotamente parecido a lo que estás acostumbrado.

-Pronto seremos familia. Tendré que acostumbrarme, ¿no crees? A menos que pretendas dejarme pasar las fechas especiales sin ti.

-¡Ya veremos!- sentenció sonriente- Te acompaño.

Lo guió hasta el baño y lo esperó en la puerta.

-¡Te pasas de ridícula!- le dijo Jazmina al verla parada en la puerta-¿Crees que si lo dejas solo te lo voy a quitar?- cuestionó burlona-. Es el colmo que ni ir al baño lo dejes.

-¿Y tú qué?- preguntó desafiante- ¿Nos estás persiguiendo? ¿O lo estás...?

-Puede ser- y se fue con una malévola sonrisa.

La familia Duval y su invitado se sentaron a desayunar a la mesa.

-¿Dormiste bien, David?- preguntó Onil.

-Sí, muy bien. Gracias.

-La próxima vez no aceptaremos pretextos. Dormirán en el cuarto principal- vaticinó Sonya-, porque ya estarán casados- continúo la señora, exageradamente emocionada-¡Quién lo iba a decir, nuestra Ross casada con un hombre rico e influyente!

-¡Mamá!- exclamó Ross avergonzada.

-Es la verdad, mi hija. Siempre fuiste tan... poco sociable que hasta pensé que te quedarías solterona. Me sorprendió cuando nos presentaste a Joel. Lo siento, Joel era un bueno para nada.

Parece que no había manera de hacerla callar.

-Y no es que valga menos que usted por ser pobre- le tomó la mano con vehemencia-. Ross siempre ha sido muy trabajadora y estudiosa. Y me atrevo a decir que tan pura... de seguro no ha intimado con nadie.

-¡Mamá! ¡Ya basta!- Ross se levantó, roja de la vergüenza.

-¿Qué pasa? ¿Acaso he dicho algo que no sea cierto?- cuestionó la señora.

-No, es solo que... David se tiene que ir- argumentó, colorada de arriba abajo.

-Además, estás dando por hecho algo de lo que no estás segura, madre- intervino Jazmina-. Recuerda que Ross estuvo comprometida por dos años. Los hombres no aguantan tanto.

Ross quiso aclarar que para satisfacer las necesidades de su ex novio había estado ella, pero se dio cuenta de que no valía la pena.

-¿Qué quieres decir, Jazmina Duval?- volvió Sonya.

-No le hagas caso, madre. ¡David, vamos! Te acompaño a la salida- ofreció Ross tomándolo de la mano- Ya son más de las seis de la mañana.

-¿Y por qué no te vas con él y evitas la incomodidad de tomar el autobús?- preguntó su padre.

-Papá, David se tiene que ir ya. Él tiene muchos compromisos- argumentó, prácticamente arrastrándolo hacia afuera.

-Tu padre tiene razón, ¿por qué no vienes conmigo? Llegaré en dos horas, pero tú en el autobús...

-Tengo permiso para llegar un poco más tarde hoy. Tu madre pensó que tendríamos algunas cosas que resolver hoy temprano pero lo hicimos ayer.

Lo único que quería en ese momento era alejarlo del coqueteo de su hermana y la imprudencia de su madre, y mientras más rápido mejor.

-Como quieras- él se rindió.

Saliendo de la casa se encontraron con una vecina.

-¡Ross, querida! Me dicen que te has encontrado un novio guapo y rico. Debe ser él, ¿verdad?- preguntó la mujer, examinando a David de arriba abajo.

-Sí, doña Susana. Entre, mi madre está ahí.

-Un placer, joven.

Ross tuvo que casi empujar a la vecina curiosa para que entrara a la casa.

David sonrió divertido.

-¿Qué cosa te hace tanta gracia?- quiso saber ella.

-Puedes que tú creas que te puedo ver como un objeto de placer, pero también puede que yo crea que tú me puedas ver como una cuenta de banco. O puede que los demás crean que así nos vemos. Solo nosotros conocemos nuestra realidad, nuestra verdad.

Ella lo miró perpleja.

-Tú y yo sabemos que nos une algo más que el placer y la ambición, ¿cierto?- le preguntó, poniéndose serio y enfocándola con la mirada, en espera de su respuesta.

-Sí, lo sé... yo sé que no tiene nada que ver con interés monetario.

Esa respuesta no lo satisfizo, pero lo dejo pasar.

-Entonces siempre confiaremos en lo que somos, ¿cierto?

-¿Y qué somos?

            
            

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