Capítulo 6 El pago de la desobediencia

Las calles habían quedado vacías de la nada, la multitud de personas había desaparecido y ahora caminaba solitario por las sombras. Exalaba sobre sus manos tratando de obtener un poco de calor pero no podía parar de temblar.

Sus pasos eran lentos, buscando hacer el camino lo más largo posible.

No podía parar de pensar en ese chico, en esos ojos verdes que no dejaron de observarlo nunca. En las preguntas que le había hecho, en qué lo había llevado a comer sin pedirle nada a cambio. Bueno... Tampoco es que hubiera tenido la oportunidad, quizás iba a hacerlo después, cuando volvieran a estar en su coche, quizás ahí le pediría que abriera la boca o que se bajara los pantalones y cobraría por haber sido tan amable con el.

Pero había algo dentro de el que le decía que eso no era lo que iba a suceder, que ese hombre no tenía las intenciones de hacerle eso.

Y no era por sus apariencias, la mayoría de hombres con los que se había acostado - y los peores - vestían trajes elegantes y tenían familias que los esperaban en casa. No era una cuestión de apariencia, sino que el aura o... Algo en aquella mirada le decía que no era como ellos.

Cuando quiso que le prometiera que no volvería a robar no se lo podía creer porque por un momento pudo percibir en su voz algo como... Preocupación, o al menos algo parecido. Tal vez estaba equivocado, tal vez solo estaba alucinando porque era la primer persona que lo trataba tan bien y quería ver cosas donde no las había.

Sin darse cuenta ya había llegado a la puerta del apartamento, tragó saliva cuando se percató, sabiendo que estaría en problemas. No había conseguido el dinero, Patrik iba a matarlo. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto pues a esas horas ya casi no había clientes y el sentía que se moriría de frío. Solo le quedaba rezar para sobrevivir.

Empieza a temblar más aún a medida que avanza hacia la puerta del apartamento, aunque ahora ya no es de frío, sino del pánico que le provoca.

Abre la puerta y dentro lo recibe un tenebroso silencio, también algo de oscuridad pues la única luz que está prendida en la sala no alumbra mucho.

Da pequeños pasos hacia el interior, tratando de hacer el menor ruido posible, aferrándose a la pequeña posibilidad de que Patrik ya esté dormido. Pero por supuesto, una vez más, la suerte no está de su lado ya que el hombre se encuentra muy despierto.

Aaron solo tiene que dar unos cuatro pasos dentro de la sala para verlo. Se encuentra sentado en otro de sus tantos sofás, al parecer si estaba distraído con la televisión hasta que lo vió llegar. Tan solo unos segundos transcurrieron hasta que la aterradora mirada del mayor se posó sobre el, haciéndolo estremecerse de pies a cabeza.

Su expresión nunca le decía nada, estaba vacía, completamente en blanco.

Aaron lo observó durante unos segundos hasta que el hombre se puso de pie y se acercó hasta el, tan repentinamente que lo hizo retroceder, aunque no le dió la oportunidad de alejarse mucho pues enseguida lo tomó del brazo con fuerza, haciendo respingar asustado.

Una mirada fue lo que hizo falta para que Aaron supiera que era lo que tenía que hacer.

Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando llevó una mano a su bolsillo y sacó el miserable dinero que había logrado conseguir, lo extendió tembloroso hacia el mayor.

Sin aflojar el agarre en su brazo, Patrik bajó la mirada hacia el dinero que le extendía el más pequeño, miró el billete por unos cuantos minutos antes de sonreír, tomó el billete y se lo guardó en el bolsillo. Volvió a mirarlo, Aaron solo esperaba el golpe que pensaba que podía llegar en cualquier momento, sin embargo... Nunca llegó.

En lugar de eso el mayor lo soltó, se dió la vuelta y fue hasta el sofá, donde dejó su celular que antes estaba en su mano, volvió a voltearse hacia el chico solo para hacerle una pequeña seña que entendió al momento. Como un perro obediente siguió al hombre por el pasillo del elegante y moderno apartamento.

Todo estaba en silencio por lo que supuso que Dominic aún no había llegado aún y que el resto de los chicos debían estar durmiendo en sus habitaciones.

El que Patrik no dijera ni una palabra lo hacía sentir ansioso, prefería que le gritara, que lo insultara, pero ese silencio... Sentía que se volvería loco.

El mayor se detiene en una de las puertas del pasillo. La de su habitación. Aaron traga saliva y lo sigue al interior.

Tan elegante como el resto del apartamento, con una enorme cama de dos plazas, un poco revuelta, unos armarios y poca cosa más. No se molesta en encender la luz pues no es ahí donde se quedarán. Sigue hasta el baño y ahí si que enciende la luz. Aaron duda en entrar pero sabe que no tiene opción. Se queda parado esperando que le diga que hacer.

- quítate la ropa.- ordena firme el mayor.

Temblando aún más, si es que eso es posible, comienza a desnudarse mientras observa de reojo como Patrik va hasta la bañera blanca y abre la llave para comenzar a llenarla. Termina de desnudarse, quitándose por último sus boxers y dejando la ropa hecha un montón en el suelo. Se abraza a si mismo sintiendo su piel erizada.

Sintió unas horribles ganas de llorar a ver qué el hombre también empezaba a desnudarse pues sabía que algo malo iba a pasar, sabía que no saldría ileso después de haber desobedecido por segunda vez en el día.

Cuándo la bañera estuvo llena, el mayor se metió en esta y se sentó con cuidado y aparente tranquilidad. Giró el rostro para mirar al chico y este pudo percibir como recorría todo su cuerpo con la mirada, ese que el conocía más que el mismo Aaron.

- ven aquí.- hizo una seña con su dedo.- métete.

Aaron luchó por contener un gemido de terror y tratar de no temblar tanto, se acercó a la bañera justo como le habían ordenado y lentamente se metió en esta. Quedó entre las piernas de Patrik, el cual no tardó en rodearle la cintura para obligarlo a quedar recostado contra su cuerpo.

El oji-azul no puede evitar un suspiro al sentir como el agua caliente lo cubre, contestando con su piel fría, un pequeño alivio recorre su cuerpo pero el sabe que eso no durará.

Sin embargo Patrik sigue sin decir nada, en lugar de eso lo ve tomar una esponja y llenarla de jabón, para luego pasarla por su espalda. No lo hace de manera violenta, al contrario, se siente bien, puede sentir como la esponja recorre su espalda, subiendo a sus hombros para también refregarlos, su cuello, sus brazos, su abdomen, pero entonces baja hacia una zona peligrosa. Lava la parte delantera de sus muslos hasta llegar a su miembro. Aaron se paraliza cuando lo siente sustituir la esponja por su mano enjabonada, con la cual empieza a acariciarlo con suavidad al principio.

- mhg...- no puede evitar gemir al sentir como poco a poco su pene comienza a despertarse bajo el tacto de aquel hombre.

Las sensaciones son tan contradictorias que lo abruman. Porque está aterrorizado, siente mucho miedo de ese hombre y lo único que quiere es correr lejos de el, sin embargo, también siente su cuerpo reaccionar al ser tocado por la misma persona, puede sentirse cada vez más duro. Traga saliva y se muerde el labio tratando de no hacer ruido. Pero Patrik no se detiene ahí. Su otra mano, que antes estaba sujetando su cintura también baja para sumergirse debajo del agua, solo que esta se dirige a su entrada. Da un pequeño saltito cuando lo siente hundir un dedo sin piedad dentro de el. Sus ojos vuelven a estar llenos de lágrimas y el miedo que siente hace que quiera gritar. Quiere comenzar a rogar, pero sabe que de nada servirá. El dedo de Patrik comienza a moverse, simulando penetraciones y clavándose directamente donde sabe que es el punto del chico, el cual gime con cada embestida se contrae, mientras hace todo esto no deja de acariciar el miembro del menor, dándole placer también ahí.

Solo pasan unos minutos cuando el castaño ya está al borde, siente un cosquilleo y esa sensación de liberación que nunca llega pues Patrik se apresura a poner el pulgar sobre la punta del miembro del pequeño, que lanza un gemido agonizante.

- ¿Crees que tienes derecho a correrte?- siente el susurro en su oído. Aaron trata de tomar aire, sin muchos resultados.- respóndeme, ¿Te crees con el derecho a recibir placer?

Aaron levanta la mirada, encontrándose con la severa del contrario, quien ahora sí que tiene expresión molesta.

- y-yo...

- respóndeme Aaron.

Las lágrimas empiezan a caer y niega.

- n-no... Yo... Lo siento, l-lo siento.- dice con voz ahogada.

- exacto, no tienes derecho a recibir placer. No cuando eres un maldito desobediente.

Sin dejarle tiempo a replicar saca el dedo bruscamente de su entrada, y Aaron se siente morir cuando alinea su miembro. Su pecho sube y baja, aprieta los dientes mientras el mayor se adentra en el, causándole dolor por lo grande que es.

- ahh...ahg... - cuando por fin está adentro trata de estabilizar su respiración, una tarea que le parece imposible en ese momento.

Siente la respiración de Patrik en su oído, en su cuello, el cual pronto empieza a lamer y el estómago de Aaron se revuelve.

- P-patrik...- susurra.

- cállate, no quiero oírte.- le ordena este.- ya he oído suficientes excusas por hoy. Me tienen arto, todos ustedes me tienen arto.- dice con voz dura mientras comienza a moverse un poco.- son unos malditos desagradecidos. No sirven ni para dar putos servicios y traerle dinero a su dueño. Y todavía no pueden cumplir las estúpidas órdenes que les doy.

Aaron siente que ya no hay nada que hacer, sabe que lo mejor que puede hacer es tratar de desconectarse y aceptar el castigo, pero entonces siente la mano que antes estaba en su miembro ir a su entrada y abre tanto los ojos que siente que se le van a salir. El dedo comienza a jugar alrededor de su abierto agujero, el cual ya tiene dentro el miembro del mayor, pero cuando adivina las intenciones de este desea morirse ahí mismo.

- pa-patrik...- suelta un sollozo cuando lo siente estirar aún más su entrada con dos dedos, los cuales entran junto a su miembro.- ¡Ahhh!

La mano se retira rápidamente para darle una fuerte bofetada que lo deja medio mareado.

- cierra la puta boca te he dicho.- se oye rabioso.

El menor sigue llorando mientras lo siente volver a entrar, estirando tanto su entrada que comienza a desgarrarse. Y cuando Patrik empieza a mover los dedos de manera violenta no tarda en ver el color carmesí de la sangre mezclarse con el agua.

Lo ha roto.

Pero eso no es suficiente para detenerlo, pues estaba cegado de rabia, ya que si había algo que no podía soportar era que sus prostitutos no le hicieran caso, no poder controlarlos.

Aunque Aaron no solía ser ese caso, de todos los que había tenido, el era uno de los más sumisos y obedientes, un chico fácil de doblegar, de manipular, de controlar. Es por eso que le enfurecía tanto la situación, que su prostituto favorito no siguiera sus órdenes.

Siguió embistiendolo sin ningún rastro de pena por los incontrolables sollozos de dolor que el chico soltaba.

Ya no quedaban ni rastros de la erección que antes había tenido. Lo único que podía sentir era un terrible y paralizante dolor.

Sentía la comida que anteriormente había ingerido subir por su garganta, pero sabía que si llegaba a vomitar ahí terminaría por sellar su sentencia.

Tras unos agonizantes minutos, en los que pensó que ya no podría ser peor, que el dolor no podía ser más fuerte, Patrik comenzó a introducir un tercer dedo, demostrándole que podía ser mucho peor.

- p-por favor...- rogó entre lágrimas.

- abre más las piernas.- ordenó el otro, sin prestar la más mínima atención a las súplicas.

Destruído obedeció, abrió las piernas lentamente, permitiéndole entrar aún más profundo en su cuerpo.

Luego de unos minutos más, ya no podía aguantar, comenzó a ahogarse con su propia saliva y su llanto, tosió tratando de recuperar el aire pero era inútil pues volvía a ahogarse. Patrik se dió cuenta pero no lo vió más que como un truco, así que lo sujetó del cabello y tiró su cabeza para adelante.

La tortura se prolongó por un buen rato, hasta que por fin lo sintió correrse, haciendo que el ardor incrementara.

Cuando por fin salió de su cuerpo Aaron se fue hacia adelante sin poder sostenerse, sin dejar de llorar desesperado.

El pelinegro salió de la bañera y se envolvió en una toalla. Observó al menor agonizar por un momento, pero no hubo ni un poco de consuelo de su parte. Toma otra toalla y comienza a secarse la cabeza mientras le habla con voz severa.

- tienes unas horas para descansar.- le informa.- aprovechalas porque no quiero que andes como muerto.- el menor no contestó pero no se molestó por eso porque sabía que hasta hablar le dolería.- ya te conseguí clientes así que mañana tienes trabajo aquí. Vas a trabajar hasta aquí abajo mi supervisión hasta que consigas todo el dinero que me has hecho perder. Hasta entonces no verás la luz del día.

Después de eso, se marchó del baño, dejándolo ahí, destruído, sin poder dejar de llorar mientras sentía como la sangre no paraba de correr por sus piernas.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022