Elena pasaba los dedos sobre la carta que había encontrado en su escritorio esa mañana. Había leído las palabras tantas veces que estaban grabadas en su mente, cada trazo parecía cargado de amenaza y misterio. Su frustración iba en aumento; no podía ignorar lo que estaba ocurriendo, pero tampoco podía confiar plenamente en Sebastián, no mientras él seguía ocultando tanto.
Esa noche, sentada en el escritorio de su apartamento, decidió que la única forma de protegerse era averiguar por su cuenta qué estaba sucediendo. Si Sebastián no quería hablar, ella buscaría las respuestas en otra parte.
Tomó su laptop y comenzó a investigar sobre Leduc Enterprises una vez más, pero esta vez con un enfoque diferente: buscó nombres asociados con proyectos problemáticos, registros judiciales y cualquier pista que pudiera guiarla. Después de horas de búsqueda, encontró un nombre que se repetía en varios artículos antiguos y documentos: **Damián Torres**.
Era un exsocio de Leduc Enterprises que había desaparecido del radar hace años. En algunos artículos se mencionaba como una "ruptura profesional", pero en otros se insinuaba un conflicto más serio. Los rumores sugerían que había tenido un desacuerdo con Sebastián sobre la ética de ciertos negocios, y luego, simplemente, había desaparecido del mapa.
Elena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Podría Damián tener respuestas sobre lo que realmente ocurría en la empresa?
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A la mañana siguiente, Elena hizo algo que sabía que era peligroso: contactó a un viejo colega del mundo de la arquitectura que tenía contactos en todas partes.
-¿Estás segura de que quieres saber de este hombre? -preguntó Iván, su amigo, al otro lado de la línea.
-Sí. Necesito encontrarlo.
-Bueno, esto no será fácil. Damián Torres no es alguien que quiera ser encontrado. Después de su salida de Leduc Enterprises, prácticamente se desvaneció. Pero tengo un amigo que podría saber algo. Dame un par de días.
-Gracias, Iván. Esto es importante.
Cuando colgó, Elena sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Estaba metiéndose en aguas profundas, pero no veía otra salida.
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Mientras tanto, Sebastián estaba lidiando con sus propios problemas. Estaba sentado en su despacho, revisando un informe confidencial que su jefe de seguridad le había entregado esa mañana. La amenaza a Elena lo tenía al borde del colapso. No era la primera vez que alguien intentaba intimidarlo a través de personas cercanas a él, pero nunca antes había sentido tanto miedo como ahora.
-¿Alguna pista sobre quién dejó la carta? -preguntó, mirando a su jefe de seguridad, un hombre corpulento llamado Franco.
-Todavía no. Revisamos las cámaras del sitio de construcción, pero alguien desactivó el sistema por unos minutos, justo cuando la carta fue dejada. Esto fue planeado.
Sebastián golpeó la mesa con el puño, su frustración evidente.
-Quiero que encuentren a quien hizo esto. No importa cuánto cueste.
Franco asintió.
-Lo resolveremos, señor Leduc. Pero debería considerar reforzar la seguridad alrededor de la señorita Soler. Está claro que es un objetivo.
Sebastián dudó. Sabía que Elena no aceptaría ser protegida. Era demasiado independiente, demasiado obstinada. Pero no podía arriesgarse a perderla.
-Hazlo discretamente. Que ella no lo note.
Franco asintió y salió de la oficina, dejando a Sebastián solo con sus pensamientos. Miró el teléfono sobre su escritorio, tentado a llamarla, a explicarle todo. Pero sabía que no podía hacerlo. No todavía.
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Dos días después, Iván llamó a Elena con una dirección.
-Esto es lo único que pude conseguir. Según mis fuentes, Damián Torres vive en una cabaña en las afueras, lejos de todo. No puedo garantizar que te reciba, pero ahí es donde podrías encontrarlo.
Elena agradeció la información y decidió no perder tiempo. Esa misma tarde tomó su coche y se dirigió hacia el lugar. El viaje fue largo y sinuoso, con carreteras que parecían perderse entre los bosques. Finalmente, llegó a una pequeña cabaña enclavada en una colina. Había un coche viejo estacionado afuera, lo que indicaba que alguien estaba en casa.
Aparcó su coche y caminó hasta la puerta, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Golpeó tres veces y esperó. Después de un momento, la puerta se abrió, revelando a un hombre de mediana edad con el cabello canoso y una mirada cansada.
-¿Quién eres? -preguntó con voz áspera, mirándola de arriba abajo.
-Soy Elena Soler. Trabajo en Leduc Enterprises. Necesito hablar con usted sobre Sebastián Leduc.
El hombre frunció el ceño, pero no cerró la puerta.
-No sé de qué estás hablando. Vete.
Elena puso un pie en el umbral antes de que pudiera cerrarla.
-Por favor. Solo necesito saber la verdad. Algo extraño está ocurriendo, y creo que usted sabe más de lo que aparenta.
Damián la miró fijamente por un largo momento antes de suspirar y abrir la puerta un poco más.
-Entra.
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El interior de la cabaña era simple, con muebles antiguos y una chimenea que ardía suavemente. Damián le indicó que se sentara en un sofá mientras él se acomodaba en un sillón frente a ella.
-¿Por qué estás aquí? -preguntó, cruzando los brazos.
Elena tomó aire antes de responder.
-Porque creo que alguien está intentando sabotearme. Me han amenazado para que deje mi trabajo en *Eterna*. Y hay cosas sobre Sebastián y la empresa que no cuadran. Usted estuvo allí. Necesito saber qué ocurrió realmente.
Damián soltó una breve risa amarga.
-¿Sabes? Sebastián siempre ha sido muy bueno eligiendo a las personas que lo rodean. Personas leales, pero ingenuas.
-No soy ingenua -replicó Elena, sintiendo cómo su enojo crecía-. Solo quiero entender qué está pasando.
Damián la miró, evaluándola.
-Leduc Enterprises no siempre fue lo que es ahora. Al principio, Sebastián y yo éramos socios iguales. Teníamos grandes planes, queríamos construir algo que dejara huella. Pero con el tiempo, las cosas cambiaron. Sebastián empezó a tomar atajos, a hacer tratos con personas que no tenían ningún escrúpulo. Yo intenté detenerlo, pero no me escuchó. Finalmente, cuando me opuse a uno de sus proyectos más ambiciosos, me sacó de la empresa. Y no fue amable al hacerlo.
-¿Qué proyecto era? -preguntó Elena, intrigada.
-Una torre residencial. Había problemas de seguridad, pero Sebastián no quería retrasos. Un trabajador murió por culpa de esas decisiones. Intenté exponer lo que ocurrió, pero Sebastián se aseguró de que nadie me creyera. Desde entonces, vivo aquí, lejos de todo.
Elena sintió un escalofrío. La historia coincidía con lo que había encontrado en sus investigaciones. Pero había algo que todavía no entendía.
-Si Sebastián es tan peligroso, ¿por qué no ha intentado silenciarlo?
Damián sonrió amargamente.
-Porque sabe que no tengo pruebas. Y porque sabe que, si algo me pasa, la gente empezará a hacer preguntas.
Elena se quedó en silencio, procesando todo lo que acababa de escuchar. Había venido buscando respuestas, pero ahora tenía aún más preguntas. ¿Podía confiar en Damián? ¿O era esto solo una versión sesgada de la historia?
Antes de que pudiera decir algo más, Damián se inclinó hacia ella.
-Escúchame, Elena. Si realmente quieres saber la verdad, tienes que ser cuidadosa. Sebastián no es un hombre malo, pero hará lo que sea necesario para proteger lo que ha construido. Y eso incluye sacrificar a cualquiera que se interponga en su camino.
Elena asintió lentamente, sintiendo que su mundo se volvía más complicado con cada segundo. Al salir de la cabaña, supo que no había vuelta atrás. Había entrado en un juego peligroso, y ahora tenía que decidir de qué lado estaba.