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-¿Estás segura de que estás bien? , pregunta mientras me abre la puerta del pasajero.
-Sí, sólo necesito comer algo y estaré bien .
¿Quieres que pare en algún sitio de camino a casa? ¿Te traiga algo de comer?
Inclino la cabeza hacia él. -No quiero ser una molestia .
Sonríe. -No te preocupes. Podemos pasar por la charcutería y comprar un par de sándwiches. También puedo comprarte Pepto Bismol extra fuerte .
-Perfecto , le devuelvo la sonrisa.
Todo está tranquilo durante el viaje. Nos sentamos en un silencio cómodo hasta que llega a la tienda. Por alguna razón, me alegro de estar en su coche y con él. La situación ha estado muy tensa. Entonces, recuerdo rápidamente adónde me llevó relajarme con él. Me río para mis adentros.
Después de que regresa al coche, abro la puerta y salgo. Me apoyo en el capó y cierro los ojos, dejando que el aire fresco me dé. Siento que el mareo va a peor y desearía que parara.
-Creo que voy a vomitar , susurro.
Sin pensarlo, me abraza y caigo al suelo. Me agarra con más fuerza, deteniendo mi caída, y espera a que lo saque todo. Un segundo después, escupo todo lo que comí por todo el estacionamiento.
-¡Uf, eso es un montón! Se ríe, y agradezco el esfuerzo por animar el ambiente. Nadie quiere vomitar mientras su jefe lo está atrayendo.
-Ughh , gimo. -Esto es una mierda.
-Está bien , dice, sacando las llaves del bolsillo. -Vamos a casa.
Me ayuda a subir al coche. Apoyo la cabeza en la ventanilla mientras me lleva a casa. Tengo miedo de moverme o abrir los ojos, porque me dan ganas de vomitar cada vez, y hacerlo en su coche sería lo peor.
Me toma de la muñeca de nuevo mientras entramos al estacionamiento.
-No intentes levantarte todavía, me advierte.
-Está bien , respondo, reclinándome contra el asiento.
Aparca el coche y me ayuda a salir. Me cuesta varios intentos llegar a mi apartamento. Probablemente me está sujetando, porque creo que no tengo fuerzas para mantenerme en pie. Todo es borroso, y solo quiero tumbarme y dormirme, para no despertar jamás de esta pesadilla.
Una vez dentro, me sienta en el sofá, donde permanece conmigo unos minutos incómodos, hasta que le digo que necesito acostarme.
-No tienes que quedarte conmigo , le digo, levantándome sobre mis codos.
-No me siento bien dejándote sola aquí. ¿Estás segura de que estás bien?, pregunta, mirando hacia el baño. Parece muy preocupado. Es entrañable.
Asiento. -Sí, estoy bien.
Se levanta y me tiende la mano. -Ven, te ayudaré a limpiarte.
Tomo su mano y le permito que me lleve al baño, donde encuentro agua todavía derramándose por debajo del lavabo y acumulándose en el suelo.
-¿Qué pasó aquí? pregunta mirando el desorden.
Me encojo de hombros, sin querer dar explicaciones. -Solo una gotera. El casero dijo que llamaría a alguien para que la arreglara, murmuro.
Veo la desaprobación en sus ojos. Lo piensa un momento. -No puedo dejarte aquí. Te quedarás conmigo esta noche y mañana hablaremos con tu casero.
-Pero yo-
-Samara , no discutas conmigo -dice con severidad, tomándome del codo.
Sin previo aviso, rompí a llorar. Le rodeé el cuello con los brazos y hundí la cara en su pecho. -No sé qué hacer.
Me mira y niega con la cabeza. -Todo está bien, Samara . Lo arreglaremos. Ahora, vámonos. Te sentirás mucho mejor después de una buena noche de descanso.
-Victor , creo... -grito, secándome las lágrimas.
-Basta. No es para tanto.
Su tono es firme. Es como si le hablara a un niño que no escucha. Sollozo y me separo de él.
-Nunca he estado tan enferma , admito, levantando las manos. -¿Y si estoy embarazada?
Victor permanece en silencio atónito mientras mis palabras penetran y su expresión cambia de frustración a confusión.
-Estás bromeando, ¿verdad? , balbucea finalmente.
-No -admito-. No recuerdo mucho de esa noche, pero sí recuerdo que no usamos protección.
Me hace un gesto con las manos. -¿No se dan cuenta, chicas, de eso... de los días fértiles y todo eso?
Le frunzo el ceño. -Disculpa que no esperara tener sexo borracha esa noche .
-Oh, joder, joder, joder... Se tapa la cara con las manos y da vueltas por la habitación. Esto dura un par de minutos, y luego añade: -Toma lo que necesites. Vamos a mi casa. Lo dice de una manera que no admite réplicas.
Como una hora después, toca la puerta del baño de la habitación de invitados de su casa, donde voy a pasar la noche. Todo está dolorosamente blanco, y hay flores artificiales esparcidas por el baño. Las miro con el ceño fruncido. ¿Quién demonios tiene flores en su baño?
-¿Se acabó? , le oigo preguntar, devolviéndome al momento presente, del que tanto quiero escapar.
No me atrevo a abrir la puerta. Miro fijamente la prueba de embarazo en mi mano temblorosa. Muestra claramente dos líneas. Dos líneas inconfundibles que cambiarán nuestras vidas para siempre.
-Oh, maldita sea, murmuro para mí misma, inhalando profundamente y abriendo la puerta.
La mirada expectante en su rostro es algo que recordaré para siempre. Le entrego la prueba.
-No ha terminado , le digo. -Apenas empieza.
VICTOR
El fin de la vida tal como la conozco ha comenzado. Eso es cierto. Y precisamente hoy, no necesitaba esto.
La mirada preocupada en el rostro de mi nueva asistente cuando entra a mi oficina es mi primera pista de que mi día está a punto de volverse más estresante.
-¿Qué sucede, señora Guevara ? , pregunto sin levantar la vista de los papeles que tengo delante.
-Señor Clark , su... madre ha venido a verlo , dice. -La acabo de ver saliendo del ascensor.
Miro a mi asistente, luego a través de la ventana que da a la sala de espera, y veo a mi madre caminando hacia mi oficina. Se me revuelve el estómago al verla acercarse, y el cambio en la Sra. Guevara tiene todo el sentido. Aunque solo lleva dos semanas aquí, también ha aprendido quiénes son los depredadores más grandes de esta jungla.
-Gracias por el aviso, señora Guevara .
-De nada, señor Clark , responde ella, antes de regresar a su escritorio.
Mi madre entra en mi oficina, subiendo la temperatura unos veinte grados. Alguien me dijo una vez que se siente como si metieras al diablo en una cueva de hielo. Se derrite al instante. Me reí entre dientes la primera vez que lo oí. Ahora, es casi profético. Como siempre, lleva un traje pantalón y el pelo recogido en un moño, como la directora de un internado estricto.
-Buenos días, mamá. ¿Cómo estás? -pregunto, sintiendo que se me tensan los músculos.
-¿De verdad importa?, se burla, sentándose en el sofá cerca de la puerta.
-Nadie está bien nunca, aunque todos insistan en que lo están. No sé por qué la gente se molesta en preguntar.
-Tienes razón, madre -respondo, levantando las manos en señal de derrota-. Al diablo con la gente. Ahora, ¿en qué puedo ayudarte?
Me mira con esos ojos azul acero, su mirada penetrante y penetrante. -Una actualización sobre el trato con Mendez .
Solté un profundo suspiro. -Estoy en ello .