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"Non rien de rien. Non, je ne regrette rien..."
(No, nada de nada, no, no lamento nada)
Si Edith Piaf me escuchara cantar en estos momentos esta bella canción, dentro de mi auto, de seguro me descarga un certero disparo entre mis hermosos ojos.
Modestia a parte, manejo rumbo al mejor trabajo que tengo en todo el mundo mundial.
Ser terapeuta y trabajar con personas trasplantadas me ha servido mucho, después de tanto tiempo de andar vagando en el mundo del psicoanálisis.
«Sí, Freud ya me cansó»
El haber conocido a Val Scott, en un simposio en Londres, sobre estabilidad emocional y duelo, fue la gran puerta a este nuevo mundo clínico, donde me he encontrado con casos sumamente fuertes y delicados y otros que son dignos de manicomio, pero de eso se trataba la vida de un psiaquiatra ¿no?
Me estaciono en mi lugar, como todas las mañanas, saco mi maletín y bata de la parte trasera y cierro mi auto. Este mes, estaba indecisa con mi aspecto, así que volví a hacer un cambio en mi color de cabello y lo había pintado de rosa chicle, aunque aún estoy buscando el chicle en la historia y no me gustó, creo que buscaré otro color (algunas me entienden ¿no?)
Bueno, como iba diciendo, tomé mis cosas y enfilé mis pasos al lugar donde la magia se hace.
Entro al vestíbulo del hospital y todo aquí es un mundo distinto, la gente va de un lugar a otro pidiendo respuestas. Otros corren de camino a urgencias pues se han escuchado las sirenas y yo, camino directo al ascensor para dirigirme a mi piso, mi santuario.
Llego a mi lugar y en la estación de enfermeras se encuentra mi linda secretaria.
-Buenos días doctora Lewis- me saluda mi secretaria con toda esa amabilidad y deferencia que siempre muestra a todo aquél que llega al lugar.
-Buen día, Esperanza- hasta su nombre era acorde con el lugar donde trabajábamos ¿no?- ¿Mi agenda para el día de hoy?
-Ya está en su escritorio y recuerde que hoy viene el doctor Malory, ya sabe- me mira y sugiere con esos ojitos soñadores. ¡Ay! Si supiera.
-Ya veo, gracias por recordármelo.
-¿Necesita algo más?
-Café negro a la vena, por favor.
-Entendido- me guiña un ojo y yo le sonrío, su cara me provoca tanta paz que por eso me cae tan bien...
Comienzo mi día con una jarra de café humeante, que la dulce Esperanza ha traído y tomo los expedientes de los pacientes que me tocará ver hoy.
Trabajo toda la mañana, recibiendo a mis pacientes y escuchando sus problemas. Si algo había aprendido de trabajar con trasplantados era su necesidad de darle un motivo a sus cambios de ánimo y sensación, producto del transplante.
Me he dedicado a estudiar el tema y según varios estudios los receptores de órganos han cambiado incluso su forma de plantearse la vida o sus relaciones.
Por ejemplo, después de la cirugía, algunos pacientes dicen que se sienten menos como ellos mismos y más como su donante. Otros receptores de trasplantes dicen que desarrollaron nuevos gustos en cuanto a comida, arte, sexo o carreras después de las cirugías. Algunos incluso afirman que les implantaron nuevos "recuerdos".
Si estos síntomas pueden vincularse directamente con los trasplantes de órganos, tal vez eso significa que nuestro "sentido del yo" está contenido en cada célula de nuestro cuerpo, no sólo en uno o dos órganos. Cuestión que sería maravillosa o peligrosa a la vez, uno nunca sabe ¿se imaginan lo que podría pasar si el corazón de un asesino le es trasplantado a una persona normal?
Recuerdo un caso que me llamó la atención, se trataba de un profesor universitario de 56 años que recibió el corazón de un policía que había muerto de un disparo en la cara. Unas semanas después del trasplante, el receptor dijo que había tenido sueños en los que "vi un destello de luz justo en mi cara... Justo antes de que eso sucediera, vislumbré a Jesús".
"Así es exactamente como murió mi esposo", dijo la mujer del donante y agregó que el principal sospechoso se parece "un poco a algunas de las imágenes de Jesús".
Esta anécdota, que puede rayar en lo increíble,es posible , lo veo cada día, pero no solo con trasplantados de corazón, también con otros trasplantados, en los que el nuevo órgano parece desencadenar cambios tan fundamentales en su personalidad que ni ellos mismos se lo explican. Y por esa misma razón es que estoy indagando y metiéndome "donde las papas queman" como dicen por ahí.
Uno de los estudios más completos en este tema es el de la Universidad de Colorado, ya que fue uno de los primeros en cuantificar los cambios de personalidad que se producen tras una amplia variedad de trasplantes de órganos. Los estudios de otras instituciones se habian centrado en los trasplantes de corazón, pues se cree que estas anécdotas son las más extremas y duraderas.
En el caso de trasplantes de hígado o riñón, los pacientes en estudios previos tienden a reportar cambios en sus sentimientos de estrés, ansiedad, depresión u otros problemas de salud mental.
Y aquí va la discusión médica, algunos investigadores han explicado estas diferencias argumentando que hay un " pequeño cerebro en el corazón ". Sin embargo, estas posibles explicaciones no tienen en cuenta otros órganos trasplantados además del corazón. En cambio, en los casos de trasplante de otro órgano, tal vez los fármacos inmunosupresores sean los responsables de los cambios de personalidad, o puede que tal vez los "recuerdos" de una persona se almacenan en todo el cuerpo y no sólo en unos pocos órganos cruciales.
La "hipótesis de la memoria sistémica" predice que todas las células vivas poseen "memoria" y que un receptor de trasplante puede percibir la historia de un donante a través de su tejido.
Aunque se cortan las conexiones nerviosas de un órgano trasplantado, los nervios pueden seguir funcionando dentro del órgano. Algunas evidencias sugieren que las conexiones nerviosas pueden restaurarse parcialmente un año después de la cirugía de trasplante. Las interacciones de neurotransmisores basadas en los recuerdos del donante pueden causar una respuesta fisiológica en el sistema nervioso del receptor que afecte su personalidad.
Otro punto a destacar es que los científicos han descubierto que las células de los donantes circulan en los receptores hasta dos años después del trasplante . No está claro adónde van esas células ni qué sucede con su ADN. El ADN, una vez que se escapa de las células, parece desencadenar una inflamación , y se ha demostrado que la inflamación crónica de bajo grado altera los rasgos de la personalidad.
Son muchas las preguntas y pocas las respuestas y por eso estamos trabajando en ello.
Loco ¿no?
Pues varios de mis casos se traducen en ese pequeño estudio que me sirvió de base para plantear una nueva forma de trabajar con mis pacientes y era escucharlos a través de su "nuevo yo".
Termino de grabar mi podcast y me siento nuevamente en mi escritorio, estiro mi cuerpo y me preparo para la última consulta del día...
Una hora después...
Estoy en mi consulta, con mi último paciente y, a duras penas, aguantándome la risa, escuchando las locuras de Nathan Malory. Uno de los doctores más querido en el hospital (por obvias razones que no voy a reproducir, ya saben dónde ir si quieren saber) y uno de mis primeros pacientes. En una consulta un tanto atípica y que pone todo mi proceso de aprendizaje a prueba.
-Déjame ver si te entiendo, Nathan. Lo que me estás diciendo es que después de años de pelear con el sexo opuesto porque creías que nadie llenaba tus expectativas, ¿te has enamorado de la mamá de tu paciente y culpas a tu corazón trasplantado? Vamos hombre, ya llevas más de cinco años con él y seguiste siendo el mismo picaflor.
-Es que no encuentro otro motivo lógico, Savannah. Tú sabes muy bien que yo no me enamoro, follo y listo, pero... pero cuando la vi, el mundo se paralizó y ese pequeñajo, si lo vieras, es una ternurita y se ve tan desvalido...
-Nath. Te estas saliendo del enfoque. La pregunta es clara y ya sé que te gustó la chica, ¿pero culpar a tu corazón?- ya tenía claro que podía pasar algo así, pero a ese extremo, jamás.
-Bueno y entonces ¿a quién culpo? Porque no puedo sacarlos de aquí-se toca la cicatriz y hace una mueca de dolor- esos dos se metieron aquí dentro y ahora tampoco puedo sacarlos de mi cabeza. Necesito obtener una respuesta a esto que siento.
-Mira Nath. El órgano que llevas no tiene porqué influir en tus decisiones, eso es simple y como médico lo sabes, el tema aquí radica en que te estás involucrando sentimentalmente con un paciente y con su madre y, como entenderás, esto raya en lo ético y profesional. Como tu consejera y amiga espero que entiendas eso y le entregues el caso a otro colega. Será mejor que hables con Bruno, sino lo haré yo. No puedes nublar tu juicio por estos "sentimientos que estás empezando a alojar" hacia ellos ¿me entiendes?
-Pero ¿cómo le digo eso a mi nuevo corazón? Esto es imposible, quiero salvar a ese niño y de paso, en el camino, conquistar a su madre ¿se entiende?
Lo que acabas de decirme es la solución lógica y la entiendo, pero dame más motivos para no salvar a ese niño.
-No te estoy dando motivos para hacerlo o no hacerlo, mi papel como tu terapeuta es escucharte y acompañarte en tu proceso de asimilación de tu nuevo órgano y las implicancias que eso conlleva, te estoy dando la respuesta lógica mirando desde el punto de vista del profesional que eres, si no te sientes a gusto con cómo lo estás tratando es una cuestión distinta y como te digo, culpar a un órgano no es la respuesta. Asume que eres tú, Nathan Malory quien no es capaz de distinguir entre lo lógico y lo emocional, esa será tu nueva tarea frente a esta situación.
Has pasado por dos trasplantes y me imagino que con el corazón de tu hermana no pensabas igual ¿O me equivoco?
-Bueno... ay Vannah, no sé. Nunca me planteé eso. Siempre he sido escurridizo en las cosas del corazón, cuando me sentía atraído por Val, era distinto. En ella vi más allá de una cara bonita, me gustaba su forma de ser y lo que me precedía estar junto a ella, aunque sabía que era un imposible.
En cambio con esta chica, todo me molesta, quiero sentarla en mis piernas y darle unas buenas nalgadas para que entienda la gravedad de la situación de su hijo, pero a la vez me nace querer consolarla y apoyarla. Eso jamás se me había pasado por la mente con nadie.
-Mmm...
-¿Qué tanto Mmm?
-Es interesante tu forma de ver las cosas.
-No empieces Vannah. No soy tu conejillo de indias para que vengas a hacer un estudio o saques uno de tus brillantes tratados sobre la locura.
-No he dicho eso, lo que te digo es que tu parte racional y la emocional están en conflicto. Ahora, lo que debemos trabajar es ¿cómo compatibilizar ambas?- era lo más lógico, si de verdad su corazón era, en parte, el que provocaba sus cambios debía enfocar bien sus prioridades y me serviría para comprobar mis hipótesis.
-¿Una hora para que me digas lo que ya sé? - pregunta molesto y yo estoy a un tris de mandarlo a buena parte, pero es mi amigo y la verdad su caso es fascinante-, es que no sé que hago aquí entonces, no me estás sirviendo Vannah.
-Idiota.
-Hey, soy tu paciente en este momento y no tu amigo.
-Pues te estás comportando como un amigo - respondo, sin mirar y anotando algunos garabatos en mi agenda.
-Bien, entonces gracias por nada, Savannah Lewis.
-No seas pendejo, Nathan Malory. Sabes que siempre estaré para escucharte y que lo que necesites para eso estoy.
-Entonces ¿Qué hago?- me pregunta con ojos compungidos y cierta desazón en la voz.
-Deja de tratar al niño, es mi mejor opción y luego disfruta de lo que sientes por ellos, si verdaderamente estás enamorado los síntomas no pasarán, es más se intensificarán. Si es lo contrario, por lo menos no te quedarás con la incertidumbre de no haberlo intentado.
-¿Y qué hago con este corazón?
-Usa tu cerebro y contrólalo.
-Eres genial, Vannah -¿Quién lo entiende?- me voy, tengo que ver a Niccola.
-Ve con dios, hijo mío- su risa sonora inunda mi consulta, pero por fin puedo sacar la mía y ambos reímos a carcajadas.
-Bruja.
-¡Ya, vete!
Otro día más termina, otro día menos de vida ¿Qué hare hoy?
Esta noche descansaré, Nathan me estruja hasta la última gota de energía cada vez que tenemos terapia.
-Y yo que pensaba ir hoy a Shine, pues ni modo Vannah, hoy te irás a la camita a descansar que mañana será otro gran día.
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