"Estás diciendo tonterías. Claire está en el hospital. No tiene ese poder". Nathan suavizó su tono. "Esta vez me pasé. Pon cualquier condición, excepto el divorcio, y la cumpliré".
Jane le lanzó una mirada burlona. "Está bien. Haz que Claire pierda a su bebé".
La negativa de Nathan fue instantánea. "No".
Fue como si le hubieran a ella arrojado un cubo de agua helada encima. El corazón de Jane se hundió y soltó una risa amarga.
Nathan intentó explicar con paciencia. "Cariño, ese niño también será nuestro".
Abrió la boca para decir más, pero su teléfono sonó de repente.
La voz sollozante de Claire se escuchó, quejándose de sus náuseas matutinas.
La expresión de Nathan se volvió ansiosa. "No llores, cariño. Ya voy hacia ti".
Agarró su abrigo y se fue sin mirar atrás.
Mirando la habitación vacía, Jane rió con amargura.
Antes de que Nathan entrara, Claire le había enviado un mensaje.
Había tomado las cenizas de los padres de Jane y la había provocado, diciendo que Nathan nunca le creería a Jane.
Se jactó de que una llamada suya bastaría para que él corriera a su lado.
Y tal como Claire predijo, sucedió.
Nathan sabía cuánto significaban para Jane sus padres, y aun así usó sus cenizas para amenazarla, todo porque Claire quería el caldo preparado por Jane.
Cuando Jane había sufrido de náuseas matutinas y lo llamó, él la despidió, diciendo que estaba demasiado ocupado con el trabajo. Pero una llamada de Claire y él dejó todo.
Incluso cuando Jane fue hospitalizada con dolor, encontró ropa interior provocativa en su auto.
Las imágenes de la cámara del salpicadero mostraron a Nathan y Claire en pleno acto pasional.
En ese entonces, Jane quería divorciarse pero dudó, recordando cuánto Nathan una vez la amó.
Ahora, al saber la verdad, se dio cuenta de lo tonta que había sido.
Lucas Kane llamó en ese momento. "Señorita, dentro de tres días, la Costa Oeste tendrá las defensas más débiles. Si puede llegar allí, mi gente la recibirá".
"¿Costa Oeste?". Era un lugar que ella y Nathan habían visitado antes. No sería difícil llegar allí. "No hay problema".
Esta fue la única buena noticia que tenía hoy.
Pronto, podría escapar de este guarida de lobos peligroso.
Al día siguiente, Jane fue despertada por voces.
Salió de su habitación.
En la sala de estar, Nathan, quien días atrás había jurado que Claire no aparecería frente a Jane, ahora tenía a Claire sentada en su regazo, alimentándola tiernamente con trozos de fruta. "¿Dulce suficiente?".
"¡Muy dulce!". Los ojos de Claire se arrugaron con una sonrisa. Al notar a Jane, hizo un puchero juguetón, rodeando el cuello de Nathan con sus brazos y mirando a Jane de manera con provocación. "Nathan, tu esposa está despierta".
Nathan miró a Jane y explicó. "Cariño, Claire necesita un lugar estable para descansar por el bebé, así que la traje aquí. No te molestes".
Las pestañas de Jane temblaron. Tomó un respiro y dijo con indiferencia: "Entendido".
Su reacción calmada pinchó el corazón de Nathan como un aguja.
Suavizó su voz. "Hay una subasta hoy. Compra lo que quieras".
Jane no tenía interés, pero Nathan insistió en que fuera, llevando a Claire con ellos.
Las subastas de joyas solían emocionar a Jane.
Le encantaba coleccionar piezas hermosas.
Pero ahora, se sentó lánguidamente al lado de Nathan.
Entonces vio una horquilla de jade blanco.
Jane la reconoció al instante. Era la que su madre vendió cuando su familia se fue a la bancarrota.
Al ver su interés, Nathan pujó por ella y colocó la horquilla en sus manos.
La horquilla parecía llevar el calor del tacto de su madre de años atrás.
Los ojos de Jane se enrojecieron.
Durante ese tiempo oscuro, su madre vendió todas sus joyas, pero no fue suficiente para salvarlos.
Aunque su padre suplicó ayuda a los socios comerciales, ninguno ofreció auxilio.
Jane pensó que eran despiadados.
No sabía que Nathan estaba detrás de todo, orquestando la muerte de sus padres para atraparla a su lado.
La voz de Claire rompió el silencio. "Nathan, también me encanta esa horquilla de jade. ¿Puedes dármela a mí?".