Sin embargo, debajo de eso, una fría claridad comenzó a gestarse; sabía que pronto iba a morir, pero decidí que sería bajo mis propios términos.
Pasé todo el día siguiente reuniendo las pocas pertenencias que me quedaban; fotografías que fueron tomadas antes de caer en coma, una flor prensada que Caleb me regaló en nuestra primera cita, junto con algunas cartas que me escribieron mis padres cuando todavía me amaban.
Antes de dejar este mundo, iba a eliminar cualquier cosa que me vinculara a las personas que me destruyeron. Llevé la pequeña caja llena de recuerdos a la chimenea en la biblioteca principal, una habitación en la que normalmente tenía prohibido entrar; encendí el fuego y luego la arrojé al interior.
Las llamas tocaron los bordes de las fotografías, convirtiendo mi rostro sonriente en cenizas; el fuego consumió mi pasado, mi amor, toda mi vida, un ritual para despedir a la chica que fui en el pasado.
"¡¿Qué crees que estás haciendo?!". Una voz aguda y venenosa cortó el crujido de la fogata. Hailie estaba de pie en la puerta, con los brazos cruzados y una mueca retorciendo su rostro atractivo.
No respondí y seguí observando cómo ardía en llamas el último de mis recuerdos.
La chica se me acercó, mirándome con unos ojos que brillaban con malicia. "¿Otra vez intentando llamar la atención? ¡Eres patética! Quemar unas cuantas fotos viejas no hará que Caleb te ame de nuevo".
Sin dudarlo, pateó la caja que se incendiaba, provocando que se volcara y las brasas se esparcieran sobre la costosa alfombra persa; una pequeña llama fue suficiente para comenzar un incendio, el cual se extendió con una rapidez alarmante.
"¡No!". Me levanté de un salto y tomé una manta para intentar apagar el fuego.
Hailie me detuvo sujetando mi brazo, clavando sus uñas profundamente en mi piel. "¡Déjalo arder! ¡Que todo lo que era tuyo se convierta en cenizas!".
Un humo espeso y áspero llenó la habitación. Mis pulmones, ya demasiado débiles, se paralizaron; no pude evitar toser, un sonido profundo y desgarrador que atravesó mi pecho.
"¡Ayuda!", dije entre jadeos mientras mi visión se nublaba.
Hailie solo dejó salir una risa estridente y desquiciada. "¡Grita todo lo que quieras! ¡Nadie te ayudará! Solo pensarán que estás tratando de incendiar la casa. Un pecado más para tu lista".
Justo entonces, Caleb y Fitzgerald irrumpieron en la habitación.
"¡Hailie!", gritó mi prometido mientras corría hacia ella, ignorando las llamas y mis jadeos desesperados. "¿Estás bien?".
"¡Caleb!", gritó Hailie mientras se arrojaba hacia sus brazos. "¡Ericka... intentó matarme! ¡Provocó el incendio en la habitación!".
Intenté hablar para negarlo, pero lo único que salió de mi garganta fue una tos sibilante; al final caí de rodillas mientras todo el mundo giraba.
Cuando Caleb finalmente se volvió hacia mí, me atravesó con unos ojos glaciales y gruñó: "Nunca aprendes, ¿verdad? ¡Eres una carga para esta familia!".
La ironía de sus palabras se sintió como un golpe físico.
Se volvió hacia el personal de la casa, quienes se habían reunido en la puerta. "Llévenla al sauna y pongan todo a la máxima temperatura. Es hora de que sienta algo que de verdad la queme".
Dos sirvientes me sujetaron de los brazos, sacándome a rastras de la habitación llena de humo; estaba demasiado débil, por lo que ni siquiera pude resistirme.
Me arrojaron al pequeño sauna de madera en el sótano; la puerta se cerró de golpe, y segundos después, escuché el siseo del vapor, con la temperatura subiendo gradualmente.
El calor se volvió sofocante, presionando mi cuerpo y robándome el aire de los pulmones; sudor corría por toda mi piel, la cual ardía tanto que parecía estar en carne viva.
Golpeé la puerta desesperadamente a la vez que gritaba con una voz ronca: "¡Por favor! ¡Déjenme salir! ¡Caleb! ¡Fitz!".
Como era de esperarse, no recibí ninguna respuesta.
El calor se intensificó hasta el punto de sentir cómo mi piel se derretía.
Por alguna razón, recordé los tiempos más felices que viví en esta misma casa, las barbacoas familiares que compartimos en verano y las mañanas de Navidad junto a la chimenea.
En el pasado, di todo por estas personas, entregándoles un amor genuino.
¿Cómo pudieron las cosas terminar de esta manera? ¿Qué transformó su amor en algo tan monstruoso?
El dolor se volvió tan insoportable que ya ni siquiera podía gritar; me deslicé por la pared mientras mi cuerpo se convulsionaba.
Justo cuando sentí que perdía la consciencia, la puerta se abrió de golpe.
Hailie estaba allí, con su silueta iluminada por la tenue luz del sótano.
"¿Ya tuviste suficiente?", preguntó con una mezcla de satisfacción y burla.
Luego tomó un cubo de agua helada que estaba cerca. "Es hora de enfriarte", dijo con una sonrisa maliciosa antes de verter todo el contenido sobre mí.
Experimenté una nueva forma de agonía cuando el agua helada entró en contacto con mi piel ardiente; mi cuerpo se conmocionó y la oscuridad envolvió todo mi mundo.