Escapar de su obsesión, encontrar el amor
img img Escapar de su obsesión, encontrar el amor img Capítulo 3
3
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

La lluvia se intensificó, pegándome el pelo a la cara y empapándome la ropa hasta la piel.

Me arrodillé sobre la hierba mojada y mis dedos temblaron mientras intentaba reunir las cartas desparramadas. La tinta se corría, y la letra elegante de mi padre se desdibujaba en manchas sin sentido. Cada página arruinada era un puñal que se me clavaba en el corazón.

La caja de música que mi padre le había regalado a mi madre en su primer aniversario yacía medio enterrada en el barro, su delicada melodía había quedado silenciada para siempre.

Me arrastré hasta la puerta de entrada y golpeé con los puños contra el roble sólido.

"¡Elliott! ¡Déjame entrar! ¡Por favor!", grité, pero mis palabras quedaron perdidas en el rugido de la tormenta.

Una luz se encendió en una de las ventanas del piso de arriba y una de las sirvientas, Mary, se asomó.

"¡Por favor! ¡Ábreme la puerta!", grité.

La expresión en el rostro de la mujer era una mezcla de lástima y temor. "No puedo, señorita Pratt", respondió mientras sacudía la cabeza. "Son órdenes del señor Hickman".

Luego, la luz se apagó.

La realidad de mi situación me golpeó con la fuerza de un puñetazo. Había dejado de ser la señora de la casa. Ahora era tan sola una prisionera, y mi carcelero acababa de echarme al frío.

Miré por la ventana del salón y vi a Elliott con sus brazos alrededor de Katarina, consolándola. Él le acariciaba el cabello mientras ella sollozaba en su pecho. La viva imagen del engaño.

Una oleada de ira fría y cortante atravesó mi dolor. No iba a permitir que me rompieran.

Me pegué a la pared de la casa, intentando resguardarme del viento y la lluvia. Luego, abracé la caja de música rota contra mi pecho. Era lo único que me quedaba.

Recordé cuando Elliott y yo éramos pequeños y jugábamos en ese mismo jardín. Él se cayó del gran roble y se rompió el brazo y yo me senté a su lado durante horas, contándole historias hasta que la ambulancia llegó. Me dijo que yo era su heroína

y prometió protegerme siempre.

Esa promesa resultó ser una mentira, hecha pedazos como la fotografía de mis padres.

El frío me caló hasta los huesos y mi cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente. Una oleada de agotamiento, físico y emocional, me invadió. Apoyé mi cabeza en la fría pared y cerré los ojos, dejando que la oscuridad me envolviera.

No sé cuánto tiempo estuve ahí afuera. Cuando desperté, la lluvia había parado y la luna estaba alta en el cielo.

De repente, la puerta principal se abrió, dejando ver la silueta de Elliot parado contra la luz del pasillo. Desde las sombras, su expresión era indescifrable.

Caminó hacia mí con pasos silenciosos sobre la hierba mojada. Me miró desde arriba, acurrucada en el suelo, y por un momento vi un destello de algo en su mirada. ¿Lástima? ¿Arrepentimiento?

Lo que sea que fuera desapareció tan rápido como apareció.

Luego, arrojó un paraguas plegado al suelo junto a mí y dijo en un tono inexpresivo:

"No te enfermes. Solo sería un inconveniente".

Tras decir eso, se dio la vuelta y regresó a la casa, cerrando la puerta tras él. No me tendió la mano ni preguntó si estaba bien. Simplemente me dejó allí, tras su patético e inútil gesto de tirarme un paraguas.

A la mañana siguiente, usé la llave de repuesto que tenía escondida en el jardín para entrar. La casa estaba en completo silencio. Tomé la caja llena de barro con las cosas de mis padres y la llevé a mi estudio. Pasé horas limpiando con cuidado cada cosa, intentando rescatar lo que fuera posible. La fotografía estaba destrozada y la mayoría de las cartas estaban ilegibles. Sin embargo, la pequeña bailarina de la caja de música estaba intacta.

Estaba tratando de volver a pegarla en la tapa cuando los escuché bajar las escaleras.

Katarina fue la primera en verme. "Vaya, mira. Está jugando con sus juguetes rotos", dijo.

La ignoré, concentrada por completo en la delicada tarea.

La mujer dio unos pasos más cerca. "Sabes, Elliott se siente terrible por lo que ocurrió. Es que es muy protector conmigo".

No respondí.

"Soy muy buena arreglando cosas", dijo con un tono empalagosamente dulce. "Permíteme ayudarte con eso".

Tras decir eso, extendió la mano hacia la caja de música.

"No la toques", dije en un tono bajo y peligroso.

Elliott dio un paso adelante e intervino: "Ava, déjala ayudarte. Solo fue un accidente. Está intentando enmendarlo".

"No", respondí mientras aferraba la caja contra mi pecho.

Los ojos de Katarina se inundaron de lágrimas. "Solo quería ayudarla... Elliott, ella me odia".

"Dámela, Ava", ordenó él.

"No".

Vi un destello de ira en sus ojos antes de que chasqueara los dedos. En ese instante, dos de sus guardaespaldas aparecieron en el pasillo.

"Quítenle eso", les ordenó.

Los hombres se acercaron a mí y yo retrocedí, sosteniendo la caja de música como un escudo.

"¡No se atrevan!", grité.

Me sujetaron por los brazos. Me resistí, pero eran demasiado fuertes. Pateé y forcejeé, clavando mis uñas en su piel, hasta que uno de ellos me torció el brazo detrás de la espalda, obligándome a gritar de dolor.

La caja de música se deslizó de mi mano.

Katarina la levantó. Miró la caja, y después a mí, con una mirada de pura y triunfante malicia en los ojos.

"Ups", dijo mientras la dejaba caer.

La frágil madera y el metal se hicieron añicos contra el suelo duro y la pequeña bailarina rodó bajo una mesa.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022