Escapar de su obsesión, encontrar el amor
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Capítulo 7

Estaba arrodillada en el suelo frío y duro y mi bata del hospital apenas me protegía del frío. Sentía que mi pierna me quemaba.

Sin embargo, mantuve la cabeza en alto. No cedería.

"Te dije que te disculparas", repitió Elliott, en un tono peligrosamente bajo.

Sostuve su mirada y mantuve la boca cerrada. Mi espalda estaba recta y mi silencio era mi única arma.

Él apretó la mandíbula. Estaba furioso, pero mi rebeldía parecía desconcertarlo. Estaba esperando ver lágrimas o escuchar súplicas. No sabía qué hacer con esa resistencia silenciosa.

"De acuerdo", gruñó. "Quédate ahí arrodillada hasta que estés lista para mostrar un poco de arrepentimiento".

Luego, se dio la vuelta y regresó a la habitación de Katarina, cerrando la puerta tras él y dejándome en el pasillo. Un espectáculo público de humillación. Las enfermeras y los doctores pasaban, lanzando miradas curiosas y de lástima, pero ninguno se atrevió a intervenir.

El frío se coló más profundo en mi cuerpo. Sentía la cabeza ligera y mi visión se volvía borrosa. Estaba a punto de desmayarme.

Cuando la puerta volvió a abrirse, Elliott y Katarina emergieron con los brazos entrelazados. Ella sonreía, con un aspecto renovado y triunfal.

Se detuvo frente a mí y preguntó: "Oh, ¿sigues aquí? Debes estar realmente arrepentida". Luego, extendió una mano como si fuera a acariciar mi cabeza.

Pero yo me aparté. "No lo hagas", dije con un gruñido bajo.

La mano de Elliott se disparó, sujetando mi hombro. "Compórtate".

De pronto, un destello de plumas verdes y azules se lanzó por el pasillo. Era un pájaro. Pero no se trataba de uno cualquiera, sino de Sunshine, mi loro. Seguramente alguna de las criadas había traído, creyendo que me serviría de consuelo.

Pero el ave no estaba interesado en consolarme. Era un ser caótico y odiaba a Katarina.

Aterrizó en su hombro y chilló: "¡Bruja fea! ¡Mala mujer!".

Katarina soltó un grito agudo y aterrorizado. Ella agitó los brazos, intentando apartarlo a manotazos.

"¡Quítamelo! Elliott, ¡quítamelo de encima!".

Encantado por la reacción, Sunshine chilló de nuevo: "¡Mentirosa! ¡Mentirosa! ¡Cara de osa!".

Luego aleteó y se posó en mi hombro, frotando su cabeza contra mi mejilla. Al ver la escena, no pude evitar soltar una pequeña risa ahogada por las lágrimas.

Uno de los guardaespaldas se abalanzó sobre el pájaro.

"¡No!", grité en un intento por protegerlo. "¡No le hagas daño!".

"Elliott, por favor," le rogué mientras las lágrimas corrían por mi cara. "Es lo único que me queda. Mi madre me lo regaló".

Por un segundo, Elliott dudó y pude ver un destello del viejo Elliott en sus ojos.

Pero en ese instante, Katarina comenzó a sollozar histéricamente. "¡Esa cosa me atacó! ¡Es agresivo! ¡Podría haberme sacado los ojos!".

No era cierto. Sunshine era un bocón, pero era inofensivo.

El rostro de Elliott volvió a endurecerse y aquel destello de compasión desapareció.

"Deshazte de él", le dijo al guardia con un tono frío y sin vida.

El guardia tomó a Sunshine y el loro soltó un graznido aterrorizado.

"¡No!", grité. "Por favor, Elliott, ¡no lo hagas!".

El guardia no dudó ni un segundo. Con un crujido espantoso, rompió el cuello del pájaro.

El pequeño cuerpo de Sunshine se desplomó sin fuerza. Luego, el hombre lo dejó caer en el suelo frente a mí.

Estaba muerto.

El mundo a mi alrededor se quedó en silencio. Los ruidos del hospital, la gente, todo se extinguió. Solo quedaba la pequeña y estática pila de plumas verdes y azules en el suelo blanco.

Mi corazón, que había sido golpeado y lastimado, finalmente se rompió en un millón de pedazos.

Ese fue el momento exacto en que dejé de amar a Elliott Hickman.

Por completo.

                         

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