No había caminado mucho cuando una figura delante de mí captó mi atención.
Bianca había salido repentinamente del carro.
Sus ojos se iluminaron al verme, y corrió directamente hacia mí.
"¡Cuidado!", grité.
Un carro cercano frenó bruscamente, primero golpeando a Bianca y luego desviándose directamente hacia mí.
Desprevenida, el impacto me lanzó hacia atrás.
Un dolor agudo desgarró mi cintura, como si un cuchillo me hubiera atravesado.
El sudor frío empapó mi ropa, y me acurruqué de agonía.
Mis manos presionaban firmemente contra la herida mientras la sangre se filtraba entre mis dedos.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, la voz lastimera de Bianca resonó. "Ay... mi pierna...".
Apreté los dientes y levanté la vista, viendo a la mujer desplomada frente al carro.
Su rostro estaba pálido mientras se aferraba a su rodilla y las lágrimas corrían por sus mejillas.
Un segundo después, el carro de Carl se detuvo a nuestro lado.
Abrió la puerta de golpe y salió corriendo.
Pero ni siquiera me miró, en cambio se agachó al lado de Bianca y dijo con una voz cargada de preocupación. "Bianca, ¿estás bien?".
La sostuvo con cuidado y su toque era tan delicado como si estuviera manejando la porcelana frágil. "Déjame ver si te lastimaste algún hueso".
Bianca negó con la cabeza y sus lágrimas caían más intensamente.
Su voz llevaba un tono de víctima. "Solo quería explicarle a Elizabeth, pero no esperaba ser golpeada...".
Me lanzó una mirada con un destello de triunfo asomándose en sus ojos.
Pero rápidamente bajó la cabeza, fingiendo miedo. "¿Elizabeth, de verdad está enojada conmigo?".
"Es fuerte. Preocúpate por ti primero", dijo Carl con un tono neutral, pero su agarre en Bianca se mantuvo firme.
Al ver que su rodilla solo estaba raspada, sus hombros tensos se relajaron ligeramente.
Dejó escapar un largo suspiro. "Te llevaré al hospital para que te traten".
Solo entonces se volvió para mirarme, tendida en el suelo.
Vio mi rostro, pálido por el dolor y la pérdida de sangre que había dejado mis labios sin color.
Mi mano estaba presionada contra la herida, manchada de sangre y mi mirada helada.
No sentía ira, ni queja, solo una calma sepulcral.
El aire parecía congelarse.
Carl permaneció agachado, mirándome y su garganta de movió un poco. Pero no dijo nada.
El aliento que acababa de exhalar en aquel momento parecía estar atorado en su pecho, haciéndolo sentir incómodo.
Al ver la luz en mis ojos completamente apagada, una ola de pánico intenso surgió dentro de él.
Era como si algo vital se le escapara de entre los dedos.
Sin importar cuanto lo intentaba, no podía aferrarse a ello.