El Juego de Venganza de la Novia Fantasma
img img El Juego de Venganza de la Novia Fantasma img Capítulo 4
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Capítulo 4

POV de Eva:

Mi mirada solo avivó su furia. Su rostro se torció en un gruñido. Se agachó, sus poderosas manos agarrando un trozo de roca afilada, de la mitad del tamaño de mi cabeza. No dudó. La dejó caer, con una fuerza brutal, sobre mi tobillo ya herido.

Un grito desgarrador me atravesó. Mi cuerpo colapsó, retorciéndose en la tierra húmeda. El dolor era cegador, lo consumía todo. Mi pie se sentía desprendido, un apéndice inútil. Mi visión se nubló. Lo miré fijamente, mis ojos muy abiertos con una mezcla de shock y profunda decepción. ¿Este hombre retorcido y violento era el que amaba? ¿Por el que casi muero?

-No arruinarás mi boda, Eva -escupió, su voz desprovista de toda calidez-. Solo tres días. ¿Qué son tres días en una cueva? No es como que te vayas a morir.

Mi pierna palpitaba, un púrpura enfermizo subiendo bajo mis pantalones destrozados. El tobillo estaba en un ángulo grotesco y antinatural. Sentí que la oscuridad se acercaba, amenazando con tragarme por completo. Pero luché contra ella. Tenía que decirlo.

Luché por levantar la cabeza, mi voz apenas un susurro.

-Tengo tres días, Damián. Mi soporte vital... está programado para apagarse. Esto no es un juego. Volví para despedirme.

Mis palabras quedaron suspendidas en el aire, pesadas e ignoradas.

-Les deseo a ti y a Carla toda la felicidad del mundo -dije con la voz ahogada, la mentira sabiendo amarga-. Solo... déjame ver a mis padres. Por favor. Una última vez.

Los imaginé, sus rostros marcados por cinco años de dolor, canosos, encorvados, con el corazón roto. La idea de ellos, todavía amándome, todavía esperando, era lo único que me impedía ceder a la oscuridad. Me arrastré hacia adelante, centímetro a centímetro, tirando con mi brazo bueno, mi tobillo roto inútil, mi mano destrozada ardiendo de dolor.

Él me observaba. No con piedad, no con compasión, sino con una expresión fría, casi distante. Recogió otra roca. Más pequeña esta vez, pero aún letal. La dejó caer sobre mi muñeca, el crujido repugnante resonando en el espacio confinado.

Grité de nuevo, un sonido crudo y animal. Mi otra mano, la que había usado para cavar, ahora yacía hecha un desastre. Se acercó, su voz baja, burlona.

-No te molestes, Eva. No creerán tus historias de fantasmas. No después de lo que Carla les dijo. -Su voz era escalofriantemente tranquila-. Y además... ya están aquí.

Mi corazón se detuvo. Mi sangre se heló.

-No -susurré, la palabra una súplica desesperada-. No lo harían. Ellos me aman.

Intenté superar mi cuerpo roto, exigir respuestas, verlos. Mi garganta se apretó. Las palabras no salían.

Entonces, dos figuras emergieron de las sombras detrás de Damián. Mis padres.

                         

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