La luna del capo: Contrato de Sangre
img img La luna del capo: Contrato de Sangre img Capítulo 5 La reina de la jaula
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Capítulo 6 Eres mi ancla. Y mi protección img
Capítulo 7 La Miel y el Veneno img
Capítulo 8 El Cerco de Hierro img
Capítulo 9 La Llave y el Cardenal de Medianoche img
Capítulo 10 La Cacería Desatada img
Capítulo 11 Poder femenino img
Capítulo 12 El Nuevo Reino de la Cadena Compartida img
Capítulo 13 El Corazón del Linaje y la Nueva Corte img
Capítulo 14 El Bautismo de Fuego del Corazón del Linaje img
Capítulo 15 La Consolidación del Alfa y la Sombra del Consenso img
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Capítulo 5 La reina de la jaula

La victoria de Valeria en el escritorio no significó paz, sino un escalamiento. La coartada del arte había salvado cinco millones y, más importante, la reputación del Consigliere Pietro, pero a cambio, Lucio le había devuelto una advertencia helada: él conocía su curiosidad. Ahora, la Mansión Vane era una prisión con un solo punto ciego: la perfección en la utilidad.

El desafío no se hizo esperar. A la mañana siguiente, Valentina Moretti, con una frialdad que parecía absoluta, deslizó una nueva agenda sobre el escritorio de Valeria.

-El Don Vane requiere que asista a la cena de la familia Volkov esta noche -anunció Valentina. Sus ojos verdes evaluaron a Valeria con la intensidad de un microscopio-. No es un evento social; es una discusión final sobre el territorio de los muelles. Don Dimitri Volkov es un depredador antiguo, con la paciencia de un cocodrilo y una lengua envenenada. Usted es su esposa, Signora, no su Consigliere. Si le hace perder la cara, no habrá coartada de arte que lo salve.

Valeria sintió el peso del terror. La familia Volkov era una de las más feroces de la costa este, su brutalidad legendaria. Un error, una palabra fuera de lugar, y no solo ella, sino el acuerdo entero de Lucio se desmoronaría.

-Tráigame los informes de la Volkov Freight y los datos sobre sus activos en el Báltico -ordenó Valeria, levantando la barbilla. Su voz no tembló.

Valentina, por primera vez, pareció ligeramente sorprendida por la respuesta directa.

-El Don Vane no autorizó el acceso a esos archivos.

-El Don Vane ya no se arriesga a perder millones por la ignorancia de su esposa. Dígale que si me quiere útil, que me dé las herramientas. Y dígale que si fallo, es porque usted no cumplió mis órdenes.

Valentina se retiró sin una palabra. Diez minutos después, los informes del Báltico estaban en mi escritorio. La guerra con la secretaria había pasado de ser personal a ser profesional; una guerra que Valeria estaba dispuesta a ganar.

La cena se celebró en una suite privada en el piso superior de un rascacielos que dominaba el río. El ambiente era sofocante, cargado de humo de cigarros y ambición masculina. Don Dimitri Volkov, un hombre enorme con un rostro impenetrable, estaba sentado frente a Lucio, flanqueado por sus dos hijos y un abogado con la expresión de un buitre.

Valeria se sentó junto a Lucio. Llevaba un vestido negro de terciopelo que la hacía parecer una sombra elegante, y su actitud era de absoluto silencio, tal como se esperaba de una esposa. Sin embargo, su mente estaba encendida, analizando cada palabra, cada pausa.

El problema era el de siempre: el control del transporte. Volkov quería los muelles del norte, cruciales para las importaciones europeas de Lucio.

-El norte siempre ha sido nuestro, Lucio -dijo Volkov, con una sonrisa que no suavizaba la amenaza en sus ojos-. Tú tienes demasiado, y tu nueva esposa, si me permites decirlo, parece que sabe de números. Ella podría decirle que es tiempo de diversificar las pérdidas.

Lucio me dedicó una mirada gélida. -Mi esposa es un adorno. Hablamos de negocios, Dimitri.

-Hablamos de honor. Tu hombre, Pietro, está muy nervioso. Y tu contabilidad está demasiado limpia para ser honesta.

Fue el momento de Valeria. Habían atacado el punto más vulnerable de Lucio: su fachada de legalidad.

Valeria se inclinó ligeramente hacia adelante. No miró a Volkov, sino a Lucio, como si estuviera debatiendo la solución de un problema en privado con su marido, honrando las apariencias.

-Don Vane -dijo, su voz baja y pulcra-. Permíteme disentir. La familia Volkov opera con una eficiencia notable, eso es innegable. Pero su informe de importación de la última semana de octubre muestra una desviación del 3% en sus contenedores de Rotterdam. Esto indica no una diversificación de pérdidas, sino un problema de liquidez que están intentando cubrir. ¿Me equivoco?

El silencio cayó sobre la mesa. Volkov se tensó, y sus hijos se enderezaron. El abogado abrió la boca para protestar, pero Volkov lo detuvo con un gesto de su mano.

-¿Cómo una muchacha bonita sabe eso? -preguntó Volkov, sus ojos ahora fijos en Valeria. La admiración era palpable, pero la furia también.

-No soy una muchacha bonita, Don Volkov -respondió Valeria, con una calma que no sentía-. Soy una economista con acceso a los balances que su contable pensó que eran demasiado complejos para ser analizados. Y sus balances dicen que su problema no es la eficiencia de Lucio, sino su propia escasez de efectivo. La solución que propongo a mi marido es simple: Lucio podría ofrecer una inyección de capital en Volkov Freight (lo que resuelve su problema de liquidez) a cambio de que usted le ceda el control operativo del puerto. Su negocio se estabiliza. El de mi marido se consolida.

Valeria continuó, golpeando con su astucia: -Una inyección de capital, Don Volkov. No un préstamo. Un gesto de alianza. Una muestra de respeto de que Don Vane quiere que usted sea fuerte. Usted mantiene sus barcos. Lucio controla el muelle.

El abogado de Volkov, que había estado a punto de explotar, palideció. Era un movimiento magistral. Lucio no estaba tomando el puerto por la fuerza; lo estaba rescatando, convirtiendo un rival desesperado en un socio agradecido.

Volkov se echó hacia atrás, riendo sin alegría.

-¡Lucio Vane! ¡Tu esposa es una serpiente vestida de terciopelo!

Lucio, que había permanecido perfectamente inmóvil durante toda la conversación, asintió con una sonrisa fría. -Mi esposa tiene un don para los números, Dimitri. Si estás de acuerdo con la inyección de capital a cambio del control operativo del muelle, firmamos ahora.

Volkov miró a sus hijos, luego a Lucio, y finalmente a Valeria con una mezcla de respeto y absoluto terror.

-La serpiente ha ganado -admitió Volkov.

El trato se cerró sobre el postre. Una vez más, Valeria había convertido una amenaza en una victoria. Y Lucio Vane no había tenido que levantar la voz.

El viaje de regreso a la Mansión Vane fue silencioso. La tensión en la limusina era tan espesa que se podía cortar con un cuchillo.

Cuando llegaron a la suite matrimonial, Lucio se dirigió a la chimenea y se sirvió un whisky añejo, de pie, dándome la espalda.

-Has salvado mi acuerdo -dijo, la voz profunda y contenida-. No solo lo salvaste, sino que forzaste una adquisición sin derramamiento de sangre. Has demostrado ser la mujer más peligrosa que he conocido.

-Solo fui útil, Don Vane -respondí, despojándome lentamente del incómodo vestido de terciopelo.

-Útil -repitió él, girándose finalmente. Sus ojos dorados brillaban en la penumbra de la habitación-. La utilidad trae recompensas.

Caminó hacia su estudio privado y regresó con un grueso libro encuadernado en cuero. Lo arrojó sobre la cama.

-Ahí están los archivos y las jerarquías de las Cinco Familias. La verdad de quién te odia y por qué. Y los contactos de mi red de espías. Ahora puedes defenderte de Valentina Moretti con hechos, no con suposiciones. Has ganado tu derecho al conocimiento, Valeria.

Valeria se acercó a la cama y tocó el libro. El cuero era antiguo, pesado, como un juramento. Era un premio que valía más que cualquier diamante.

-Gracias -susurró.

-No me agradezcas -dijo él, avanzando hacia mí con lentitud, sus ojos fijos en mi rostro-. Te has convertido en el activo más valioso de la organización. Y los activos valiosos tienen que ser asegurados.

Se detuvo a centímetros de mí. Su calor, el mismo calor febril que había sentido en el altar, irradiaba de su cuerpo. El almizcle animal se hizo intenso. Me atrapó entre él y la pared, sin tocarme todavía.

-La utilidad no es la única recompensa, Valeria. ¿Recuerdas lo que te dije en el altar?

-Que yo era la que habías reconocido -dije, sintiendo que mi respiración se volvía superficial.

-El lobo tiene necesidades -susurró, su voz convirtiéndose en un ronroneo profundo que hizo vibrar mi pecho-. Mi control fue puesto a prueba por la luna. Tú me anclaste con tu mente. Ahora necesito que me ancles con tu cuerpo.

Su mano, grande y poderosa, se posó en mi cintura. El contacto hizo que mi piel se erizara. Él me tiró suavemente hacia él.

-No es por afecto, Valeria. Es por la bestia. Te he dado las claves de mi mente. Ahora tienes que darme la única llave que puede controlar lo que duerme en el Ala Oeste. El lobo te reclamó. Yo te reclamaré. Es el precio de la protección. Es el precio de la cadena compartida.

Lucio bajó la cabeza y mordió suavemente mi hombro, justo por encima de la clavícula, un contacto posesivo, pero no violento. Un beso de reclamación, que enviaba una descarga eléctrica de posesión a través de mi cuerpo.

-Si eres mía -dijo, sus labios rozando mi piel-, el lobo no te hará daño. Y los demás lobos no te tocarán. Pero ahora, eres parte del secreto. Eres la esposa del Alfa. Y la noche ha terminado.

Me levantó en sus brazos, sin esfuerzo, y caminó hacia la inmensa cama.

Valeria se aferró a sus hombros, sintiendo el conflicto interno. Esto no era romance. Esto era política, biología y poder. Pero mientras él me colocaba en el centro de las sábanas de seda, por primera vez, el miedo se mezcló con una excitación incontrolable. Había cruzado el umbral. Ya no era la prisionera. Era la reina de la jaula, a punto de ser marcada por su dueño.

                         

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