Capítulo 10 10

Ashley está pasmada. Han transcurrido unos treinta segundos desde mi olímpica confesión y no ha hecho más que mirarme con la boca un poco abierta. No tengo el tiempo suficiente para arrepentirme de lo que dije -que, bueno, ni se me ocurre cómo arreglarlo-, porque ella reacciona, pestañea un par de veces y se tapa la boca con las dos manos. Me hundo un poco en el asiento, tratando de esconderme de la vergüenza.

-Ay, por Dios, ay, por Dios, ay, por Dios -su voz se atasca en sus manos, aun tapando sus labios-. ¿Es en serio? -los ojos le brillan.

-S-sí -reafirmo en algo parecido a un murmullo.

-¡Qué lindo! -se quita las manos de la boca y puedo ver su amplia sonrisa-. Creo que me dará un ataque de emoción -bromea, aunque por como luce no me sorprendería que así fuera.

Es como cuando le cuentas a tu mejor amiga que te gusta alguien. Prácticamente lo mismo, solo que con la madre del chico.

-No le vaya a decir nada, por favor -siento las mejillas calientes.

-¿Cómo le podría decir algo? Soy un baúl impenetrable -me asegura-. Oh, vaya, jamás me había pasado esto.

A muchas madres no les llega a pasar que una chica les cuenta que está enamorada de su hijo, o eso supongo yo. Nadie tendría ideas tan locas como las mías.

-Me alegra que hayas tenido la confianza de contármelo -le baja unas quince rayas a su entusiasmo-. ¿Desde hace cuánto?

-Uhm... Creo que me di cuenta de que me gustaba el día que nos quedamos dormidos en la sala, ya sabe -trato de no derretirme de la vergüenza al hablar de un tema como este.

-Te mentiría si te dijera que no me lo pensé antes. Aunque en realidad creí que era él quien estaba flechado. Jamás lo había visto tan cerca de una chica, ¡Todavía tengo la foto!

Ella dura otro par de minutos preguntándome sobre mis sentimientos hacia Ian, y yo respondo como puedo sin trabarme, mas de seguro estoy tan roja como un tomate. Poco a poco se vuelve una conversación más cómoda para mí, es una de las grandes cualidades que tiene Ashley Lukasiac.

Cuando estamos yendo de vuelta a la residencia, habiendo hablado otros temas alejados de su hijo y de mí, ella retoma esa conversación.

-Estoy feliz de que hayas llegado a la vida de Ian -menciona-. Siempre me preocupé de qué clase de chica en algún momento gustaría de él, y saber que alguien tan buena como tú es esa chica me quita un peso de encima.

Su forma de reaccionar ante lo que dije también me hizo feliz. No es como que caerle bien a su madre garantice que un futuro donde Ian y yo podamos ser más que amigos es posible, pero hoy vi lo importante que él es para Ashley y puede que a fin de cuentas eso haya sido lo que me impulsó a decirle antes que a mis propias amigas. Ella, siento una madre tan dedicada y cariñosa, merece saberlo.

-Bueno, lo dice como si ya tuviera ganado a Ian -río un poco.

-Dudo que se pueda resistir a ti, si es que no ha caído ya.

-Y yo dudo que vaya a gustar de mí -suspiro-. Ya es bastante que seamos amigos.

-A ver, Miranda, nada de pesimismos -me regaña-. Aleja las inseguridades y así se dará cuenta de lo genial que eres.

Llevo tiempo resignándome a la idea de gustarle, pues dentro de mí no hallo la lógica ante un Ian enamorándose de... de nadie en realidad. ¿Qué tengo yo de especial? Que haya sido abierto conmigo sobre algo que no había hablado con nadie no significa algo más que una confianza que yo ansiaba tener con él. Ahora que la tengo y nuestra amistad está creciendo, me mentalizo en que está bien que nada pase entre los dos mientras seamos lo que somos en este momento.

¿De verdad puedo soportar la idea de solo ser la amiga de Ian para siempre?

No, la respuesta es no; sin embargo, es muy temprano para pensar en algo más. No me conformaré, pero tampoco forzare a Ian a verme como quiero que me vea, será su decisión haga lo que haga, y eso estará bien.

Quién sabe, tal vez Ashley tenga razón diciendo que en este momento puedo gustarle.

Mejor no me hago ilusiones.

El olor a cloro nunca me ha gustado, y como ese olor está directamente conectado a limpiar el baño, esta tarea tampoco me encanta mucho que digamos. Es inevitable que cada semana tenga que lavar el baño de mi apartamento, y le dejaría eso a mi abuelo de no ser porque el pobre ya tiene suficientes cosas que mantener en la residencia. El único escape anual que tengo para evitar esto es cuando llega mi cumpleaños, pero aún faltan un par de meses para eso, dado que cumplo en octubre

Echo el líquido en el escusado y trato de no respirar por la nariz. Uso el cepillo para restregar la poca suciedad que se acumula dentro con el paso de los días y me apuro para acortar esta tortura. Mi abuela siempre me decía que el secreto para mantener un baño limpio y sin manchas era darle algún cariño cada dos días. Para mí es imposible, así que con suerte cada semana al baño le toca su momento. Gracias a eso este pequeño cuarto no se ha vuelto una pocilga llena de suciedad.

Acabo en cuestión de minutos y aprovecho de darme un baño, dado que Britt vendrá en una hora para una pijamada. Justo por el hecho de que Britt viene es que me dediqué en la mañana a ordenar el apartamento y mi habitación.

Hace ya dos días que Ashley sabe que me gusta Ian, y desde entonces estoy pensando en que debería aprovechar el día para contárselo a Britt también. La rubia es mucho más cercana a mí, aunque eso no significa que tengo en menos a Emily. La realidad es que ella tiene otras amigas más cercanas que nosotras en la ciudad, y las tres estamos conscientes de ello.

Me pongo ropa de casa porque, luego de varios años de amistad, ya me da igual qué tan arreglada me vea Britt. Con mi camiseta de gatos y mi mono rosado bajo hacia la cocina para merendar algo hasta que mi amiga venga. Busco en los gabinetes galletas saladas y, cuando las encuentro, las unto con mermelada. Eso me recuerda que debo pedirle dinero a mi abuelo para rellenar los gabinetes de nuestra propia cocina.

-Miranda, ¿te has encargado de los caballos últimamente? No te he visto mucho por el establo -me dice mi abuelo, que acaba de entrar para tomar agua.

Viste su típico uniforme de jean gastado con camisa a cuadros. Emil Vander no es el tipo de hombre que ame arreglarse, y así lo quería mi abuela, por lo que nunca encontró razones para cambiar su despreocupada forma de vestir. Físicamente está impecable: peso saludable, sin problemas musculares, rostro casi atractivo... Sí, tiene arrugas y cabello gris como todo anciano, pero con los años supo mantenerse.

En cuanto a los caballos, desde hace semanas que no limpió ni el establo ni a ellos.

-Creo que Jake lo ha hecho por su cuenta -le menciono-. Fui un par de veces a ver qué tal iba todo y los caballos estaban bañados y el establo reluciente.

-¿Qué ha pasado con ustedes? Ya no los veo juntos -cambia de tema-. Y no creo que sea por su trabajo.

La situación Miranda-Jake sigue igual de hundida que el Titanic.

-Tuvimos una discusión y no hablamos hace un tiempo -admito, dejando mi plato con galletas saladas en la barra-. Esta vez es él quien debe hacerse cargo del asunto, supongo.

-Así se habla -me golpea el hombro con su puño-. Que vea que si mete la pata tu no irás detrás de él.

Me río junto a él y niego con la cabeza. No me siento culpable por nada, aunque tampoco es como que Jake haya metido la pata, solo... ¿qué le pasará? Supongo que celos de mejor amigo. Además, su relación con Ian es de lejos peligrosa, solo hay que ver la manera en que se retan con los ojos si están en la misma sala.

A veces creo que hasta escucho gruñidos de su parte.

-Por cierto, y hablando de los caballos -continúa mi abuelo-. Un vecino de por aquí está interesado en comprarlos para su granja. Creo que sería mejor para ellos dado que aquí no tienen tanto espacio. ¿Tú qué opinas?

-¿Sabes qué piensa hacer con ellos? No sería bueno dárselos y ya.

-Escuela de equitación -responde-. Abrirá una para el final del año y está buscando caballos para entrenarlos. Conozco al sujeto y es bueno con sus animales, así que no me preocupa cómo los vaya a tratar.

-¿Y tú estás bien con eso? Eran de la abuela -me como una de las galletas con cierto malestar.

-Bueno, ella siempre quiso entrar en competencias de equitación cuando era joven -suspira-. Sé que no es lo mismo, pero... -deja la frase en el aire-. Su terreno está dos kilómetros bajando hacia le pueblo, aunque no al lado de la carretera. Es el doble de grande que este, con establos más grandes, más caballos... Además, me dijo que, si alguien de aquí llegara a interesarse en entrar a su escuela, le daría un descuento -agrega-. En el caso tuyo y mío, sería gratis -alza las cejas.

Eso sí suena interesante.

-Puede que lo considere -respondo.

Opto por ver televisión hasta que Britt llegue. Sabré que eso ha pasado porque llamará al timbre que hay en el portón de la entrada, que se abre con un control o apretando uno de los botones del panel ubicado justo al lado de la puerta principal. En cuestión de media hora recibo un mensaje de Britt anunciando que está afuera, y posteriormente escucho el pitido del aparato que tenemos en la pared para avisarnos cuando alguien desea entrar. Yo me levanto del sofá y toco el botón más pequeño de entre los tres.

-Residencia Clare, ¿qué desea? -hablo con una voz de oficina hacia el panel.

-Ábreme, tonta -la risa de Britt invade el aparato, que modifica su voz haciéndola sonar como si hablara por un walkie-talkie.

Presiono el botón que está justo al lado del que se utiliza para el portón, el cual abre la puerta de metal que el mismo tiene.

Dos minutos después tocan a la puerta y ya yo estoy allí para abrirle a mi rubia amiga, que trae una mochila llena y dos bolsas con lo que yo creo es comida. Nos damos un abrazo por el tiempo sin ver a la otra a la cara y dejo que pase.

-Dios, al fin podemos vernos -sonríe ella-. Extrañaba venir aquí.

-Vámonos a mi apartamento directamente, no hay nadie a quien puedas saludar, todos están trabajando -le digo, ya que conoce al resto de mi familia y les tiene cariño.

Codo a codo subimos por las escaleras hasta llegar a mi piso.

-Ese es el apartamento del chico amargado del que me contaste? -pregunta ella. Señalando dicha puerta.

-Ah, sí -asiento. Bien, debería empezar diciéndole que es mi amigo, luego tal vez tenga la valentía de decirle que me gusta.

Britt saluda a mi abuelo, que ve su serie criminalística de la tarde cómodo en el sillón. Seguido de esto nos vamos a mi habitación y ella deja todo el peso que traía en mi cama.

-¿Te vas a mudar o algo? -bromeo por la cantidad de cosas que trajo.

-Llevo meses queriendo, pero tú no me dejas -se encoje de hombros y se sienta en la cama.

Si algo me encanta del físico de Britt, es la forma en que su cabello es absolutamente lacio sin necesitar aparato alguno. Fácilmente podría pasar por una peluca por lo perfecto que es.

-¿Qué tal el trabajo? -pregunto, sentada frente a ella en la cama.

-Renuncié, el gerente era ligeramente aterrador -hace una mueca de asco-. Justo ayer tiré la toalla, el tipo se la pasaba mirándome a mí a mi otra compañera de una manera perturbadora.

-¿Y cuándo ibas a contármelo? -le regaño.

-Ahora -sonríe-. De igual forma pensaba renunciar, no voy a sacrificar mis últimas semanas de vacaciones en trabajar.

Britt se cambia la ropa que tiene por un pijama azul simple, y empieza a sacar las cosas de la bolsa: sushi -seguro de la tienda que queda cerca de su casa-, una gaseosa de limón, una caja de galletas de mantequilla, dos paquetes de palomitas para microondas y malvaviscos. Como es de costumbre en nuestras pijamadas, seguimos un orden casi por accidente. Primero comemos dulces, luego vemos una película en la sala, luego cenamos y a eso de la una de la mañana comenzamos a hablar sobre nuestros problemas existenciales cuando se suponía que íbamos a dormir de una vez por todas.

Ahora que hemos acabado parte de los dulces y hemos platicado sobre las cosas aleatorias que nos han pasado estos días, nos decidimos a ver una película de terror. Vamos juntas a la sala y vemos a mi abuelo acostado a lo largo del sillón todavía.

-Es nuestro turno, abuelo -le aviso.

Él me mira con cierto fastidio, bufa y se levanta con lentitud estirando los músculos. Seguro no se ha movido desde que se acostó allí.

-De todas formas, debo pagar unas cuentas, así que... -se encoje de hombros luego de que está levantado-. ¿Dónde está el computador?

-En mi cuarto.

-Bien -asiente-. Y nada de películas románticas ridículas en este apartamento, están advertidas -nos señala con el dedo a modo de broma.

La última vez vimos un drama juvenil tan malo que mi abuelo por curioso casi muere de intoxicación. Fue su culpa por entrometerse en nuestro tiempo de chicas, aunque en realidad ni a Emily ni a Britt ni a mí nos gustó tampoco. De seguro esa fue la peor película que jamás he visto.

Britt se ofrece a preparar las palomitas mientras que yo sirvo los dos vasos de gaseosa con hielo y busco una película que todavía no hayamos visto. Al final me canso de buscar y elijo la primera que se me cruza, una sobre una autopsia que, como toda película de terror, saldrá mal.

Debo admitir que está bien. Apenas llevamos diez minutos viéndola, pero tiene una historia interesante y algo asquerosa por todo el tema de la autopsia. Es bastante gráfica y me incomodan algunas escenas. También tiene un gran elemento de suspenso, más que solo sustos sin sentido. En varias ocasiones debo taparme los ojos porque presiento que algo va a pasar, y la mitad de esas veces acaban siendo una falsa alarma. Britt ni siquiera se inmuta, como si desde bebé hubiera visto cadáveres moviéndose por ahí.

Al terminar la historia, el protagonista descubre que todo lo que vivió fue una ilusión echa por el espíritu del cadáver al que le hacia una autopsia, eso justo antes de que muera. Es un poco decepcionante dado que el resto de la trama era muy buena, aunque tampoco es un final terrible. Pudo ser mejor.

Ya a las ocho de la noche que ha acabado la película, nos devolvemos a mi habitación para buscar el sushi y comerlo en mi pequeño comedor. Está buenísimo, como siempre.

-No puedo creer que estemos comiendo tanto, somos unas cerdas -ríe Britt. Ese es el comentario que suele hacer cada vez que hay una pijamada.

-Mañana tendremos unos diez kilos de más -asiento.

A pesar de eso, no dejamos de comer hasta que la última pieza de sushi es partida a la mitad justamente para que cada una tome un pedazo. Y así acaba la fase tres.

-¿Y si vamos a la piscina? -sugiere.

-Podríamos, pero debo encender la maquina esa que regula la temperatura, a menos que quieras congelarte. También acabamos de comer y nos puede dar un calambre, o eso he oído.

-Da lo mismo, ya nos hemos lanzado a la piscina en invierno, y no hace tanto frío hoy -dice despreocupada-. Y eso de los calambres es un mito de abuelas.

Claro, solo que aquella vez terminamos los cuatro resfriados. Y digo cuatro, porque también estaba Jake.

-¿Trajiste un traje de baño? -pregunto.

-Siempre que vengo lo hago -comenta con obviedad-. Esta es la única piscina a la que puedo ir.

-La del pueblo no es tan mala.

-La del pueblo huele a pipí.

Eso no se lo discuto.

-Bueno, tampoco es que haya mucho más que hacer, así que vamos -accedo.

Ambas buscamos nuestros respectivos trajes de baño y encima nos ponemos el mismo pijama que teníamos. El suyo es negro de dos piezas, el mío... es horrible. Lo tengo desde hace años. Durante uno o dos meses fui voluntaria en la piscina del pueblo -en aquellos tiempos no olía tanto a pipí- para ayudar a niños pequeños a aprender a nadar en verano. Fue divertido, aunque el uniforme era un traje de baño deportivo de short, nada muy bonito y con un color azul algo desgastado.

Ese es el único que tengo, dado que el otro se me rompió, así que es esto o ropa interior.

-Mañana en la mañana salimos de aquí directo a comprarte un nuevo traje de baño -me dice Britt-. Hablo en serio, te lo regalaré.

Yo me río por la importancia que le da a eso, pero si ella quiere pagármelo no voy a quejarme.

Tomamos nuestras toallas y bajamos al primer piso para así salir al exterior y dirigirnos a la parte de atrás del edificio, donde se encuentra la piscina. Esta mide unos cinco metros de ancho y ocho de largo. Tiene unas cuantas sillas para tomar el sol -cuando lo hay- y mesas. Al tener encendido el regulador, es tibia y agradable, más justo ahora debe estar muy fría para mi gusto. Si en algo tiene razón Britt es que hemos soportado el agua de la piscina en tiempos peores, así que no me voy a acobardar.

Nos desvestimos estando ya frente a esta. Antes que nada, me fui hacia la lavandería, que se encuentra a pocos metros de aquí, y encendí las luces de afuera para que no nadáramos en la oscuridad, y también encendí las que tiene la piscina dentro. No sé cómo es que a mi abuelo no se le ocurrió la idea de poner el control del alumbrado un poco más cerca de la piscina en sí.

Cuando vuelvo veo a Britt tirándose al agua sin pensarlo. Sale a la superficie con todo el cabello mojado y una sonrisa. Me grita que me tire y yo lo dudo varios segundos. Sacudo la cabeza y me lanzo con ella. Cuando mi cuerpo entra en contacto con el agua siento que me he vuelto un hielo. Subo para sacar la cabeza y escupir el agua que me entró en la boca.

-Te odio por convencerme para hacer estas cosas tan fácilmente -me quejo con Britt, que nada frente a mí como si fuera una sirena.

-Ódiate a ti por ser tan sencilla de convencer -canturrea.

Nado como ella por todo el espacio que tiene la piscina. Me meto bajo el agua y permanezco allí unos segundos moviéndome, luego salgo y repito la acción. Siempre me ha encantado nadar, sobre todo en la playa. Aquí no está mal, y no hay arena que se meta por todos lados, cosa que es un punto a favor.

Britt y yo comenzamos a hacer carreras de un extremo al otro de la piscina, donde la mayor cantidad de veces soy yo quien gana. Ella, por otro lado, me destroza cuando es hora de ver quién dura más tiempo bajo el agua. Yo aguanto unos 35 segundos, y cuando salgo pasan unos 15 segundos más hasta que Britt sale del agua.

-No entiendo como duras tanto -digo tomando grandes bocanadas de aire todavía.

-De pequeña con mis primos hacíamos esto todo el tiempo -ella está igual de cansada que yo-. Ebert, mi primo mayor, aguanta casi dos minutos enteros. Está loco -ríe forzadamente por la falta de aire.

Cuando estamos estables como para seguir haciendo tonterías, continuamos nadando como peces en el mar y hasta nos lanzamos desde afuera como si tuviéramos cinco años, gritando cosas como "bola de cañón". Nos reímos mucho por las formas tontas en las que lo hacemos. Yo me quedo un minuto sentada en el borde de la piscina y Britt me sigue, sentándose a mi lado. La noche no es tan fría como otros días, pero aun así me congelo estando fuera del agua.

-Eh, ¿quién es él? -me toca el hombro la rubia y señala hacia mi derecha.

Volteo y observo a Ian con una cesta llena de ropa, la misma que semanas antes traía cuando choqué con él. Nos nota desde lejos y sigue caminando. Cuando pasa cerca de nosotras, le saludo.

-Hola, Ian -digo. No lo he visto en todo el día.

El chico se detiene a unos tres metros de nosotras, fuera del área de la piscina.

-¿No es algo tarde para estar en la piscina? -pregunta con curiosidad y su típica cara seria.

-¿Qué tal? Soy Britt, amiga de Miranda -se presenta Britt, quien no sabe que él es el chico que tanto ha odiado sin conocer.

-Ah, hola -asiente sin más, como si no la hubiera notado.

Después de dos segundos de silencio, Ian sigue su camino hacia la lavandería. Supongo que ha olvidado que tenía que lavar la ropa hoy y por eso ha ido a esta hora.

-Ese es el vecino del que te hablé -le susurro.

-¿Qué? ¿Por qué no me dijiste? -me regaña en el mismo tono-. Lo saludé y todo... Lo saludaste, de hecho. ¿No que te caía terrible?

-Em... Sí, pero ya sabes, las cosas han ido mejor -me meto en la piscina de nuevo-. Además, es mi vecino, no puedo llevarme mal con él, sería una tortura.

-Por cómo te trató no merece ni que le des la hora -bufa la rubia.

Un rato más tarde estamos de vuelta en mi habitación, preparando todo para "dormir". Lo que realmente haremos será hablar mil años más y cuando las luces estén apagadas seguiremos hablamos. Tengo razón, cuando se vuelve media noche y apago la luz, Britt todavía sigue charlando acerca del chico que vio varias veces ir a la tienda por unos zapatos.

-En serio, era precioso -la escucho, más no puedo verla. La única iluminación que entra es de la ventana, y tampoco es mucha-. Es lo único que extraño de ese estúpido trabajo.

-Hablando de eso, nunca he visto que salgas con nadie -comento, volteándome para ver nada más que su silueta acostada a mi lado-. ¿Te has enamorado?

-No, no podría llamar a esas cosas un enamoramiento -niega-. Muchos chicos me atraído, varios a la vez, pero era solo eso. Cuando alguien te atrae solo lo ves de lejos, te pones nerviosa si te habla y fantaseas con cómo sería si te invitara a la fiesta de último año, supongo que enamorarse es diferente.

-Sí, te entiendo -sonrío-. ¿cómo crees tú que es estar enamorado?

Es raro hablar este tipo de cosas con Britt. Usualmente le cuento mis problemas menores, como aquella vez donde una chica del otro curso comenzó a esparcir rumores sobre mí, o cuando pensé que reprobaría matemáticas. Ella siempre estuvo ahí para escuchar mis lamentos, y pocas veces yo soporte los suyos. Con pocas veces, en realidad me refiero a ninguna. Britt es fuerte, y se guarda sus problemas, pero pijamadas como estas donde solo estamos ella y yo son buenos momentos para dejar que sea ella quien me cuente qué hay en su mente.

-Qué pregunta tan rara -suelta una risita-. A ver... Creo que cuando estás enamorado ves a esa persona y sabes que puedes aceptarlas aun con sus defectos. No te importaría esperarla por mil años con tal de estar juntos. Lo sabes porque te aterra la idea de que un día desaparezca de tu vida, pero a su vez, si para que esa persona sea feliz debe apartarse de ti, entonces aceptarías eso sin duda alguna -suspira.

-Vaya, es lo más profundo que te he odio decir -bromeo.

-Ahora debo decir algo estúpido para balancear el universo -con ese comentario las dos soltamos unas grandes carcajadas.

Me encantan estos momentos con ella, es como una hermana para mí, al igual que Emily. Con ella también he tenido mis días inolvidables, y desearía que pudiera presenciar lo tierna que se escucha la voz de Britt cuando habla de amor.

-¿Y tú qué me dices? ¿Qué es enamorarse para ti? -pregunta ella.

¿Qué es para mí? Bueno, supongo que lo que siento por Ian podría ser eso, ¿no? Eso le dije a su madre, eso he tenido en mente. ¿De verdad estaré enamorada de Ian? ¿o es solo una atracción? No creo que sea eso último, no me gusta gente fácilmente, en mi vida él es la segunda persona que me hace sentir algo distinto, y supera con creces al primer tonto en el que me fijé.

-Pues estoy de acuerdo contigo.

-¡Así no se vale! -se queja-. Yo derrame cursilería, no puedo ser la única. Vamos, inspírate.

-Bien... -niego con la cabeza-. Creo que cuando te enamoras todo adquiere un color diferente.

No solo un color, sino miles de tonalidades distintas. Digo, puede que tu vida sea colorida ya, pero cuando llega esa persona los colores se intensifican. También creo que comienzas a sentir cosas que nunca antes habías sentido, como un zoológico entero en el estómago.

-Y yo creo que me ganaste -se acerca un poco más a mí-. ¿Algún comentario tonto que quieras hacer para equilibrar el universo? -veo que con su mano simula un micrófono y me lo pone cerca de la boca.

-Me gustan las tortugas.

Risas, suspiros y un ambiente cálido y tranquilo de nuevo. Me gusta esto.

-¿Estás enamorada de Jake? -dice de la nada, haciendo que me sobresalte por la rara pregunta-. Llevo tiempo creyendo que simplemente lo ocultas, pero somos amigas, puedes decírmelo si es así -su voz suena como la de una madre.

Jake, Jake, Jake. Sea como sea siempre vuelve a mi mente ese pedazo de idiota.

-No, y mil veces no -respondo con seguridad-. Si así fuera no tendría problema en decírtelo. No es así, no es él de quien estoy enamo... -dejo de hablar al instante.

Demonios, yo y mi boca suelta.

-¿Estás enamorada de alguien entonces? -pega un brinco y enciende la lámpara que está en mi mesa de noche-. Oh por Dios, ¿Quién? ¿Es Adam? Él es lindo y oí que te estaba mirando en la fiesta, aunque ya se graduó así que no lo verás tanto ¿O es Niall? Niall no te conviene, ¿viste que está de novio con Genesis? -me mira con ojos curiosos y ansiados de información.

Britt parece un perro que busca un hueso. Me siento y apoyo mi espalda en la pared, buscando la manera de no tener que contarle una verdad que de seguro le va a desagradar.

-Tampoco es Adam, mucho menos Niall -suspiro-. Es que... Me gusta alguien que no te cae muy bien, no quiero que te enojes -le calmo previamente.

-¡No! ¡Dime que no es Esteban! -exclama aterrada-. Miranda, ¡Que no sea Esteban por amor a...!

-Britt, me gusta Ian, mi vecino -decido soltarlo y ya, atrasarlo solo volverá este momento más extraño.

-¿Qué? -pestañea un par de veces-. ¡¿Qué?! -exclama más fuerte, con cierta frustración.

Lo sabía, sabía que iba a detestar la idea. ¿Para qué demonios pensé en decírselo? ¡¿Para qué rayos pensé en contarle todas las cosas horribles que dijo Ian?! Claro, en esos momentos no pensaba que ese tonto me iba a comenzar a gustar.

De forma instintiva me levanto de la cama y me alejo dos pasos de ella, pues una vez casi me golpea por discutir con el profesor más estricto de la escuela. Hasta el año anterior me culpaba de que nuestras notas hayan bajado en historia, cosa que conociendo a ese demonio que se hace llamar profesor, es muy probable.

-Deja que te explique -le pido antes de que me lance una almohada. Acaba lanzándola y me golpea en la cara.

-¿Estás loca? ¡Me dijiste que tiró a la basura los panqueques que hiciste! ¡Los panqueques! -alza la voz, lanzándome la otra almohada-. ¿Qué clase de persona hace eso?

-Lo sé, pero luego de que lo conocí vi que era diferente -me relajo un poco ya que no tiene más proyectiles que pueda lanzarme-. Hasta puede ser tierno -inclino la cabeza a un lado.

-¿Tierno? Alguien tierno no te dice en la cara que le molestas, ¿sabes? -insiste.

-¿Ves? Por eso no quería decirte, sabía que te pondrías así -me cruzo de brazos-. Créeme, las cosas cambiaron desde que te conté esas cosas -me siento de nuevo en la cama a su lado.

Le digo en un resumen las cosas que sucedieron para que me diera cuenta de que me gusta Ian, y ella trata de escucharme sin fruncir el ceño. Poco a poco cambia su rostro molesto por uno de comprensión. Al final parece que ya no me va a matar.

-No me agrada ese chico -gruñe-. En serio, creo que estás loca por sentir algo por él... pero si realmente te gusta, entonces te apoyaré -suelta aire con fastidio.

-¿Sí?

-Claro -asiente-. Disculpa si me enojé un poco, sabes que soy impulsiva a veces.

-¿A veces? -pregunto de forma irónica.

Es impulsiva casi siempre.

-Cállate, tonta -me golpea el brazo-. Gracias por contármelo.

-Debía hacerlo tarde o temprano -suspiro.

-Ahora durmamos, ¿quieres?

Y eso hacemos. Ella apaga la lámpara y ambas nos arropamos con mi edredón. Ahora estamos de espaldas a la otra, y yo cargo una sonrisa gigante en la cara. Por la forma en la que habló, sé que en serio no le encanta para nada el hecho de que me guste Ian, mas lo respeta y me apoya, cosa que valoro demasiado.

Duermo feliz de tener a una amiga como ella.

            
            

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