-¿Hola? -insiste la cambiada voz de Mike.
Sigo con el teléfono en la oreja, pasmada por lo que estoy escuchando. Mi hermano, mi hermano mayor...
-Miranda, ¿me escuchas? -su frase queda en el aire antes de que, reaccionando, le cuelgue.
Dejo el teléfono sobre el sillón y noto lo inquieta que estoy. El corazón me palpita un poco más rápido, mi estómago cosquillea como en cada momento que estoy nerviosa, y la respiración se me agita. He evitado por años su cara, no sintonizo ningún canal o página de deportes para no encontrármelo de pronto, así como con cualquiera de mis otros ex familiares. A todos los tiré a la basura de mi mente, pero lo único que estaba fuera de mi poder era que él me buscara a mí. ¿Por qué? ¿Qué es lo que quiere?
Me levanto para ir al refrigerador y servirme un vaso con agua. Tengo que calmarme, no puedo reaccionar así ante esto. Nunca pensé que pasaría, pero acaba de pasar, y de la forma más casual posible.
Mike fue el único que sí me trataba con verdadero cariño familiar, luego de mi padre. Ambos eran más compresivos que mi madre, que siempre actuaba como mi manager. A Madison ni siquiera la menciono, ella siempre me tuvo odio.
Mi hermano se la pasaba entrenando, pero cuando nos veíamos entre el día solíamos divertirnos bastante jugando con alguna de sus consolas a escondidas de mamá, quien me regañaba si me veía haciendo algo que no fuera productivo para mis talentos.
Varias veces Mike me apoyó con susurros de consuelo si recibía alguna reprensión por parte de mis papás, y me hacía sentir mejor si me veía triste. Eso cambió el último año antes de irme de la casa, dado que papá le exigía que se centrase en el tenis para clasificar en torneos de tenis prestigiosos de jóvenes promesas para ese deporte. Recuerdo bien que solo veía a Mike unas cuantas veces cada día, por periodos cortos de tiempo en los que ni siquiera hablábamos demasiado.
Cuando ocurrió la discusión con mis padres, él solo miró y no intervino de ninguna forma, ni se quejó mientras Madison se lo llevaba lejos de la escena como "buena hermana mayor". Aquel instante en que vi sus ojos oscuros alejarse de mí y seguir a Madison a la escalera, no tenía ni idea de que ya no lo vería más.
Aunque mi exilio de la mansión era inevitable, si él hubiera dicho algo, si hubiera mostrado su descontento con la situación, puede que justo ahora no sintiera este resentimiento que suelo negarme muy seguido.
No sé qué quiere ahora, cinco años después, pero la pura verdad es que no tengo ganas de saberlo.
-Linda, pásame el orégano, por favor -me pide Ashley, quien está almorzando conmigo, mi abuelo, Jullie, Jake e Ian.
Sí, el chico se nos ha unido a la comida -dudo que por voluntad propia-, y parece fastidiado por lo mucho que hablamos, aunque no se queja. Esta vez comemos lasaña, la cual está buenísima por las hábiles manos de Jullie para cocinar.
Le paso a Ashley lo que pide y continuamos charlando. Erick, por fin, está de vuelta en el trabajo, aunque no en la escuela, sino en cursos de verano en la ciudad. Se va en la mañana y llega por la tarde. Marieta dura todo el día en el hotel, y Chris, bueno, trabaja en un hospital así que es normal que se pierda un par de días enteros.
Todavía no le he mencionado a mi abuelo sobre la llamada de Mike -de la que ya han pasado unos cuantos días-, y no pretendo decirle. Todo lo que tenga que ver con mi padre y su familia le afecta mucho, pues que tu propio hijo te reniegue ante el mundo debe ser la cosa más horrible que te pueda pasar. Temo que, si le cuento que mi hermano trata de comunicarse conmigo, vuelve a matarse la cabeza sobre qué hizo mal para que Hans Vander se alejara así de él.
Aunque sé bien que, si lo hace, acabará por volver a la conclusión de que Hans hizo lo que quiso, que no es su culpa y que no quiere saber nada más de él.
Durante todo el día y sin una hora especifica recibo llamadas y mensajes del mismo número desconocido. Es Mike, quién no deja de insistir sin importar que no le he vuelto a responder. Ha enviado mensajes de texto y WhatsApp, todos sin abrir siquiera. No sé qué rayos busca conmigo, pero sigo sin tener la valentía de descubrirlo a pesar de que la curiosidad me mata.
Ahora ordeno la cocina junto a Ashley. Ella tiene lapsos de trabajo parecidos a los de Chris, aunque no tan duros porque solo es un ambulatorio público, mientras que él está en el hospital de la ciudad. Le queda muy lejos, pero sigue sin querer mudarse porque, dentro de horas y horas de estrés puro, la ciudad solo le hace sentirse peor.
-Y dime, ¿tienes algo planeado para hacer hoy? -pregunta ella de forma muy casual como para no tener una segunda intención.
-No hasta ahora -contesto-. ¿Por qué?
-Pues... La verdad quería pedirte un favor -le paso los platos que se ofreció a lavar-. Sucede que hoy es mi aniversario de bodas.
-¿En serio? -digo emocionada-. ¡Felicidades!
No sé muy bien qué tengo que ver yo allí, mas la dejo seguir hablando.
-El caso es que Roy quiere llevarme a pasear en un rato, pero Ian necesita salir a... hacer unas cosas -no da mucha información sobre lo que "esas cosas" serán-. Sé que es algo grosero de mi parte pedírtelo, pero, ¿podrías acompañarlo? Ya tiene su licencia de conducir y maneja excelente, solo que por las cosas que debe hacer prefiero que vaya con alguien.
Todo suena muy sospechoso y extraño. ¿Qué cosas debe hacer Ian y por qué no puede ir solo?
-¿Crees que no le moleste que yo vaya? -pregunto.
Si bien la relación entre Ian y yo ha mejorado con creces, tampoco somos los mejores amigos del mundo. Él sigue siendo bastante cerrado y yo trato de no ser atosigante. A veces hablamos por un minuto sobre algo sin importancia y eso es todo, no mucho más. Me siento bien con eso, y puede que me conforme solo porque me gusta y estar de buenas con él es mejor que nuestro estado anterior.
-No lo creo -responde sin mucha seguridad, se lo noto en la voz.
-Bien, supongo que lo acompañaré -sonrío a medias, porque presiento que al chico no le va a gustar la idea.
-¡Eres la mejor! -exclama-. Estoy tan feliz de que ya se lleven mejor. Sé que es un chico difícil, pero te aseguro que cuando tenga confianza, verás lo maravilloso que es -ella parece más emocionada por mi "amistad" con Ian que con su propio aniversario.
Terminamos de limpiar todo y ella me aconseja ir a cambiarme rápido, pues Ian mencionó que saldría a eso de las dos de la tarde, y falta media hora para eso. Sigo su sugerencia y corro hasta mi piso, cuando entro en mi apartamento, recuerdo que debo decirle a mi abuelo mis planes.
Entro a su cuarto y está en la cama leyendo un libro. Aparta su vista de este cuando nota mi presencia.
Le cuento lo mismo que me dijo Ashley, finalizando con un "¿Me dejas ir?". Él no es de poner muchos obstáculos.
-Sí, está bien, solo tengan cuidado -asiente para luego seguir con su lectura.
Ya con su aprobación, me voy a cambiar de ropa. No me complico mucho en qué usaré, así que, teniendo en mente que iremos a la ciudad, me decido por algo cómodo y fresco. Elijo una blusa blanca con mangas largas bajo los hombros, unos shorts de jean y sandalias beige. En mi diminuta mochila guardo lentes de sol, mis llaves, mi billetera y mi teléfono. Este último lo llevo ignorando desde la mañana, a sabiendas de que solo me encontraré con más mensajes sin leer.
El único arreglo adicional que hago es el de peinarme, y vaya que lo necesitaba, pues tengo nudos hasta en los pelos de los brazos. Me peino y pongo en su lugar cada cabello rebelde antes de salir del apartamento y bajar de nuevo, topándome en las escaleras con Jake.
-Hey, se me ocurrió que podríamos hacer algo hoy -comienza el rubio-. Podríamos ir al pueblo y pasar el rato en el Arcade.
Llevamos varios días sin hacer nada interesante porque en su trabajo lo necesitan a diferentes horas cada día, la mayoría de estas desde la tarde hasta la madrugada, lo que nos lleva a solo ver televisión un rato y compartir el tiempo haciendo tareas de la residencia.
Me emociona la idea, hasta que recuerdo que ya estoy vestida para ir a otro lado. Es un sentimiento de amor-odio, pues deseo pasar más tiempo con Ian, pero acompañar a mi amigo al Arcade y estar allí divirtiéndonos es una propuesta grandiosa.
Tristemente, ya me comprometí con Ashley a acompañar a Ian.
-Lo siento, tengo... otra cosa que hacer -le digo mientras bajamos juntos.
-Sí, acabo de notar que tienes ropa bonita puesta -bromea-. Cuando te vistes bien es obvio que saldrás -no miente, suelo estar zarrapastrosa durante todo el día-. ¿A dónde irás?
Cuando estoy a punto de decirle que iré con Ian, me trabo. ¿Qué pensará? Él no sabe que me gusta, tampoco sabe que nos estamos llevando mejor. No le he contado nada porque la mayor parte de las veces que interactúo con el chico, mi amigo está trabajando o descansando. No sé cómo darle la gran noticia de que al chico que vio tratarme como basura ahora me tendrá de copiloto en un viejecito a la ciudad.
No le respondo. Llegamos a la sala, nos sentamos en el sofá, y el chico sigue esperando a que hable. Yo hago como que no he oído nada.
-Oye, cuando una persona pregunta algo a otra, usualmente se espera que esta responda -comenta irónico.
-¿Ah? ¿Preguntaste algo? -miento-. Lo siento, me quedé pensando otra cosa y creo que no te oí.
-Haz estado bastante distraída -menciona-. Ahora, ¿A dónde irás? -vuelve a preguntar, creyéndose que en verdad no le había escuchado antes.
Pienso en qué responder hasta que, como una clase de milagro, Ian aparece por las escaleras y nos observa. Trae la ropa que es casi un uniforme en el: camiseta negra, jeans, tenis negros, lentes de sol y una chaqueta algo gastada de algodón. No se esmera mucho en lucir diferente, y llego a pensar que siempre tiene puesto lo mismo.
-¿Nos vamos o qué? -comenta neutral, como siempre.
El ambiente se vuelve algo incómodo, al menos para mí. Jake lo mira a él y luego me mira, absolutamente confundido. Me levanto del sofá y mi mejor amigo me sigue con los ojos. Estos me dicen de todo, pero lo más resaltante es un sentimiento de traición.
-¿Vas a salir con él? -pregunta Jake, con incredulidad.
-Sí... -respondo con lentitud acercándome a la puerta. Ian me sigue sin prestarle atención a mi amigo-. Vamos -le digo al castaño.
Jake no demuestra mucho su sorpresa, mas sí su descontento. Frunce el ceño hacia mí antes de levantarse con cierta rudeza y dirigirse hacia las escaleras. Pude notar que tenía el puño cerrado, cosa que siempre hace cuando algo le enoja. Es entendible que se ponga así porque, desde su perspectiva, es como si estuviera prefiriendo a Ian en vez de a él, que ha sido mi amigo por años.
Me siento culpable por no haberle dicho nada, ni de esto ni de lo que pasó antes; sin embargo, eso no quita el hecho de que su actitud me molesta.
Ian, ante la escena, simplemente niega con la cabeza -puede que haya puesto sus ojos en blanco, aunque no pude comprobarlo porque lleva sus lentes oscuros- y espera a que abra la puerta. Cuando lo hago para que juntos salgamos del edificio y nos dirijamos al estacionamiento. No luce ni fastidiado ni muy alegre. Viniendo de él no me sorprende.
Sigo con la imagen de Jake yéndose enojado en mi mente mientras camino por el sendero de tierra desde la entrada. Queda a unos cincuenta metros, así que me quedo vagando en mis pensamientos hasta que llegamos. Me repito mil veces en mi mente que, cuando me monte en el auto, le debo escribir a mi mejor amigo para aclararle las cosas.
Ian busca entre los pocos coches aquel que les pertenece a sus padres, el cual yo no había detallado antes. Es una camioneta negra que parece nueva. Debió ser bastante costosa. El chico va automáticamente al puesto del conductor y yo me pongo frente a la puerta del copiloto, esperando a que quite el seguro y pueda entrar. Ya dentro del auto aspiro una fragancia a limón, que se debe a un ambientador bastante bueno. Está todo muy limpio, a diferencia de la vieja y poco cuidada camioneta de Jake.
Él enciende el motor del auto y lo deja reposando un poco para calentarlo. Revisa los espejos, se pone el cinturón -yo también lo hago- y pone su teléfono en un soporte aguantado en las rejillas del aire acondicionado. Toca otros tantos botones entre la radio y el celular hasta que empieza a sonar música. No es nada que yo conozca, aunque tampoco está mal. El género no me suena para nada, así que solo disfruto la melodía.
-Y... ¿qué irás a hacer a la ciudad? -pregunto cuando Ian comienza a mover el auto.
-Cosas -responde cortante. Se sube los lentes, tal vez porque estos le oscurecen mucho el camino. Ian nota mi expresión de "dame más información" y suspira-. Qué preguntona eres.
-Culpa a tu mamá, ella me pidió venir -me encojo de hombros, sonriente.
Ian niega la cabeza y abre el portón eléctrico con el control para así salir hacia la carretera y comenzar a bajar. En treinta minutos llegaremos al pueblo, y en una hora y media a la ciudad. Será un camino largo.
No lo había pensado, pero esta es la primera vez en más o menos un año que bajo a la ciudad. Luego de venirme a vivir al páramo, solo bajaba por paseos escolares, y no fui a ninguno este pasado lapso de clases porque o me enfermaba, o no tenía ganas de ir. Siempre que bajo me da una sensación algo extraña, que me recuerdan lo que hay en esta ciudad. Solo será cuestión de minutos para que la ignore.
Es triste que una de las cosas de las que se enorgullece la ciudad de Georgina sea el albergar en ella a una de las familias más influyentes de la farándula actual, o sea, los Vander. Al menos tengo la suerte de que, siendo tan famosos, no puedan darse el lujo de salir por ahí tranquilamente a tomar un café. Tal vez mi hermano sí -por más famoso que sea, no todos ven el tenis-, pero mi hermana y mis padres tienen su privacidad condenada. Pensar en eso ultimo me pone más nerviosa, ¿hay una posibilidad de que, estando en una ciudad tan grande, el universo sea tan malvado como para hacer que me encuentre a mi hermano mayor?
Mejor dejo de ser tan paranoica.
Saco mi teléfono y me encuentro con más mensajes sin leer de ese número desconocido que tanto evito. Los abro solo para que no me molesten, y se ven las mismas frases de hace días: "Miranda, ¿puedes contestar?", "¿Podemos hablar?", "Vamos, no seas así". Ya no quiero ni molestarme en pensarlo, no estoy lista para hablarle. Voy directo a enviarle mensajes a Jake para que sepa en qué contexto estoy acompañando a Ian, y luego de que le explico todo, este simplemente ve los mensajes y no se digna en responder. Ni modo, hablaré con él cuando lleguemos.
-¿Sabes? Es algo incómodo estar metida en un auto sin saber a dónde voy -sigo insistiéndole en saber qué rayos hará en la ciudad.
Estamos bajando por la carretera, descendiendo cada vez más.
-Puedes culpar también a mi mamá por eso -contraataca con el mismo argumento que usé yo.
-¿Te molesta que haya venido contigo?
-Me molesta más que mi mamá piense que necesito una niñera -no aparta los ojos del camino, que no es muy peligroso dado que esta parte de la montaña no es tan transitada.
-Eso es un sí -me resigno a que, por obvias razones, Ian no me tenía en sus planes hoy.
Mi teléfono comienza a sonar, pues tengo una llamada entrante. La dejo unos segundos hasta que la cancelo. Es mi hermano de nuevo.
Al minuto de colgar, llama otra vez, mas en esta ocasión no dejo que suene, solo apago mi celular y lo guardo.
-¿Nunca piensas contestar? He notado que cancelas las llamadas que te entran hace días -dice Ian con cierta pizca de curiosidad.
-Qué detallista -comento con cierta felicidad. Pensar que se da cuenta de las cosas que hago es bastante lindo.
-Tu tono de llamada es irritante, por eso me doy cuenta -rompe todo lo bonito que le pudiese sacar a su comentario anterior-. ¿Es como un tipo de acosador o algo así?
-¿No me dices a donde vamos, pero yo debo decirte quién me llama? Eso me parece injusto.
-Creí que el odioso era yo -menciona como un tipo de broma, aunque sin reír.
De hecho, creo que no lo he visto reír ni sonreír en ningún momento desde que llegó a la residencia.
-Digamos que es un acosador, aunque no tan sombrío como suena -le contesto, pues tiene razón, se supone que él es el odioso. A todas estas, ¿por qué mi ánimo está cambiando tanto?-. Solo no quiero hablarle, pero insiste en hablar.
-Entonces cambia de numero -se encoje de hombros.
En primer lugar, no tengo ni idea de cómo obtuvo este número. Dudo que vaya a servir de mucho cambiarlo. Aun así, no quiero que de lo único que saquemos conversación sea de esto.
-Sí, tal vez haga eso -miento-. ¿Ya me puedes decir qué haremos?
-"Haremos" suena a mucha gente, tú solo acompañas -Dios, que chico tan directo.
-Entendido -suspiro con desanimo.
Justo ahora, aunque mis sentimientos por Ian solo siguen creciendo, me arrepiento de no haber aceptado la invitación de Jake para ir al Arcade. Bueno, en realidad tampoco tengo muchas ganas de estar con él después de cómo reaccionó y del que no me haya respondido. Para colmo, tengo a Mike Vander llamándome y mensajeándome cada día. ¡Estoy harta de todos ellos! Quisiera que Britt llegara y me llevara a su casa a comer pizza y hablar de hombres bonitos que no nos estresan la existencia.
El viaje ha sido sorprendentemente rápido -y callado-. Ya estamos entrando a la ciudad, donde de forma eventual la vista se va llenando de edificios, y los árboles desaparecen. Ian lleva una hora entera sin decir nada, así que yo tampoco inicié algún otro tema. Justo ahora solo tengo ganas de charlar porque a pesar de que el tiempo ha pasado rápido me muero del aburrimiento.
-¿A qué parte de la ciudad vamos?
-A la calle Reginald-Ouler, pero tú no sabes dónde queda eso porque no eres de aquí -dice con cierta ironía.
-Te recuerdo que nací y viví doce años en esta ciudad -pongo los ojos en blanco.
-¿Sabes dónde está esa calle? -pregunta. Como no puedo defenderme diciendo que jamás salí de casa, me quedo callada-. Eso pensé.
El cambio de un ambiente tranquilo a uno tan ruidoso es impactante: tantos vehículos, construcciones, gente, tiendas, edificios... Me alegra haberme ido. No soportaría vivir así, aunque no se ve tan mal si quieres un día distinto a los demás.
-¿Ya me dirás qué viniste a hacer a la ciudad? -vuelvo. Hay dos opciones: o accede a decirme, o me baja del auto y se va para que deje de preguntar tanto.
-Dios, nunca te cansas -es cierto, aunque por no cansarme este chico y yo nos llevamos ligeramente mejor-. Vengo a visitar a un amigo -admite.
¿Un amigo?, ¿Ian?, ¿Qué sucede aquí?
-¿A un...amigo? -mi sorpresa no es fingida, es verídica en su totalidad-. Pensé que no tenías amigos, eso me dijiste, de hecho.
-No, no tengo "amigos" -da énfasis en la pluralidad de esa palabra-. Solo él, uno, y como no puede ir a visitarme lo vine a visitar yo, ¿alguna otra pregunta? -lo último lo dice con un tono que me advierte no preguntar nada más.
-Ninguna -niego-. Aunque me alegra saber que tienes un amigo, y que vengas a visitarlo se me hace bastante lindo de tu parte. Quién diría que tienes un apego emocional hacia alguien.
-Sí, sí, lo que digas.
Una extraña emoción recorre mi cuerpo. Pensar en que conoceré al único amigo de Ian me hace sentir especial, como si poco a poco fuera descubriendo cosas que antes no conocía. Al parecer no le molestó tanto que yo viniera, o al menos no lo expresa. Esto hace que las cosas malas que me pasaron hoy -Jake y mi hermano, específicamente- queden opacadas.
Estamos en una avenida, que de lado a lado tiene plazas y centros comerciales. Ian se desvía de la avenida por una calle para acceder a la zona donde están estos últimos, y entra a uno no tan grande como otros que vi. Es bonito por fuera, con una estructura bien realizada. Al detener el auto frente a la acera, no puedo evitar preguntarle más cosas.
-¿Nos encontraremos con él aquí? -miro al chico.
-No -saca su billetera del bolsillo, y de esta unos billetes-. Tú te quedarás mientras yo voy a ver a mi amigo -me entrega el dinero en la mano-. Puedes gastarlo todo -aclara, y piensa un momento mientras mira su teléfono, lo saca de su soporte y me lo deja en la mano-. Y antes de que lloriquees y creas que te dejaré aquí y me largaré luego al páramo, quédate mi celular -lo tomo sin saber qué más hacer-. Igual prefiero que mis padres no me molesten. Ahora, bájate del auto, ya debo irme.
Bueno, no pensé que realmente fuera a dejarme varada...