Capítulo 5 Contacto

Llamó a la única mujer que conocía mejor que nadie sus preferencias pero jamás tomó la llamada, por lo que fastidiado de su mala suerte, decidió que lo mejor era ir a casa.

Llegó a su departamento y miró a alrededor. Jamás había tenido un hogar y su departamento no era la excepción, este no era más que una jaula fría y vacía donde él acudía cada día solo a revolcarse en su soledad y su infierno. Para Ahmad nada era bueno en su diario vivir y llegar al departamento, enojado, rabioso con todo y con todos, era parte de gozar incluso a sus demonios internos. Al final, como bien pensaba, no se podía dominar a esos demonios si antes no se compartía el infierno.

Fastidiado de todo, se dio una ducha y después se recostó en la cama pensando en lo que siempre pensaba: el dolor de la traición y el abandono que había tenido que sufrir por parte de su padre, por una madre irresponsable que solo lo usaba para retener a un hombre y por otra zorra sin escrúpulos que no tuvo reparo en arrebatar el padre a un niño. Aunque se dijo que no podía culparla solo a ella, después de todo, su padre prefirió cuidar de una hija extraña a su propia sangre y a pesar de que antes le dolió y mucho, ahora solo quería hacerlo pagar y que mejor que con su adorada hijastra.

La noche pintaba para él tan gris como todas las anteriores, sin un solo atisbo de luz.

Ahmad se había acostumbrado a eso desde hacía años, desde los seis años cuando su padre lo había traicionado, cuando su prima lo dejó y cuando su madre mostró la clase de porquería que era; como fuera, le dieron ganas de reír de lo absurdo que resultaba que se pusiera nostálgico de imaginar cómo sería su vida ahora si hubiera tenido amor.

Se preguntaba si seguiría teniendo los impulsos que ahora parecían dominarlo.

Se giró para sacar de la gaveta de su mesilla una foto del hombre que tanto amó y que tanto odió después.

Su padre lo abrazaba en la foto y sonreía a la cámara como si aquello lo hubiera hecho feliz.

Él jamás había sido feliz con un hijo como él, jamás lo había querido y desde luego pensó que jamás lo necesitó y se deshizo de Ahmad apenas le fue posible. Leyó la parte de atrás, ahí donde estaba escrito el nombre de su padre y su apellido.

-Byron Wilde -dijo musitando su antiguo nombre-. Así es como me llamaba, nunca fue Byron Moore, nunca me quiso.

En aquel momento, Ahmad era demasiado pequeño para comprender por qué él se apellidaba como su madre y no como su padre pero cuando creció, cuando fue rescatado de las calles siendo un adolescente por Farik Ben Torad supo lo que era sentirse amado.

Ese hombre fue más que todo lo que tuvo en el mundo. Cuidó de él y lo adoptó como un hijo suyo. Lo quiso hasta el último día de su vida y aun así, con todo eso, Ahmad se sintió un perro que un buen hombre adoptó por caridad y para palear su soledad en la vejez.

Heredó dinero, poder y una empresa que le dejaba ganancias como para no trabajar toda su vida, la misma que cada año le ponía en el top de empresarios del año. Así fue como él se había convertido en Ahmad Ben Torad dueño de Ben Corp y en el resto de su día era un escritor escondido bajo un seudónimo.

Miró nuevamente la fotografía y quiso romperla, de hecho la estrujó, pero también se aferraba a ella desde el fondo de su corazón.

Había algo dentro de él que luchaba en su interior y que era lo único que lo conservaba con un poco de cordura, esa parte de él que se negaba a morir o mejor aún que se negaba a sucumbir al desquicio total.

El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos y lo tomó solo para ver que su amigo Adrien Valenti le llamaba.

-¿Qué quieres? -dijo con tono seco al responder la llamada-. Espero que no me digas alguna barbaridad que no estoy de humor.

-Che barbarie -respondió con uno de los tantos idiomas que sabía hablar-. Solo quería saber si hoy te ha dado el sol y como ya supe que no porque estás insoportable entonces te llamo luego.

-Deja tus mariconadas para después y dime -contestó Ahmad esperando que dijera algo-. ¿Dónde estás?

-¿En dónde más? -dijo con fanfarronería-. En el Notte di seta. Ven acá y divirtámonos un rato. Te llamé para eso, abuelo. Estás estresado y necesitas relajación que solo una buena chica puede darte. Vamos a divertirnos un rato.

Ahmad pensó que no era mala idea ir a un lugar donde todas las fantasías sexuales habidas y por haber eran válidas y nadie era juzgado, creyó que ese lugar al que poco acostumbraba a ir era perfecto para desfogar sus más oscuras perversiones.

Acordó con su amigo asistir y finalmente se levantó para arreglarse y después abandonar su apartamento. Condujo un tanto ansioso. Tenía un deseo irrefrenable pero lo cierto es que pocas mujeres de las que frecuentaban el lugar habían sabido complacerlo. De cualquier forma, no estaba dispuesto a quedarse frustrado y sin sexo.

Ahmad era raro, perverso y exigente en las cuestiones de cama por lo que solía disfrutar poco al encontrar pocas mujeres dispuestas a cumplir sus exigencias, aun así, se enrolaba con algunas por una sola noche y evitaba problemas mayores.

Aparcó frente al lugar viendo a su amigo esperándolo fuera. Los ojos de Adrien brillaban y estaban enrojecidos, Ahmad se dijo que seguramente ya estaba preso de los efectos de la cocaína y él no tenía reparo en que lo hiciera, al final, era su vida y no pensaba meterse.

Se acercó a él y lo saludó escueto antes de dirigirse a la entrada.

Se registró tal como siempre era requerido colocando la huella sobre el lector y recibiendo de la embajadora una tira de condones y una llave por aquello de que necesitase usar alguna de las habitaciones o cubículos.

Ben Torad se la metió al bolsillo, dejó que le colocaran el brazalete antes de ir camino al interior junto a su amigo, quien miraba a todas las mujeres del lugar.

El ambiente era el mismo de siempre, mujeres desnudas arrodilladas frente a sus amos, mujeres teniendo orgías en cualquier lugar, hombres sometiéndose a otros o parejas teniendo sexo en algún lugar. A ninguno de los dos, les espantaba nada; al contrario, ni siquiera prestaban atención a lo que sucedía.

Miró alrededor tratando de encontrar a alguna mujer que cumpliera con los requisitos de lo que buscaba o al menos una que llamara su atención pero no vio a ninguna.

Siguió avanzando mirando de reojo entre chica y chica pero no encontraba nada que pudiera acercarse a lo que buscaba.

Pidió un trago y cuando lo recibió vio a su amigo mirar fijamente a una rubia que estaba en una de las esquinas del club. No apartaba la vista de ella y Ahmad supo que Adrien ya había elegido a su presa.

La chica no era la gran cosa, en opinión de Ahmad claro estaba, de esas mujeres que se las daban de entronas y a la hora no sabían complacer a un hombre. Esa fue su primera impresión pero quizás estaba equivocado.

Pensó que él había tenido una buena dosis de esas mujeres y le fastidiaban a la vez que le causaban risa.

-Ves a la rubia de allá -dijo Adrien mientras la señalaba-. Esta noche duerme en mi cama.

-¿Piensas llevarla a tu departamento? -preguntó burlándose de él-. Permite que lo dude.

-Solo es en sentido figurado -respondió su amigo entornando los ojos-. Jamás una mujer pisa mi casa.

Ahmad miró de nuevo a la rubia pero esta vez le llamó la atención la chica a su lado, parecía recién llegada y observaba todo a su alrededor con evidente asombro y pensó que seguro estaría rezando ya para pedir por las almas; sin embargo, le llamó la atención su figura. Le pareció familiar, conocida pero desde su posición era imposible verla del todo.

Invitó a su amigo a moverse de mesa e hicieron la seña al camarero para informarle dónde podía atenderlos. Se acercaron más a las mujeres y Ahmad pudo ver a la compañera de la rubia.

Era una chica preciosa, al menos vista desde atrás; con un trasero envidiable y la ropa ajustada y corta solo resaltaba lo bien que se vería con su pene incrustado en ella y las marcas de sus manos en el trasero.

Vio a su amigo levantarse y caminar para acercarse a la rubia. Unos segundos después, su amigo, fue recibido con evidente aceptación, por lo que Adrien señaló hacia su mesa y con eso Ahmad se puso de pie y se acercó colocando la mano sobre la cintura de la amiga de la rubia, esta dio un respingo al sentir su cercanía.

Se pegó a ella dejándole claras sus intenciones esa noche, la forma en que la dureza de su miembro empezaba a hacerse presente y aunque la chica no se quitó, sí notó que se tensaba ante su atrevimiento, lo que se hizo ridículo sabiendo que aquel lugar era precisamente para tener sexo en cualquier lado y con cualquiera.

El lugar estaba oscuro, lo suficiente para no ver claramente los rostros de ambas mujeres, salvo a la rubia, cuya posición hacía que el reflector giratorio del lugar diera de frente a ella permitiendo ver su cara por completo. Las luces tenues en color rojo hacían ver muy poco y tampoco le importaba, lo único que necesitaba era un cuerpo donde desfogarse.

-¿Quieres perderte? -le dijo cerca de la oreja a la chica, mordiendo su lóbulo y mientras Adrien susurraba algo a la rubia-. Si no quieres público no pasa nada.

Coló su mano bajo el diminuto vestido y agarró con fuerza una de sus nalgas dejando claro lo que quería, aunque pensaba que quien entrara a ese lugar creyendo que solo iba a beber estaba loco. Todos conocían lo que ese lugar era pero aun así quiso al menos preguntar.

La chica no respondió y eso en lugar de apartarlo hacía que se interesara más.

Metió su mano dentro de la ropa interior mientras veía a su amigo arrodillarse frente a la chica y encajar la cabeza en el sexo de la rubia.

Lo vio colocar las piernas de la chica sobre sus hombros y comenzar a hacerle sexo oral a la mujer que pronto parecía poseída gimiendo y sacando ella misma sus senos del vestido. Contrario a su primera impresión, la rubia sí era bastante desinhibida.

La chica delante de Ahmad no se movía solo veía la escena frente a sí con evidente morbo, dándole la espalda a su acompañante y mirando a la pareja con ojos muy abiertos. Él supo que la chica no se opondría a nada cuando al colocar su mano dentro de su sexo la sintió húmeda y escuchó el suspiro cuando sus dedos se adentraron en ella.

Sacó su mano y levantó el vestido de la chica antes de arranchar de un tirón su ropa interior y lanzarla por ahí.

Se desabrochó el cinturón y no la giró, simplemente se colocó el condón y la penetró desde atrás mientras la chica veía como su amiga ahora se encontraba con un hombre comiéndole el sexo y otro -que Ahmad no vio en qué momento se acercó- mordisqueando sus pezones.

La escena frente a sí lo excitaba, pero ver a la chica de cabello castaño que él tenía penetrada suspirar excitada lo ponía como un toro embravecido.

Se encajó fuerte dentro de ella, como siempre lo hacía, duro y sin preámbulos, en un adentrar doloroso para algunas pero parecía que para la joven castaña no lo era puesto que veía cómo ella tensaba los dedos agarrándose fuerte a la barra y bufaba con cada embestida.

Sus nudillos estaban blancos de la fuerza que ejercía mientras el hombre que la embestía bufaba cerca de su oreja, arremetiendo como un semental sometiendo a la yegua.

Fue ella misma quien se bajó los tirantes del vestido y comenzó a tocarse los senos en un intento desesperado por obtener más placer y a Ahmad le pareció tan caliente verla tocarse que comenzó un mete y saca aún más rudo y desesperado.

La joven, por su parte, pensó que el morbo de ver a su amiga siendo penetrada ahora por dos hombres frente a todo mundo era lo más perverso que había visto pero la realidad es que le excitaba tanto la escena que estaba completamente perdida de placer y entregada al desconocido que le penetraba a ella y con el que no había cruzado una sola palabra.

Ahmad tomó su vestido y tironeó de él hacia arriba hasta sacárselo y dejarla completamente desnuda en medio de la sala, con la gente follando a su alrededor como si fuera lo más normal, con gemidos y olor a sexo por todo el lugar.

Siguió embistiendo fuerte hasta que soltó el primer azote sobre la chica que lo único que hizo fue lanzar un quejido entre el dolor y el placer pero no se apartó.

Aquello incentivó a Ahmad, quien saliendo de dentro de ella unos segundos se quitó la ropa como pudo mientras la chica no apartaba la vista de su amiga, que gritaba sin pudor frente a ellos, y hacía que la castaña se masturbara con fuerza en espera de que Ahmad continuara.

Vieron a Adrien tomar a la rubia en brazos y le indicó al otro hombre que fueran al sofá que había frente a ellos.

Se sentó y la chica lo montó de inmediato, cabalgó sobre él antes de que el otro sujeto la recostara sobre Adrien y luego se incrustara de nuevo en ella, desde atrás.

La chica, aún de espaldas a Ahmad, se tocaba viendo la escena de la doble penetración de su amiga, por lo que él se acercó a ella la tomó del cabello de un solo tirón y habló:

-Me gusta duro -susurró mientras ella asentía sin comprender del todo a que se refería, pero perdida en las sensaciones, no fue capaz de razonar las palabras de Ahmad-. Muy duro y si no puedes o no crees aguantar, vete.

La chica se giró frente a él y lo observó.

Ahmad apenas podía notar sus facciones con la poca luz pero se veía bonita y más aún cuando ella asintió y se acercó tímida a él.

-No me gustan los tríos -dijo la chica señalando a su amiga-. Son excitantes pero no me gustaría eso, odiaría ser compartida.

Ahmad no dijo nada, solo asintió y esperaba que ella haya visto el gesto por lo que volvió a tomarla del cabello y la arrodilló con fuerza dejando su miembro, al que previamente le retiró el preservativo, frente al rostro de la chica.

-¿Qué esperas? -dijo demandante viendo cómo ella acercaba sus manos y su rostro a su pene.

Lo metió en su boca y comenzó a masturbarlo a la vez.

Era torpe y abría poco la boca por lo que la detuvo y advirtió.

-Métela toda y quita las manos -dijo autoritario y tomando su cabello en una coleta apretada con su puño, la cual tiraba hacia arriba para mantener su cabeza erguida-. No quiero que las uses. Solo la boca.

Ella dejó que volviera a entrar en su cavidad bucal y poco a poco relajó la garganta permitiendo la intrusión más profunda.

Ahmad colocó ambas manos sobre la cabeza de la chica y comenzó a embestir su boca con estocadas fuertes y profundas, con rudeza, como a él le gustaba.

Podía sentir que la chica poco a poco tenía arcadas y los ojos llorosos al sentir que no podía recibirlo por completo pero no le importó, él siguió atacando su boca hasta que el estallido del orgasmo se avecinaba.

Se metió cada vez más profundo hasta percibir las lágrimas de la chica sobre su mejilla, producto de las arcadas que le provocaba el pene en lo profundo de su garganta. Las comisuras de sus labios correaban pequeños hilillos de saliva y Ahmad solo continuó bufando como un toro mientras arremetía sin detenerse, buscando desfogarse sin reservas.

En algún momento, sacó su miembro de la boca de la chica viendo como esta se doblaba frente a sí tosiendo por la presión de su miembro y jalando aire.

Volvió a tomarla del cabello y la puso de pie antes de jalarla y lanzarla sobre otro de los sofás. Sin delicadeza alguna, la apretaba del brazo y del cabello cada vez más fuerte.

-Ponte en cuatro -ordenó mientras la veía obedecer sin rechistar.

Ahmad sabía que estaba siendo tosco pero le complacía saber que la chica obedecía sin decir nada y parecía disfrutar del trato.

La joven esperaba y pronto colocó la cabeza sobre el sofá poniendo solo un cojín debajo de su cabeza y esperó paciente al tiempo que él se colocaba un condón nuevo para penetrarla.

El pene del hombre se incrustó fuerte en su cuerpo y ella gritó ante el salvajismo antes que tirones de cabello la sometieran y sintiera una nalgada tras otra que solo servían para calentarla más.

Recordó que ella siempre había sido bastante receptiva en el sexo pero desafortunadamente solo había tenido dos novios y con actividad normal, además de que le daba pena decir lo que en realidad le gustaba en la cama. En cambio, al ceder a la invitación de su amiga, se dijo que estaba dispuesta a disfrutar de un amante fortuito y olvidar después de aquello.

Giró el rostro para ver a su amiga ahora con dos hombres penetrándola mientras otro de ellos se colocaba con el pene frente a ella y comenzaba a chuparlo.

Salió se sus pensamientos cuando las manos de su amante tomaron su cabello y jalaron su cabeza hacia atrás mientras aceleraba el ritmo de las embestidas.

La hizo gritar sin medida y casi desgarraba su garganta cuando los dedos del sujeto horadaron su ano y la penetraron al cabo de unos minutos. Fue igual de rudo, salvaje pero poco le importaba cuando todo dentro de ese lugar eran gemidos y gritos.

Suspiró en medio del cansancio, el placer y el dolor que sintió cuando él salió de ella para sentarse a su lado.

-Móntame, perra -dijo Ahmad con rudeza y tironeó de ella para apresurarla.

La mujer obedeció y se subió sobre él mientras poco a poco sentía como el pene entraba pero Ahmad la tomó de la cintura y la jaló para que se incrustara de un tirón sobre él.

Ella gritó al sentir la invasión pero disfrutó de sentirse usada y con una penetración tan profunda. Poco a poco se acostumbró y comenzó a saltar con fuerza sobre él mientras sentía las mordidas y tirones que le hacía a sus senos.

Metió la mano entre ambos cuerpo y comenzó a frotarse el clítoris al mismo tiempo que él mordía fuerte su cuello y cada parte de sí que estaba a su alcance.

Ahmad le tomó las manos y se las llevó a la parte de atrás sujetando ambas muñecas con una de sus manos, tan fuerte que dolió pero le gustó; con la otra mano tiró del cabello obligándola a echar la cabeza atrás y arquear el cuerpo para dejarla completamente indefensa y vulnerable a él.

-¡Vamos, muévete! -dijo el hombre mordiendo su pezón y sacándole un grito que la hizo expulsar por el sexo una pequeña cantidad de fluidos ante el doloroso placer-. Quiero que termines así.

La posición era sumamente incómoda y dolorosa pero también, en opinión de ella, excitante como ninguna otra.

Se movía sobre él con fuerza mientras los dientes de su amante retorcían sus pezones y la llevaban al éxtasis que jamás había sentido.

La soltó pero arremetió contra ella a nalgadas fuertes que resonaban junto con el golpeteo de su sexo y a su vez metía dos de sus dedos en el culo de la mujer, quien solo gritaba de placer.

A la joven no le desagradaba; al contrario, aquello le hacía sentir como jamás se había sentido, como una cualquiera, pero la sensación no era desagradable.

Pensó que en cualquier momento iba a desmayarse y cada uno de sus sentidos sucumbiría a la vorágine de gozo que estaba envolviéndola. El vientre se le tensaba ante el inminente orgasmo y las paredes de su sexo apretaban el pene de su amante, quien bufaba a punto de correrse.

-¡Córrete ahora zorra! -ordenó.

Escucharlo decir eso, hablarle de esa manera tan sucia y fuerte, fue demasiado para la chica, que con un grito bestial se desmoronó sobre él mientras el hombre la apretaba y gruñía mordiendo a la vez sus pechos hasta dejarles una marca.

La chica casi perdió la consciencia con el orgasmo pero al desmontarlo lo vio quitarse el condón y hacerlo un nudo lanzándolo a la papelera cercana.

Ahmad pensó que la chica podía soportar un nivel más de dureza.

-¿Cómo te llamas? -inquirió aun sentado y con el pene semierecto.

-Hollie, me llamo Hollie -dijo ella con la respiración agitada.

                         

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