[Un días antes]
Camino a pasos rápidos al lugar más horroroso y desagradable del mundo. El instituto.
Está aproximadamente a unos cinco minutos de distancia de mi casa, por lo que cada día salgo unos ocho minutos antes llegando a la misma vez que suena la campana que da el comienzo de las clases.
Solo estamos a mitad de curso y ya no puedo más. La acumulación de exámenes, deberes y trabajos me tienen bastante cansada. No me imagino el día en que el curso acabe y demos paso al verano.
Verano...
Sin duda, es mi estación favorita del año. A pesar del fuerte calor y la necesidad de líquido en mi cuerpo para no deshidratarme, me gusta. Y sobre todo, me gusta bañarme en la fría agua de la playa o piscina.
- ¡Ares!- Fiona corre hacia mí moviendo su largo cabello hacia los lados.- Dios, odio correr.- para quedando a unos centímetros de distancia apoyándose las manos en las piernas.
- ¿Alguna vez dejarás de quejarte por todo?- ella me da una mirada seria a lo que yo le sonrío.
- ¿Debo responderte a esa pregunta?- levanto mi ceja izquierda llevando hacia debajo la otra. Ella intenta hacer el mismo gesto, y al ver que no puede, gruñe.- me tomaré eso como un no.- se responde ella misma.
- ¿Y bien?- mueve sus ojos en mi dirección. Se queda seria para luego comenzar a reír.- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?- me llevo las manos al rostro tocándolo por completo. Nada.- Fiona, ¿De que te ríes?- niega llevándose las manos a la barriga por sus fuertes carcajadas.
Me giro al ver como señala detrás mía. Me encuentro con un percal algo extraño y gracioso. Un chico está repleto de algún líquido que la chica frente a él le ha tirado. Sonrío de lado al ver como él tiene su cara totalmente roja de la rabia y la chica ríe junto a sus amigas.
- Mejor vayamonos.- cojo el brazo de mi amiga obligándole a andar.
Las dos caminamos a un banco en el cual nos reunimos todos a la hora de desayunar. En invierno el poco sol que sale da de lleno, por lo que es uno de nuestros lugares favoritos. Cuando llegamos, los demás ya están ahí hablando a gritos.
- ¿Que pasa Pringados?- Fiona. Ella siempre siendo tan... Ella.
- ¡Ares! A ti te estábamos esperando.- Gala coge mi brazo sentándome a su lado.- No aceptamos un no por respuesta.- espero a que siga ya que no se a lo que se refiere.- Hoy. Nosotros. En medio del bosque. Historias de miedo. A las 12:00.
Me quedo mirándola ceñuda para luego ir pasando uno por uno, los cuales tienen sus miradas fijas en mí.
1° Ha sido muy clara al especificar que no vale un no por respuesta.
2° Es muy extraño que todos me miren. Lo que quiere decir que la única que no sabía esta información era yo.
3° ¡Porque he sido la última en enterarme!
Fiona, Devin, Lander y Gala esperan impacientes mi respuesta, y eso me da a pensar que tengo como mejores amigos a unos tontos. Si supuestamente no valía negarse, eso lleva a que la respuesta será sí, ¿No?
- Vale chicos. Si no vale un no, entonces será no...
Gala empieza a aplaudir emocionada para parar a los pocos segundos.
- Espera, ¿Qué?- su boca se entreabre borrando todo rastro de emoción. Todos reímos ante sus gestos. Algo que amamos, es fastidiarla.
- Sí Gala, iré.- río de nuevo cuando ella vuelve a aplaudir.
Está demasiado emocionada, y eso es sospechoso ya que ella odia todo lo que tenga que ver con terror. Y mucho mas con estar solos a las 12 de la noche en medio del bosque.
El día transcurrió lento y pesado. Las horas restantes pasaron bastante lentas.
Estaba entusiasmada y nerviosa por lo que ocurriría esta noche. Nunca había hecho algo parecido, y aunque no me pareciera del todo una buena idea, iré.
Espero no encontrarnos un loco el cual nos intente secuestrar como pasa en las películas de terror.
Saco las llaves del bolsillo de mi chaquetón y me dispongo a abrir la puerta de casa. Una vez la abro, cierro dejando las llaves en la pequeña mesa que decora la entrada de la casa.
- ¡Llegué!- grito para que mis padres sepan de mi llegada, pero ninguno de los dos responden.- ¿Papá? ¿Mamá?
Entro en la cocina, en el salón, en el cuarto de baño, subo a la parte alta buscando por cada rincón de la casa, y aun así ninguno de los dos aparece.
Paro en medio del pasillo que comunica todos los cuartos. Pienso y pienso si en algún momento ellos dijeron si irían a algún lugar.
Nada, nada y nada.
Me llevo las manos al corazón asustada por el repentino sonido de mi teléfono móvil. Bajo las escaleras rápida contestando la llamada.
Pude respirar tranquila al ver en la pantalla. "Papa" Los cuales habían ido a hacer la compra de la comida.
Somos cuatro hermanas. Yo soy la mayor, y las otras tres son tres hermosas trillizas. No hay ni una pizca de diferencia entre ellas. Sus pelos ondulados y marrones son idénticos, al igual que sus ojos marrones y piel tostada.
El ser la más grande de la familia ha echo que mis padres siempre estén pendientes de mí, sabiendo en todo momento en dónde estoy.
En un principio me fastidiaba tenerlos todo el tiempo encima mía, pero poco a poco fui entendiendo que lo hacían solo por mi bien. Que unos padres se preocupan por sus hijos, al igual que ellos lo hacen por mí. Y desde ese momento, nunca más me cabree por ese tema porque al fin y al cabo ellos quieren lo mejor para mí.
Entré en mi cuarto y cogí ropa limpia para darme un relajante baño. Me desnudo por completo y giro la manilla al tope para luego de unos segundos notar el caliente vapor. La bañera se va llenando con rapidez. Me meto en el interior sintiendo mi cuerpo tensarse por el ardor del agua. Me tiendo dejando mi cabeza al descubierto. Cierro los ojos relajándome.
Me imagino tendida en medio del campo, rodeada de todo tipo de flores. Amapolas, tulipanes, rosas...
El paraíso.
- Ares.- unos toques en la puerta llaman mi atención. Sabrina sigue llamando a la puerta sin parar.- Ya llegamos Ares.
- Vale Sabrina.- contesto.
La pequeña de tan sólo nueve años corre escaleras abajo gritando a los cuatro vientos que estaba en el baño y ya me avisó de que llegaron.
Cuando terminé de darme mi relajante baño, bajé a la cocina para saludar a cada uno de los integrantes de la familia y hacerme el almuerzo.
Comenzamos a hablar de cosas triviales. Anne, Sabrina y Adriana no paraban de hablar de lo bien que se lo habían pasado en el colegido, mientras que mis padres y yo reíamos por los gestos que hacían cada una.
Les conté sobre lo que haría esta noche, y a pesar de negarse repetidas veces, conseguí convencerlos.
Ellos odian el hecho de que estuviera sola por la noche por el pueblo, y aunque esta vez no estuviera sola, tampoco estaría en el pueblo, sino en medio del bosque, que era mucho peor.
Meto lo esencial en la mochila, como son una manta, una botella de agua, algo de comida etc. Y me dispongo a enviar un mensaje al grupo en el que estamos todos metidos diciendo un "Ya estoy".
Unos minutos más tardes, nos encontramos todos en la puerta de mi casa.
Todos nos miramos serios. No se si esto es una buena idea, pero ya no hay vuelta atrás.
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