Mi novio y mi ex
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Capítulo 8 "¡Es de madrugada, idiota!"

Abro los ojos. Ya es de día y al mirar a mi alrededor, ni Marcus, ni Mack, ni Emma están en la habitación. Me levanto, ato mi cabello en un moño alto y salgo de la habitación con un ardor horrible en los ojos causado por el insomnio. Creo que dormí solo dos horas y no estoy acostumbrada hacerlo, pero también creo que valió la pena.

Bajo las escaleras, paso por el pasillo lleno de fotos y veo de reojo en la cocina a varias personas. Me rasco un ojo con la mano en forma de puño, giro sobre mis talones y me encuentro con la imagen de mi padre con un delantal puesto, pasándole alguna comida servida en platos a mi madre, para que los ponga frente a cada comensal sentado en la mesita que decora el centro de la cocina, en donde efectivamente están todos masticando.

Camino en esa dirección y choco con alguien, al levantar la mirada me encuentro con los ojos marrones cansados y llenos de repudio por la vida de Marcus. Mágicamente sus ojeras no son tan notorias y un color muy sutil decora sus mejillas, tiene la misma ropa de ayer, los tatuajes al descubierto y desafortunadamente esa asquerosa camiseta blanca le queda muy bien, incluso cuando está dormido.

Tiene un vaso con jugo en la mano y su forma de penetrarme con la mirada hace que me corra un escalofrío por todo el cuerpo, es como si quisiera decirme que me odia, pero... por algún motivo no puede hacerlo.

⸺¿Estás bien? ⸺inquiero.

⸺Claro, ¿por qué no lo estaría?

⸺Te quedaste ahí mirándome como si me quisieras matar.

⸺Que lo quiera hacer no significa que algo esté mal conmigo ⸺una de sus comisuras se curva.

⸺¿Qué?

⸺Nada, solo iba al baño y te atraviesas.

Frunzo el ceño y me corro hacia el marco de la puerta sin despegar los pies del piso. Marcus desaparece por el pasillo y me quedo embobada mirando hacia la mesa. De inmediato mi hipnosis se ve perturbada cuando mis ojos captan que Mack me está mirando con la misma sonrisita de hace unas horas.

Tomo asiento entre el señor Swan y Emma, en diagonal a Mack. Su mirada refleja a la perfección sus pensamientos, los cuales estoy más que segura son imágenes proporcionadas por los recuerdos de la maldita fiesta de Halloween, el estudio, mi vestido, su pene, el escritorio, la oscuridad y una de las mejores folladas de mi vida. «De nuestras vidas, porque sé que a él también le gustó»

Me recorre el torso con los ojos ⸺aún con la sonrisa ladeada⸺.

⸺Ella ¿Huevos o Pancakes? ⸺pregunta mi padre.

⸺Pancakes.

De nuevo me fijo en la asquerosa mirada de Mack, esta vez con las comisuras menos elevadas, pero aún con aires de: "sé que quieres que te toque, no te hagas".

Mi madre me entrega el plato con los pancakes, tomo uno con mi mano y comienzo a masticar un pedazo, mirando a Mack con la misma fijeza que él, casi como si estuviéramos en una guerra para ver quien aguanta más sin parpadear.

Emma se levanta y le agradece a mis padres, sale de la cocina y así mismo lo hace después el señor Swan.

-¿Quieres algo más, Ella? -inquiere mi madre.

Niego con la cabeza y los cachetes a reventar por la masa en forma de bolita que formé a punta de mordiscos nerviosos al pancake.

Mi madre acaricia una de mis mejillas con suavidad y sonríe con la atención puesta sobre Mack, quién no se esmera en ocultar la mirada lobuna con la que me ataca y me hace temblar, a tal punto que a la bola de alimento en mi boca se le han sumado dos mordiscos más.

-Pórtate bien, Mack.

Esas palabras hacen que la expresión del castaño cambie y sus ojos ahora se fijen en mi madre.

-No asustes al chico, Linda... -interrumpe mi padre.

-No lo asusto.

Mi madre pasa su mirada a la espalda de mi padre.

-Yo me asustaría si la mamá de una de mis amigas me dijera eso.

-Bueno, -hace un gesto para restarle importancia y seguir con su discurso- te quiero como a un hijo, -sonríe con amabilidad- y siempre estaré para ti. Lo sabes.

-Gracias.

Mack le devuelve la sonrisa, mientras en sus pupilas hay un destello de nostalgia. Ese tipo de sentimiento que te proporciona un dolor en el pecho, ejerciendo la presión justa para que te den ganas de llorar cuando recuerdas algo.

La madre de Mack. La señora Forrester o solamente Lindsay Forrester, había sufrido durante años con la enfermedad silenciosa a la que todos le tenemos miedo: el cáncer.

Cuando Mack cumplió los cinco años descubrieron un melanoma nodular en el cuerpo de la señora Forrester. El melanoma ya había hecho metástasis, hasta extenderse y llegar al cerebro. Recuerdo a mi madre con Lindsay entre sus brazos, con la cara empapada en lágrimas, al igual que la madre de Mack. Todos estaban destruidos, todos en las familias: Forrester, Swan y Roberts se habían derrumbado por la horripilante noticia con la que un día llegaron los padres de Mack.

Nuestras familias siempre habían tenido una relación solidaria, reforzada con una amistad que había nacido desde el principio de los tiempos. Prácticamente era algo así como Emma, Mack y yo; nos conocíamos desde que habíamos llegado al mundo y a nosotros se había sumado Marcus cuando ya éramos adolescentes. Aunque el hecho de que llegara después de unos cuantos años nunca hizo que lo viéramos distinto o que no confiáramos tanto en él, por el contrario, su llegada revolucionó nuestra amistad y le agregó ese toque de oscuridad o ese integrante depresivo que cualquier grupo de amigos debe tener. Es ley.

La enfermedad de Lindsay hizo que por un tiempo todos se sumieran en una nube gris de melancolía por lo que ya era más que obvio que iba a pasar. Porque nadie se atrevía a decirlo, pero todos sabían que tarde o temprano, la señora Forrester iba a fallecer y que para ninguno iba a ser fácil, así mismo como ninguno tenía las herramientas o tan solo no podía hacer algo para impedirlo.

Sin embargo, Emma, Mack y yo no nos preocupábamos mucho por lo que sucedía. Puede que tal vez suene despiadado o indolente, pero los tres éramos niños y aunque sabíamos lo que significaba la palabra cáncer, si lo analizábamos con objetividad, realmente no teníamos ni idea lo que significaba que una persona -más concretamente la madre de Mack- tuviera cáncer.

Vimos a todos cuando lloraban por la noticia mientras jugábamos por toda la casa de los Forrester y fingíamos que las ranuras del piso eran tiburones, osos o incluso cocodrilos que si los pisabas morirías y hasta ese momento la idea de morir no existe en tu mente. O por lo menos no consideras que la muerte sea una buena opción o una meta en tu vida. No cuando estás en el límite de tu infancia. Quizás cuando te haces adolescente y la vida se torna monótona, sobretodo para las personas como Marcus.

Durante un tiempo bastante corto solamente Mack lloró, a simple vista llevaba muy bien la muerte de su madre; no se deprimía por su ausencia, podía seguir con sus actividades diarias y aparentemente con nuestra compañía y entre las risas, Mack había superado la partida de su mamá.

Hasta que ese día llegó; el día en el que tu cerebro hace una pausa y te ordena que te detengas, que analices qué demonios haces con tu vida. Ese día la vida de Mack se oscureció, a tal punto que necesitó terapia psicológica para no ahogarse en todos sus sentimientos y en esos pensamientos que lo incitaban a atentar contra su vida, porque sentía culpa por haber sido un niño tonto que había tardado años en darse cuenta que su madre ya no estaría en su graduación, en el ingreso a su universidad, ya no lo acompañaría cuando saliera de viaje con su padre, ya no sería ella la que firmaría los permisos para cualquier cosa de la escuela, ya no estaría para navidad, ya no sería su apoyo incondicional... porque se había demorado en darse cuenta que su madre ya no estaría con él, ya nunca más iba a poder volver a estar con él.

Ahí fue cuando Marcus llegó. A todos nos encantó con su aura oscura de: "detesto la vida", y era curioso, porque a Marcus sí le gustaba su vida. Tal vez aborrecía una que otra cosa como todos lo hacemos, pero por encima de cualquier cosa, sin que importara cuantas alegrías existieran para él, Marcus tenía esa cara de póker plasmada durante todo el día. Era como si diosito o quien sea el creador de la humanidad no lo hubiera dotado con más expresiones.

Esa compañía y el respiro que la llegada de Marcus le dio a nuestra amistad adolescente, ayudó mucho a Mack en su dolor. Distrajo un poco los malos pensamientos, aunque no los encubrió. A Mack todavía le dolía saber que su madre ya no estaba con vida y que él no había sido consciente de eso antes de quemar esa etapa de la niñez cegadora. Pero sabía que gracias a ella también había podido seguir con su vida, porque de lo contrario, con la mente y el mínimo entendimiento para este tipo de asuntos que un niño de cinco años tiene, él tenía más que claro que se habría derrumbado y nunca se habría levantado.

Un día, nuestro grupo de amigos de primaria de aproximadamente diez niños se redujo. Uno por uno iba desapareciendo de nuestro entorno, ya fuera porque quería irse a jugar con otros niños, porque se iban del pueblo o porque les llegaba la idea traicionera que a todo niño le llega: "Ya no quiero ser más su amigo, ¿por qué? Porque sí". Sencillo y doloroso. No había justificación para la decisión radical de un niño de menos de siete años al que se le metía la idea de que no quería seguir con la amistad. Y así, lentamente se fue desintegrando poco a poco el gran grupo de amigos del que yo era parte y se redujo a Mack, Emma y yo. Quiénes un día dejaron de ser tres para ser cuatro con Marcus, así mismo nuestro mini grupo se dividió (sin distanciarnos, obviamente).

Mack y Marcus empezaron hablar de cosas que a Emma y a mí no nos interesaban tanto, así que las dos nos juntábamos para hacer otras que sí nos gustaran. A los chicos no les incomodaba que les diéramos su espacio y nosotras agradecíamos que no hubiese problema con eso.

Emma y yo nos volvimos súper amigas, al igual que en una época Linda Roberts, Akira Swan y Lindsay Forrester lo eran cuando tenían la misma edad. Al mismo tiempo, Marcus y Mack seguían los pasos de sus padres y también habían creado una amistad inigualable, de la que cualquiera estaría celoso.

Amistad que tanto Mack como yo, nos habíamos encargado de pisotear y tirar a la basura sin pensarlo dos veces.

Mi padre se quita el delantal y lo cuelga en un gancho pegado a la pared, se acerca a Mack hasta pasar su mano por su espalda y proporcionarle unas leves palmaditas de consolación como para decirle: "no estás solo".

Mack también le sonríe con amabilidad y agradecimiento.

Los ojos del chico alternan entre mis padres, creando una atmósfera de entendimiento y cariño de parte de los tres.

Finalmente, mis padres salen de la cocina después de que por fin puedo tragar la bola que yo misma formé y almacené en mi boca.

Subo para entrar al cuarto de Emma y escucharla cantar mientras está en la ducha: Take me away de la película Freaky Friday.

«Es buenísima esa canción, por dios»

La música deja de sonar y la puerta del baño dentro de la habitación se abre, dejándome ver a Emma envuelta en una toalla y con otra sobre su cabeza mientras retiene la humedad de su cabello.

-Por fin se terminó tu guerra de miradas -se acerca hasta el armario y lo abre con brusquedad.

-¿Se notó mucho? -me tapo la cara con un cojín que tiene forma de estrella.

-Mucho es poco para describirlo. Creo que hasta mi hermano lo notó y eso que vive en el mundo intergaláctico de Max Steel. Es intergaláctico ¿Verdad? -se voltea con preocupación como si lo que hubiese dicho no fuera cierto, y su equivocación ocasionara que el sol consumiera a la Tierra.

-Para empezar, no entiendo ni siquiera porqué Max Steel tiene poderes -confieso, quitándome el cojín de la cara y haciendo un puchero. -Mierda, sabía que si Mack volvía me iba a sentir más insegura de lo normal.

-Te sientes insegura porque todavía te gusta -deja de mirarme y sigue buscando entre los ganchos de su armario.

-Mack nunca me gustó.

-Ajá... y Marcus no planea cómo suicidarse cada mañana cuando abre los ojos.

-Hablo en serio, Mack no me gusta.

-No, solo te lo follaste.

-¡Emma!

-¿Sabes? -saca un conjunto, lo deja sobre la cama y se fija en mí de nuevo, con sus manos a cada lado de su cintura. -Házlo de nuevo.

-¿Hacer qué?

-Fóllatelo.

-¡¿Qué?!

-Si aún queda un poquito de gusto por Mack puede que se esfume con un último polvo, -se encoge de hombros-pero también puede que te guste más.

-¿Y eso en qué me ayudaría? -hundo las cejas.

-En descubrir si es mayor el gusto por Marcus o por Mack.

Enarco ambas cejas con impresión y abro los ojos para acompañarlo.

-Ese tipo de ideas normalmente son mías.

-No, lo que pasa es que lo pienso, pero prefiero no decirlo. Mejor dicho: prefiero no decírtelo, porque luego vas y haces puntualmente lo que digo.

¿Cómo? ¿No podía hacer exactamente lo que me había propuesto? Porque yo sí quería y no me parecía tan mala idea, después de todo estaba acostumbrada a cagarla día y noche y una más sumada a la lista no era una gran diferencia. Además, al hacerlo era más que probable que disfrutaría y eso obviamente no me disgustaba.

-¡Ella!

¿Recuerdan el salto que pegué cuando Marcus me hizo volver a la realidad? ¿Si? Bueno, hice lo mismo.

-¡¿Me estás prestando atención?!

-¡Sí!

-En serio, no puedes hacerlo con ambos.

-¿Hacerlo con ambos?

-Tener sexo un día con uno y al otro con el otro, porque obviamente va a terminar peor que mal y te aseguro que si Marcus te odia; ésta -señala con su índice hacia el suelo como si la situación fuera tangible- sí que no te la perdona.

¿Qué creen que escuché de todo lo que dijo Emma? Exacto, solo escuché la parte de: "Tener sexo un día con uno y al otro con el otro". ¿Había otra mejor manera para saber con quién me debía quedar? No, no la había. Era sencilla y fácil y ni siquiera me había pasado por la mente.

⸺Gracias.

⸺¿Por qué? ⸺junta las cejas.

⸺Porque gracias a ti ya sé cómo puedo resolver este asunto.

Me levanto de un brinco fugaz, la abrazo, sonrío con emoción incontenible y salgo corriendo del lugar de nuevo. No sin antes escuchar a Emma gritar algo a lo que no le presté atención.

Abro la puerta de la habitación de huéspedes mientras la sonrisa gigante que deja ver mis dientes a la perfección aún reposa en mi rostro.

Encuentro a mi madre viendo televisión mientras mi papá está a su lado, dormido, con la boca medio abierta y los ojos del mismo modo.

⸺¿Cuándo nos vamos?

-¿A dónde? -enarca una ceja.

-A casa.

-No sé. Ya ves cómo está -mira de reojo a mi padre- y Akira me dijo que tenía preparada una súper cena.

-¿Puedo irme antes?

-Claro.

Esa era una respuesta afirmativa de mi madre, y de su boca no era normal que saliera alguna, así que podía clasificarla como un milagro. Sería imprescindible que procurara salir de la casa lo más rápido posible, porque de lo contrario me exponía a que cambiara de opinión y debía ir a planear otra situación perfecta para volver a conversar con Marcus alguna cosa referente al sexo. De Mack me ocuparía luego.

-Bien, gracias má.

Cierro de un golpe la puerta y corro hasta llegar al final de la escalera. Entro al baño con apuro e intento arreglarme un poco el cabello para que no parezca que me acabo de levantar.

Afortunadamente dormí con la ropa puesta, así que no es necesario que me preocupe por cambiarme o tan solo bañarme «eso suena asqueroso, Ella».

Finalmente logro llegar hasta la entrada de la casa. Giro el pomo de la puerta principal y la cierro cuando por fin me encuentro afuera. El sol me toma desprevenida, causándome una ceguera momentánea que me obliga a sostenerme de una de las paredes y apretar los párpados de ipso facto. Me tapo una parte de los ojos con la mano, intentado generar una sombra que me ayude a recuperar la vista, y en segundos logro continuar mi rumbo.

Ya sé que parece que estoy loca, pero cualquiera que pudiese saber cómo se siente estar entre la espada y la pared con Mack y Marcus comprendería mi obsesión y mi afán por decidir con quién debería quedarme.

Antes tenía un solo objetivo: volver a ser la novia de Marcus Queller y bueno, que mi plan ahora incluya a Mack, no quiere decir que Marcus deje de ser el destino final de mi plan. O sea que, digamos que Mack sería... algo así como... un entrenamiento.

Después de caminar por unas cuantas calles, llego a mi casa; a diferencia de la de Marcus y Emma, mi casa no tiene una reja o un jardín precioso a la entrada, es simple y cuadriculada, pero muy bien cuidada. La fachada está decorada con ventanas de corredera, acompañadas de bordes en madera. La puerta no es la gran cosa, solo decoramos el escaloncito de la entrada con un feo tapete que tiene figuritas de no sé qué, que en vez de lograr su objetivo: "alegrar a la gente por haber llegado a la residencia de la familia Roberts", hace todo lo contrario: "darte un empujoncito a la realidad y dejar de pensar que la vida es bella", o por lo menos cuando yo lo veo solo se me viene eso a la cabeza.

Cierro la puerta cuando por fin estoy dentro.

En todo el lugar reposa un silencio ensordecedor que ayuda a crear un ambiente de tranquilidad absoluta. Algunos rayos del sol intentan entrar a través del cristal de las ventanas, dándole al interior un clima cálido, sumado a las repisas súper elegantes de mi madre en donde reposan distintos tipos de cactus en su menor tamaño; ejemplares diminutos de algunos artículos de colección en réplicas a los reales, incluyendo a los monumentos más famosos de diversos países. Y claro, conociendo a Linda Roberts no puede faltar la pared, me refiero a toda la pared ⸺desde el techo hasta el piso⸺ llena de fotografías de viajes, de mis logros en el preescolar, de mi graduación cuando estaba en primaria, del día en que renovó sus votos matrimoniales con mi padre y muchas otras experiencias que nos han marcado como familia.

Subo las escaleras de a dos peldaños dando zancadas para ahorrarme tiempo, «Impatient girl: check» hasta encontrarme con mi habitación.

Mi cama es de esas comúnmente denominadas "dobles", ya saben, en donde caben dos personas. El armario está ubicado al frente del escritorio (sí, el mismo escritorio de mi primer besuqueo con Mack). A cada extremo hay una ventana de corredera. La de la fachada ilumina parte del escritorio y el piso de madera perfectamente lustrado. La del fondo posee el mismo sistema, solo que aún tiene unos ganchitos de donde se sujeta una especie de escalera que Marcus y yo habíamos creado para de vez en cuando pasar tiempo juntos en la madrugada.

La escalera lleva meses sin usarse, por ende, ya debería haberla quitado, pero desafortunadamente mi cerebro sigue torturándome cada noche, convenciéndome de que en algún momento Marcus volverá a subir por ahí, por eso siempre la mantengo abierta, y sé que es solo una ilusión, una horriblemente falsa porque tú y yo sabemos que lo más probable es que, lo que pasó en la casa de los Swan haya sido solo a causa de un impulso y no de una necesidad o bueno, quizás sí. No tengo idea. Con Marcus es imposible tener idea.

Me tiro sobre la cama y suelto mi cabello de la coleta que tenía antes, dejándolo extendido y con las puntas en la misma dirección de los rayos de sol que, los niños dibujan cuando intentan pintar un paisaje natural, con las típicas montañitas de líneas torcidas y rellenas con un mal coloreado.

No sé a donde pretendo llegar con todo esto, o quizás no llegue a ningún lado y me arrepienta por cagarla todos los días. Porque soy consciente de que mis pensamientos y las desiciones que he tomado no me benefician a mí y mucho menos a los dos idiotas con los que quiero estar.

También sé que planear cómo tener sexo con tu ex y luego con su exmejor amigo no está bien y sinceramente no tengo idea de a donde fue mi moral o mi ética. Esa que mi madre siempre se esmeró en resaltar de su hija adorada. De la única.

Y no pretendo mentirte, ya, de por sí, conoces mis pensamientos, que es igual a conocer las palabras de alguien dentro de sí mismo. Me refiero a que puede que no revele en voz alta todo lo que pretendo hacer, y no necesitas que lo haga para predecir mi siguiente movimiento.

Cierro los ojos e inhalo hondo, como si necesitara que el ambiente silencioso se adentrara por mis fosas nasales, para sentir la misma calma que literalmente están sintiendo todas las cosas a mi alrededor, sin importar que solo sean objetos inanimados.

Aprieto los párpados por la molestia que me causa el viento helado mientras roza mi espalda. La tela de la camiseta que tengo puesta es muy delgada como para lograr proporcionarme un buen abrigo ante el frío nocturno.

Al parecer, cerré los ojos y terminé quedándome dormida sin darme cuenta. Todavía sigo sobre mi cama solo que en posición fetal mientras tiriteo. Restriego de mala gana la cara contra las sábanas, me levanto adormecida; con el cabello revuelto y enrededado. Hundo mis cejas al ver la puerta cerrada, la abro y miro el reloj de una de las paredes. Son las 3:00 am. «de nuevo esa hora maldita»

Vuelvo a cerrar y volteo a mirar con dirección a la ventana en cuanto suenan unos golpecitos contra el vidrio de ésta. Me acerco más y efectivamente. Hay unas piedritas chiquitas que chocan de manera insistente con la ventana.

Subo la parte móvil de la ventana para poder sacar la cabeza y mirar hacia abajo.

Marcus. El chico está mirándome inexpresivo, con una mano en el bolsillo de su saco gigante, mientras que con la otra sostiene una de las piedritas que golpeaban mi ventana. Su cabello ⸺igual de caótico que siempre⸺ se mueve al mismo ritmo que las ramas de los árboles a causa de la brisa nocturna. Sus mejillas poseen un color rojizo al igual que su nariz como respuesta al frío. Su semblante de apatía con la vida contrasta perfectamente con la mínima luz de la luna y sus facciones finamente marcadas le otorgan el toque preciso de intriga a su persona.

⸺¿Qué haces ahí? ⸺pregunto extrañada.

⸺Déjame subir.

⸺¿Dejarte subir? ¡Es de madrugada, idiota!

⸺Solo son las 3am.

Ruedo los ojos y suelto el nudito que amarraba la escalera.

Los ganchos enterrados a la pared se tensionan cuando Marcus se aferra a las cuerdas, hasta lograr subir a mi habitación.

Pone ambos pies sobre un tapete de microfibra gris que decora el lugar. Ajusta el seguro de la ventana, voltea en mi dirección y revuelve su cabello con un movimiento de cabeza. Como si necesitara deshacerse de algo que le cayó encima.

Por fin pone su atención en mí:

⸺Necesito que respondas con sinceridad.

⸺¿Qué? ⸺enarco una ceja.

⸺¿Te gustó cuando lo hiciste con Mack?

Escucho cuando mi corazón deja de latir como usualmente lo hace, de nuevo el sudor hace presencia en mis manos y giro levemente la cabeza como intentando procesar la información:

⸺¿Quién te dijo eso?

⸺Nadie, solo quiero saber.

⸺¿Solo quieres saber? ¿Así de la nada? ¿A las 3 de la madrugada?

⸺Sí ⸺se encoge de hombros mientras mete ambas manos en sus bolsillos y se sienta al borde de mi cama, como si fuera algo demasiado normal.

Por un momento me quedo tiesa en el mismo lugar, dándole la espalda al chico, pensando cual sería la mejor manera de responder, y sintiendo sus ojos juzgadores sobre mi nuca o por lo menos eso creía hasta que me volteo y lo veo mirándome el trasero con osadía.

⸺Sí ⸺respondo y pasa su mirada a mi rostro.

⸺¿Más que cuando nosotros...?

⸺No, Marcus ⸺lo interrumpo, sentándome a su lado.

⸺Es que, ⸺relame su labio inferior⸺ si estuviste con él, seguramente fue porque algo no hice.

⸺Marcus... ⸺pongo mi mano en su mejilla con suavidad⸺ siempre hiciste todo bien.

⸺Pero te gustó hacerlo con Mack ⸺junta las cejas.

⸺Sí, pero ni siquiera sé porqué.

Resopla con un toque de gracia.

⸺¿Cómo no vas a saber por qué?

⸺Agh... ⸺cierro los ojos y me recuesto por completo en la cama⸺ tal vez porque fue algo que no me esperaba, por la manera cómo me tocaba, porque...

«Mierda, Ella. Cállate, no es Emma, es Marcus»

⸺Perdón ⸺cierro la boca instantáneamente y entreabro los ojos con disimulo para ver su reacción.

Misteriosamente no identifico ira o algo parecido a ella en el pelinegro, al contrario, todavía está con los ojos entornados y medio cansados de la vida.

⸺Ella... ⸺tuerce la boca en un intento de sonrisa.

Me enderezo de nuevo, quedando frente a él. Logrando que mis ojos se conecten con los suyos y que a diferencia de hace tan solo unos instantes, mi percepción de que se encontraba distante e insensible frente a lo que le había dicho, cambie, porque ahora solo veo una mirada llena de insistencia decisiva.

⸺¿Qué? ⸺intento pronunciar con algo de nerviosismo porque como ya lo dije: "nunca sabes lo que puede pasar por la mente de Marcus Queller".

­Repentinamente sus manos se aseguran a cada lado de mi cintura y de forma fugaz estoy sobre él, tan solo unos centímetros más arriba y hace que se esfume cualquier mínimo rastro del nerviosismo anterior cuando decide sorprenderme con un beso.

⸺Haré que deje de gustarte.

Mi cuerpo se congela de inmediato y ahora soy capaz de escuchar mis latidos acelerados.

Marcus aprovecha mi asombro para cambiar de posición y dejarme ahora sobre el colchón. Abre mis piernas con fiereza y se acomoda entre ellas. Desata el cordón de mi jogger y desliza la prenda por mi piel con rapidez, tirándola al piso.

Sus labios vuelven a encontrarse con los míos y con algo de dificultad se las arregla para quitarse las prendas gigantes que cubrían parte de su torso.

Magníficamente la luz de las estrellas o quizás de la luna, me dejan ver parte de sus abdominales levemente marcados, acompañados de los tatuajes que le dan un aire de oscuridad tentadora, sumada a esa mirada detestable, pero llena de deseo. El mismo deseo que vi en la reunión del concejo.

Sus dedos rozan la parte inferior de mi abdomen ⸺por debajo de la camiseta­⸺, para finalmente llegar a la unión de mis pechos y delinear con la yema de su pulgar la curva entre ellos.

⸺Marcus, ¿estás seguro?

⸺Nos quedamos con ganas ¿no?

Detiene sus movimientos para mirarme atentamente, como si le preocupase que lo que saliera de mis labios llegara a ser un "NO".

Sonrío embobada y asiento en silencio.

Su boca contra la mía, nuestras lenguas enlazándose y sus manos explorando mi pecho, irremediablemente comienzan a calentarme.

De manera brusca levanta mi camiseta hasta dejar el final de ésta doblado contra mi cuello. Y con una rudeza sorprendente logra soltar los ganchitos que sostenían las copas de mi brasier, para que así, por fin las levante, y deje totalmente expuestos mis senos.

Su lengua no tarda en humedecer mis pezones y ellos tampoco tardan en endurecerse dentro de su boca. Con cada lamida, mi cuerpo se llena más de placer, mientras que el frío de los anillos en los dedos del chico hace contacto con la piel de la parte baja de mi espalda e inevitablemente me arqueo. Chocando así con la piel de su torso desnudo y mi abdomen en el mismo estado.

⸺¿Así está bien? ⸺se separa de mí e inquiere con descaro.

Vuelvo asentir en silencio.

Con un fuerte agarre en mis nalgas y espalda, Marcus me deja boca abajo y de forma sorprendente extiende cada uno de mis brazos, cruzándolos en equis.

Volteo la cabeza con dirección a la ventana para poder respirar.

Su mano se adentra en mi pantaleta y sus dedos comienzan haciendo presión sobre mis pliegues. Las cosquillitas deliciosas intentan hacer presencia en mi cuerpo y sus dedos ahora separan los pliegues de mi zona.

Escucho una risita por lo bajo proveniente del chico.

⸺¿Qué? ⸺intento confrontarlo agitada.

⸺Estás muy mojada.

Siento cuando sus dedos se empapan por completo con mis fluidos y su entrepierna hace contacto con mis glúteos. Dejándome sentir lo duro que está, lo que genera que de inmediato y sin que él tenga que hacer algo, mi garganta deje salir una especie de gemido.

Por fin uno de sus dedos hace contacto con mi clítoris y sus toques esta vez me asesinan de una manera deliciosa. Con una velocidad y una presión perfecta, vuelve hacer que me arquee y sienta cómo mi piel comienza a sudar de forma casi imperceptible.

Sin tardar segundos, otro dedo se le suma al que ya me está proporcionando placer. Haciendo que me sea más que necesario apretar los ojos y los labios para no gemir como loca. Ambos dedos me recorren esa zona y por fin decide introducirlos. Alternando entre mi clítoris y mi interior, con movimientos acelerados que me obligan a levantar un poco mi pelvis mientras golpea con el bulto retenido por el pantalón del chico.

⸺¿Tienes condones? ⸺inquiere en un susurro a mí oído.

⸺Si... ⸺inhalo una bocanada de aire para poder responder⸺ en el segundo cajón del armario.

Los dedos de Marcus salen de mi interior, mientras deja un rastro de mi humedad por mi abdomen.

Me volteo para quedar boca arriba de nuevo y por fin respirar con normalidad.

Veo cuando Marcus baja la bragueta de su pantalón y se lo quita por completo, seguido de su bóxer. Dejándome ver su increíble dureza. Al mismo tiempo, decido retirar la tela que cubría esa parte inferior de mi cuerpo.

Mi interior que antes palpitaba con suavidad, incrementa el ritmo en cuanto recuerdo todas las veces que gemí teniéndolo adentro. Todas y cada una fueron especiales y obviamente inolvidables. Aunque a diferencia de ésta vez, los movimientos de Marcus habían sido menos bruscos, pero igual de certeros.

Toma el sobrecito escondido entre mi ropa y lo rasga para sacar el preservativo. Frunce el ceño con molestia mientras aprieta la mandíbula como si algo lo estuviera hartando. De un momento a otro y con un manotazo prende la luz de golpe y su expresión cambia:

⸺No veía.

Río de inmediato, mientras el chico se concentra en ponerse el condón.

Por fin el látex cubre su miembro por completo y sin demorarse, se acomoda entre mis piernas, aproximándose a mi entrada.

⸺Ponte en cuatro.

Mis ojos se abren con sorpresa:

⸺¿Qué?

⸺Y sostente ⸺ignora mi pregunta.

Dudosa, acato las ordenes que me dio. Apoyándome en mis rodillas y agarrando con fuerza la cabecera de la cama, con una especie de nerviosismo como al principio.

Siento cuando la punta de su miembro roza lascivamente mis glúteos, lo que me hace jadear un poco y de forma desprevenida, muevo de golpe mi trasero hacia atrás ⸺sin soltarme de la cabecera⸺ y logro que parte de su pene entre en mi zona.

Marcus suelta un gruñido placentero.

⸺Se supone que iba a esperar un poco más ⸺sentencia.

⸺Mételo y ya.

De una sola estocada, el miembro del chico llena mi interior por completo. Sus manos se aferran agresivamente a cada lado de mi cadera, proporcionando apretujones que me llevan al éxtasis en segundos.

Inmediatamente varios de mis gemidos hacen presencia y soy incapaz de contenerlos cuando siento cómo Marcus sale y entra incesante de mi interior con un compás gratificador, y sumamente placentero. Sus gemidos mezclados con gruñidos también se escuchan en la habitación e interfieren con los míos.

⸺Más duro.

El chico acata mi orden y sus embestidas son cada vez más fuertes, logrando así que mis chillidos de placer suban el volumen y yo logre sentir las palpitaciones de su miembro en mi interior, sumándose a las mías y generando en mí una explosión de sensaciones indescriptibles.

El cabecero de la cama se golpea con la pared. Haciendo un ruido estrepitoso en compañía de nuestros gemidos y jadeos constantes.

No existe una palabra que logre definir con precisión todo lo que estoy sintiendo. ¿Fuegos artificiales? No, ¿Mariposas? No, ¿Placer? Posiblemente, aunque en sí su significado se queda corto con relación al ritmo y tacto deliciosos procedentes de Marcus.

Los movimientos cesan y el pene de chico deja de estar dentro de mí.

Me suelto y volteo con frustración; arrugando el entrecejo y torciendo una de mis comisuras con disgusto. Abro la boca intentando refutar algo, pero su agarre en mis tobillos me toma desprevenida.

Vuelve a dejarme boca abajo, extendida y con los brazos alrededor de la cabeza. Sus manos acogen mis pechos, mientras que con una embestida feroz vuelve a introducirse a mi zona.

La forma en la que proporciona presión en las aureolas me vuelve loca. Su miembro ejerciendo fricción contra los pliegues de mi interior, sus jadeos cerca de mi oído, mis gemidos y el olor de su loción acompañado del sudor que desprenden nuestros cuerpos; dejan en la habitación un ambiente que solo tiene cinco palabras como definición: "sexo duro con Marcus Queller", y sí, ya sé que suena a nombre de película erótica explícita.

La mano derecha del chico desciende mientras aprovecha para explorar más mi cuerpo y se aloja de nuevo sobre mi clítoris. Con movimientos circulares acelerados me hace gritar de manera inexplicable al no poder contener todo lo que estoy sintiendo.

⸺Estás... ⸺traga grueso para seguir hablando⸺ estás apretando... ⸺un gruñido le impide seguir con la oración.

Muerdo mi labio inferior, procurando contener un gemido tan agudo que, estoy segura lo escucharían en cualquier rincón del planeta.

Las contracciones de mi interior aumentan con la fricción. Mis labios se resecan a causa del gran esfuerzo por intentar mantener bajo control mi respiración con cada una de sus satisfactorias embestidas.

El compás de su cadera sobre mí, evoluciona a niveles estratosféricos y el control que Marcus siempre tiene para no desbordarse cuando tenemos sexo, se esfuma por completo. Haciendo que presencie por primera vez en mucho tiempo el lado de Marcus Queller: excitado, duro y perverso. Uno de los más deliciosos cuando conoces a Marcus, y por supuesto, cuando Marcus se deja conocer.

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Hola!

Omg, sin comentarios, yo sé.

Está gente está loca, Jesús. Oremos.

Partecita para los comentarios, gritos y más locura:

#TeamMarcus

#TeamMack

Gracias por leerme.

xoxo, Gossip Girl

Sofía.

            
            

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