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¿Marcel Cavalier?, ¡Marcel Cavalier! ¡Pero, qué se habrán creído! Borrar mi apellido del nombre de mi unigénito como si yo no existiera, como si nunca hubiera tenido que cargar en mi panza y en mis brazos y en mis hombros y en mi espalda al hijo oculto del Goodboy, como si Jared hubiera hecho algo al respecto, salvo dejarse ver con la plata, cuando de criarlo se trataba. ¿Dónde estaba Jared cuando Marcel enfermó de varicela, de rotavirus, de escarlatina? Seguramente cuidando a sus hijos reconocidos por el ojo público, o mejor aún, pretendiendo que así era.
Es más, ¿qué ha hecho Jared por Marcel, durante todos estos años, salvo cubrirse las espaldas? ¡Nada!, ¡absolutamente nada!
Soy yo quien tenía que cerrar el pico y hacerme la estúpida cada vez que mis amigas señalaban el asombroso parecido de Marcel con el Boy favorito de las Girlz e insinuaban que fue Jared quien me había preñado. De buena gana se los hubiera dicho, salvo por nuestro pequeño acuerdito.
Que creyeran que mi niño era hijo del lechero o del repartidor de pizzas resultó mucho más difícil de lo que imaginaba. Pero, ¡qué se le va a hacer!
Enterarme de esta noticia por Twitter, y que mi hijo ni siquiera se haya molestado en avisarme, ni un mensaje por Whatsapp, ni una nota de voz, nada. Sé que no soy la madre del año, pero, sinceramente, no merezco haber sido arrojada de una patada de la vida de mi hijo.
No creo que Marcel, por otra parte, haya consentido esta artimaña de cambio de apellido. Se trata de mi hijo, lo conozco. No es un mal chico. Espero que haya dado pelea. Sí, eso debe ser. Un error involuntario, una estrategia de marketing hecha a traición, al margen de su voluntad.
¿Por qué no me contesta el teléfono? Seguramente estará ocupado firmando autógrafos, o peor, contratos. Pero, ¡si solo es un niño! Espero que Jared y esos tiburones que tiene como abogados sepan velar por los intereses de Marcel. Pero, ¿qué digo? Van a trapear el piso con él. De ninguna manera, si yo no lo permito. Necesito reservar un vuelo ya mismo. Al diablo con el trabajo. Igual, todos sabemos que mi empleo es un hobby, y que no es un empleo en absoluto, si nos ponemos rigurosos.
Me tomaré el fin de semana, hablaré con esos cuatro el lunes y me van a escuchar. Un momento, necesito planear bien cada uno de mis pasos. Tranquilízate, Ro. Tú no eres así. Eres una mujer estoica, empoderada, pero no impulsiva. Bueno, sí lo eras, alguna vez y, ¿a dónde te llevó? Pues, justo a este preciso momento.
No debí beberme ese café de Starbucks, eso me pasa por hacerme la sofisticada. Ahora no estoy segura de que esta taquicardia obedezca a la ingesta de cafeína o a la impresión de haber visto a mi hijo en Instagram como la novísima estrella fugaz de cine pop que está encaminada a convertirse si no hago nada al respecto ya mismo.
¿Por qué me sudan las manos? Ah, sí. Por el macchiato. Ni siquiera puedo tomar chocolate en las mañanas sin que las manos me tiemblen como si tuviera Parkinson, vaya. ¿En qué estaba pensando? Ya no se puede tener ni un minuto de tranquilidad. ¿Para qué me engaño? Dejé de tenerla en cuanto los conocí a ellos. Pero, en especial, a él.
Déjate de sentimentalismos, Rossana. Necesitamos trazar un plan emergente. Primero, reservar boletos para NYC. ¿Cuál es el estado de mi visa? ¡Diablos! Espero que saludable. ¿Luego? Ah, sí, reservar un lugar por Airbnb. Un estudio, en Brooklyn, ¿o es en Manhattan? Me costará un ojo de la cara. Pero, ¡qué digo!, mi hijo es heredero de Jared Cavalier. Necesito abandonar la costumbre de centavear, por mi propia salud mental.
¿Qué más? Buscar a Marcelito, hablar con él. En persona. Por mensajes no se puede, se nos da pésimo. Si peleamos, lo más probable es que se me escabulla. Y no estoy dispuesta a tolerar ese nivel de ansiedad. Nota mental, no pisar nunca más un Starbucks. Y menos en un país extranjero.
¿Cómo estamos de nivel de inglés? Yo diría que aceptable. De todas maneras, hablaré poco. Solo lo necesario para pedir indicaciones en el metro y ofrecer señas particulares al del Uber. Nada del otro mundo. Oh, rayos. Olvidé que es imperativo negociar con esa gente... en su idioma.
Necesito efectivo ya mismo. Y mi pasaporte. Averiguar la temperatura en octubre. ¿Es otoño o invierno? ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuánto tiempo me quedaré? Lo suficiente. No, lo necesario. Eso.
Llevaré la maleta vacía. Solo con lo indispensable. Ya que estaremos ahí, podría comprar algo de ropa, que buena falta que me hace. Marcel dice que uso lo mismo desde hace diez años. Creo que hasta se avergüenza un tanto por mi desfasado sentido de la moda. Bueno, si me voy a aparecer el estudio, más me vale que lo haga bien vestida. El atuendo confiere poder. Eso me lo enseñó Jared. Por esos tiempos solía tolerarle su mansplanning, claro, porque no tenía idea de lo que era.
Pero ya no más. Ya se va a enterar.
No nos digamos mentiras. Necesito una depilación integral. ¿Por qué? No te piensas acostar con él, ¿o sí? Claro que no, es un hombre casado. O, al menos lo aparenta. Pero, no sé. Nunca está de más. No solía molestarle el vello púbico, pero eran los noventa. Ya no estamos en los noventa. Oh, diablos, ¿por qué estoy pensando estas cosas?
Enfócate, Rossana. Volarás a NYC por Marcel, no por Jared. Esa es la consigna. Nunca te olvides de lo que te hizo. No necesito recordarme que debo olvidar. Lo hago todos los días. Y, por esa misma razón, me ha sido imposible dejarlo de lado.
Todavía puedo no ir. Todavía podría decidir confiar en el buen juicio de mi hijo y, por una vez en mi vida, darle algo de crédito. Pero, es tan joven. A los dieciocho no se puede dialogar en relación horizontal con esa manada de lobos. Por otro lado, ¿qué diablos sé yo del show business? ¿Debería viajar con mi abogado? Claro que sí, si tan solo tuviera uno. Uno que valga, vaya.
No hay más vueltas que darle. Dependo enteramente de mis fuerzas. Y de mi inteligencia. Ya se me ocurrirá un plan. No quiero que mi hijo acabe en la milésima temporada de Dancing with the Stars, intentando, en diez años, darle un segundo aire a su carrera, cuando ni siquiera tuvo oportunidad en el primero.
Antes muerta que dejar que mi Marcel se queme en una supercorny producción de esa naturaleza.