Capítulo 5 5 | TúNoEresAsí

Era predecible que Rossana Regiés se alojase en el Park South la noche del domingo 21 de octubre de 2018. Después de todo, nunca hizo un esfuerzo por buscar un estudio privado por Airbnb. En el pasado, Jared le había mencionado que se trataba de su hotel favorito. Ella había tomado nota por entonces y, en consecuencia, suele alojarse ahí cada vez que visita Manhattan.

Y son muchas más ocasiones que las que Jared tiene noticia.

A las ocho de la mañana del lunes 22 de octubre de 2018, luego de tomar una ducha, secarse el cabello, desayunar y ataviarse con el outfit preparado la noche anterior para el encuentro, Rossana se dispone a dejar el hotel rumbo al Libery Hall, no resultó muy difícil averiguar el lugar en donde se gestan las audiciones para la biopic de The Boyz in the Band si sabes a qué páginas de Instagram y personajes de Twitter dar seguimiento.

A la misma hora, y ya en la sala de audiciones No. 4 del Hall, Jared, Toby, Kaoh y Niko se preparan para la jornada de selección de actores que interpretarán al resto de los miembros de la banda.

El tumulto en las afueras de la No. 4 se puede escuchar desde los exteriores del edificio de cuatro pisos y reminiscencias art déco. Actores noveles, de mediana trayectoria y recién consagrados esperan su turno en los pasillos para audicionar. Repasan sus líneas en voz alta junto a sus agentes, padres, madres y apoderados. Los más experimentados están solos y revisan sus teléfonos celulares con estudiado descuido.

El aire enrarecido huele a incipiente sudor y a una colección inimaginable de eau de cologne, antitranspirante y fijador de cabello. El barullo no permite escuchar el ruido de unas botas de tacón negro de cuerina, altas hasta por encima de las rodillas, cubiertas apenas por una falda lápiz negra y un body a juego de cuello alto que entalla una silueta delgadísma, cuya portadora no puede evitar mirarse a través de cada espejo y cristal reflectante que le devuelve una imagen de mujer empoderada que no sabía que podía proyectar.

Rossana Reigés apenas si puede creer que se ve tan bien y que exuda una confianza en sí misma de la que, por supuesto, carece.

Lo cierto es que, al igual que a su hijo, también le sudan las manos cuando se siente nerviosa. También necesita respirar por la nariz y exhalar por la boca, también debe mantener a la raya ese tic nervioso que le obliga a apretar sus mandíbulas hasta que el dolor le hace tomar conciencia de que su semblante se endurece sobremanera cada vez que ejecuta ese movimiento y que, por su bien, debería relajarse.

«Jared no me puede ver así», piensa Ro. Porque Jared la recuerda como una jovencita risueña, amable y complaciente.

Pero los años han alterado las circunstancias y, por ende, su carácter y su expresión facial. Rossana ya no ríe con facilidad, ya no devuelve con silencio ninguna tontería y ha aprendido a decir a los hombres que no sin remordimientos. Y sabe que no existe nada en el mundo que disguste más a un hombre que una negativa.

Y eso le encanta. Así que se dispone a ejercitar sus destrezas adquiridas en unos minutos, cuando se enfrente a los cuatro miembros de la boyband a quienes entrevistó en los años noventa, cuando visitaron La Capital.

Pero, esta vez, será ella quien impondrá las condiciones, y no al revés, como ocurrió en aquel episodio.

En la puerta de la sala No. 4, Rossana se identifica como la madre de Marcel Regiés (no Cavalier, como rezan los medios), y exige ingresar a la sala de audiciones. El enorme bodyguard que resguarda la entrada, como era de esperarse, no se lo permite. Ella le reclama en español, él se encoge de hombros y la invita a tomar asiento en el pasillo de espera hasta que se calme. Rossana emite un bufido, tuerce los ojos y, cuando está a punto de dar media vuelta, alguien abre la puerta del auditorio: es él.

Su porte imponente continúa intacto, pero ha dejado la ropa colorida en el pasado: al igual que ella, viste de total black. Al padre de su hijo le quedan de maravilla los colores sólidos sobre su piel pálida.

–¡Jared! –Rossana lo llama en piloto automático. Ni siquiera ella puede creer lo que acaba de hacer.

Y él, que se encuentra detrás de su guardaespaldas, hace un lado la cabeza para mirar a la mujer cuya voz, perfectamente reconocible, no ha cambiado a pesar de los años.

–¿Ro? –le dice, al sacar los ojos y sorprenderse de lo que ve: a una versión madura y un tanto más sofisticada de la chica nerdy a la que dejó encinta hace diecinueve años–. ¿Qué... qué haces aquí?

–Necesito hablar contigo –responde ella, su voz tiembla y a ella no le gusta que se note su nerviosismo–, contigo y con los muchachos... sobre Marcel.

–Ahora no se va a poder –le dice Jared– estamos en medio de...

–Claro que se va a poder –Rossana levanta la voz, esta vez su tono y sus nervios se han templado–. O Marcel se quedará fuera de esto.

–Ah... –Jared duda por un momento antes de responder–. Te recuerdo que nuestro hijo ya es mayor de edad, Rossie.

A Rossana solía encantarle que Jared la llamara Rossie, sin embargo, aquella no es una ocasión propicia para hacerlo.

–Te recuerdo que he vivido con mi hijo por dieciocho años –cuando se altera, Rossana habla entre dientes–, y esa influencia pesa, querido.

«¿Querido?», se reprende, enseguida y en silencio. Pero si ya no lo quiere, ¿o sí?

Jared mira hacia los costados como si buscara en el aire una réplica que no acaba de llegar. El guardaespaldas comienza a ponerse nervioso en medio del frío fuego cruzado.

–¿Podrías esperar hasta la tarde? –Jared sabe que eso nunca pasará, pero hace el intento–. Estamos en medio de algo.

Rossana toma esa negativa parcial como una ofensa con dedicatoria.

–Mmm... podría hacer tiempo mientras voy a los medios –dice ella–. De seguro les interesará lo que tengo que decir... sobre nosotros.

Ella sabe que acaba de disparar a Jared en donde más le duele: en su privacidad.

–Tú no eres así –responde él.

–Tú no me conoces más –remata ella.

Jared entorna los ojos. Un gesto histriónico que conserva desde su juventud y que a Rossana le saca de quicio, pese a que hace años que se ha apropiado de la misma expresión. Él hace una señal a su guardaespaldas, con la cabeza, para que permita pasar a Ro; luego, Jared abre la puerta de la sala de audiciones y, con su mano, la invita a ingresar. Ella no puede sostenerle la mirada por más de dos segundos –nunca ha podido–. Agacha la cabeza apenas y atraviesa la puerta. Su hombro roza el pecho de Jared, y una descarga de dopamina se distribuye, de inmediato, por su centro nervioso e inunda su columna vertebral, su cerebro, su plexo solar y hasta su ingle.

Rossana espera, de todo corazón, que Jared haya sentido algo similar.

Y no esperará en vano.

                         

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