Fuera lo que fuera, no estaba dispuesto a darle la libertad al pobre August.
-¡Te falta carácter, August! Será mejor que te vuelvas un hombre, ¿Así quieres tener algo de dinero? Lo perderás todo en un santiamén, mejor arregla estos problemas, no permitas que esos trabajadores sean capaces de pisarte los zapatos.
August asintió, alzó la vista para admirar a la fémina tras Andrew, el hombre volvió su vista, al verla se impresionó, todo creyó, menos que la propia Mackenzie se presentaría ante él
-Déjanos a solas -dijo y August asintió
-Bienvenida, señorita Mackenzie, permítame dirigirla a casa.
-No es necesario, quiero ser breve, y podemos hablar en sus bellos jardines -inquirió segura, provocando la curiosidad de Andrew
-Pues, hable, entonces -dijo con firmeza
-Supe que no quiere aceptar que yo sea su esposa -Andrew sonrió, incrédulo
-¿Y por qué lo haría?
-Porque Clarence no lo hará, y no tiene más remedio.
-Señorita Mackenzie, hay muchas jóvenes que quieren casarse conmigo, no crea que es afortunada.
Mackenzie alzó la vista, frunció la boca, no soportaría humillaciones se lo dejaría bien claro
-Pero, ninguna de ellas sería una Rosenbaum, usted no cumpliría con la voluntad de su madre y seamos honestos, necesitamos de sus tierras y agua, y usted, necesita el matrimonio.
-¿Eso crees? -dijo
-Lo creo.
Andrew parecía divertido, se acercó unos pasos
-Puede ser, pero no creo que sea toda la verdad, deberías ser honesta, Mackenzie, ambos sabemos que hay otra razón por la que quieres esto, y estás aquí.
-Ah, ¿sí? ¿Cuál? -preguntó turbada, porque no entendía
-En realidad, es porque te gusto, ¿Te has enamorado de mí, pequeña?
-¿¡Que?! -exclamó casi ofendida ante el rostro divertido de Andrew-. Usted está equivocado.
-No. No lo creo, y será mejor que borres esa idea de tu cabecita.
-No me interesa para nada, téngalo por seguro -inquirió furiosa. Andrew se acercó a ella, acortando la distancia
-¿De verdad? Creo que tus ojos dicen lo contrario -Mackenzie se sintió temerosa, su rostro enrojeció, temblaba, no era de frío. Andrew que se sentía tan seguro de sí mismo, tan fuerte, dio un paso más, reduciendo al mínimo el espacio vital, así, sujetó a la joven de la cintura que se quedó perpleja sin hacer nada, sintiendo como su respiración se agitaba. Andrew quería enseñarle una lección, pero una vez que la tuvo en sus brazos y se acercó a su rostro, ya no pudo evitar la atracción, simplemente su impulso lo controló, besó sus labios primero con lentitud, el sabor le gustó fue mas allá, profundizó el beso, apasionado, sintiendo como la chica se tensaba, apenas y le respondía, pero él no desistió, una sensación lo envolvió, su cuerpo se estremeció, una energía de placer que recorrió su cuerpo de pies a cabeza hizo que se quedara sin aliento, Mackenzie sintió su corazón retumbar, miles de mariposas revoloteaban en su estómago.
Andrew detuvo el beso cuando se sintió descontrolado, el deseo de algo más lo dominó, su mirada se oscureció, pero Mackenzie avergonzada se largó corriendo, huyendo de él. Lord Derickson se quedó ahí de pie, con el instinto de correr tras ella, tocó sus labios para recordar esas sensaciones increíbles, jamás se había sentido de esa manera, ni siquiera con Jenna, y tuvo temor de que no pudiera contenerse. Pensó en Jenna, en su pacto. Tragó saliva, pero creyó que solo había sido un momento de debilidad, se preocupó. Pero, se engañó así mismo, diciendo que solo había sido un reto para saber de qué estaba hecha esa pequeña mujer.
A la mañana siguiente, Mackenzie estaba junto a los campesinos, era día de pago, cuando terminó, fue rumbo a casa, se encontró con Clarence quien parecía enloquecida
-¡Está aquí! ¡Tengo miedo!
-¿Qué dices? ¿Quién?
-El Lord Derickson, está con papá, encerrado en la biblioteca desde hace una hora.
Mackenzie tuvo una sensación de nervios que le recorrió el esqueleto, tomó la mano de su hermana y caminaron rumbo a casa, pero justo vieron al hombre, que se despedía de Frederic. Clarence observó a ese joven a su izquierda, que le abría la puerta, era el mismo que le había salvado la vida, sus mejillas se enrojecieron de vergüenza al recordar el incidente, sintió la mirada castaña sobre ella, y no pudo sostenerla. Andrew se paró en la puerta del auto, antes de subir, giró la mirada para observar a las chicas, llevaba unas gafas de sol, que se quitó para verla bien, no sonrió, pero tenía un gesto de suficiencia que hizo que Mackenzie sintiera algo de temor, luego subió al auto y se marcharon.
Las chicas volvieron a su padre, que parecía bastante tranquilo
-¿Qué quería?
-Aceptó el matrimonio, Mackenzie.
Las hermanas se miraron con horror.
-¡Por favor, padre! ¡No me obligues! -gritó Clarence con terror
-No se casará contigo -dijo Fred, dejando a Clarence confundida-. Se casará con Mackenzie.
Clarence tenía el mismo gesto de terror, lloró abrazando a su hermana, que estaba sorprendida
«¿Así que cambió de opinión? ¿Habrá tenido algo que ver su beso?» pensó consternada, pero no habló por el resto del día.
Faltaba solo una semana para la boda, todo estaba listo, Mackenzie y Clarence caminaron a la residencia Derickson, a petición del Lord
-Es tan grande este lugar ¡Serás muy rica, hermana! -exclamó Clarence
-Eso no me importa, solo quiero que tú y papá estén bien.
-Dime, Mackenzie, ¿No te importa tu vida? Serás la mujer de un hombre que no conoces, de un hombre que no amas, ¿Acaso no te preocupa eso?
-Estaré bien.
-¿Es por él?
Mackenzie sintió como si golpearan su estómago, abrió los ojos enormes, pero agachó la mirada, no quería hablar de eso
-Cambiemos de tema.
-¡No! No puedes seguir negándolo, se trata de él, ¿Por qué él no te amó, ahora decides sacrificar tu vida sin importarte nada?
-Calla, Clarence, estás cruzando la línea, estoy haciendo lo mejor para la familia.
-¿Y qué hay de ti?
Mackenzie se quedó callada
-Tal vez el señor Garnier te rechazó, pero hay otros hombres...
-¡Cállate ahora! -exclamó Mackenzie
-Hola, bienvenidas -dijo August, Mackenzie que tenía el rostro rojo de coraje, fingió una leve sonrisa, luego August la dirigió a un salón donde vería a su futuro marido.
Clarence esperó en la recepción admirando el precioso salón y sus cuadros de oro.
Cuando Mackenzie entró en la habitación, observó al fondo al Lord Derickson, estaba de espaldas, mirando por la amplia ventana, donde había una vista perfecta a los jardines
-Bienvenida, Mackenzie -dijo y le señaló una silla, ella se sentó, estaba llena de dudas, pero fingía tranquilidad-. Me alegro verte, hay cosas que debemos hablar antes del... matrimonio.
-Pues, usted, dirá.
-Como sabemos, nuestro matrimonio dista mucho de ser algo real -dijo Andrew con énfasis, Mackenzie hizo un gran esfuerzo por no sorprenderse, asintió despacio-. No será diferente una vez que se realice el enlace. Tengo mis propias expectativas, pero quiero decírtelas antes de esto.
Mackenzie frunció el ceño, sintiendo que algo terrible estaba por venir
-Estaremos casados por un año, después de transcurrido el tiempo nos divorciaremos -Mackenzie abrió bien sus ojos, incrédula-. A cambio, yo te daré una buena fortuna, esta casa y las tierras para tu padre.
-¿De que habla, Lord? -dijo levantándose del asiento
-Tal cual lo oyes, Mackenzie, nosotros no seremos marido y mujer, tan solo será una apariencia que mostraremos a los demás, pero cruzando la puerta, no seremos más de lo que somos, simples conocidos.
-¿Por qué? ... -titubeó con dificultad-. Quiero decir, ¿qué gana con esto?
-Hay una cláusula en la herencia de mi padre, quiere que cumpla la última voluntad de mi madre, y me case con una Rosenbaum. Pero, no dice nada de cuánto tiempo debe durar el matrimonio. Por eso, transcurrido un año, y yo pueda tener acceso a mi herencia, nos divorciaremos. Todos ganaremos, tú la libertad y el dinero para seguir adelante sin problemas.
-¿Y usted? ¿Acaso no tiene dinero suficiente?
-Sí, lo tengo, pero, no es ambición, pequeña, en realidad es una oferta tentadora. Porque con ese dinero podre irme muy lejos, a Luxemburgo, lejos de mi abuela, quien después de la boda me dejará en paz.
-Es que no entiendo nada -dijo confusa
-Mackenzie, yo tengo una mujer; Jenna, y debes saberlo, cuando estemos casados, ella vendrá a vivir aquí y una de las condiciones es que convivirías con ella, sin problemas, mientras dure esto, todos ganaremos y creo que lo he dejado claro.
Mackenzie se quedó sin aliento, se sintió humillada y algo más, un dolor que le quemaba las entrañas, pensó en ello, pero levantó la vista, era incapaz de deducir sus sentimientos. Al final, el Lord tenía razón, ella ganaba, su familia tendría dinero para vivir tranquila y ella sería una mujer libre, podría dedicarse a trabajar o incluso viajar. Por un instante había considerado la idea de que luego de la boda, podría encontrar en Lord Derickson a un compañero afín, y que después con suerte y empeño, algo de cariño surgiría y podrían ser felices, ahora que entendía que era un imposible, y recordó su roto amor, asintió
-Tiene razón, es una buena oferta, me agrada saber que estamos de acuerdo.
-Me alegra saber que no estás ofendida, que no habrá corazones rotos, ni desilusiones.
-Para nada, como se lo dije ese día en el jardín, yo no siento nada por usted, salvo respeto por su buen nombre -dijo con frialdad y aquellas palabras hicieron un hueco en los sentimientos del hombre, quien sonrió amargo
-Excelente, entonces, debo despedirte, viajaré a Londres, pero volveré para la boda.
-Salúdeme a... Jenna y dígale que, puede estar tranquila, en un año todos seremos libres.
Mackenzie salió de la habitación, dejando a Andrew con sentimientos encontrados, sin poder concentrarse.