Recordó cuando viajaron a Islas del sur, fue ahí que conocieron a esa pitonisa que les leyó la fortuna, y les aseguró que sus hijos estaban destinados al amor, esos días fueron felices, Gema estaba convencida de que días como esos volverían tras la boda. Se asomó al ventanal, pero se sorprendió mucho al ver los campos de siembra desiertos, mientras los trabajadores estaban sin que hacer, eso la abrumó, era una mujer de carácter recio, impulsiva y disciplinaria. Caminó a los sembradíos, no iba a permitir que nadie perdiera el tiempo
-¿Qué creen que hacen? ¿Por qué no han comenzado sus labores? -exclamó con visible molestia, mientras los trabajadores se levantaban-. Creen que les pagamos por hacer nada, ¿Verdad? ¡Qué cinismo!
-No, madame -replicó el capataz-. Pero, no tenemos forma de trabajar, las tierras del norte y el agua se han esfumado.
-¿Cómo dices?
-Sí, los empleados del Lord Derickson han colocado una valla de madera para impedir el paso, han colocado vigilantes y cerraron la toma de agua para los campos de siembra de manzanas.
Gema se puso pálida. Decidió que necesitaba una explicación y caminó de prisa a la casa de Lord Derickson, no le importó caminar casi tres kilómetros, aunque siempre fue una mujer de buena forma, sintió su cuerpo cansado, le faltaba el aliento, su boca estaba reseca, y ese hormigueo en su brazo volvió a aparecer.
Al llegar a la residencia Derickson fue bien recibida por los empleados, observar aquella casa le trajo recuerdos nostálgicos del pasado, los mejores años vividos volvieron a su mente, deseó volver atrás, no para cambiar su destino, sino para disfrutarlo con más intensidad. Ante ella apareció Andrew, lo miró con una buena sonrisa, era parecido a su madre, Andrew la miró confundido de verla ahí, ante la situación, pero era uno de sus buenos recuerdos de infancia, esa mujer era como su tía, le guardaba gran aprecio
-¡Por Dios, mírate! ¡Lady Julie, estaría feliz! Te has convertido en un gran hombre.
Esa voz le volvió la tristeza al recordar a su madre, sonrió silencioso, intentó mostrarse frío, pero le resultaba imposible dejar su amabilidad
-Me alegra verla, señora Gema, han sido largos años lejanos.
-Querido hijo, dime algo, ¿Por qué estás causando semejante pesar a mi corazón? -las palabras de la mujer ensombrecieron a Andrew, que parecía preocupado
-Yo...
-¿Por qué has retirado el agua de siembra, y nos has impedido usar las tierras? Tu madre siempre fue generosa, ella fue para mí, más que una amiga, éramos casi hermanas, ¿Qué ha sucedido?
Andrew quiso callarse, morder sus labios para evitar hablar, no pudo, las palabras salieron de su boca como borbotones de agua escapando a una cascada
-Lo siento, mi querida Gema, no es mala intención, después de lo ocurrido he tomado medidas drásticas...
-Disculpa a Rosbell, querido hijo, ha sido una travesura, una estupidez, cuando se es muy joven, también se es ingenua, y entenderás, es difícil, se equivocó, pero ella volverá, se casarán, y tu madre estará tan feliz como yo.
-¡Eso no sucederá! -recriminó impulsivo
Gema frunció el ceño, confusa
-¿Cómo dices?
-¡Gema, incluso si ella vuelve, no la desposaré! -dijo con severidad
-¿¡Por qué?! -la mujer estaba irritada, asustada
-Ella ya se ha casado con otro hombre, el forajido ese: John Fortune.
Gema abrió los ojos enormes, como si mirara el apocalipsis, sus ojos se llenaron de lágrimas, toda su esperanza se había esfumado en un segundo, esa noticia era peor que si el cielo hubiese caído en su cabeza, era una decepción, tristeza, enojo y frustración, todo sobre su pobre corazón, que no resistió, un dolor agudo se clavó en su brazo, en su pecho, la respiración le faltó, se tocó con fuerza como intentando contener el dolor, pero no pudo, cayó al suelo como una hoja al viento, asustando a Derickson, que comenzó a gritar que buscaran a un médico, mientras intentaba contener a la mujer, que se quejaba, mirando sus ojos grandes, Andrew estaba al borde del pánico
-Señora, Gema, resista, ya viene el médico, estará bien, por favor, no se preocupe le prometo que les devolveré las tierras y el agua -dijo con súplica, solo queriendo el bienestar de la mujer, pero de pronto se quedó tiesa, lanzó un suspiro y expiró.
Se quedó inmóvil, había muerto con los ojos bien abiertos. Andrew aterrorizado los cerró, una lágrima corría por su rostro, la abrazó con fuerza recordando la muerte de su querida madre. Los empleados corrieron a ayudarlo, pero nadie pudo contra la muerte que ya había llegado por Gema Rosenbaum.
Frederic llegó a su casa, Mackenzie estaba llegando del pueblo y corrió a su encuentro
-¿Qué pasó?
-He conseguido que nos permita las tierras y el agua -dijo el padre con voz franca, ella sonrió feliz, pero el rostro del padre no lo estaba
-¿Por qué sigues preocupado?
-Sabes que eso no fue gratis.
El rostro de Mackenzie se turbó
-¿Qué quiere? -preguntó con el estómago nervioso
-Clarence se casará con él -los ojos de Mackenzie casi salieron de sus orbitas, estaba incrédula ante ello
-¡Eso no puede ser! -dijo temerosa
-No tenemos opción...
Entraron a casa, ahí estaba Clarence, buscaba a su madre
-No he visto a mi madre, dicen que anduvo en los sembradíos y que se enteró de que el Lord nos quitó el agua y la siembra, ¿Qué pasa? -dijo al notar esas miradas sobre ella
-Clarence... -Frederic no tenía voz, era débil, no sabía cómo decirle algo así a su hija, no podía, tragó saliva, contuvo sus emociones-. Vas a casarte con Lord Derickson.
Ella le miró confusa, aturdida, pero cuando no vio un atisbo de broma en el rostro de su padre, comenzó a llorar
-¡No! ¿¡Papi, por qué!? ¡No lo haré! Yo no quiero a ese tipo, ¡Es un monstruo malvado! Se querrá vengar conmigo por lo de Rosbell, ¡Yo no lo haré!
-Lo harás, ¡No hay opción!
Clarence estaba impactada, con el rostro rojo y la furia en su cuerpo, lloraba, negándose. De pronto se echó a correr, como yegua desbocada, Mackenzie que estaba a sin palabras, casi llorando, salió tras su hermana.
Frederic se sentó, y rompió en llanto, no podía creer que fuera capaz de hacer algo así a su hija, no podía simplemente venderla al mejor postor por dinero. Era preferible la inmundicia. Decidió que haría lo correcto, abandonaría ese estilo absurdo de vida que ya no poseía, y se iría lejos, con su familia a comenzar de cero.
Mackenzie no alcanzaba a su hermana, había perdido su rastro, temía por su salud mental, era una chica frágil, miedosa e insegura. Se paró justo en el prado, mirando a todos lados, muy preocupada.
Clarence corría, no dejaría de hacerlo hasta sentirse segura, el camino se le desdibujaba por culpa de sus lágrimas, no se detuvo hasta llegar a las tierras altas, quedando en el acantilado más alto, miró abajo, un sollozo desgarrador salió de su boca, tocaba su estómago conteniendo su dolor, pero no podía, quería lanzarse, terminar con todo
-¡No puedo más! -exclamó, temblaba, acercándose al borde
-¡Señorita! ¡Deténgase! ¿Qué cree que hace? -exclamó una voz masculina, firme y fuerte, provocó que Clarence se estremeciera, sin abandonar su impulso de lanzarse al frío mar del norte
-¡Aléjese! -gritó con violencia
-¡Por dios! ¡No se atreva a lanzarse! El mar es muy frío, y una caída a esta altura la mataría de inmediato, si no sufriría demasiado dolor, piénselo, se lo digo por su bien...
-¡¿Y a usted que le importa?! -replicó, castañeaba sus dientes por el temor, miró al hombre, sus ojos oscuros la miraban casi con lástima
-Eh, vamos, señorita, la vida no puede ser tan mala para querer morir tan joven.
-¡Usted no me conoce!
-Todo tiene solución -August le acercó su mano, ella lo miró desconfiada
-¡Lárgate! -gimoteó, pero August no desistió, cuando creyó que la chica se lanzaría al vacío, sujetó su brazo con fuerza descomunal, y la empujó hacia él, cayeron al pasto, ella cayó encima de su cuerpo, cuando levantó la vista admiró su rostro afilado, su cabello castaño oscuro, lacio, tenía unos grandes ojos cafés, ella se levantó de prisa, intentó correr, pero August la abrazó de la cintura y no la dejó seguir, sintió aquel cuerpecito frío, pero se contuvo
-¡Suéltame!
-No lo haré, no permitiré que te lastimes.
-No quiero vivir, ¡No quiero casarme con él!
-¿Con quién?
Clarence no pudo terminar de responder, cuando Mackenzie llegó corriendo
-¡Clarence! -dijo acercándose a tomar su rostro en sus manos-. ¿Estás bien?
-Ha intentado lanzarse por el acantilado -dijo August levantándose, detrás de Clarence. Mackenzie casi grita
-Cariño, no puedes hacerlo -dijo mientras la abrazaba, y agradeció a August quien se retiró al creer a la joven a salvo
-No voy a casarme con él... tengo miedo -dijo mientras se abrazaba a Mackenzie.
-No te casarás, lo juro, yo no lo permitiré -la voz fuerte y segura de Mackenzie devolvió la esperanza a Clarence.
Ambas volvieron a casa con paso lento, Clarence preguntó todo el camino sobre que alternativas tendrían, pero Mackenzie no dijo nada.
Estaban por entrar a casa cuando escucharon el galope de un caballo, Mackenzie miró a Lord Derickson cabalgar a su dirección, Clarence se tensó, sujetó la mano de su hermana con fuerza, pero justo detrás de él venía una carroza fúnebre, Mackenzie frunció el ceño, un frío recorrió su cuerpo, sintió temor, no apartó su mirada de la escena que se volvía fantasmagórica ante ella.