-¿Qué? -susurró Mackenzie, frunciendo el rostro, perpleja, mientras Clarence escuchó el rugir de su corazón como si le fuera a salir de la boca
-Su madre, Gema, fue a verme y... yo... se puso muy enferma, de pronto... Le dio un infarto al corazón, no pude hacer nada...
Los ojos de las hermanas Rosenbaum se engrandecían ante aquellas palabras, Clarence se rompió en llanto, corrió de prisa a la parte trasera de la carroza, admiró aquel ataúd, mientras los hombres que acompañaban a Andrew lo bajaban
-¡No puede ser! ¡No! -exclamó Mackenzie que estaba al borde de un colapso nervioso
-Lo siento, de verdad, no sabía que estaba enferma...
-¡Maldito! ¡Qué le hiciste! ¿¡Que malvadas cosas le dijo?! -gritó Mackenzie golpeando con fuerza su pecho, Andrew se quedó de piedra, haciéndose atrás para evitar el contacto de los manotazos de la jovencita, que comenzaba a llorar, Andrew sintió mucho dolor por ella, al verla así, sujetó sus manos solo para que no se lastimara-. ¿Por qué? ¡Oh, Mamita! ¡No!
Andrew la abrazó con fuerza, mientras ella lloraba, temblaba, sintió demasiada tristeza, recordó la muerte de su madre, la abrazó con mas fuerza, besó su pelo como un impulso para reconfortarla, Mackenzie no podía siquiera darse cuenta de lo que pasaba.
El féretro fue dejado en el suelo, Clarence se acercó a él y lo abrazó sin abrirlo, entonces Frederic salió de casa, consternado miró la escena
-Pero, ¿Qué pasa? -preguntó con visible duda, sintió pavor al mirar a Clarence arrodillada al lado del ataúd. Se acercó de prisa-. ¿Clarence?
-¡Mamita! -gritaba la joven, el padre sintió que su corazón se empequeñecía
Mackenzie abandonó los brazos fuertes y cálidos del Lord para acercarse a su padre
-¿Gema? ¡Oh, no! -gritó el padre, para acercarse y al fin abrir el ataúd, ahí estaba la mujer, el rostro de Frederic se amargó como si todo el pesar iluminara su cara, entre la sorpresa y el estupor, alzó las cejas y luego comenzó a llorar, abrazó el cuerpo con fuerza, padecía, su sueño de amor de envejecer al lado de su mujer ya no se concretaría, la muerte como siempre había llegado antes, pero siempre creyó que vendría primero por él.
Mackenzie y Clarence se abrazaron a sus padres, todo estaba roto, la tragedia los había envuelto como una hiedra venenosa de la que no podían escapar.
Andrew los miraba con un sentimiento de culpa, pensando que nada de lo que había sucedido era tan importante como la vida misma.
El funeral de Gema Rosenbaum estuvo repleto de personas de Glosk, ahí estuvo Andrew quien a pesar de Frederic asumió todos los gastos. No hubo murmuraciones, todos creyeron que Rosbell seguía enferma y por eso no estaba ahí. Frederic estaba inconsolable, y entorno a la madrugada despidieron a las personas, para darse cita en el cementerio mañana temprano.
La soledad era el mejor regalo en esos momentos, mientras Clarence ayudaba a limpiar un poco, Frederic siguió sentado en una silla con el mismo gesto distante. Andrew aún estaba ahí, no quería irse, la responsabilidad que sentía era grande, permaneció de pie, no había dormido. Mackenzie no había vuelto a hablarle, caminó hacia él llevando una taza de café
-Tome -dijo sin calidez, él tomó la taza, sabía que ella creía que era responsable de la muerte de Gema y eso lo tenía en un tormento
-Mackenzie, espera, solo un segundo, déjame hablar.
Ella se detuvo mirándolo, lo dejaría hablar, tenía el rostro delgado, con ojeras moradas que adornaban sus bellos ojos, por el desvelo y el llanto, pero llevaba algo de rabia en su gesto
-De verdad, jamás quise lastimar a tu madre, no sabía que ella ignoraba lo de Rosbell, lo lamento tanto.
Mackenzie estuvo al borde del llanto, pero se controló, algo había de razón en Andrew, él no mintió y aunque doliera, aquello era real
-Sí, lo sé, nadie puede cambiar lo sucedido, Lord, solo, le pido que si tiene algo de humanidad tome en cuenta nuestra situación actual, por favor, mi hermana... no está ahora para...
-¡Lo sé! ¿Qué clase de monstruo crees que soy? No exigiré ninguna boda ahora, hablaremos después, y por las tierras y el agua no deben preocuparse, ya todo volverá a la normalidad.
Ella asintió muy sorprendida, Andrew la miró bien, no parecía tener vergüenza de hablarle con claridad, eso le agradaba, en cambio, era imposible siquiera que Clarence le mirara a los ojos, no buscaba una esposa, era cierto, necesitaba a una esposa por apariencias, pero no quería tampoco que aquello se convirtiera en una tortura para ella.
La puerta principal se abrió de par en par y una figura rubia, agitada y llorosa entró despavorida
-¡Madre! -gritó Rosbell, caminando por la casa, hasta encontrarse en el salón principal, ahí estaba su padre el fondo en una silla y el féretro justo en medio, en la esquina izquierda estaban Mackenzie y el Lord. Rosbell no miró a nadie, solo fue al ataúd
-¡Mamita, querida! ¡Perdóname! -dijo suplicando, ahogada en sollozos.
Mackenzie la miró con pesar, y Clarence estaba tan sorprendida. Frederic se levantó hacia ella tomó su brazo con fuerza descomunal y la lanzó al suelo
-¡Cállate! Hipócrita, ¡Tú no tienes madre! Ni tampoco tienes dignidad para plantarte en esta casa, ante mí, ante el cadáver de una buena madre y esposa, ¡Nos hundiste en la miseria, en la vergüenza! ¿Y tienes el descaro de estar aquí, suplicando y llorando? -exclamó con los ojos impasibles de furia y rabia
John que había escuchado todo se apresuró a levantar a su mujer del suelo
-¡No voy a permitir que la trate así, sé de su enojo, pero no se desquite con ella! -Frederic enrojeció de odio, sujetó el cuello de John con amargura
-¡Lárgate pusilánime! Ni siquiera puedes llamarte hombre, ¿Qué clase de hombre es capaz de robar a una mujer antes de merecer la bendición de su padre? ¡Eres asqueroso!
-¡Suélteme o no respondo! -gritó John bastante ofendido. Mackenzie se acercó a ellos
-¡Por favor, padre! ¡Lárguese John! Ya ha escuchado, váyase o la policía vendrá por un bandolero como usted.
John se echó a reír
-Ahora me correrás tú, pequeña.
-Ella no, pero yo si -dijo Lord Andrew plantándose frente a John. Rosbell lo miró incrédula, lo conocía por una foto que su madre le entregó, era él mismismo Lord Derickson, Respiró con temor
-Oh, vaya, la pequeña ya consiguió hombre de dinero, fue intercambiada por su hermana, ¿No es así? Usted, señor Rosenbaum, dice que soy un hombre asqueroso, pero un padre que vende a una hija para sopesar su pobreza es algo peor -dijo John satisfecho, pero Mackenzie le encestó tal bofetada, que sorprendió a todos
-¡Lávese la boca antes de hablar al hombre que le dio la vida a su mujer! ¿Y así es como dice amarla?
John tenía el gesto colérico, Andrew se envalentó ante él, dejando claro, que si respondía al ataque se enfrentaría a él. John no tenía miedo, pero, sabía que se había pasado, deseaba tener menos lengua y mejores modales, pero no podía negar quien era; el hijo de un pirata y una criada que nunca supieron de los modales de alcurnia.
-Váyase, John Fortune -dijo Andrew con ojos pequeños-. Lo acompaño a la salida.
John sonrió tibio, sujetó la mano de Rosbell que no parecía dispuesta a irse, pero tuvo que seguir a su marido. Mackenzie fue tras ellos, diciéndole a Clarence que cuidara a su padre.
Llegaron a la salida, para encontrarse rodeados de los malos hombres de John
-¿Qué pasa, Lord? ¿Se le acabó el temple de acero?
-Claro que no, si me busca, me encuentra -dijo poniéndose frente a él.
El hombre de confianza de John se acercó a él, era un sujeto llamado Jeremy.
-¿Qué pasa, algún problema? -dijo exhibiendo su pistola en su cintura. Andrew sonrió irónico, no tenía miedo, sabía bien quien era, y que esos hombrecillos no le dañarían
-Vámonos ya, Rosbell -dijo John fatigado
-Mackenzie... -quiso hablarle, pero ella le volteó la cara con furia, no quería oírla. Rosbell contuvo sus ganas de llorar, bajó la cabeza y siguió a su marido
-Pero, ¿Qué pasa, John? ¿Permitiremos esta falta de respeto? Dime, y le enseñamos respeto a esta pequeña preciosa -dijo Jeremy acercándose peligroso a ella, Andrew al sentirlo, tomó la mano de la joven y la colocó tras él, poniéndose frente al hombre de su talla
-Solo en tus malditos sueños salvajes podrás tener a una mujer como ella a tu lado, desquiciado enfermo -espetó con asco
Jeremy le miró con rabia
-¡Ya basta, Jeremy! Déjalos en paz, nos vamos.
Jeremy sonrió con sarcasmo, escupió al suelo, pero siguió clavando la mirada rabiosa en Derickson que no abandonó el gesto de guerra, hasta que esos hombres se fueron
-Gracias, Lord -susurró Mackenzie, mientras sujetaba su cabeza que dolía. Andrew la miró.
-Me quedaré, pediré que mis hombres vengan, creo que pueden volver.
Mackenzie pensó en ello, era verdad, Rosbell era terca, y después de todo podrían aparecer en el cementerio, asintió con suavidad.
Rosbell lloraba en el cuarto de hotel, John intentaba en vano consolarla, ella no lo permitía
-¿Me odias? ¿Crees que tengo la culpa?
-¡Yo soy la única culpable! Debí ser una buena hija, antes de pensar solo como mujer
-¿Te arrepientes?
-¿Y eso cambia algo? Por favor, John, mira tus hombres, casi humillan a mi hermana, ¿Acaso no viste como el malnacido de Jeremy casi la desnuda con la mirada? ¡Yo no lo soporto!
-Lo sé, mi alma, hablaré con él, no volverá a ofenderte, ni a nadie, lo juro.
-Estoy cansada, John.
-¿De mí?
-Quiero dormir, pero estoy cansada de ver en ti a un hombre lleno de promesas sin cumplir -dijo con amargura. John bajó la mirada adolorida, asintió herido y salió de la habitación.
Rosbell se echó a llorar, su madre siempre la había adorado, incluso más que al resto de sus hermanas, y ella la decepcionó sin contemplación, recordó su voz, su rostro, el dolor y la culpa la embargaron.