Capítulo 2 Quizás me gusta

-¡Es un idiota! No sabes cuanto lo detesto, es un hijo de puta. ¡Lo odio! -hace unos minutos que estoy en mi oficina y no he dejado pasar un segundo sin maldecir al capullo de mi jefe mientras camino de un lado a otro. Maritza me observa burlona mientras se ríe de mis arrebatos-. Aveces quisiera lanzarle un tacón en la cabeza.

-¿En verdad lo odias tanto? -pregunta alzando una de sus cejas.

-Más de lo que debería -le digo.

-Del amor al odio solo hay un paso y ustedes dos, lo que se tienen es gana -al decir aquello estalla en carcajada.

-Será mejor que no digas nada más -le advierto furiosa sin dejar de caminar por toda la oficina.

-¡Cálmate mujer! -exclama Maritza- Siéntate Adriana porque ya me estás mareando con tus vueltas -hago lo que me pide y me quedo viéndola como si quisiera arrancarle la cabeza.

-Más te vale que no empieces con tus sermones -le advierto señalándola a lo que ella se cruza de brazo.

-Tranquila, no diré nada. Solo quiero que me expliques que fue lo que pasó exactamente -me pide.

-¿Qué pasó? Pues lo que siempre pasa. Él como siempre, buscando la forma de hacerme enojar. ¿Sabes que prácticamente estoy obligada a ir con él a la gala de recaudación de esta noche? Y si no fuera poco, me llamó tonta en pocas palabras -le cuento.

-Pero eso es un privilegio ir a la gala de recaudación, ahí solo van los de alta sociedad y tú, ira con nada menos que con el gran heredero de las empresas West -dice aplaudiendo-. ¡Eso es fantástico!

-¿Fantástico? Te estoy diciendo que debido a eso no podremos ir al club esta noche.

-Lo sé, pero imagínate que es una oportunidad para estar cerca de él. Además, no debería ser tan malo hacer de su acompañante. ¿No?

-No, no sería tan malo si ese hombre no fuera el que más detesto y yo no fuera la mujer que él odia. Y si no fuera poco, prácticamente me insultó diciéndome, que espera que esté a su altura.

-No sea tan exagerada -alega- y por supuesto que vas a estar a su altura. Yo me voy a encargar de eso, vas a dejar al jefe gruñón con la boca abierta.

-Ni te moleste porque no estoy segura de ir -confieso-. Es más, ahora mismo iré a decirle, que ocurrió una emergencia y que no podré acompañarlo -me pongo de pies lista para salir, pero Maritza me detiene y me hace sentar nuevamente.

-Tú no vas a ningún lado -me amenaza apuntándome con su dedo índices-. Escúchame bien Adriana. Tú vas a ir a esa gala, tú vas a hacer su acompañante y te vas a porta ser como la dama profesional que eres.

-No creo que pueda comportarme como una profesional teniéndolo tan cerca -susurro.

-Piensa que esta es una gran oportunidad para ti, sabes que no a todos los empleados le permiten asistir a esa clase de eventos. Solo van los que se lo han ganado -me explica-. Dijiste que él te dijo, que podrías aplicar para presidenta del departamento de marketing.

-No lo dijo en serio. Solo se burlaba de mí.

-No, en realidad ese puesto si esta vacante, desde la semana entrante empezaran a evaluarnos a todos, para deducir quien está capacitado para el puesto.

-Entonces, ¿no lo dijo bromeando?

-No lo estaba -afirma-. Quiero que vayas a esa gala y quiero también que te postule para el puesto -me dice zarandeándome-. Quiero verte ascender Adriana. Ya es tiempo de que tome las riendas de tu vida.

-Tienes razón -le digo entusiasmada-. Voy a postularme a la vacante y voy a arrasar en esa gala.

-¡Así se habla! -celebra-. Bueno dejemos la celebración para otro día. Debo irme a terminar de organizar unos documentos porque ya casi es la hora de salida -dice mirando el reloj-. ¿A qué hora pasará por ti? -pregunta.

-Dijo en tres horas, o sea, a las 8.

-Bueno, tiene la ventaja de que vivimos juntas así tendremos bastante tiempo para convertirte en una diosa -expresa sonriendo mientras sale de mi oficina.

Miro las cuatro esquina de mi oficina y respiro melancólicamente, no sé si pueda hacer esto. No soy capaz de controlarme cuando estoy cerca de él, es como si mi corazón se apoderará del control de mi cuerpo. Estoy segura de que si no logro frenar mis emociones voy a terminar cometiendo una estupidez.

Odio sentirme tan débil ante un hombre como él. Un hombre que me robó el aliento desde el primer instante en que lo vi, un hombre que se adueña de mis sueños cada noche. Un hombre que jamás podré tener. Somos tan diferentes, tan desiguales, somos como dos imanes opuestos, que aunque se repelen, se atraen.

Él es un príncipe y yo una plebeya. Será mejor que me enfoque en mi trabajo y entierre estos sentimientos muy en el fondo. En estos momentos, mi trabajo es más importante y no me puedo dar el lujo de perderlo a causa de mis atrevimientos y de no poder controlar mis emociones.

Me pongo a organizar un poco la oficina antes de irme. Pongo en orden varios archivos que tengo regado por todo el escritorio. Coloco todo en su lugar y cuando estoy a punto de apagar el computador, la cabeza de Maritza asoma por la puerta.

-¿Nos vamos? -pregunta.

-Sí, ya he terminado de organizar y dejar todo listo para mañana -apago las luces y salgo de la oficina. Maritza enrolla uno de sus brazos con el mío y entre risa, salimos de la empresa rumbo a nuestra casa.

(...)

-Me queda mejor el rojo -tenemos más de media hora eligiendo un vestido. Maritza ha traído todos sus vestidos y lo ha lanzado encima de mi cama y aun así, no nos decidimos por ninguno.

-No me gusta como se te ve el rojo, pareces un cuadrado. No te hace figura -dice negando con la cabeza.

-No sé que más probarme, creo que ya me lo he puesto todo -le digo con desgano. Maritza empieza a revisar otra vez vestido por vestido, lanzando Por los aires aquellos que no le gustan.

Una de las ventajas de tener a mi amiga ayudándome con esto y el porqué la tolero es porque tiene conocimiento de moda si no, no la dejaría, se pone superintensa.

Cuando la elegí como compañera de apartamento, confieso que no creía que nos llevaríamos bien. Nuestros gustos son muy distintos, pero pudimos compenetrar y no solo somos compañera de piso sino, que nos hemos convertido en el punto de apoyo una de la otra. No hubiera podido pedir mejor amiga que ella.

Un grito eufórico me hace brincar del susto, desvío la mirada hacia Maritza quien está dando salto como loca mientras sostiene un hermoso vestido negro y un solo pensamiento llena mi cabeza. ¡Oh no, Maritza!

-¡Este te quedará perfecto! -exclama acercándose a mí a toda prisa. Me quita los vestidos que tengo en las manos y los lanza al suelo, me hace dar la vuelta y me coloca frente al espejo. Toma el vestido y me lo pone en frente, una sonrisa radiante aparece en su rostro y un grito de emoción sale de su garganta- No puedo esperar ver como te queda -me entrega el vestido y me alienta a probármelo y con un poco de nervios accedo.

Me quito el vestido que tenía puesto y me coloco el negro, y los gritos de Maritza no se hacen esperar. Me miro al espejo y no puedo creer lo que veo, el vestido se ajusta a mi cuerpo y se amolda a cada una de mis curvas. Tiene un escote en v bastante sensual, es ajustado, pero suelto de la cintura hacia abajo. Al darme la vuelta un gran escote deja al descubierto toda mi espalda. Sonrío al verme tan hermosa, nunca me han gustado los vestidos, pero creo que desde hoy voy a cambiar de opinión.

-Es hermoso -expreso.

-No, no es hermoso -responde Maritza, la miro confundida por su respuesta-. Tú lo hace hermoso. La ropa es solo un adorno y el que luzcan hermosas es debido a la actitud con que la lleve -dice tomando mi mano-. Cada cosa que te ponga llévala con la mejor actitud.

-No sabes como te agradezco todo lo que haces por mí.

-No tiene que agradecerme porque para eso somos amigas, pero ven, debo peinarte y maquillarte. Ya casi es hora de que llegue el gruñón -me siento frente a la peinadora. Maritza empieza a peinarme haciéndome una coleta de lado, dejándome dos flequillos sueltos para enmarcar mi rostro. Seguido empieza a maquillarme, ella sabe lo que me gusta así que no tengo que decirle nada.

Cuando finaliza, unas bocinas de auto se escuchan en toda la habitación. Maritza se asoma por la ventana y me hace seña de que ha llegado. Me levanto de la silla, me doy una última mirada al espejo, sonrío al gustarme lo que veo y me preparo para esta noche de martirio.

            
            

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