El aire en la habitación estaba cálido. Se escuchaba el crepitar del fuego en la chimenea a unos metros de la cama de Crista. El afiche con las fotos de sus amigos y compañeros, adornaba la pared frente al escritorio de roble. En un extremo cerca de la chimenea se encontraba una mini heladera y una mesa redonda con cuatro sillas y un florero con flores rojas. La cama tenía un acolchado celeste y varios almohadones con estampado de lunares, que la cubrían. Y en un puf con forma de oso polar, Crista se encontraba sentada leyendo un libro, olvidándose de Feuer.
O por lo menos, tratando de hacerlo.
Cuando sus ojos y su cabeza no podían más, dejó el libro sobre su mesa de luz, luego de levantarse, y al ver que había dejado otro té por la mitad, lo congeló dándole la forma de una rosa del color de la miel. Al ver que su diseño le había gustado, guardó la rosa dentro del frizzer, para luego mostrársela a las niñas del Circo pues, ella siempre andaba haciendo figuras con sus poderes para alegrar a los niños o sorprender a los adultos. Pero, una de las actividades que más le gustaba era hacer estatuas de hielo, congelando el agua del río o del lago, y a veces representar a sus amigos de la misma manera.
Al instante, comenzó a recordar cuando habían ido de picnic con Aaron, Aeris, Almendra y Feuer, hacía el lago. Toda la tarde se la pasaron haciendo estatuas de hielo de ellos mismos o de sus compañeros, y deformando un poco la naturaleza con sus poderes alquímicos.
También recordó la pequeña escena con Feuer, cuando solo habían pasado dos meses de su ingreso en el Circo Couleurs.
Los dos se encontraban en la orilla del lago cristalino del agua de los glaciares que se derritió con el tiempo. A Crista se le había caído un collar que era muy preciado para ella, pues, era el único recuerdo que le había quedado de su madre, luego de su muerte.
-Crista si sigues así te caerás-Le advirtió Feuer mirándola de cerca, mientras ella trataba de acercarse a través de un tronco caído sobre el agua.
-¡No me importa!-Le gritó mientras se ponía en cuclillas sobre el tronco para tomar el corazón de cristal celeste del agua.
-Déjalo ya-Le ordenó Feuer temiendo que se convirtiera en una situación problemática solo por un collar. Sin embargo, en ese pequeño momento él no sabía el valor sentimental que poseía para Crista-¡Solo es un collar!
Crista abrió grande los ojos en el lugar sin moverse.
Sorprendida.
Luego, lanzó su mirada hacía Feuer, y él, pudo jurar que por primera vez, sintió un frío glacial que lo recorrió por entero.
-No es solo un collar-le dijo ella tajante sin quitar su mirada de él. Entonces, mientras volvía a tratar de tomarlo, Crista perdió el equilibrio, y antes de caer al agua, Feuer la tomó entre sus brazos con un rápido movimiento y la devolvió a la orilla.
Ella lo miró sorprendida, pero al momento volvió su atención al collar, que seguía enganchado en una rama en el medio del agua.
Feuer suspiró.
-Yo voy-Le dijo y al instante, se lanzó dentro del lago.
Crista lo miró, helada, allí en el lugar sin poder creerlo.
Luego, él salió del lago empapado de pies a cabeza. Su cabello castaño chorreaba agua y la remera blanca que llevaba se había ajustado a los músculos de su cuerpo.
Crista lo miró con atención, mientras él se acercaba con el collar en la mano y se lo depositaba en las suyas.
-Supongo que merezco saber la razón de por qué es tan importante para ti-Exclamó, de repente, sonriendo para que Crista se sintiera mejor.
Ella lo miró dubitativa y supuso que tenía razón. Le contó su aprecio hacía ese accesorio y él comprendió al instante.
-Ya veo-Le dijo Feuer con el rostro serio-Tu madre debía tener muy buen gusto-Inquirió al ver de cerca el hermoso cristal tallado a mano.
-Mi madre era una gran artista y se dedicaba a todo lo artesanal. Para ella fue una sorpresa que me convirtiera en alquimista-Le comentó Crista sonriendo con ternura al recordar a su madre. Feuer se sorprendió con el rostro tan bello de Crista-Pues, para ella era como hablar de magia, ya que todo lo que hacía lo hacía sin esfuerzo alguno y sin saber el origen. Pero, a pesar de ello, nunca logré que me enseñara. Por alguna razón, estaba totalmente negada a ello.
-¿Y cómo aprendiste?-preguntó él, curioso e hizo una pausa-Digo, la alquimia-aclaró.
-Bueno... Mi mamá me había contagiado el gusto por la escultura y desde pequeña tallaba caballitos, conejos u osos de cristal, y los exhibía con mis amigas en la escuela. Y un día, encontré un libro sobre alquimia y me puse a leerlo-Exclamó gesticulando suavemente cada acción. Luego, hizo una pausa. Pero, al momento continuó-En el barrio en donde vivía, había un vecino de años muy avanzados que contaba cuentos haciendo figuras de papel relacionadas con la historia. Siempre me había sorprendido y creía que se trataba de magia. Sin embargo, cuando leí sobre la alquimia, me di cuenta de que aquel hombre transformaba o alteraba la forma del papel. Es decir, lo transformaba con su alquimia.
-Entiendo-Exclamó Feuer interrumpiendo a Crista-Un anciano cuenta cuentos con figuras de papel...-Comentó y luego dejó continuar a Crista.
-Sí, aquel hombre poseía un gran talento y por eso, le pedí que me enseñara a hacer lo mismo, pero a través del cristal-Le explicó a Feuer con emoción, al ver que él le prestaba atención-Sin embargo, al principio no me aceptó como una aprendiz, pues, él pensaba que era muy joven para empezar con la alquimia. Pero, como no me había quedado satisfecha con su respuesta-hizo una pausa pensando que era parecida a la historia con su madre-comencé a practicar por mí misma-continuó- Hasta que un día, logré hacer una pequeña rosa de hielo-Crista recordaba muy bien cuando había hecho su primera escultura de hielo, a los ocho años-Y se la llevé a aquel hombre. No pudo decirme que no, al ver mi avance y comenzó a enseñarme. Así es como llegué hasta aquí-Le dijo a Feuer con una sonrisa triunfal.
Él enarcó una ceja en gesto divertido.
-Ya veo-Luego, miró hacía adelante con los ojos hacía el Sol y con una media sonrisa relajada exclamó-Qué bueno que hallas aprendido. Es una alegría tenerte en el Circo, Crista-La miró a los ojos sonriéndole por entero.
Crista sintió que sus mejillas se ruborizaban, pero luego le sonrió estando realmente feliz de estar allí.
-Igual para mí-Exclamó riendo.
Qué recuerdos, pensó mirando por el cristal que daba hacía el balcón mientras sonreía y se acordaba de cuando se había enamorada por primera vez de Feuer.
Luego, un movimiento extraño que provenía del bosque le llamó la atención y como no podía dormir, decidió ir a ver de qué se trataba.