Capítulo 3 TRES

*Miranda*

Entré a mi habitación. Estar de vuelta en este lugar me hizo sentir un poco nostálgica. La pared llena de hojas de papel impreso y esos garabatos de arte lineal, me acorde de Fernando. De aquella vez que lo traje a conocer la ciudad. ¿Donde estaba él en este mismo momento? Lo había dejado en mi casa, allá en San Francisco. ¡Le encargue mucho la granja y a los muchachos!

Pase al sanitario, orine un poco, acicale mi rostro y quise estar en fachas el resto del día. Me quite la ropa, camine hasta el clóset en ropa interior y abrí las puertas. Me puse un pantalón de algodón de color gris y una playera holgada blanca. Aunque me sentía algo cansada, preferí solo lavarme la cara, el agua fría ahuyento el sueño y así podría aparentar que seguía estando en guardia.

Escuché que mi celular empezó a sonar con el tono de llamada.

-Acabo de terminar la reunión. ¿Sigues en el hospital?

-No. Hace como veinte minutos que regresamos a casa. Dieron de alta a Emilio y ya estamos de vuelta.

-¡Orales! Eso fue muy rápido. ¿Cómo está él?

-Está muy tranquilo. Yo supongo que se siente feliz de ya no estar en el hospital -sonreí-. Es muy aburrido estar limitado a una cama. ¡Él no lo soporta!

-Yo creo que nadie es capaz de querer permanecer en una cama de hospital por mucho tiempo.

-¡Ya se! Eso seria algo que no le deseo a nadie. No me gusta ver la tristeza de Emilio.

Hubo un breve silencio entre nosotros.

-¿Ya comieron?

-Si, en eso andamos. Les compré cemitas. Emilio tenía antojo y decidí invitar al nuevo chofer a que se quedara a comer.

-¿De verdad invitaste al nuevo empleado a tu casa?

-Si.

-¿Es bueno en su trabajo?

-Todo indica que si. Aunque estaba un poco nervioso al principio, pero lo he convencido de que estamos en confianza y al final accedió a venir. ¡Ya sabe que soy su jefa!

Me pareció escuchar una risita por parte de Édgar.

-Cuando le hicieron la entrevista de trabajo, dijo que era su primer empleo y que necesita el dinero.

-Que bueno que lo contrataste. Alex parece ser un buen chico. Respetuoso y algo tímido.

Comencé a caminar por mi habitación, me acerque para poder abrir la ventana.

-Y bueno, ya que les compraste comida a ellos, ¿compraste también para mí?

En la cubierta de mí escritorio había un sobre de carta de color blanco. Eso era extraño.

-Te compré dos. ¿Ya vienes para la casa?

-Estoy afuera, terminando de estacionar el auto.

Me sorprendió demasiado, fue muy inesperado que dijera eso.

-Pues entonces apúrate, ya te prepare el lugar en la mesa.

-¿Me estas esperando para comer?

Me reí.

-No soy tan cursi como para estar esperándote.

-Eso lo se. Pero podrías intentarlo.

-¡Nel! Tú sabes que eso del romance ya no se me da bien.

Escuché que cerraba una puerta, seguramente acababa de entrar.

-¿Donde estas? Solo veo a Emilio y a Alex.

-En mi habitación. Necesitaba cambiarme.

-Está bien. ¡Te espero para comer! Aquí los chamacos ya están comiendo.

Todo comenzaba a tornarse sospechoso.

-No me esperes. No bajaré enseguida.

Mi curiosidad estaba puesta en la posible carta anónima sobre mi escritorio. ¿Como es que había llegado hasta aquí?

-Bueno. ¿Todo está bien?

-Si. Todo está...

Ni siquiera pude terminar de hablarle. Se apagó mi teléfono, la batería se agotó por completo.

Conecte el móvil a cargar y me tumbe en mi cama con la carta entre las manos. Sentí un dolor leve en el cuello, lo más probable es fuera el resultado de mi estrés y mis ganas de solucionar esto. ¿Solucionar? ¿Que estaba mal conmigo? ¿Por que parecía que siempre estaba rodeada de líos? Abrí la carta, desdoble la hoja y una pequeña fotografía con el rostro de mi madre, de Sandra, me hizo temblar un poco. ¿Que era todo esto? ¿De donde había salido esta carta? El remitente me causo escalofríos. ¡Él había vuelto!

Miranda:

¡Espero que estés bien! La neta es que yo he estado mucho mejor después de lo que hiciste ese día en la graduación. ¡Ya se que estoy loco! Pero tú también lo estás. Estás loca, dañada y bien lastimada. ¡Y me las vas a pagar!

Lo más probable es que me odies o me guardes mucho rencor. ¡Lo siento si sueno muy arrogante! No me voy a disculpar por lo que hice o por cómo te traté. Solo quise escribir esto para decirte que prometo arruinar tu vida así como tú me arruinaste mi futuro. ¡Ahora nadie quiere creer en mí a causa de lo qué pasó ese día en la graduación!

¿Que hice yo para merecer esto, si la culpa siempre fue tuya? Tú misma me obligaste a querer tocarte de forma profunda, quise tenerte y aún hay días en los que pienso en ese deseo de poder acostarme contigo. ¿Es culpa mía el sentir esto? ¡Claro que no! Todo es culpa tuya. Tu maldita belleza y timidez flecharon a mi corazón. Así que la culpa te corresponde, tal vez si hubieses sido hombre las cosas serían diferentes. ¡Yo no tengo la culpa de que hayas nacido como mujer!

Si el tiempo se pudiera regresar, ¿habrías aceptado estar conmigo? ¡Que lastima que el tiempo no regresa y el pasado no se borra! Y te lo digo de forma directa y cruda: pienso hacerte pagar por haberme arruinado. ¡Disfrutare todo el proceso!

Te veré pronto. ¡Cuídate mucho!

Atentamente Aldo.

Al final de la carta había algo pegado al papel. Arranque la fotografía, era una postal que había publicado en mi catálogo muchos meses atrás. Un cielo lleno de nubes con sombras profundas de color azul. En la parte trasera tenía escrita una frase:

¿De quién es la culpa? ¿Del deseo o de la belleza?

Y entonces intentando no querer estresarme más, yo misma me obligue a aparentar fortaleza. ¿Como era posible que Aldo tuviera una fotografía de Sandra? ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones de este chamaco? ¿Debería quedarme callada? ¿Por que es que todos mis malos recuerdos comenzaban a aparecer para querer hacerme miserable la vida? ¡Maldito pasado! No lo podía cambiar, pero de algo si estaba segura. Esto se iba a poner feo y no era el momento para volver a ser débil. ¡El pasado no me quería dejar olvidar!

***

*Emilio*

Miranda había decidido subir a su habitación en vez de acompañarnos a comer. Mi oportunidad de pasar más tiempo con ella se vio obstruida por sus ganas de querer descansar. Que aunque ella no me lo había expresado aun, al instante yo podía percibir que algo estaba aplastando a su corazón. ¡Conocía a Miranda casi a la perfección!

-¿Y siempre soñaste con trabajar de chofer?

-Pues no, pero tenia que aprovechar la vacante. En estos momentos tengo algo de necesidad.

-Si te sirve de consuelo no eres el único con problemas. Lo bueno que ya encontraste empleo y te puedo asegurar algo. Tu jefa es bien chida.

Di un sorbo a mi agua de zarzamora, la neta que si estaba bien buena.

-¿Conoces a Miranda desde hace...?

-Desde que eramos niños. La conozco de muchos años, por eso te puedo segurar que tienes un buen empleo.

Alex sonrió. Mordí mi cemita, la carne enchilada estaba bien sabrosa.

-La verdad no pensé que ella fuese mi jefa. Bueno es que Édgar no me explico. Cuando me mando a recogerlos, solo me dijo que tenia que ir por una chica muy especial y su amigo. Di por sentado que tal vez ella seria su novia.

¿Su novia? ¡Ojala no existiese esa posibilidad!

-Pues no, ellos no son novios.

-¿Y ustedes?

-Tampoco lo somos. No me estas prestando atención, te dije que somos amigos desde que eramos niños.

Escuche que la puerta de la entrada se abría. No pude evitar sentirme en estado de alerta, pero tampoco es que pudiera hacer mucho, todo por culpa del maldito yeso.

-Alex, ¿puedes ir a ver quien es? Parece que alguien quiere entrar.

¡Que fastidio cuando las cosas no te salen como más quieres que sucedan!

-¿Como estas Emilio?

La neta no pensé que Édgar pudiera preguntar eso.

-Pues ando chido.

-¡Te ves chido! Miranda me dijo que ya te habían dado de alta. Que bueno que ya estas de regreso.

¡Canijo! Si supiera que el dichoso regreso no era lo máximo, todo se me desmoronaría.

-Si, ella me dijo que preguntabas por mi casi todo el tiempo.

-Es lo menos que podía hacer. Después de todo, ella estaba muy preocupada por ti. Le preocupas mucho.

Alex ya había tomado asiento para continuar con su cemita. ¡Triste Édgar! Seguro que solo estaba tratando de quedar bien con mi amiga.

-¿Quieres acompañarnos? Hay cemitas en la bolsa, Miranda compro de más.

-Si, eso me dijo. Acabe de hablar con ella luego que llegue. ¿Sabes si esta bien?

-La neta se ve cansada y algo estresada. Pero ella dice que se siente bien.

-Yo también creo que algo le pasa. ¿Te ha dicho algo?

-No. ¿Y a ti?

-Solo me dijo que no bajaría a comer con nosotros.

¿Que se supone que estaba ocultando Miranda? Es que ella es bien buena para quedarse las cosas y es toda una experta para aparentar que se siente chida. ¡Pero esta vez era diferente! Algo en su esencia no concordaba con las ojeras de mapache que se cargaba en el rostro.

***

*Miranda*

-¿Como te sientes? -Pregunté a Emilio.

Estábamos en mi habitación. El chamaco no quiso volver a la casa de sus padres y ellos lo consintieron en ese sentido. ¡Volveríamos a los viejos tiempos!

-Tú sabes que soy un canijo. Así que esto no me va a derrotar. ¡Me recupérate pronto!

La noche había caído, eran las nueve y nosotros estábamos acurrucados entre mi cama, disque mirábamos más de Stranger Things.

-La neta es que si eres un canijo.

-¡Hierba mala nunca muere!

Nos reímos. Había palomitas entre nuestras piernas y su pie bueno rozaba mi pie.

-Lo bueno es que estás bien y te ves tranquilo.

Fue en este momento que las cosas, las cosas de atrás comenzaban a reaparecer en nuestras vidas y el pensar en eso me hacia querer explotar. ¿Que cosas? ¿Cosas malas? ¿Cosas chidas? ¡El pasado también tenia cosas agradables que me hicieron sonreír! Emilio era mi sostén, mi confidente, mi fuerza. Yo era la nostalgia, el dolor, la fragilidad. ¿Que éramos justo en este momento?

-¡Gracias por estar al pendiente de mi! Neta que, lo agradezco.

Su sonrisa me hizo corresponder, como un gesto incontrolable mis cejas fueron coquetas.

-¡No me agradezcas! Yo lo hago por gusto. Sabes que te quiero.

-Si yo sé eso. Solo que...

¿Que era? ¿Por que ese silencio? ¿Por qué las miradas profundas?

-¿Que pasa?

-Se que ya te lo había dicho, pero en verdad que me hiciste mucha falta en todo este tiempo que te fuiste. Te lo dije ya varias veces, pero en verdad, completamente te lo digo. ¡Te extrañe tanto!

Su sentimiento me conmovió al punto de querer tomar su mano, entrelazar nuestras manos y estar juntos en el futuro. Mi respiración estaba calmada.

-Pues ahora estamos juntos otra vez, volveremos a ser como antes. Quizá y hasta logremos ser mejores que años atrás. ¿No crees?

-Si. ¡Eso estaría bien chido!

Intercambiamos risas.

-¿No se te antoja una chelita?

-Nel, no puedes tomar alcohol ahorita.

-Pero solo es para...

-No. El médico dijo que no.

-¡Traidora! Ahora tú apoyas más al médico que a mí. ¡Te pasas de lista!

-No es eso. Todo es por tu propio bien canijo. No seas ingrato por la forma en que te cuido. ¡Quiero que te repongas rápido!

-No, si yo se que no lo haces por mi mal. Solo quería intentar a ver si podía convencerte de que me dejarás tomarme una chela.

Sus dientes se pelaron como mazorca. ¡Una sonrisa amplia y estúpida a la vez! Emilio le había agarrado gusto a las bebidas alcohólicas y eso me preocupo un poco. ¿Habrá caído en el vicio del alcohol?

-Pues no va a funcionar. Así que mejor ya deja de andar insistiendo.

-Pero...

-¡Ya! Que pareces niño chiquito.

Soltó una carcajada.

-¡Y tú eres peor que mi madre!

Lo fulmine con la mirada, mis ojos sobre su risa y los movimientos de su cuerpo, se retorcía como gusano en comal con sal.

-No digas tonterías. Obvio no soy peor que tu madre porque ella es un amor de persona.

-Tienes razón.

Hubo silencio entre nosotros. ¿Que sentí justo en este momento donde el pasado y el presente se mezclaban para hacerme sentir bien?

-¿Quieres ver más de la serie? ¿O tienes sueño?

-Pues la verdad si tengo sueño, me siento un poco cansada.

-¿Por que no has descansado bien?

Había curiosidad en sus pupilas.

-Nada importante. Solo pues no he descansado por esto de la mudanza y el tener que arreglar algunos pendientes de la compañía y la granja.

-¿Todo está bien?

-Si. Todo esta perfecto. Solo es cansancio.

Sus ojos se posaron sobre mí de forma inquisitiva, era obvio que él podía reconocer cuando yo estaba tratando de ocultar la verdad para ser fuerte.

-¡Algo escondes! Y no me quieres decir.

-¡Ah! Para nada.

-Te conozco bien Miranda. El hecho de habernos distanciado un poco no significa que perdí la capacidad de descifrar tu lenguaje corporal.

-¡Hey! Te has vuelto más abusado que antes, ahora hasta me saliste lector del lenguaje corporal. ¡La universidad te ha cambiado un poco! -Dije para desviar el tema.

-Bueno, ahora ya sabes. Si hay algo que quieras decirme con todo gusto te ayudo.

-Lo se y te lo agradezco.

-¡Pues no parece!

-¡Ya! No te pongas como nena solo porque no quiero admitir que algo me pasa.

-¿Algo te pasa?

-No.

-Como sea. ¿Dormiremos juntos?

Parecía que su rostro se le iluminaba por completo.

-¿Tú que crees?

-Pues si. Después de todo fuiste muy bondadosa al permitirme regresar a tu habitación. ¿Te acuerdas de esa vez?

-¿De cuando nos peleamos? ¿O de que vez estas hablando?

-De cuando nos peleamos.

-Si me acuerdo. Pero pues tú qué tenías tu ataque de celos.

-No fueron celos.

-Ajá. ¿Entonces que eran?

-Pues fue mi sospecha que al final se esta convirtiendo en realidad.

-¿Tu sospecha?

De pronto no entendía.

-¡Pues si! Édgar y tú ahora andan queriendo construir algo amoroso.

Su sonrisa se llenó de picardía y fugacidad. ¡Me gustaba verlo sonreír! Estaba acostado, tenía un short puesto y los vellos de sus piernas se habían vuelto más gruesos de lo normal. Color negro, selva profunda en poros llenos de miel. ¿Cuánto habíamos cambiado?

-Pues ya te dije. Solo nos andamos conociendo un poco más.

Cerré la computadora portátil y la puse sobre mi buró.

-¿Y te gusta lo que has conocido de él?

-Pues si. Creo que es un buen hombre.

-¿No te importa la diferencia de edad?

-No es mucha la diferencia.

-¿Desde cuando descubriste que te gustaba?

Su pregunta me hizo tambalear ante mi respuesta. Mi querido Emilio estaba siendo demasiado meticuloso a la hora de querer saber la verdad sobre mis sentimientos.

-Pues verás. No se que decirte exactamente pero, recuerdo que fue ese día en que conocí a mi abuelo. Después de haber platicado y de tener el testamento en mis manos, yo regrese al vehículo y me desahogue con Édgar. Le dije un montón de cosas, me sentía algo frustrada y fue simple lo que él me respondió. Le dije algo así como, me gusta tu barba. Y es que se le ve bien chida esa barba que se carga. Entonces me respondió con, ¡a mi me gustas tú!

-¿Entonces él alimento este romance entre ustedes?

Pensé un poco en lo que debía responder.

-¡No se! O bueno. Que te digo. Apenas tengo dieciocho años y no soy una experta en el amor. Si hoy siento algo por él, puede que mañana eso desaparezca porque así es esto de intentar querer a alguien. Estoy segura que con el tiempo habrá una definición exacta en mi corazón. ¿Amor de verdad? Solo se sabe con el tiempo.

Pensaba así por todo lo que les había pasado a mis padres. Que se amaban con toda el alma y al final nunca pudieron terminar juntos.

-Ahora hablas como toda una mujer madura.

-Solo a veces.

-¡Te pasas!

-Si ya se, es que se me sale lo pipiris nais.

Reímos, intercambiamos sentimientos y al final era muy agradable tener esta conversación con él.

-¿Sabes algo?

Las risas se detuvieron.

-¿Que?

-La volví a encontrar.

-¿A quién?

Dejó escapar un suspiro, se acomodó entre las almohadas en posición de querer dormir.

-A mi ex novia.

Sentí un nudo en el corazón. ¿Había sucedido de verdad? ¿Lo estaba diciendo enserio?

-¿Cuando la encontraste?

            
            

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