Capítulo 2 Medina

–Joder, he dormido una puta mierda –se queja mirando el reloj redondo que cuelga sobre su puerta.

Se tumba de nuevo sobre la cama y cierra los ojos.

–Adara levántate de una maldita vez o llegaras tarde a ver a tu team de arpías y... harás que yo también llegue tarde –grita su hermana pequeña, Kat, mientras golpea su puerta y abre entrando con media tostada en la boca y una chaqueta de chandal, tres tallas más grande de la que debería usar, de su mejor amigo Troy a medio colocar dejando que caiga enseñando unos de sus hombros.

–Déjame maldita antisocial –gruñe vacilante Adara desde la cama–, cuando sepas lo que es una fiesta o... amigos que no sean un desconocido al otro lado del teléfono me hablas ¿va?

Sonrió maliciosa mientras se levanta en ropa interior, recogió una camiseta ancha del suelo mientras se aproximaba hasta la puerta y empujaba a Kat para que saliera de su cuarto.

Soltó un largo soplido y estiró su cansado cuerpo.

–Estaré en media hora preparame el desayuno –ordenó con tono alto con la puerta ya cerrada.

–No soy tu maldita criada –replicó Kat gritando–, eres una puñetera vaga, prepáratelo tu misma, ¿o es que a la princesita se le romperán las uñas si mueve un dedo?

–Cállate mala puta, me das dolor de cabeza –responde Adara con un tono soberbio.

–Mamá –grita Kat mientras baja las escaleras enfadada–, no puedes dejar que me hable así...

Sus quejidos dejan de escucharse cuando llega al piso inferior y Adara vuelve a sus cosas pasando por completo de su pesada hermana pequeña de la cual, además de sentirla como una carga, se avergüenza.

"Malditos Medina" pensó sonriendo al ver una foto que le habían pasado en la que salía con sus dos amigos. Con una toallita desmaquilladora elimina todos los restos del maquillaje que quedaron corridos por su cara sin dejar de observar todas las notificaciones que le han llegado al móvil, sin poder adivinar cual de los dos le había mandado más tonterías sin sentido, petando su espacio en el teléfono.

Los mellizos Medina eran famosos en el instituto y en todo el pueblo por ser los hijos de la familia más rica del pueblo y donde está la riqueza están los corruptos.

Chandler y Mireia Medina, dos chicos de diecisiete años que siendo menores habían conseguido entrar en todos los locales de la ciudad haciendo uso de su infinita herencia. Guapos, extrovertidos pero, sobre todo, la envidia del instituto.

Conocidos como los mellizos aunque de mellizos no tenían nada, se llevaban once meses siendo uno de enero y otro de diciembre, sus padres no perdieron el tiempo en tenerles y, al ir a la misma clase y ser hermanos pero no parecerse, todo el mundo los llamaba los mellizos Medina.

Además de ellos dos, tenían otros dos hermanos, Harry el hermano mayor que estaba en segundo año de la universidad y que apenas pasaba por el pueblo, un chico guapo aunque reservado que apenas se relacionaba con el entorno social de su padre, y Tristán el hermano menor que iba al curso de Kat, el ligón de la clase y del curso. Aunque iban a la misma clase, Tristan y Kat estaban en escalones muy diferentes de la pirámide social.

Los mellizos invitaron a Adara a la fiesta ya que al día siguiente sus padres no estarían en el pueblo y podrían dormir hasta tarde, pero Adara no tenía tanta suerte, teniendo que despertarse a unas horas tan tempranas en las que, sin un café, le costaba recordar hasta su propio nombre.

Y en la que, tras un orgasmo fallido, el humor estaría por el suelo.

La noche anterior, en la fiesta a la que fue invitada por los mellizos, pensaba pasarse apenas dos horas y volver a hurtadillas colándose por la ventana de su cuarto sin ser vista por sus padres.

La ventana del cuarto de Adara se encontraba en el segundo piso pero gracias a que sus padres eran unos amantes de la arquitectura moderna los salientes y decorados de las paredes exteriores permitían subir por ellos siempre y cuando conocieras donde pisar.

A ojos de extraños o inexpertos solo serian unas paredes modernas con macetas incorporadas en la arquitectura principal y, de las cuales, salían frondosas hojas y plantas que impedían ver esos salientes en completo.

Era una escalera secreta y perfecta en la que sus padres no repararon a la hora de crearla ya que nunca se les ocurriría que por esa zona subiría a chicos a altas horas de la madrugada siempre que el calentón y las circunstancias así lo requirieran.

Adara se coló por esa ventana pero... cinco horas más tarde de lo previsto al haberse quedado tras la fiesta en el Land Rover de Derel, el cápitan de futbol americano del colegio de enfrente.

Suerte para ella que su novio Pete no fue a esa fiesta ni ningún amigo curioso suyo. Lo que era seguro era que, si fueron vistos, el rumor y cotilleo reinaría a primera hora de la mañana entre los abarrotados y pestilentes pasillos del instituto, plagados de curiosos y sin-vida, como ella los llamaba.

–Necesito una cama, de la mía me echan –escribió Adara al grupo que tenia llamado como "La Calité".

–Ada no jodas y ven al insti –respondió Pete–, puedo pasar a buscarte con Axel.

–Nah, déjalo iré a donde los mellizos –respondió Adara.

Los recuerdos del horrible polvo que tuvo la noche anterior con otro chico que no era su novio la causaron una especie de malestar en el estomago.

No es que sintiera arrepentimiento por Pete, pues no era la primera vez que le engañaba con otro chico sin que se diera cuenta, pero si la primera que le engañaba con un niñato que no sabia ni meterla por el agujero que era.

Apenas dos minutos de lo que no podría llamar ni placer fue lo que necesitó para sentirse culpable por primera vez al engañar a su pareja.

–Mire y Chen estarán dormidos hasta el primer recreo vente y fumamos en las gradas –respondió a los pocos minutos Victoria.

Victoria era otra de sus amigas del grupo, adicta a los chicos malos y a los malos hábitos, a la fiesta, drogas y diversión pero, sobre todo, a los cotilleos. Sabía todo de todos pero nadie sabia nada de ella y aunque pudiera escribir la Biblia con todo lo que sabía, de su boca no salía ni una palabra, por lo que era la confidente perfecta para intercambiar infidelidades y travesuras.

–Vic estoy cansada y borracha no puedo drogarme más jajajaja –respondió Adara solo intentando no dar demasiada información.

–¿¿¿Otra vez??? –pregunto Pete– Tú misma, paso.

Salió del grupo y le escribió por privado.

–Ada, tenemos que hablar.

–Luego cari, lo dicho me voy a dormir a donde los mellizos.

–Están dormidos, podrías venir a primera y hablar conmigo.

–Paso, nos vemos luego, chao amor.

Colgó el teléfono y guardo lo imprescindible en su mochila, unos labiales, rímel y un par de preservativos, solo por si acaso.

–Dara, lleva a tu hermana al instituto, es que voy a llegar tarde al trabajo –dice su madre mientras deposita un tierno beso en su mejilla.

–Solo si me das el coche –responde comiendo la taza de cereales que le preparó–, Kat anda muy lenta y hoy tengo prisa.

Las mentiras también era algo con lo que se llevaba muy bien. Su madre la miró con duda pero puso sus tiernos ojos verdes mostrando una pizca de pena y ruego y su madre solo pudo rodar los ojos y entregarle las llaves de su Mercedes negro.

–Kat o bajas en dos minutos o te bajarás del coche en marcha en el instituto, tú misma...

–Adara, ¿puedes dejar de ser tan repelente? Solo por un día –gruñe su hermana bajando rápido.

El camino hasta el instituto fue rápido, en la radio sonaba fuerte la canción de Sk8er Boy de Avril Lavinge, canción que nunca cantaría delante de sus amigos, excepto de Vic quien si era muy aficionada a ese estilo de música.

–Baja rata –dice refiriéndose a su hermana cuando detiene el coche frente a la puerta principal.

–¿No aparcas? ¿Te vas? –protesta Kat.

–Sí, y como le digas algo a mamá haré de tus días un infierno en el que pensarás que los días hasta hoy fueron el paraíso así que...

–Lo se... calladita –responde, recoge la mochila del suelo y sale dando un portazo.

Arranca el coche y recorre todo el pueblo hasta que llega a la villa de los Medina porque no era una casa, era una mansión rodeada de su propio bosque y patios enormes en los que tenían construida dos piscina y una pista de pádel.

Tocó repetidamente la puerta a ver si alguno de los dos se levantaba pero al no obtener respuesta empezó a dar toques en el timbre al ritmo de la última canción que había escuchado en la radio.

–¿Qué? Ah, eres tú.

Adara se queda en blanco, todas las palabras que en ese momento podían estar pasando por su mente se desvanecen al ver el tonificado cuerpo de Harry quien, por casualidad, había vuelto a casa y quien, afortunadamente, había abierto la puerta sin camiseta, mostrando su musculoso y levemente sudado torso desnudo, con unos pantalones cortos de chandal y unas mugrientas deportivas.

Sus cortos rizos castaños y su pelo rapado por los laterales al estilo militar junto con los tatuajes nuevos de su costado y brazo derecho le daban el toque malo que le hacía falta para ser una perfecta bomba de excitación visual.

–Ho-hola Harry, un gusto verte... –dice Adara entrando volviendo a recomponerse– Como siempre.

Se sienta en el sofá mientras le come con la mirada sonriendo con una seductora y pícara media sonrisa.

–Bueno... podríamos ponernos al día en lo que tus hermanos despiertan. No me avisaste de que venías.

–Bueno quizás sea porque sigues con Pete –replica sentándose a su lado pero marcando una notable distancia.

–Ay Harry, ¿cuándo te paró eso? –responde seductora acercándoselo a su cuerpo y desabrochando el nudo de su pantalón de chandal– ¿No me has echado de menos?

La respiración de Harry se hace más marcada mientras que la lengua de Adara recorre su cuello buscando una respuesta de Harry a sus provocadores lametones y sus caricias por los abdominales bajando hacia su pelvis.

–Demasiado... –respondió en un suspiro a la vez que se lanzaba sobre ella en el sofá.

Adara sonriendo satisfactoriamente solo es capaz de pensar en que el orgasmo que su madre le cortó en el momento menos apropiado va a poder darse.

Harry, a diferencia de Derel quien solo le hizo perder el tiempo, nunca decepciona, nunca.

                         

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