La vida en la ciudad es totalmente diferente a la del campo, calles de asfalto y concreto, aceras, inmensos edificios, tiendas y un sin fin de cosas que Catalina jamás había imaginado ni siquiera soñado alguna vez. Todo era nuevo y fascinante; Carmen, su prima, la había esperado en la terminal de autobuses y de ahí, tomando un taxi, se fueron al centro de la ciudad donde Grecia, la tía de Catalina tenía su casa.
Durante el recorrido Carmen le mostraba a Catalina las tiendas de ropa, zapaterías, joyerías, restaurantes y supermercados que quedaban de camino a su casa; también le mostró el enorme edificio de 3 plantas donde funcionaba la universidad en la que ambas estudiarían sus carreras profesionales. Catalina se sentía abrumada con tanta información, necesitaba descansar para digerir todo lo que Carmen le había explicado de camino a su casa. La casa de la tía de Catalina no era tan amplia, solo tenía 2 habitaciones por lo que Carmen debía compartir su habitación con su prima, esto no le molestaba para nada aunque se sentía un poco invadida en su privacidad.
__ En una semana comenzaremos las clases; asi que debes estar atenta a lo que te explique sobre cómo debes tomar el transporte de ida y de vuelta a la universidad __ le comentaba Carmen a su prima mientras le ayudaba a acomodarse en su habitación. __ ¡Claro!, aunque iremos juntas... las dos en el mismo turno __ respondió ella emocionada.
__ Si, pero recuerda que estudiaremos carreras distintas por lo que en muchas ocasiones te tocará irte o venirte sola __ respondió Carmen con una sonrisa burlona.
__ Lo sé, tampoco soy tarada para no aprender en dos o tres días como es el asunto del viaje de ida y vuelta a la universidad __ refutó rápidamente Catalina. Ellas eran totalmente diferentes; Carmen era muy femenina, coqueta y sensual en su estilo de vestir, le encantaba usar zapatos de tacón, faldas y vestidos cortos, pantalones y blusas señidas a su voluptuoso y contorneado cuerpo; Catalina por el contrario era sencilla, muy deportiva en su estilo, amaba los jeans, las franelillas y las camisas, sus botas y el cabello recogido casi siempre por una cola o una trenza; aunque no era una chica voluptuosa tenía un lindo cuerpo, delgado y muy bien definido que había logrado a punta de carreras, fútbol y ejercicios con su hermano y sus amigos.
El gran día llegó y Catalina y Carmen salieron muy temprano hacia la parada de transporte de la universidad. Pronto abordaron el autobús y en unos minutos se encontraban entrando al estacionamiento del enorme edificio que, a juicio de Catalina, era casi del mismo tamaño del pueblo de donde ella venía. Ella como autómata seguía al grupo de estudiantes que marchaban hacia la gran puerta de vidrio que resguardaba la entrada a aquel majestuoso lugar. Catalina se sentía otra vez con los sentimientos revueltos, tenía miedo pero también osadía, quería recorrer todo el lugar pero sentía que podía perderse en él.
__¡Cata, por acá!__ le gritó Carmen mientras ella iba algo desorientada hacia donde no le correspondía. __Los nuevos vamos de éste lado, pero tú vas en esta aula y yo del otro extremo__ le aclaró Carmen.
__Okey, perfecto ... ya me ubiqué __ y empujando la puerta entró al aula de clases; era muy grande y en ella se encontraba un grupo numeroso de chicas y chicos contemporáneos con ella, con alguna excepción de 2 ó 3 mucho más adultos. Al fondo detrás de un escritorio un hombre de anteojos, cabello muy canoso y una expresión agradable en su rostro, era el profesor de Castellano y Literatura: Buenos días bachiller, tome asiento, le dijo a Catalina mientras pasaba la lista de asistencia.
Catalina fue adaptándose rápidamente al ritmo de la universidad, y de la ciudad, tomaba el transporte con toda confianza, iba y venía como si tuviese mucho tiempo viviendo en la ciudad. En los meses siguientes culminó su primer semestre con éxito; tuvo 2 semanas de vacaciones y aprovechó de ir a su casa a visitar a sus padres. De regreso a la ciudad, mientras esperaba en la terminal el transporte que la llevaría a casa de su tía Grecia, vio llegar a un chico, era lindo, tenía el cabello rizado y unos hermosos ojos café; se sintió atraída, muy atraída por aquel chico que, para su sorpresa, la miró esbozando una cálida sonrisa. Catalina se quedó paralizada sin saber cómo reaccionar.
__ ¡Hola!, soy Carlos__ Catalina permanecía parada frente a él, casi sin pestañear; no podía creer que ese chico tan guapo le estuviese hablando a ella. Aunque Carlos no era el tipo musculoso, con cuerpo de atleta que toda mujer desea, para Catalina era perfecto, como un príncipe azul.
__¿Eres muda? __ preguntó Carlos sonriendo. __¡No!... disculpa, pero no te escuché, estaba algo distraída. Para Catalina enamorarse no era una prioridad, y para ser honestos no le interesaba el tema; a pesar de su corta edad había vivido como suya la historia de su madre y para ella un amor, una pareja era como un lastre, algo excesivo casi ingobernable, era alguien que en lugar de darte seguridad, felicidad y bienestar te roba la paz y te secuestra la alegría. Siempre había evadido el tema de enamorarse; cada vez que algún chico se le acercaba con intensiones de conquistarla ella lo cortaba en seco; hasta el momento no se había permitido experimentar una ilusión o algo parecido al enamoramiento. Sentía un enorme temor, recordaba a su madre; una mujer cuyo matrimonio parecía ser el causante de su profunda amargura y soledad, y ella se ponía su caparazón al no permitirse sentir alguna ilusión amorosa, como cualquier jovencita de su edad pero, este chico rompía todos sus esquemas, su blindaje, ese que por mucho tiempo le había resguardado del amor manteniendo su corazón a salvo.
Sin decir más, Catalina se alejó dejando tras de sí al primer chico que le había despertado un sentimiento, hasta ahora desconocido por ella. __¿Será amor a primera vista ?__ se preguntaba una y otra vez mientras se dirigía a casa de su tía Grecia. Al llegar buscó a Carmen para contarle lo sucedido. __ ¡He visto al chico más lindo de éste planeta y lo mejor de todo es que él se ha interesado en mi!__ le decía emocionada a su prima, quien la miraba algo escéptica; este era un tema que no creyó escuchar jamás de la boca de Catalina, Carmen conocía muy bien a su prima y nunca la vio interesarse en nadie allá en su pueblo; aunque Catalina no tenía un cuerpo exuberante, voluptuoso y contorneado como el de ella, era una chica muy linda y atractiva y muchos de los muchachos del pueblo suspiraban por ella. En muchas ocasiones Carmen llegó a sentir envidia de la popularidad de Catalina entre los chicos.
¿De qué me hablas?... ¿A quién te refieres?__ respondió Carmen algo confundida ante la confesión de Catalina. Carmen había tenido algunos enamorados y para el momento estaba saliendo con un chico que atendía una tienda cerca de su casa.
__¡Se llama Carlos y es tan lindo, sus ojos café y su cálida sonrisa son únicas! __ continuaba diciendo Catalina. __Tu que eres toda una experta en el tema, ¿será amor a primera vista?__le preguntó a su prima esperando que ésta pudiera darle una respuesta que le aclarara esa sensación que experimentaba desde que conoció a Carlos, casi no lograba sacarlo de su mente y esto le preocupaba un poco.
__Tal vez lo sea de tu parte, recuerda que no porque alguien haya sido gentil contigo significa que está enamorado de ti__ inquirió Carmen desmoronando de un tirón la sonrisa de Catalina. __ No olvides que los hombres tienen sus triquiñuelas para envolver a las chicas y tu lo sabes mejor que nadie, creciste entre ellos__ finalizó Carmen terminando de destruir el ápice de alegría que quedaba en el corazón de Catalina.
En la habitación, mientras ordenaba sus cuadernos para comenzar con sus clases Catalina evocaba el momento en que conoció a Carlos y su corazón se hinchaba de alegría, en sus ojos había ese destello que da la llegada del primer amor y sentada al borde de la cama cerró sus ojos y muy dentro de sí se dijo: __No me lo esperaba pero para mí es amor a primera vista y es lo que importa__; y acostándose en la cama se quedó profundamente dormida con una dulce sonrisa en sus labios.