Capítulo 4 Todo cambio

5 de Julio de 1970.

Tenía Nicole 7 años cuando sucedió por primera vez..

Valeria estaba llena de deudas a causa de la medicina natural que tanto necesitaba, no tenía como pagarle a nadie y a falta de recursos utilizo su cuerpo, a veces para pagar de manera directa a los que le proveían las pastillas y otras veces cobraba por su servicio, para poder pagar otras cosas.

Mientras ella trabajaba en la habitación de su esposo dejaba a Nicole entretenida con algún juguete en la sala de la casa.

Esa noche Valeria le estaba pagando muy afablemente la deuda a uno de sus vecinos cuando Uriel llego a casa, borracho como era costumbre.

Uriel abre la puerta de la casa y la cierra de golpe, ve a Nicole y lanza una mirada extraña que le causo una sensación muy incómoda a la niña. Se sienta en una de las sillas de plástico color verde que tenían en el comedor y le pide agua a la infante.

Nicole cuando ve llegar a su padre se pone en alerta, atenta a sus instrucciones para evitar enojarlo y que no la reprendiera.

Uriel nunca le había pegado a Nicole o a Valeria, pero se ponía muy molesto de la nada y gritaba muy fuerte. A Nicole le daba miedo.

- ¿Como estuvo tu día, padre? – Dice Nicole, poniendo el vaso de agua en la mano de su padre. Ella odiaba ese olor a sudor y alcohol que el irradiaba

- Igual de asqueroso que siempre. ¿ Ya tu madre preparó la cena?

- No hay nada de comer, mama esta trabajando para poder comprar pan y algo de leche.

Uriel mira extrañado a Nicole

- ¿De qué hablas, niña? Cómo que trabajando? Dónde está tu madre? – preguntó un encolerizado Uriel

- Está en su habitación trabajando

Uriel deja de el vaso de agua en la mesa, poniéndolo con tanta fuerza que resonó, camina hasta su habitación y abre la puerta. No podía darle crédito a lo que sus ojos estaban viendo:

Valeria desnuda, sudando por el esfuerzo que llevaba a cabo, con su cabello suelto y despeinado, estaba sobre un tipo que la miraba como si fuese la obra de arte más hermosa del planeta.

Cuando Valeria escucho la puerta abrirse se da la vuelta y vio a un Uriel con ojos rojos que denotaban enojo, mucho enojo, estaba sudado, con un aspecto desaliñado, y facciones duras que no dejaban ver lo que pasaba por su cabeza. Nicole desde la sala lo vio todo. Vio cómo su padre jalo por el cabello a Valeria, separándola de aquel hombre, le metió una bofetada, y la insulto, cegado por la rabia comenzó a golpearla hasta que cayó al piso cubriéndose el cuerpo como podía, vio como el otro señor se levantó rápido a vestirse y tratar de ayudar a Valeria.

- ¡ Déjala, la vas a matar!-dijo el hombre a Uriel.

Quien preocupado por Valeria lo agarra del cuello y lo despega de ella.

Uriel estaba fuera de sí, no pensaba, veía todo color rojo. "¿Cómo había sido capaz esa infeliz de serme infiel? Cuántas veces lo habrá hecho? ¡Y en mi propia casa!" Uriel y el hombre desconocido se golpeaban e insultaban, entraron en una trifulca demasiado fuerte. Se pegaban con todo lo que encontraban, había tirado las cortinas, la mesa y el único televiso que tenían. Nicole corre a ver a su madre que estaba tirada en el piso, desnuda, llorando y rodeada de un chaco de sangre.

- ¡ Mamá !Qué puedo hacer? ¡ Mamita no te mueras!- lloriqueaba la niña.

- Estoy bien mi niña, alcánzame una de mis batas para vestirme y vete a tu habitación.

Nicol estaba por cumplir el pedido de su madre cuando escuchó una maldición desde el lugar donde se efectuaba la disputa entre ambos hombres y Nicole acudió a ver que sucedía.

Su padre tenía un cuchillo clavado en una mano y el otro hombre aprovechó la oportunidad para poderse ir. Nicole no lo volvió a ver más nunca.

- A partir de este momento todo en esta casa va a cambiar, tienen que entender que yo soy el que manda. Ustedes me pertenecen, son mías, de nadie más. - Dijo Uriel en un tono mordaz - Y tu, zorra. Me las vas a pagar. Esta humillación que me hiciste pasar me la vas a pagar con lágrimas de sangre y te arrepentirás hasta el último momento de tu miserable vida el haberme sido infiel. - le dijo a Valeria

- De lo único que me he arrepentido cada momento de mi vida desde que salí de mi casa y me seguiré arrepintiendo hasta el último momento, es de haberme escapado contigo, basura.- dijo con voz entrecortada por el dolor una muy valiente Valeria, impulsada por la adrenalina del momento- Me prometiste cosas que no has cumplido, llegas borracho a casa, no cuidas a tu hija, pasamos hambre. ¿ Con que derecho y con qué moral te atreves a decir que somos tuyas? Primero Cumple tus deberes como hombre y luego reclamas derechos.

-iMaldita! Como te atreves a hablarme así?!

Uriel camino amenazadoramente hacia Valeria y Nicole, preocupada por su madre corre a ponerse entre ella y Uriel.

- ¡Padre, por favor, no la lastimes! – dijo sollozando

- Quítate del medio- dijo Uriel entre dientes- si no quieres que te mate a ti también. Seguro que ni hija mía eres.

- No le hables así, ella no tiene la culpa de nada de lo que está pasando – replico Valeria - Hija, ve a tu habitación, déjanos solos. Tu padre y yo tenemos que hablar.

Para este momento Valeria ya estaba sentada en la cama, con una sábana cubriendo su cuerpo.

Nicole llorando le da un beso en el cachete

-Mami, se fuerte- le susurra en el oído antes de irse

Nicole va a su habitación llorando, era la primera vez que lloraba hasta quedarse dormida, pero no seria la ultima. Antes dejarse llevar por el cansancio y perderse en la espesura del sueño pensó que algún día sería feliz y no pararía de buscar hasta encontrar la felicidad que tanto deseaba.

Mientras tanto, en la otra habitación, Uriel tomaba como suya a Valeria. Sin reparar en sus suplicas y las muchas veces que le dijo que parara.

Valeria estaba rota en cuerpo y alma. Le dolían los goles que había recibido, le dolía que aquel amante que la veía con ojos enamorados la hubiese dejado sola, le dolía su hija y el futuro que tendrían que soportar al lado de Uriel y le dolía el orgullo y la dignidad al sentirse ultraja y profanada.

Uriel había decidido hacerla entender por las malas que ella era suya, que más ningún hombre podía tocar su cuerpo, ver sus ojos, ni oír sus gemidos.

            
            

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