Capítulo 4 Lluvia En La Carretera

Miré de esquina al profesor línea dura, sin levantar, mucho la mirada, él tenía cabellos rizados, pelirrojo y de ojos verdes, algunas pecas debajo del ojo, pequeñas pollitas sueltas y galantes, aquellos Cachinhos parecían tan bien alineados, ni con él casi rompiendo la mesa en la base del golpe salieron del lugar.

Llevaba una camisa social blanca con algunos detalles en negro, pantalones vaqueros negros y un tenis casual, era muy elegante, al caminar y hablar, ahora pasando su momento de estrés él hablaba tranquilo con la clase, Rebeca no se atrevió a salir de la sala, yo imaginé una actitud cobarde de parte de ella.

Otra cosa que nadie se dio cuenta fue que me llamó por mi nombre, nadie se había presentado cuando lo hizo, me sentí aliviado de que mis amigos eran unas "puertas", así como me aliviaba saber que no iba a tomar un arresto de inmediato, bueno yo creía que no.

Comenzó a explicar sobre los grandes escritores de nuestro país, luego pasó una lista de libros para ser leídos hasta el final del trimestre y dejó avisado que las pruebas serían basadas en aquellos libros y sus autores.

Me gustó saber eso, me encantaba leer y tener algo para identificarme era simplemente maravilloso, nuestra sala era fija, o sea no cambiábamos de sala de acuerdo con las materias, quienes cambiaban eran los profesores, la alarma sonó y él juntó sus papeles y carpetas, miró sínico a todos diciendo:

- Ansioso por el ultimo horario. - Me miró a mí y a Rebeca. - Pueden sentarse hasta en la ventana, pero en mi clase ambos aquí en mi cara.

Sentí un cierto malestar, pero él ni había cruzado la puerta y yo ya estaba de vuelta en mi lugar con mis amigos, la próxima clase era Biología con la profesora Lena, ella solo echó un vistazo y todo el mundo se quedó en silencio, menos mi compañera de la primera cartera, La chica parecía que se había tragado un chanchán vivo.

Lena le dio un pequeño arresto, y una vez más habló de su padre todopoderoso, yo sabía que esto iba a salir mal al día siguiente, tenía curiosidad por saber cómo iba a terminar todo, no sería la primera vez, pero por lo que sabía su padre no era todo eso.

- Rebeca está muy jodida este año. - Eduardo comentó a los susurros.

- ¿Tú crees? - Devolví una mirada y la frase en el mismo tono que él.

- Mira, Lucas, me dijiste que sus padres se van a separar y ella está actuando así para llamar la atención, ¿de verdad crees que su padre va a venir aquí para arreglar algo? De hecho, ni siquiera le habla a ella ni a su madre, actúa como si fueran dos desconocidas. - Eduardo repasaba el chisme y por la entonación yo sabía que no era el único que recibía esa información.

- Debe ser malo para ella, como, siempre contó con su padre para todo toda la vida y ahora finge que no existe. - Hablé un poco sin querer, no quería estar defendiendo a la niña, pero ella tampoco tenía la culpa de que la relación de los padres terminara.

- No defiende a Felipe, ella es una serpiente, su padre habló en la panadería de Moacir que tanto la madre como la hija le dijeron para morir, la cosa está bien fea en aquella casa. - Eduardo continuaba bajando la leña en la niña, solo paró de hablar cuando Lena dejó de escribir en la pizarra y comenzó a explicar.

Me sentía desmotivado a ir al descanso, tenía algunas cosas que leer y deberes, el único momento en que podía hacerlo era mientras estaba en la escuela.

Fui a la biblioteca y comencé con las actividades de Matemáticas que Tanaka había pasado, luego tomé un resumen de las obras de literatura de mi amado Barsa, luego fui a biología, no podía perder el tiempo, en casa y no podía coger el cuaderno o me pegaban, Sólo se me permitía recoger la azada.

El horario de descanso pasó muy rápido y en quince minutos yo había conseguido hacer buena parte de las lecciones, pero yo sabía que todo iba a ser complicado, yo no iba a conseguir frecuentar las clases por la noche, despertar a las cinco de la mañana, trabajar todo el día sin pausas, yo sabía que iba a caer en algún momento, estaba desmotivado, estudiar era una tarea ardua.

Yo sólo tenía quince años, era un niño en todos los sentidos, por todo el esfuerzo que hacía yo tenía mucho dolor en la espalda y a veces sentía que iba a desmayarme, Yo también era privado de alimentarme cuando decía algo que a mi padre no le gustaba o cuando el pastor me llamaba afeminado.

Volví a la sala sintiendo mi cuerpo pesar, una angustia sin fin, Física y Portugués eran las ultimas clases, creo que estaba tan exhausto que dormí en la clase de física, la profesora era Carmem, ella conocía mis dilemas y no me llamó la atención, dejó una actividad de casa, Sabía que valía la pena, al menos esa ayuda podía darme.

Carmen era también del consejo de protección de menores, ella estaba en el lugar cuando obligó a mis padres a enviarme a la escuela, João, también fue obligado a ir, pero nunca pisó allí, él siempre se escondía en el bosque e iba a trabajar con nuestro padre.

Después de la última clase, miré descorazonado por la ventana, hacía mucho frío, yo sólo con camiseta, claro que dejé la ropa nueva en el armario y me puse las viejas para no tener problemas en casa, pensé que si esperaba la lluvia pasaría, Pero ella no pasó, yo tampoco quería un paseo con el profesor, ya me había avergonzado demasiado con las preguntas de él.

Fui caminando bajo la lluvia, el cucurucho de las heridas se ablandó y comenzó a sangrar, no me di cuenta de eso, solo estaba caminando en la oscuridad bajo la lluvia.

No me di cuenta cuando el coche de André se detuvo a mi lado, solo noté que era él cuando me llamó, intenté mantener la sonrisa.

- Entra ahora Felipe, entra o te meto en ese auto a fuerza chico!

Miedo y ansiedad, fueron las dos cosas que sentí cuando el profesor paró el coche a mi lado, pensé en salir corriendo, pero sabía que no tendría fuerzas suficientes para eso, yo ya estaba todo mojado, la lluvia caía sin ninguna piedad de mi ser, era como el ácido que se derramaba en mi espalda, las heridas apenas cicatrizadas se estaban abriendo, todo lo que podía hacer en ese momento era entrar en el coche.

Un poco asustado, abrí la puerta del coche y me metí ahí dentro, ahora yo era su cautivo, sus ojos parecían agresivos, al mismo tiempo parecían estar con pena de mi desgracia.

- Profesor... - Empecé a inventar alguna excusa en mi cabeza. - No...

- No empieces, no soy tonto Felipe, vi como todo sucedió. - Se inclinó hacia el asiento de atrás y tomó una toalla dentro de una bolsa. - Quítate la camiseta y sécate, no puedes mojarte así.

Tomé la toalla y pensé en cómo explicar mis heridas, pensé por unos segundos, yo no tenía mucha salida, debería contarle lo que había pasado, pero no quería más dolor de cabeza.

- Profesor, estoy con una pregunta complicada de explicar, por favor no insista en preguntarse qué sucedió cuando vea. - Apreté mis ojos y luego me puse la toalla en la cara, la tela que debía ser áspera parecía acariciar mi piel y absorber cada gota de lluvia.

- Felipe, tengo responsabilidades, si veo algo mal me veré obligado a denunciarlo. - Su voz sería y un poco seca me hacía repensar aquella estancia en su coche.

- Así que rechacé amablemente tu aventón, no conozco esta ciudad ni a los monstruos que la habitan, muchos dicen ser ciudadanos de bien, pero en realidad son solo ... - Le di la toalla, no tenía sentido explicar mis motivos. - Si hace algún tipo de denuncia, sufriré el doble y estoy casi seguro de que no es eso lo que usted desea.

Le di la espalda y abrí la puerta del coche, y en ese momento su mano se posó sobre mi hombro.

- Lo entiendo, yo te ayudo y no te preguntaré nada, siempre y cuando aceptes ayuda. - No sé en qué momento decidió ayudarme, pero esas palabras me quitaron un gran peso de encima.

- Hn, gracias por...

Hice lo que él me pidió y luego envuelto en aquella toalla gruesa, el coche ganó movimiento, pero mi error fue creer que él me llevaría a casa, comencé a sudar frío, él pasó con el coche por la granja y yo podía ver las luces de la pequeña Tápera en que vivía totalmente apagadas, La puerta de entrada estaba cerrada y los perros del patrón estaban sueltos.

Creo que mi padre los soltó, por supuesto él quería que los bichos me atraparan cuando intentara entrar, pero obviamente yo conocía a los dos Dogo argentinos y era siempre yo el que los alimentaba, era yo jugando con los dos cuando nadie estaba viendo, conocía a los dos desde niño, Pero mi padre no conocía ese detalle.

            
            

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