Mientras subo a mi cuarto, siento unas poderosas ganas de llorar y eso no me agrada.
Aprendí desde muy pequeña que con llorar no soluciono nada y solo consigo verme vulnerable.
Débil.
Comprendí a los golpes que nunca debo darles el gusto a los demás de verme derrumbar y mucho menos a mis enemigos. Por eso, ya no lloro.
Al menos, no tan seguido.
Tal vez mis ojos se humedezcan y se pongan rojos como si acabase de inhalar cocaína, puede que mi nariz empiece a moquear y mi garganta duela por el fuerte nudo que se instala en ella, pero ni una sola lágrima se escapa.
Cuando mi padre golpea a mi madre quizá llore, pero a ninguno les he permitido ser testigo de ello.
Además, ¿qué voy a lograr haciéndoles saber que eso me afecta? Ni que eso les importara.
De todas maneras, lo que podrían hacer es tacharme de bipolar, pues una vez dreno todo, las lágrimas desaparecen. Puedo estar feliz, riendo con todo el mundo y de un momento a otro puedo parecer un ogro; o peor aún, puedo ponerme tan sensible como cuando me visita Andrés.
Pero esta vez es diferente.
Ya me di cuenta de que no es solo mi imaginación. Mis padres de verdad quieren deshacerse de mí y eso duele.
¡Está bien! Lo acepto, tal vez me pasé con Ahumrah.
Pero ya estoy cansada de que trate a mi madre como si no fuese más que basura y sobre todo, que aparente que lo material es más importante para él que otras cosas. Y más aún, que me odie tanto sin yo haberle hecho nada.
Como quisiera que todo volviera a ser como antes...
Cuando era pequeña, hubo un tiempo en que pareció que Ahumrah me adoraba. Era su princesa. Se notaba en sus ojos el amor que me tenía.
Pero eso cambió cuando cumplí los doce años y lo encontré cogiendo con Zhayid en el cuarto que compartía con mi madre. Aunque para ese entonces, no sabía el significado de esa palabra.
Ese día mi madre no estaba, no recuerdo por qué había salido. En esa ocasión la chica que me cuidaba no pudo ir y yo le dije a mi madre que no quería salir y al tener edad suficiente se fue, no sin antes advertirme que no inventara nada extraño.
Después que Assuan se fue, yo subí al piso de la casa que me correspondía y me quedé allí toda la tarde hasta que me dio hambre, por lo que tuve que bajar a prepararme algo.
En el momento en que llegué al segundo piso escuché la voz de mi padre y me emocioné al saber que ya había llegado; salí corriendo al darme cuenta que la puerta estaba entreabierta y como nunca me habían regañado por entrar sin antes haber tocado tomé la perilla abriéndola un poco más.
Allí me di cuenta que mi padre no estaba solo.
- ¿A qué hora la estúpida de tu esposa con tu hija? - preguntó mi tía Zhayid a mi padre.
Se encontraba semi recostada de la cama, apoyándose solamente de sus brazos y con la cabeza echada hacia atrás para poder ver el rostro de mi padre. Su cabello caía suelto a lo largo de su espalda y rozaba sus manos.
-No sé. Confío que el mandado que le encargué hacer las demore lo suficiente-, alcancé a escuchar que mi padre le susurraba al oído repartiendo besos por toda su clavícula, haciéndola reír.
Por lo que estoy entendiendo, él cree que no estoy en la casa.
No comprendía que sucedía, ni porque ella estaba así. ¡Se supone que eran hermanos!
Zhayid vestía un liguero de encaje y un brasier del mismo material. No llevaba bragas.
Recorrí con la mirada la habitación y las encontré enrolladas en la alfombra, blanca como la nieve, que estaba en el centro de esta.
Sabía por los libros que había leído qué era lo que tía zhayid vestía y por lo que tenía entendido, la mujer lo usaba solo cuando un hombre le resultaba realmente atractivo. Muy pocas veces lo usaban porque querían sentirse bien en su misma piel.
-Me gustaría que llegara en este preciso momento y nos viera...-ronroneó, mientras mi padre seguía repartiendo besos a lo largo de su cuello y hombros al mismo tiempo que alzaba su pierda izquierda y la recorría con lentitud-que viera que yo sí te doy lo que ella no...-gimió cuando esa mano que acariciaba su pierna llego a su pecho y comenzó a mover en círculos su pezón.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al comprender, no del todo, lo que estaba sucediendo. Había leído suficientes escenas como esta, para saber que mi padre estaba siendo infiel.
No podía creerlo. ¿Qué necesidad tenía mi padre de hacer aquello? Mi madre lo atendía, le demostraba que lo amaba, trataba de que nunca le faltara nada...
Volví a la realidad cuando una arcada arrasó por completo mis entrañas al ver como mi padre subía la mano con la que tocaba el seno de mi tía y lo llevaba a su cuello, donde apretó un poco e hizo gemir a mi tía.
No quería seguir viendo aquello...
Me limpié las lágrimas con rabia y me dispuse a cerrar la puerta, pero al tomar nuevamente la perilla y atraerla hacia mí, la puerta rechinó, haciendo que mi padre se congelara y mi tía Zhayid se enderezara del susto, viéndose tan pálida como un papel.
Sin embargo, al ver esa escena entre ambos, despertó algo en mí y sin detenerme a pensar en lo que hacía, volví a abrir la puerta, lo suficiente para que ambos me vieran.
Me sentí muy bien al ver como ambos palidecían como si hubieran visto a la mismísima muerte.
Los miré a ambos con odio y cerré la puerta con fuerza luego de ver a mi padre soltando a Zhayid y pasarse una mano por el rostro, maldiciendo en todos los sentidos.
Ese día se esfumó la imagen que tenía de él. Más tarde me enteré que mi tía no era su hermana de sangre y que él solo estaba jugando con Zhayid a "conocer" sus cuerpos.
A esa edad era tan inocente que le hubiera creído si no hubiera leído tantos libros +21.
Sin embargo, a pesar de todo, se lo oculté a mi madre porque sentía que lo que estaba haciendo mi padre con mi tía era incorrecto, pues me enseñaron que entre hermanos no había ese tipo de juegos.
Supongo que allí fue donde se comenzó a desarrollar mi malicia. Podía pedir cualquier cosa y sabía que Ahumrah me lo daría, pues el no deseaba que Assuan se enterara de que nunca la amó, y que solo quería quedarse con su dinero.
Obviamente, su infidelidad no era lo único que descubrí. Sus secretos iban mucho más allá de un simple adulterio.
Y los iría revelando poco a poco, cuando más me conviniese. Por ello, permití que me siguiera viendo la cara de estúpida. Así lo tomaría por sorpresa quién era yo en realidad.
Por otra parte, Ahumrah me contó su historia antes de conocer a mi madre para distraerme, intentando que dejara de indagar en el asunto. Por supuesto, a mí me convenía que él siguiera pensando que era su dulce e inocente niña.
Me dijo que mi abuela era una persona cruel que tenía preferencia entre cuatro hijos, él era el segundo.
Vivian en otro país y mi abuela tenía que trabajar exhaustivamente para mantener a cuatro niños. Mi padre y su hermana mayor eran los encargados de los otros tres.
La mayor era un desastre, se sumergió en la bebida a temprana edad y acabó siendo una esposa alcohólica que maltrataba a su esposo y de vez en cuando se drogaba, lo que complicaba las cosas de vez en cuando.
Mi padre, al ser el segundo, todo peso recayó en sus hombros y tuvo que hacerse cargo de los otros dos. Abandonó los estudios temporalmente mientras que mi abuela se quebraba los hombros para poder llevarles algo de comer.
Cuidaba de sus hermanos y ayudaba a su madre en casa.
Aun así, según Ahumrah, mi nana le hacía la vida imposible, por lo que mi padre se vio en la obligación de salir adelante solo.
Se alejó de su familia y se esmeró en superarse a sí mismo, a pesar de la ausencia de apoyo por parte de mi abuela.
Como siempre le habían gustado las costumbres de los países árabes, se mudó a Marruecos, donde conoció a mi madre y se "enamoró". Lo pongo entre comillas porque con su conducta actual, dudo mucho que la amase de verdad. Tal vez todo fue una maroma para poder quedarse con su dinero.
O quizá, cuando conoció a Assuan sí se deslumbró por ella, pero al momento de enterarse de lo adinerada que era, su asombró fue aún mayor.
Sin embargo, Ahumrah tal vez no provenía de una familia acaudalada, más bien, poseían numerosas deudas, pero era rica en otros aspectos.
Les enseñaron lo que era la humildad, el respeto, tanto mutuo como propio; les inculcaron que la honestidad tenía que ir ante todo, porque la verdad siempre salía a flote; les infundieron que tenían que ser solidarios en cada momento, pues e que el que más daba era el que más bendiciones tendría, siempre y cuando lo diera de corazón.
Y, sobre todo, no se les permitía olvidar que la familia tenía que ir siempre ante todo.
No importaba cuan molesto estaba con algún miembro de ella, si esa persona lo necesitaba debía estar allí, dejando de lado los rencores, porque, después de todo, la familia nunca te abandona.
Nunca conocí a los padres de Ahumrah. Tal vez él los odiaba por lo que le hicieron en un pasado, pero aprendió a reconocer que su madre lo hacía porque lo amaba y solo quería lo mejor para su hijo.
Y así él la mostrara como un mounstro ante mis ojos, deseé haber conocido alguna vez a la señora que se encargó de que su hijo fuera alguna vez un padre amoroso, gentil y protector.
Claro, se dejó fascinar por el dinero de mi madre y esa parte de Ahumrah murió. Cuando fui testigo de ello, llegué a la conclusión de que, a veces, los padres no tienen la culpa de lo que hacen los hijos, solo se encargan de darles una buena crianza pero nosotros como hijos, decidimos qué hacer con lo aprendido.
En otras palabras, es lo mismo cuando dicen que las malas juntas hacen que los jóvenes se dañen, de allí la tan famosa frase: "dime con quién andas y te diré quién eres".
Puede que esa sea una de las causas, pero si esa persona era consciente y se daba cuenta de su error, intentaría cambiar eso.
Aunque, cabe destacar que una persona se dañaba, perdía, o dejaba corromper, solo si ella quería, independientemente de los métodos usados.
***
-Pasen adelante-dejo que mis reclutas ingresen y me aseguro que nadie nos vigila, posteriormente cerrando a puerta tras ellos.
No es que abunde mucha gente en esta parte de la casa.
De hecho, nadie sube para acá, pues somos solo mis padres, Zhayid y yo los que vivimos en esta gigantesca mansión. Pero nunca está de más tomar previsiones, no se sabe si después de lo que hice envíen a alguien a espiarme.
A mi parecer, esta es una casa demasiado grande para cuatro personas, pero Ahumrah cree que por tener dinero se merece este tipo de bienes innecesarios.
-Por aquí-, los guío a la puerta que se comunica con la biblioteca -misma que rara vez uso-, y una vez dentro, les pido que tomen asiento.
Todos y cada uno de mis secuaces se sientan dónde pueden, ya que mi habitación no está acondicionada para recibir visitas, pues como dije antes, nadie sube.
Es decir, si estuviera muerta, solo se darían cuenta por el olor a putrefacción que emanaría de la estancia, no porque a alguien le importe mi ausencia.
La mayoría se sienta en el suelo y los otros se quedan de pie, supongo que para no invadir mi espacio personal.
El que estén aquí, dice lo mucho que confío en ellos. Por lo general, cuando alguien decide venir a importunar, lo atiendo en la biblioteca.
-Vuelvo en un momento- Les indico cuando ya están acomodados.
Salgo de mi habitación para entrar a la biblioteca en busca de mi material de exposición, pero no lo veo.
Demonios, ¿Dónde dejé la cosa?
Recorro el sitio con la mirada, observado tras las estanterías y detrás de mi mesa de trabajo, pero tampoco la veo y comienzo a ponerme nerviosa por la mirada que me lanzan los secuaces que están cerca de la puerta, como si estudiasen mis movimientos.
Ayer yo estaba preparando todo y la puse...
Ya recordé dónde está.
Suspiro profundamente y tomó el señalador que está sobre mi mesa de trabajo, para acto seguido, dar media vuelta y cruzar nuevamente la puerta que da hacia mi habitación con el mentón en alto, sin mirar a nadie. Pero al ingresar a ella, mi valentía se esfuma y me encuentro bajando la cabeza en contra de mi voluntad.
-Ya vuelvo-murmuro con la cabeza gacha, apurando el paso cuando todos me miran con ceños fruncidos mientras voy directamente al baño para sacar el lienzo y rodarlo hasta colocarlo frente a la ventana, logrando que la estancia se torne oscura.
Me aclaro la garganta con nerviosismo y aplaudo dos veces para que la luz se encienda. Automáticamente, recibo más ceños fruncidos y expresiones confundidas cuando logran ver lo que he plasmado en las hojas.
Y en un acto de sumo nerviosismo comienzo a golpear mi mano derecha con el señalador, mientras sonrío con vergüenza y miro a todos lados menos a ellos.
Me encanta dibujar, así que pensé que era buena idea hacer diapositivas explicando todo lo que tenía planeado hacer para que entendieran mejor.
Pero viendo sus caras, me doy cuenta que no estoy tratando con compañeros de clase o profesores. Estoy tratando con los sirvientes de mi padre.
Bueno, con los del personal de servicio.
Odio dirigirme a ellos de esa forma, siento que los estuviera tratando como esclavos.
Carraspeo con fuerza, haciendo que me duela la garganta, pero logro que aparten su atención del lienzo y la fijen en mí.
-Comencemos-me planto frente a la lámina dispuesta a comenzar y cuando vuelvo a abrir la boca, no me sale nada. Me he quedado totalmente en blanco.
Joder. ¿Qué era lo que iba a decir?
Debo pensar rápido. Ya me están viendo con aburrimiento, preguntándose por qué carajos abandonaron sus labores para subir al tercer piso a hacer nada.
Diablos, a mí esto no se me da bien, y ahora me doy cuenta que me mostraba más segura en mi cabeza mientras me imaginaba hablando con ellos.
Sin embargo, casi me rio de mi misma. Parece que estoy en una conferencia de negocios así que suspiro profundamente y decido improvisar.
-Como bien saben, no es un secreto el odio que nos declaramos Ahumrah y yo, además de que me encanta desafiar a mis progenitores, ¿Correcto? -comienzo y ellos asienten, aún sin entender mi punto. -Okey, lo que intento decirles es que tenemos que derrocar al gobierno-concluyo, con una sonrisa triunfal, creyendo que con esa mísera explicación ya todo quedó aclarado.
Mis cómplices son diez en total, pero son suficientes para lo que quiero hacer. Además, son los más leales a mí. Sus edades varían desde los veinte a los treinta y una sola de ellos que tiene sesenta, pero no puedo tenerla en esos trotes, por lo que tengo planeado para ella es mínimo.
Una de las muchachas levanta la mano. Es Ashmeh, una de las más jóvenes. Me emociona que por fin estén entrando en confianza y decidan expresar sus ideas, por lo que le hago una seña para que hable.
- ¿No podemos negarnos a tumbar al gobierno...?-de inmediato, todos la reprenden por su osadía y yo me río por su inocencia. No entendieron lo que intentaba explicar- ¡Déjenme hablar! -dice, sin dirigirse a nadie en especial. Y cuando todos se callan, vuelve a posar su atención en mí. -Disculpe mi atrevimiento, señorita D' Barrie...
-Ankwar o Ank-increpo con suavidad.
- ¿Eh?
-Me refiero a que pueden decirme Ankwar o Ank-los observo a todos, transmitiéndoles confianza. - ¡Pero ni se les ocurra decirme Ankie! -le advierto con fingida seriedad. Y ellos asienten numerosas veces, temiendo lo peor.
Blyet, lo que has hecho, hijo de puta...
Una sombra de nostalgia barre mi rostro al recordar que Ahumrah solía llamarme Ankie cuando me quería, o cuando fingía hacerlo, pero se va tan rápido como llega. En cambio, me esfuerzo por lucir una sonrisa.
-Okeeey-les echo un vistazo a todos, atrayendo su atención. - Lo que quiero decir con "tumbar el gobierno" es que tenemos que deshacernos a como dé lugar de Ahumrah y Zhayid-cuando digo aquello soy testigo de que cada uno de los rostros presentes en mi guarida quedan desprovistos de color.
Tampoco es un secreto lo que es capaz de hacer Ahumrah si lo traicionan...bueno, lo que les manda a hacer. El hijo de puta es tan cobarde que se excusa diciendo que una persona cómo él no se ensucia las manos con cualquiera cuando ordena que los castiguen por traición.
Y al yo sugerir que arriesguen su vida por un plan que no sabemos si va a funcionar, estoy sobrepasando los limites, pero obviamente ellos no saben lo que yo sé.
-Pero no se asusten-me apresuro a agregar-, Les aseguro que lo que llegue a suceder no repercutirá en ustedes-todos se miran entre sí, compartiendo una mirada de pánico y yo comienzo a transpirar. Necesito su ayuda para dar mi golpe final, si no, todo puede irse a la mierda-Bien, necesito que mantengan la calma. -los observó, intentando no desesperarme y noto que ninguno desea estar aquí.
¿Qué te pasa Ankwar? ¿Dónde está tu poder de convencimiento?
-No quiero usar mi posición para obligarlos a ayudarme-les advierto y ellos me miran con resentimiento, mientras que Azi niega con la cabeza, decepcionada.
Okey, admito que amenazando a mis posibles cómplices no es la mejor manera para convencer a alguien y debo ganarme su confianza demostrándoles que no soy igual que el hombre que me creó.
-Pero de verdad necesito su ayuda-les hablo con sinceridad, viendo como algunos aún me miran recelosos por lo que dije anteriormente-Digo, ¿no están cansados que Ahumrah los humille? -pregunto a nadie en específico y lucho con la sonrisa que empuja por salir a la superficie cuando logro captar su atención. - ¿No están cansados que los haga depender de la miseria que les paga?, ¿No están hartos de que destruya su vida, una vez pasan a ser parte del personal? -Ahora sí que están interesados-. ¡Eso es a lo que me refiero! He ideado un plan para deshacernos de él y necesito su colaboración.
Todos comienzan a murmurar, compartiendo ideas entre sí y yo se los permito, con el fin de que puedan llegar a un acuerdo.
-Disculpe que opine cuando nadie me lo ha pedido, señorita Ankwar-interviene la señora Azick, y todo el mundo guarda silencio.
Al ser la mayor, para todos nosotros es la abuelita que todos desearíamos tener y pese a que yo todavía tenía a mi linda y hermosa abuelita materna, ella velaba por mí cuando más nadie lo hacía.
Mientras Ahumrah estaba muy ocupado produciendo más dinero del que ya tenía y Assuan se la pasaba encerrada en su habitación compadeciéndose, ella me enseñaba qué era lo bueno y lo malo, me reprendía con cariñó cuando debía hacerlo y cuando mi padre me decía lo mierda que soy, ella se escabullía sin su permiso para hacerme saber que todo lo que ese señor decía de mí, era mentira.
Se puede decir que gracias a ella, no asesiné a Ahumrah con anterioridad y él la trata como si fuera basura.
Al igual que a todos.
-Pero, ¿Qué sucede si su plan falla? -Continúa-, Con esto no quiero parecer ave de mal agüero, sin embargo, usted muy bien sabe cómo es su padre-Me mira, y yo me mantengo en silencio, dejando que la voz de la sabiduría hable-. Sé que él la ha tratado muy mal y, aunque no me incumbe, no estoy de acuerdo con ello, pero no creo que eso sea suficiente motivo para asesinarlo, señorita Ankwar-me reprende con cariño, mirándome con severidad. Yo abro los ojos como platos y los demás comienzan a toser, incomodos.
-N-No...e-es...-me aclaro la garganta- No es eso lo que planeo hacer, Azi-le digo, bajando la mirada unos segundos antes de volver a encontrarme con sus ojos-solo quiero que deje de maltratar a mi madre-hago un puchero-aunque parece que a ella le gusta la huevonada.... -susurro eso ultimo para mí, apartando la mirada con una mueca de disgusto.
Sinceramente no logro entender porque deja que la menosprecie de esa forma. Si fuera yo a la que maltrata-ya lo hace verbalmente-, e intenta alzarme una mano, se la corto y se la pongo de collar a modo de recuerdo.
-Te voy a ser sincera, Azi-me dirijo a ella, alzando la mirada-. No te lo voy a negar-aseguro, mirándola fijamente-, a veces me dan ganas de matarlo, degollarlo, arrancarle la piel trocito a trocito...-detengo mi descripción en el momento que veo la cara de horror de los presentes. Han de pensar que estoy loca. -Pero una cosa es que lo imagine, y otra muy diferente es que lo lleve a cabo-aclaro con firmeza, cruzándome de brazos-pero a pesar de todo, es mi padre del que estoy hablando y por mucho que no entienda ciertas cosas quiere decir que lo odio. Solo quiero que detenga su abuso.
Me siento hipócrita al mentirme a mí misma, puesto que sé que de verdad lo odio, pero necesito darles seguridad de que no me van a ayudar a enterrar un cuerpo, por Dios.
Sin embargo, me paseo frente a ellos, pensando y debato hasta qué punto puedo confiar en ellos, pues aquí la mayoría tiene familia y si algo sale mal, las consecuencias para ellos pueden ser fatales. Los entendería si se niegan a trabajar conmigo. No lo estarían haciendo por lealtad al vejestorio, sino porque no arriesgarían lo poco que les pagan para ayudar a una niña mimada que odia a su padre.
Pero si deseo que esto salga bien, debo darles un voto de confianza. No. Aún mejor. Debo ofrecerles algo que los convenza.
Libertad y estabilidad económica.
Eso es algo que Ahumrah les ha negado.
-Más allá de eso, quiero que desaparezca, que deje de hacernos daño. - Miro cada uno de sus rostros, mientras que ellos permanecen en silencio y una inesperada sensación de calidez me invade. Los voy a extrañar cuando me vaya. -A ustedes, a mí, y, sobre todo, a mi madre.
Pero primero los voy a ayudar a ser libres.
No hace falta que hablen. Pese a que aún hay algunos que están debatiendo si creerme o no, sé que la mayoría están cansados de recibir humillaciones por parte de Ahumrah y con su actitud ya me dijeron todo lo que necesitaba saber.
Cuento con su apoyo.
Sonrío con verdadera felicidad y celebro internamente que ya se acerca mi victoria.
-Escuchen con atención-les digo, haciéndoles señas para que se acerquen. Ellos se inclinan hacia mí, como si les fuese a contar un secreto-Esto es lo que vamos a hacer...
***
-Por las tetas de mi abuela...-la baba casi que se desborda de mi boca-. Ese hombre está para violarlo.
En este momento estoy observando al espécimen más hermoso que he visto. Mi biblioteca está ubicada justo al frente de su habitación y puedo ver claramente cómo se ejercita, desde la ventana.
Es lógico que reaccione así, pues a mis diecisiete años nunca había visto un hombre tan de cerca.
Parezco rapunzel, solo que pelirroja, mi cara está llena de pecas y no tengo el cabello tan largo y tampoco parezco una top model.
Para el disgusto de algunos, soy rellenita y aunque odie admitirlo, mis grandes ojos gris acero me conferían un aspecto dulce e inocente. Algo que por su puesto, yo carecía.
Pero prefería que me vieran de esa manera, pues se llevaban una sorpresa cuando me conocían en realidad.
Mi vecino no sabe que lo estoy acosando y mucho menos que me lo estoy saboreando con la mirada a través de la cortina traslúcida y al tener las luces apagadas, puedo pasar desapercibida mientras no me asome ni haga ruido.
Aparenta tener unos veinticuatro o veinticinco y debe medir alrededor de un metro noventa y seis. Se encuentra haciendo flexiones y me tiene salivando por esos músculos ondulantes. La humedad recorre su cuerpo como una suave tela transparente y en mi vida me pareció tan atractivo ver cómo gotas de sudor ruedan por el torso trabajado de un hombre.
Hasta ahora.
Me muerdo el labio inferior y continuo mi exploración.
¡Oh, Hashim! ¿Por qué eres tan cruel con estos pobres ojos inocentes que no pueden tocar?
Su cabello rizado es de un rubio tan claro que fácilmente podría ser blanco y cae en cascada por toda su espalda hasta llegar a su culo respingón y hace contraste con su bronceado ligero.
Casi le grito cuando veo que lo recoge en una trenza francesa. Ese cabello tan hermoso no merece ser trenzado, debe dejarlo libre.
Por primera vez siento mi zona intima cosquillear, pero no le tomó mucha importancia, echándole la culpa a las hormonas.
Mientras no interactúe con él, podré controlarme como es debido. Pero es que, ¡Joder!, nunca había visto a un chico tan lindo de cerca, y mi curiosidad me incita a experimentar.
Quiero poner a prueba si de verdad los besos son como en los libros que he leído, deseo saber si en tu estomago se sienten mariposas cuando estás enamorado, quiero saber cómo se siente que te traten así de bonito.
Pero sobre todo, quiero saber qué se siente ser penetrada por un macho pecho peludo. Y presiento que este es el indicado.
Sonrío con malicia.
Ya llegó la hora de poner en práctica todo lo aprendido.
Mi vecino posa los brazos en la cama y estira las piernas, para luego bajar su peso casi hasta el suelo y después volver a impulsarse hacia arriba.
Lo que daría por estar en esa cama para sentir su... suavidad.
Se ve cómoda.
Fijo la mirada en su rostro y juro que está a punto de darme un patatus. Parece el rostro de un ángel. Pero un ángel rudo y masculino.
Me muerdo el labio inconscientemente y trago saliva posteriormente.
Mija, contrólese, que va a tener un orgasmo sin que la esté tocando.
Mi nuevo vecino mira hacia el frente, pero no hacía mi ventana, por lo que estoy lejos de ser descubierta. Puedo ver que tiene cejas gruesas y tupidas sobre ojos almendrados, cubiertos por largas y rizadas pestañas que hacen que su belleza resalte más.
Si tan solo...
Sin que yo me lo espere, alza la mirada y la centra justamente en mi ventana haciendo que mi corazón se acelere.
Trago saliva al verme descubierta y mi piel se pone como un tempano de hielo.
Carajo.
Que. Vergüenza.
Mi corazón se acelera en mi pecho como el galope de un caballo cuando se aparta de la cama para acercarse a la ventana.
No. No. No.
Sin hacer el menor ruido, cierro los ojos con fuerzas y le pido perdón a mi Dios por ser tan pervertida. Pero es que entiéndanme, estoy en la edad en que las hormonas se alborotan y mis padres siempre me han mantenido alejada de la especie masculina con el fin de "Cuidarme".
¡Ja! Más bien creo que lo hacen porque saben que si me hubieran dado más libertad, desde cuando no estuviese aquí.
El chico nuevo se acerca cada vez más y yo en vez de salir corriendo, empiezo a practicar mi disculpa. ¿Pero qué le voy a decir? El tipo está jodidamente bueno.
Cuando llega finalmente a la ventana, yo suspiro con fuerza y tomo el borde de la cortina para alzarla.
-Dis...-cierro la boca cuando lo escucho hacer ruiditos con la boca, al mismo tiempo que frota el índice y el pulgar.
¿Qué dem...?
De pronto escucho un suave maullido y veo un gato negro subirse a mi ventana, rosándose con el marco, al mismo tiempo que ronronea y mi vecino lo llama.
Ese gato malandro ...
Cuando yo hago eso el puto me ignora, y mi vecino lo llama una vez y ya lo tiene rozándose contra el marco de la ventana.
-Shu-espanto en un susurro al minino-shu-repito, al ver que no se larga. No me mal entiendan, amo a los animales, pero si esa bola de pelos alza la cortina, ahí sí me va a descubrir. El gato mira a través de la cortina y su cuerpo se eriza, para luego saltar a la casa del frente con un siseo aterrado.
Maldigo al hijo de su madre cuando casi levanta la cortina en el proceso.
Mi vecino se ríe, dejándome ver una sonrisa llena de profundos hoyuelos y pequeños dientes blancos y rectos.
Casi me derrito cuando sus ojos se achican, dejando pequeñas arruguitas a los lados.
Sinceramente, a mí me va a dar algo.
El chico alza una mano para acariciar el pelaje del animal y mira nuevamente a mi ventana, entrecerrando los ojos con desconfianza y yo me tenso otra vez.
¡Hashim...! Que ojos tan preciosos. ¿Me los regalas?
Sus irises son bicolores. Uno es de color ámbar y se asemeja al color dorado de un trago de Whiskey. El otro, es de color agua marina y trasmite una calma que yo no puedo tener viviendo aquí con Lord Voldemor y su cierva Bellatrix.
Casi que me emborracho solo con admirar esos irises tan hermosos.
- ¿Por qué estás asustado? -le pregunta al gato y vuelve a mirarlo.
Eso es todo. Mis bragas se empapan al escuchar cómo se marca la erre cuando habla y un escalofrió agradable me recorre de los pies a la cabeza. Su voz es grave y ronca. Muy varonil. Lo que es un alto indicativo que no pertenece a estos lares.
Continúo mi escrutinio, maravillándome cada vez más por su aspecto y lo declaro como mi amor secreto.
Cabe destacar que no es real, no pienso enamorarme nunca.
Su nariz es recta y masculina, sus rasgos son suaves y definidos, su boca es grande, pero su tamaño es recompensado por labios regordetes, el inferior más relleno que el superior y con un aro en una esquina. Pero no importa, igual se ven apetitosos; en cada oreja tiene tres esferas plateadas y en sus lóbulos hay pequeños túneles negros.
Bajo la mirada lentamente, bebiendo su imagen y me encuentro con un paquete de ocho y esas atractivas líneas que definen su pelvis me tienen salivando, ya podía imaginarme cerniéndome sobre él y pasando la lengua por cada bulto de su esbelto cuerpo.
Vuelvo a tragar saliva y tiemblo cuando esa imagen se hace muy vívida en mi cabeza.
De pronto, el viento sopla suavemente y un mechón rubio blanquecino escapa de su trenza, cayendo sobre su frente.
De forma automática, me agacho un poco cuando la cortina se alza con la brisa y ondea unos segundos antes de volver a su lugar.
Hay algo es este chico que posee un magnetismo sorprendente y su rostro...su rostro lo hace parecer un niño travieso y es lo que más embobada me tiene.
Blyet, se supone que tengo que declararme lesbiana, no sentirme atraída por mi vecino.
Además, ser hétero está pasando de moda.
Minutos después, aún sigo observándolo y finalmente, deja el gato, mira una vez más hacia mi ventana y luego desaparece.
Suspiro como una adolescente enamorada y sigo leyendo, aunque no puedo concentrarme.
¿Cuánto tiempo tendrá de haberse mudado?
Es primera vez que lo veo.
Horas más tarde ya ha anochecido y no he notado movimiento en su casa luego de que entró solo para apagar la luz y volvió a salir, pero de pronto escucho un ruido en su habitación así que aparto el libro y antes de acercarme a la ventana apago las luces para que mi sombra no me delate.
Me sitúo tras la cortina y miro directamente hacia su habitación, pero no hay nadie. Las luces siguen apagadas y no hay signos de movimiento.
Adentro, hace un calor infernal y como no veo a nadie en el cuarto de mi vecino, aparto la cortina y me siento sobre el marco de la ventana. Cierro los ojos, dejando que el aire haga ondear mi corto cabello pelirrojo y sin poder evitarlo, una imagen de mi vecino y yo se proyecta en mi mente, pero antes de que se desarrolle por completo oigo carraspear a alguien y me veo obligada a abrirlos.
¡Por Hashim...!
A estas alturas voy a tener que comprar un vibrador para consolarme.
En la ventana de enfrente se encuentra mi vecino observándome con expresión divertida, regalándome la más hermosa vista al dejarme ver sus hoyuelos.
Ve tú a saber qué cara tengo para que me vea de esa forma.
-Soy Alaskey Ramshay-se presenta ofreciéndome su mano-me alegra conocer finalmente a la pequeña pelirroja que me acosa a través de una cortina.