Annelise.
img img Annelise. img Capítulo 5 En búsqueda de oportunidades.
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Capítulo 7 Preparando la habitación del inquilino. img
Capítulo 8 Una visita a la escuela. img
Capítulo 9 Amargos recuerdos de una dura decisión. img
Capítulo 10 La búsqueda desesperada. img
Capítulo 11 El pino de navidad. img
Capítulo 12 Una amarga información. img
Capítulo 13 Un altercado en la panadería. img
Capítulo 14 Noche buena. img
Capítulo 15 Amargos recuerdos. img
Capítulo 16 La vieja radio. img
Capítulo 17 Domingo en el bosque. img
Capítulo 18 Un encuentro muy cercano. img
Capítulo 19 Las orejas de burro. img
Capítulo 20 El pequeño oso parlanchín. img
Capítulo 21 Un esperado beso. img
Capítulo 22 De vuelta a la escuela. img
Capítulo 23 Una conversación necesaria. img
Capítulo 24 Adiós a un viejo recuerdo. img
Capítulo 25 La invitación. img
Capítulo 26 La fiesta -. Primera Parte. img
Capítulo 27 La fiesta -. Segunda Parte. img
Capítulo 28 La decisión de Britta. img
Capítulo 29 El viaje en tren. img
Capítulo 30 La hermana de Annelise -. Primera Parte. img
Capítulo 31 La hermana de Annelise -. Segunda Parte. img
Capítulo 32 El extraño hombre de la fábrica. img
Capítulo 33 La oferta. img
Capítulo 34 Trámites de adopción. img
Capítulo 35 Coronas de flores. img
Capítulo 36 Familia. img
Capítulo 37 Una golpiza en el bar -. Primera Parte. img
Capítulo 38 Una golpiza en el bar -. Segunda Parte. img
Capítulo 39 La reubicación de Annelise. img
Capítulo 40 La conversación. img
Capítulo 41 La señora Hove. img
Capítulo 42 Día de compras. img
Capítulo 43 Las mariquitas y el amor. img
Capítulo 44 La cita -. Primera Parte. img
Capítulo 45 La cita -. Segunda Parte. img
Capítulo 46 Labor de parto. img
Capítulo 47 El resfriado. img
Capítulo 48 La bonita flor. img
Capítulo 49 Los miedos de Annelise. img
Capítulo 50 La fábrica -. Primera Parte. img
Capítulo 51 La fábrica -. Segunda Parte. img
Capítulo 52 Un día con mamá. img
Capítulo 53 El bebé de la señora Hove. img
Capítulo 54 Los impedimentos del trabajo. img
Capítulo 55 Las vacaciones de Britta. img
Capítulo 56 La pesadilla. img
Capítulo 57 La nueva rutina. img
Capítulo 58 El río Etna. img
Capítulo 59 Conversaciones sobre el pasado. img
Capítulo 60 Las víboras del pueblo. img
Capítulo 61 El artículo en el periódico. img
Capítulo 62 Sinceridad. img
Capítulo 63 Las listas de la muerte. img
Capítulo 64 La pequeña araña. img
Capítulo 65 ¿Dejar Dokka img
Capítulo 66 La búsqueda de un hogar -. Primera Parte. img
Capítulo 67 La búsqueda de un hogar -. Segunda Parte. img
Capítulo 68 Restricción de sueño. img
Capítulo 69 Domingo de descanso. img
Capítulo 70 ¡Feliz cumpleaños, Britta! img
Capítulo 71 Inflación. img
Capítulo 72 Asqueroso nazi -. Primera Parte. img
Capítulo 73 Asqueroso nazi -. Segunda Parte. img
Capítulo 74 Una esperanza -. Primera Parte. img
Capítulo 75 Una esperanza -. Segunda Parte. img
Capítulo 76 Una esperanza -. Tercera Parte. img
Capítulo 77 La decepción de Britta. img
Capítulo 78 Criminales en Dokka. img
Capítulo 79 Los malignos deseos de Nilsen. img
Capítulo 80 La verdad sobre Franz. img
Capítulo 81 Una larga historia. img
Capítulo 82 Patrullajes img
Capítulo 83 Daven. img
Capítulo 84 La tenue luz de la lámpara. img
Capítulo 85 Los recuerdos de Daven. img
Capítulo 86 Sueños y esperanzas. img
Capítulo 87 ¡Buen viaje! img
Capítulo 88 La llegada a Noruega. img
Capítulo 89 Preguntas sin responder. img
Capítulo 90 Chismes y rumores. img
Capítulo 91 Investigación. img
Capítulo 92 Plan fallido. img
Capítulo 93 Sembrar la duda. img
Capítulo 94 Tos de sangre. img
Capítulo 95 La carta de Daven. img
Capítulo 96 El deber -. Primera Parte. img
Capítulo 97 El deber -. Segunda Parte. img
Capítulo 98 El punto Corazón -. Primera Parte. img
Capítulo 99 El punto Corazón -. Segunda Parte. img
Capítulo 100 El punto Corazón -. Tercera Parte. img
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Capítulo 5 En búsqueda de oportunidades.

10 de noviembre de 1947 -. Noruega.

En el pecho de Britta había un doloroso nudo que le daba ganas de llorar, hacía mucho tiempo desde que no entraba en esa habitación y hacerlo no le había traído más que recuerdos que en algún momento fueron dulces, pero ahora no eran más que espinas dolorosas en su corazón. La puerta de la habitación de sus hermanos no se había abierto desde la muerte de estos, sin embargo, esa mañana fue una excepción pues Annelise necesitaba un abrigo para ir a la escuela y Britta estaba segura de que en ese polvoriento lugar había uno lo suficientemente grueso para proteger a la niña, también encontró un par de guantes viejos y una bufanda deshilachada, aunque estos se encontraban en un estado tan deplorable que sería imposible darles algún uso.

- Mira, aquí está tu abrigo -. Sonrió Britta pasando la prenda por los brazos de Annelise, no antes de haber sacudido lo mejor que pudo el polvo de esta.

- Muchísimas gracias, pensé que iba a pasar frío.

La niña se abrazó al abrigo suave y cálido dándole una sonrisa a la mujer, por suerte la prenda no estaba rota ni remendada, solo tenía un ligero olor a humedad. Luego se dispusieron a salir de su hogar y las miradas no tardaron en posarse sobre ellas, la gente ya no sabía ni de que hablar y lo poco que pudo entender Britta entre tantos susurros fue sobre el parecido de la pequeña Annelise con los de "raza aria". La mujer sentía terror porque las personas pudieran descubrir que la niña era alemana.

Pasando por las calles cubiertas de nieve por la fuerte ventisca nevada del día anterior les fue difícil llegar a la escuela pero finalmente lo hicieron. Era un edificio grande con desteñidas y sucias paredes que en algún momento llegaron a ser de un vivo color amarillo, la bandera de Noruega ondeaba en el asta del techo y había una basta cantidad de niños de distintas edades rondando por los alrededores de la institución que aún no abría sus puertas. Annelise se sintió intimidada por la novedad y presa del miedo se escondió detrás de las piernas de Britta, aferrándose con sus pequeñas manos al abrigo de la mayor.

- Annelise ¿Qué haces? Debes ir a la escuela -. Habló Britta con voz dulce.

- No quiero... ¿Y si no me quieren? ¿Y si me dejan afuera? -. Preguntó temerosa del rechazo.

Era tierno y a la vez doloroso verla, como probar una cucharada de jarabe agridulce, no se podría saber cual sensación predominaba.

- Debes ir para aprender mucho y hacer muchos amigos -. Dijo Britta acariciando su cabeza, algunos niños que ya habían notado la presencia de Annelise, miraban con curiosidad a su dirección, no obstante, tantas miradas terminaban intimidando a la pequeña de ojos como el jade.

- Britta ¿Vendrás por mí a la salida? -. Preguntó con voz temerosa.

- No lo creo, aún así la escuela está muy cerca de casa y tú ya eres una niña grande, Podrás volver sola ¿Cierto?

Para ese entonces era sumamente común que los niños volvieran solos de la escuela a pesar de sus cortas edades, por lo que Britta no vio inconveniente en ello.

- Eso creo -. Respondió en un susurro.

Al cabo de unos minutos la campana de la escuela emitió una sinfonía anunciando la entrada de los alumnos. Britta se quedó de pie observando la espalda de Annelise alejarse hasta que su pequeño cuerpo se perdió entre el resto de niños, luego, se dio la vuelta sintiendo un pequeño pinchazo de soledad en su pecho, igual que lo sentía Annelise cada vez que ella se iba a trabajar.

Sin hablar con nadie y con su mirada fija al frente Britta se fue del lugar, dirigiéndose a la vieja panadería en la que trabajaba, al llegar había mucha gente comprando, personas que la miraron mal a penas ella entró en sus campos visuales; pero restándole importancia a esa actitud hostil que tenía la gente del pueblo, comenzó su trabajo limpiando el lugar que cada día parecía estar más sucio que el anterior. El sonido que hacía el trapeador al pasar por el suelo era desagradable y el agua se veía de color gris, además, no había dinero para comprar productos de limpieza así que la cubeta solo contenía agua sucia para "limpiar" el suelo, cuando Britta terminó fue a lavarse las manos al grifo de la cocina encontrándose con su jefe, el señor Larsen, realmente ya lo había visto desde que entró a la panadería pero no habían hablado más allá de un cordial saludo.

- ¿Ya desayunaste? -. Preguntó el hombre. - Hay panecillos que quedaron del desayuno de ayer.

- Gracias -. Respondió secando sus manos para tomar la comida.

Britta no desayunó esa mañana, había dejado la poca comida que había para Annelise quien no podía ir a estudiar con el estómago vacío, por eso sintió aquellos panecillos duros y secos como un verdadero manjar.

- Estás algo callada hoy ¿No? -. Preguntó el señor Larsen. - Pareces preocupada por algo.

- Es que no he podido encontrarle un hogar a Annelise -. Dijo antes de suspirar. - Sus padres adoptivos no la quisieron y en el orfanato no la reciben; además, el director Aas fue ayer personalmente a mi casa y casi tuve que pagar una multa porque Annelise no estaba estudiando, creo que tengo demasiados gastos sobre mí.

Britta estaba muy estresada por la cantidad de responsabilidades que ahora tenía, era desesperante estar a la deriva sin saber que pasaría los días siguientes.

- Ahora con su escuela necesito más dinero, debo comprarle una bufanda y un gorro; además rompió uno de sus vestidos y ni siquiera tengo algo para darle de cenar hoy -. Sujetaba su cabeza entre sus manos ante la preocupación. - El mundo gira entorno al dinero.

Su jefe se sintió conmovido por las palabras de la chica, pues él antes de la guerra también tenía una familia por la cual preocuparse, pero luego de esta se había quedado con un amargo sentimiento de soledad y una panadería que atender.

- Lo siento mucho Britta, me gustaría poder pagarte más pero todos los ingresos se me van en harina y levadura -. Se disculpó el señor Larsen palmeando la espalda de la chica.

- No se preocupe, estoy muy agradecida con usted por darme este trabajo -. Le respondió Britta.

- Si necesitas algo más de dinero podrías ir a la fábrica de textiles, oí a unos jóvenes hablar de que necesitaban personal.

- ¿La que está a las afueras del pueblo? ¿Aún sigue funcionando?

La mayoría de fábricas habían quebrado, pero al ser la ropa y el calzado una necesidad básica aquella empresa de producción textil pudo prevalecer.

- Si, al parecer no han quebrado, deberías ir a solicitar trabajo, después de todo tú eres joven -. Dijo el hombre. - Seguramente te den algún puesto.

- No tengo tiempo, debo ir a la casa a ver cómo llego Annelise de la escuela -. Explicó.

- No te preocupes, puedes ir luego de limpiar el mostrador, yo entiendo lo necesario que es el dinero cuando hay alguien que depende de tí.

Britta asintió con agradecimiento hacia su jefe y se apresuró a limpiar el mostrador que realmente no estaba muy sucio, cuando acabó salió de la panadería con el permiso que le había dado su jefe momentos antes; y así se dirigió a la estación de tren, el lugar al que iría quedaba a pocos kilómetros del pueblo pero para ella sería más fácil llegar en tren.

La fábrica se alzó como un imponente edificio ante los ojos de Britta, contaba con varias chimeneas por donde el humo salía y se dispersaba en la altitud, también el sonido que causaban la maquinaria dentro de esta era estridente y a penas dejaba resonar los propios pensamientos de Britta dentro de su cabeza.

Al entrar se sintió incómoda al verse observada por todos los hombres dentro de la fábrica, la miraban sin saber quién era ella o qué hacía allí, se veían confundidos.

- Buenas tardes ¿Puedo hablar con el encargado? -. Preguntó acercándose a uno de los trabajadores, un hombre cubierto de suciedad y tintes que usaban para teñir las telas. El hombre la observó de la misma manera que los demás antes de responder:

- Por supuesto, está en su oficina al final de este pasillo.

La mujer le agradeció pero antes de poder llegar al pasillo se encontró con otro hombre de frente, tenía tantas canas que era imposible descifrar de que color fue su cabello originalmente y una mirada tan fría que parecía ser capaz de congelar el sol.

- ¿Quién es usted? -. Preguntó mirando a Britta despectivamente.

- Buenas tardes, mi nombre el Britta y estoy buscando al encargado.

- Yo soy el encargado de esta fábrica... ¿Necesita algo?

- Bueno yo... -. Britta se sentía nerviosa ya que todas las miradas estaban sobre ella, todos habían dejado sus labores para dedicarse a mirarla; por eso le era costoso hablar con fluidez.

- No tengo tiempo para usted, si está buscando a su esposo, adelante pero no me necesita para ello...

- ¡No esperé! -. Pidió la rubia interrumpiendo al hombre. - Lo que pasa es que me preguntaba si podría encontrar algún trabajo aquí, escuché que estaban buscando personal.

De fondo se oyeron algunas risas de parte de los trabajadores pero el encargado solo se giró hacia ella con una mirada cansada antes de hablar.

- Estás confundida ¿Verdad? Esto en una fábrica textil.

- Lo sé, señor -. Respondió Britta haciendo un gran esfuerzo para que su voz no temblara.

- ¿Entonces?

- Necesito el trabajo, de verdad, es de los pocos lugares del pueblo donde se da una paga aceptable y necesito el dinero -. Confesó.

El encargado estalló en carcajadas junto con el resto de empleados que escucharon a la rubia, el hombre abría tanto la boca al reír que varias gotas del saliva terminaron cayendo en el rostro de Britta dándole un sensación de asco.

- Pero en serio...

- Para ya -. Interrumpió el de cabello canoso. - Anda a lavar la ropa o hacer el almuerzo ¿No te es suficiente con eso? No sé, atiende a tus hijos o algo así.

- No, es que...

- ¿No tienes hijos? ¿Es eso? ¿Por eso estás molestando en el trabajo de los hombres?

Cabe destacar que al fondo aún se podían oír las risas de algunos trabajadores divertidos por la situación. Britta apretó sus puños, indispuesta a seguir escuchando las burlas hacía su persona, se dio media vuelta para marcharse del lugar, no sin antes recibir comentarios innecesarios de parte de los empleados. Cuando se encontró de espaldas a la puerta principal de la fábrica dejó sus lágrimas de indignación rodar por sus mejillas, las cuales ya estaban rojas por la ira comprimida que guardaba en ese momento, ella había contemplado la posibilidad de no ser aceptada pero nunca pensó que recibiría tal burla. Cada vez las cosas se ponían más difíciles para aquella mujer de ojos avellana, pues el mundo parecía estar en su contra.

Britta subió en otro tren para volver al pueblo y seguir con su trabajo en la panadería, realmente estaba la opción de buscar otro trabajo dentro del pueblo, uno que fuera considerado "de mujeres" los cuales eran pocos, pero existían; no obstante al ser ella despreciada por casi todos allí, la tarea de ser aceptada en cualquier labor, se volvía muy complicada.

- ¿Qué tal te fue? -. Preguntó el señor Larsen cuando vio a su única trabajadora atravesar el umbral de la puerta.

- No muy bien, al parecer solo están contratando hombres -. Respondió ella poco animada. - Supongo que no tendré el dinero.

La mujer se esforzó trabajando duro ese día para ganarse algo de pan y leche; pero al finalizar el día su jefe, que era un hombre que había aprendido el valor de la humanidad y la empatía por su edad, la sorprendió con una canasta de algunas verduras, panes y algo de salmón.

- Dijiste que no tenías nada de comer ni que darle a la pequeña que cuidas así que cambié pan y otras cosas por esto.

Britta no podía creerlo, ni en todo el tiempo que había trabajado le había alcanzado para comprar ese tipo de pescado, se sintió afortunada y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras no encontraba la manera de agradecerle a su jefe, no todos alrededor de Britta eran malos, la bondad en algunas personas aún seguía existiendo.

            
            

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