Devastada, buscó consuelo en el alcohol y, en medio de su confusión, entró en la habitación de hotel equivocada, despertando a la mañana siguiente al lado de un completo desconocido.
En su momento no vio claramente su rostro, recordando únicamente su presencia abrumadora, casi sofocante, y la vasta habitación que parecía devorarla por completo.
Por la mañana, se sentía tan avergonzada que no pudo quedarse y optó por irse en silencio y sin mirar atrás.
Nunca imaginó que una noche alocada la dejaría esperando el hijo de ese hombre.
Kayla no tenía idea de qué hacer, sintiéndose inquieta, ansiosa y abrumada. Estaba desesperada por encontrar una salida a este enorme desastre.
Su celular vibró en ese momento, devolviéndola a la realidad. Acababa de recibir un mensaje de su esposo, Liam Graham. "Kayla, te estoy esperando afuera del hospital".
Mirando la pantalla con la mente en blanco, guardó el dispositivo en su bolsillo y se dirigió al ascensor sin decir una sola palabra.
Durante días, las náuseas y los mareos persistieron. Cuando ya no pudo ignorarlos, finalmente fue al hospital solo para recibir la noticia de su embarazo.
Al salir del hospital, lo primero que vio fue el auto negro de Liam esperando en la acera.
Ella respiró hondo antes de caminar rápidamente hacia el vehículo.
Su esposo salió y rodeó el auto para abrirle la puerta. Se veía aún más impresionante y refinado en su impecable traje negro.
"¿Qué te dijo el doctor?", le preguntó él.
"Solo fue un malestar estomacal", respondió la chica con un tono plano.
"Es porque comes mucha comida picante. Necesitarás moderarte. Eso no es bueno para tu estómago".
Kayla asintió ligeramente.
En el momento en que subió al auto, un sutil rastro de perfume floral para mujeres la golpeó. Liam detestaba los aromatizantes y nunca los utilizaba, por lo que ese olor solo podía significar una cosa: otra mujer había estado allí.
El hombre se inclinó y le revolvió el cabello cariñosamente mientras decía: "Te llevaré a casa para que puedas descansar. Yo necesito volver a la oficina".
"Está bien", murmuró ella.
Mientras el vehículo esperaba en un semáforo en rojo, Liam contestó una llamada entrante.
Kayla se movió ligeramente y sintió su mano rozar algo suave. Tras extender la mano, sacó un pañuelo de seda rosa.
Sus ojos se entrecerraron, fijos en la prenda que acababa de encontrar: parecía demasiado familiar para ser una coincidencia. Ya lo había visto antes en una de las fotos que encontró en el celular de su esposo.
Cuando Liam finalizó la llamada, se volvió con una sonrisa cálida. "Primero iré a dejarte y luego...".
Ella lo interrumpió, levantando el pañuelo antes de cuestionarlo con una voz aguda y firme: "¿De quién es esto?".
Los ojos de Liam brillaron con un atisbo de pánico, pero lo disimuló con una risa forzada. "Debe ser de una clienta que vi hoy. Lo devolveré mañana".
Extendió una mano para tomar el pañuelo, pero su esposa lo apartó y dijo en un modo desafiante: "Quiero el divorcio".
Él alzó bruscamente la mirada, luciendo totalmente incrédulo. "¡Kayla, solo es un pañuelo! ¿Por qué estás exagerando? No puedes proponer el divorcio como si fuera algo sin importancia".
La chica dejó salir una risa sarcástica y fría. "¿Por cuánto tiempo más planeabas seguir mintiendo? Me dejaste en nuestra noche de bodas por ir con ella, ¿verdad?".
Liam la miró atónito y con una inusual expresión de desconcierto en sus ojos. "Fui a una reunión de trabajo que surgió de repente. Lo estás malinterpretando todo".
Kayla no quería seguir escuchando sus excusas. Su esposo le era infiel, y ahora ella llevaba en su vientre al hijo de otro hombre. Considerando las circunstancias, no había nada que pudiera salvar su matrimonio.
"Por respeto a los años que compartimos, terminemos esto de manera pacífica", pronunció con un tono gélido.
Sin esperar respuesta, ella abrió la puerta y salió.
Liam permaneció inmóvil tras el volante, con los dedos tan apretados que se pusieron blancos. Luego, dejó salir un grito colérico y golpeó el volante con el puño.
Kayla tomó un taxi para volver a casa.
Una vez en la sala de estar, sus ojos se posaron en su foto de bodas, enmarcada y luciendo impecable en la mesa de centro, donde los dos aparecían con amplias sonrisas de alegría. Ahora, la imagen le parecía amargamente irónica.
La noche de su boda, vio imágenes explícitas de Liam con Tricia Moss, en varias poses comprometedoras.
Este simple hallazgo fue suficiente para destrozar todo, reduciendo cinco años de lealtad a nada.
Kayla se dejó caer de rodillas, con las manos apretadas contra su pecho, mientras la angustia que estuvo reprimiendo estalló en una oleada de emoción cruda. Las lágrimas fluían libremente y sin control.
No tenía idea de cuánto tiempo pasó antes de que sus sollozos finalmente se calmaran. Lo único que sabía era que quedaba una profunda sensación de vacío.
Esa noche, Liam llegó tarde a casa.
Su esposa yacía inmóvil en la cama, dándole la espalda en todo momento. Cuando él se acercó y la abrazó por detrás, la otra no se inmutó y solo cerró los ojos.
La piel del hombre llevaba el frío de la noche mientras la rodeaba con un brazo y lo dejaba reposar sobre la manta. "No quiero pelear contigo. Perdón por lo que sucedió antes. Juro que no sucederá de nuevo. Te amo".
Kayla se movió para alejarse de su toque.
Liam dejó salir una risa baja. Se desnudó a toda prisa y nuevamente se acercó a la chica. "Tengamos sexo esta noche. Seguramente ya terminó tu periodo, ¿verdad?", habló con una voz suave, casi burlona.