Él me había estado observando durante días. Me veía entrar y salir de los lugares en dónde se repartía comida durante el día.
Me veía ir hacia la zona más baja para ayudar a limpiar las aceras y también me veía recoger la basura de algunos lugares para conseguir dinero y poder comprar mantas que me ayudaran a mantenerme caliente mientras permanecía en los espacios abiertos en dónde vivían la mayoría de los que no tenían hogar.
También me servía para comprar algo de ropa ya vieja, pero en mejores condiciones que la mía.
La cuestión era, que ese hombre me estaba siguiendo más tiempo de lo que permitido y sabía que nada agradable podía salir de eso.
Sabía de quienes podría venir una acción como esa. Los hermanos Fire. Pero ninguno de ellos era lo suficientemente paciente como para enviar a uno de sus soldados a seguir a alguien.
Ellos iban directamente a ti y te decían que querían y cómo lo querían. Y ciertamente no querían nada de mí, porque ya lo hubiera enterado de ser así.
Por lo que la presencia de ese hombre no traería nada bueno y aunque trataba de perderlo de vista, de buscar lugares en donde él no me hubiese visto, era imposible perderle la pista.
Y lamentablemente ir a la policía no era una opción para mí, dormir en las casas de acogida tampoco lo eran. Por lo que acostumbrarme a la extraña presencia del hombre era lo único que podía hacer.
Evadirlo, no estar en lugares solos con él cerca, pero, sobre todo, no bajar la guardia nunca.