Corazones de Alta Mar

La niebla colgaba sobre Nymira como un recuerdo que se niega a morir.

En el puerto, el aire olía a sal, humo... y presagio.

El Sombra del Leviatán apareció sin anuncio, deslizándose entre las embarcaciones como una sombra hambrienta. Su velamen oscuro parecía beberse la luz de las antorchas. Nadie lo había visto en años, pero todos lo recordaban.

Y a él también.

Ezra Drake.

El hijo pródigo.

El capitán que había elegido la marea por encima de su linaje.

El que partió sin mirar atrás.

Ahora, sus botas resonaban en la madera del muelle como latidos de algo que volvía a despertar.

-Dicen que el mar te cambia -murmuró una anciana desde el mercado, alzando el rostro bajo su velo de redes-. Pero a este lo trajo con sed.

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En una taberna cercana, Lyra Venn sintió que el aire se quebraba.

Un escalofrío le subió por la columna antes de que el nombre cruzara los labios de nadie.

El eco del puerto llegó con voces agitadas:

"El Sombra del Leviatán está aquí."

"Ezra ha vuelto."

Lyra salió al callejón sin decir palabra, con el corazón encallado entre pasado y furia.

Sus pasos la guiaron como si no tuviera opción. Como si el mapa que ardía bajo su piel hubiese encontrado su norte.

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Desde lo alto de la muralla, con el uniforme aún impecable, lo vio llegar.

El hermano perdido.

El traidor.

El que había abandonado el juramento.

Pero Cassian no bajó la mirada.

Porque aunque el odio latía fuerte... también lo hacía la memoria.

Y en el fondo, ambos sabían que lo que los separó no fue solo el deber.

-Que los dioses te juzguen -susurró entre dientes-. Ojalá no tenga que hacerlo yo.

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En el muelle, Ezra se detuvo.

Las miradas lo seguían como si arrastrara tempestades bajo el abrigo.

Ivy la Roja bajó del barco con paso firme, cuchillos al cinto, ojos afilados.

-¿Seguro que estás listo?

-No -respondió Ezra, ajustándose los guantes de cuero-. Pero el mapa ya despertó. Y eso significa que ella... también lo sentirá.

-¿Y Cassian?

Ezra tragó saliva.

-Cassian no me perdonará. Pero no vine por su perdón.

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Al anochecer, en la Torre del Archivo, Lyra extendió un viejo pergamino que había ocultado desde niña.

El mapa.

Pero esta vez, las líneas se movían. Respiraban.

Una espiral latía en el centro como un corazón recién recordado.

-Ezra... -susurró-. ¿Qué has traído contigo?

Y lejos, en las profundidades del mar, algo abrió los ojos.

Porque la sangre del mapa había empezado a cantar.

Y el Nómada del Abismo... ya no dormía.